Partida Rol por web

Tras atravesar las arterias principales de Cunia, llegáis al barrio conocido como La Libertad, en el extremo sur de Cunia.

Se trata de un cúmulo de manzanas de viviendas elevadas, de ladrillo rojo en su mayoría, humildes y ocupadas por familias obreras azotadas por el desempleo y la marginación. Es conocido por todos los cunienses que en este barrio, donde campan a sus anchas la drogadicción y la criminalidad, la violencia se ha transformado en el pan nuestro de cada día.

Todo ello aderezado con que se ha convertido en un foco de aglutinamiento de la inmigración marroquí y subsahariana, así como las numerosas zonas controladas por bandas neo-nazis y otras donde predominan grupos punks y red-skins.

Sí, en efecto, aquí si se aburren, es porque quieren.

Arnau os guía por las calles principales de este barrio, haciendo gala de su particular forma de conducir. A penas aminora la marcha en las esquinas, haciendo chirriar las ruedas con insistencia, y la velocidad que le imprime a su vehículo hace que sea todo un reto seguirle, incluso para la motocicleta.

Al poco habéis llegado a la zona costera. Bajando hacia el sur, casi en los límites de Cunia, alcanzáis la altura del acantilado que marca el fin de la Playa China.

Al borde de la carretera, se inicia un camino de tierra, bastante ancho, que baja hasta la cala que queda a la sombra de esta imponente mole de piedra esculpida a golpe de mar. Algunos aseguran que en sus rocas pueden contemplarse los rostros de todos los que han perdido la vida despeñándose por aquí... y de aquellos que la perdieran en otro sitio, pero fueron arrojados igualmente a estas siempre hambrientas aguas.

Paro el coche en el borde de la carretera, dejando espacio suficiente para los demás. Bajo con celeridad, observando a mi alrededor y comprovando que no hay moros en la costa, aparte de los que viven unas calles mas arriba.

Indico a Conrad que ponga su coche justo de lado con mi maletero, para que cubra la vista de posibles parejas enamoradas y otros seres que se les ocurra pasear por este incomparable marco mediterraneo.

Me toco el bolsillo para recordar que la pistola está aún allí.

Aparco el coche donde me indica Arnau. Seguir a este espécimen en coche es todo un reto... impresionante su forma de conducir.

Al bajar del coche me aseguro de que mi pistola esté bien oculta, mientras que reviso la beretta de Ramón, aún en la pistolera del pecho. Sigue haciendo un calor sofocante, pero la brisa marina nos da un nuevo aliento. Deseo que el bochorno no se acentúe mientras me coloco bien las gafas de sol.

Nunca me agradó esta zona de Cunia pero la necesidad nos obliga a pisar estas arenas regadas con sangre.
El dia se complica, pienso preocupado mientras me pregunto que andarán haciendo Joan y Eduardo.

Algo inquieto indico que estoy listo y preparado. Cuando antes acabemos, antes continuaremos con la investigación.

Conduzco la moto como si me fuera la vida en ello, derrapando en las curvas y alargando la pierna para equilibrarme. Sin embargo en la autopista, la escasa potencia de una 125 es incapaz de mantener el ritmo del coche de Arnau. Recorto fácilmente distancia al llegar a la ciudad, aprovechando la mayor agilidad de la moto mientras esquivo los coches de lado a lado, haciendo que más de uno toque el claxon indignado.

Llego al acantilado a penas un momento después que Conrad y dejo mi moto detrás de los coches. Pese a tener mucha menos velocidad punta, su menor peso me permitiría salir mucho más rápido que ellos.

Desmonto y me acerco a mis compañeros. Con cara de pocos amigos, enciendo mi último cigarro y lanzo el paquete vacío al mar. Por un momento me quedo mirando cómo el horizonte se funde con el mar, haciendo casi imposible decir dónde acaba el cielo y empieza el agua. Negando con la cabeza, me vuelvo hacia ellos.

- Acabemos con esto de una vez - digo en tono serio. - Alguno deberíamos vigilar para que no se acerque nadie. Sólo falta que piensen que estamos trapicheando y alguien quiera cobrar su parte o reclamar su territorio. Arnau, pásame una de las pipas con el silenciador... Si las cosas se ponen muy feas será mejor no usar las nuestras. 

