El trabajo había sido agotador así que, justo después de cenar, te despediste de tu alumna Liz y te retiraste a tu dormitorio. No la habías visto en prácticamente todo el día, pues la habías enviado a una inspeccionar una cueva al norte de Bórum en busca de ciertos materiales para vuestros estudios, pero estabas tan cansado que no tenías ganas ni de hablar. Y eso que tenías bastantes cosas que contarle a tu joven pupila: aquel mismo día habías descubierto que varios de los componentes que formaban el virya no procedían de vuestro planeta. Estabas bastante seguro, pues aquellos componentes coincidían con algunos restos de material que hace tiempo hallaste dentro de unos meteoritos que lograste recuperar y analizar, pero lo estarías más si pudieras analizar algunos meteoritos más. Desgraciadamente no disponías de ellos.
Pero hablar de eso podía esperar hasta el día siguiente. Te tumbaste en tu cama y echaste un último vistazo por la ventana, contemplando el cielo nocturno. Te pareció ver unas cuantas luces que surgían del cielo... pero tus ojos empezaron a cerrarse y te quedaste dormido.
Te levantas en tu cama, con energías totalmente renovadas. Parece que ya es de día.
Abro los ojos pensando en los meteoritos. Despertarme pensando en el trabajo es lo más común del mundo para mí. Es la prueba cabal de que el cerebro continúa trabajando durante nuestro sueño. Lo primero que hago es ponerme mis gafas, luego meticulosamente me visto con ropas livianas