Doy una larga calada al cigarro y me acerco al borde del acantilado. Por un momento, miro hacia abajo, antes de girarme para comprobar que no hay nadie por la entrada del camino que lleva al acantilado.

- Démonos prisa. No quiero estar por aquí más tiempo del necesario - digo mirando alrededor para comprobar que nadie nos puede ver donde estamos.

El acantilado está situado en el extremo de una curva, ofreciendo escasa visibilidad ante miradas indiscretas. La carretera que serpentea bordeando la costa que se acerca a Cunia desde el sur, es poco transitada.

Desde que habéis llegado no ha pasado ningún otro coche. Aunque prácticamente acabáis de llegar.

- Vamos al lio, señores. Ya se que estamos expuestos, pero dada la zona no me importa en gran mesura. 

Abro el maletero y me dispongo a coger un par de bolsas de basura grandes. 

- Que alguien me ayude, y otro que se quede de guardia.

Aguantando la respiración en la medida que me es posible, me pongo a buscar las bolsas en los rincones del maletero. Una vez las tengo, las abro, y cogiendo la cabeza de Izan, empiezo a cubrir su cuerpo por la parte superior, a la espera que alguien me ayude para la parte inferior.

Arremangado y odiando ese aroma que me quedará impregnado, echo una mano a Arnau.
Como una boa engullendo a su presa, introduzco los pies de Izan en la bolsa.

- No tendréis ambientador o un frasco de colonia? Este pestazo lo arrastraremos todo el día... - digo mientras recuerdo que en algún lugar aun conservo un par de caramelos mentolados.

- Esto si es un trabajo sucio... como en otros tiempos. - murmuro mientras acabo de cubrir a Izan con la bolsa de basura.

Miro cómo los dos hombres empiezan a cubrir el cadaver. Si no fuera por la situación, probablemente me haría gracia ver a los dos trajeados mientras yo superviso fumando un cigarro, pero dadas las circunstancias la escena no tiene nada de cómica.

Me separo unos pasos, no tanto para evitar el desagradable olor del maletero de Arnau como para tener una mejor posición para vigilar por si se acerca alguien. Apoyándome sobre el capó del coche de Conrad, fumo tranquilamente mientras observo el camino sumido en mis pensamientos.

Una vez cubierto el cadáver, cojo la cinta aislante de la caja de herramientas oficial de la BMW, y encinto todo el cuerpo, tal y que queda una masa compacta, evitando que las bolsas se muevan. Me ha quedado una bonita momia negra. Estoy hecho un artista.

Levanto a Izan por los hombros, y esperando que Conrad lo aguante por los pies, me dispongo a lanzarlo por el acantilado, rezando para que en ese corto periodo de tiempo, esos segundos eternos, Negro no de la voz de alarma.

De momento, todo parece tranquilo.

Arnau y Conrad se acercan al acantilado con el cuerpo embutido en las bolsas de plástico. Por suerte, la brisa marina parece limpiar algo vuestras fosas nasales, que parecen estar embrutecidas por los olores y vapores del cadáver encerrado a alta temperatura.

Proceden a lanzarlo al mar.

Joder como pesa el bicho este....

- Listo Conrad? A la una, a las dos y a las tres!

- Con lo canijo que parecía y lo que pesa - comento sujetando el paquete negro de carne envasada.

A la que Arnau cuenta 3, lanzo el paquete al mismo tiempo.

El cuerpo se precipita al vacío, directamente sobre el agua, sin tropezar con las rocas. Al cabo de unos segundos, que se hacen eternos, el paquete choca contra el agua, perdiéndose de vista entre la espuma de las mismas olas que lamen el acantilado sin piedad.

Por suerte, no habéis visto cruzar ningún vehículo en el tiempo que lleváis aquí, y ya habéis hecho lo más comprometido.

No puedo evitar observar con detalle el mar, deseando no ver rastro alguno del cuerpo flotando. A su vez, reflexiono en lo cabrones que somos lanzando tal mierda al oceano.

Cojo aire y me relajo moderadamente. Observo a Negro. Nadie se ha acercado. Enciendo un cigarrillo, lo necesito, de esos que son imperativos. Tampoco tengo previsto quedarme a fumarlo tranquilamente. Pero un par de caladas rapidas no me las quita nadie.

Ahora tengo que ponerme a lo segundo que tenia en mente.

- Negro, ¿me dejas ese cuchillo tan bonito que llevas encima? Sera un momento ....

Tiro los restos del cigarro al suelo y lo piso con la bota, girando el tobillo para dejarlo bien aplastado. Me acerco a la moto y saco el cuchillo del cajetín, tendiéndoselo a Arnau.

- Toma, pero démonos prisa - digo con algo de impaciencia. - Ya hemos tenido demasiados problemas por hoy como para forzar nuestra suerte quedándonos mucho rato.

Miro el reloj. - Tenemos algo más de una hora, así que da tiempo a limpiar el coche en algún lado... Salvo que prefiráis ir a daros una ducha, - digo torciendo la nariz. - Por cierto, Arnau, ¿sabes si alguien ha avisado a Pablo de la cita de luego? No estuvo con todos los demás en el campus y en el despacho de Zafra no estábamos para dar teléfonos a nadie...

Camino hacia el borde del acantilado y no puedo evitar mirar hacia abajo y fijarme en las rocas. Tal vez sea cierta la leyenda y por un momento no me cuesta imaginarme el rostro de Izan mirándome desde ellas con gesto acusador. Negando con la cabeza, vuelvo a apoyarme en el coche de Conrad mirando la carretera.

Ciertamente, os habéis quitado un peso de encima. Aunque aun algo os dice que tampoco os gustaría que alguien pudiera testificar que os vio a los tres sobre este acantilado un día como hoy, así que sentís que el tiempo apremia y, hasta que no estéis lejos de aquí no comenzaréis a sentiros relativamente a salvo. Eso sin hablar de la peligrosidad del barrio, aunque estáis bastante a las afueras como para esperar que un grupo conflictivo venga a tocaros la moral precisamente ahora.

De momento, la carretera permanece desierta.

- Gracias - le digo a Negro mientras recojo el cuchillo - y no, no he sabido nada de Pablo.

Rapidamente me acerco al maletero y empiezo a hacer saltar las grapas de plastico que aguantan los paneles forrados de su interior. Estan manchados, impregnados de mierda, y no pienso hacer un quilómetro mas con eso. El panel inferior, el mas afectado, se saca directamente, ya que es donde se encuentra la rueda de repuesto. 

Cojo todos los paneles a la vez, intentando evitar mancharme las manos, y los tiro por el barranco. Se toman su tiempo en caer al agua, planeando grácilmente. Al menos una parte de Izan abrá acabado de forma poética. Dada la distancia donde caen y que el mar se encargará de dejarlos como nuevos, dudo que aunque encuentren el cadaver puedan relacionar nada.

- Ahora al menos me he librado del orígen del hedor. Tardará un poco, pero al final el olor desaparecerá del maletero. No creo que tengamos que limpiarlo. En cuanto tenga un momento, me paso por el concesionario a por unos paneles nuevos y un pack familiar de colgantes en forma de pino.

Le devuelvo el cuchillo a Negro.

- Nos vamos?

- Así que aquel chico se llama Pablo? es bueno saberlo... Pues entonces aquí no nos queda nada por hacer. digo mientras me subo al coche.
- Quedamos con Joan en el centro comercial. Nos vemos allí? También deberíamos decidir que le diremos a Joan sobre el afer del piso de Ramón...- pregunto mientras arranco el motor.

Subís a los coches y Negro a la moto, os disponéis a ir hacia el centro comercial Aguaclara, donde habéis quedado con Joan. Sabéis que habéis quedado a eso de las tres y aun no son las dos, pero como no probáis bocado desde el desayuno, quizá sea una buena ocasión para comer algo en cualquier local del centro comercial mientras ponéis en común inquietudes varias.

Os incorporáis a la carretera nuevamente. La suerte ha querido que no haya pasado un sólo coche en todo el rato que habéis estado "gestionando el affair Izan", lo cual es de agradecer, pues nadie debería tener por qué ubicaros en ése lugar a ésa hora... por lo menos, nadie que hayáis podido ver.

El viaje hasta el centro comercial lo hacéis pensando por separado en la implicación que podrán llegar a tener las acciones que habéis llevado a cabo. Todo ello pone los pelos de punta. Jamás se os ocurriría que habríais de acabar librándoos de un cadáver. Todo esto parece que se os ha ido un poco de las manos y, a cada cual a su manera, os preocupa.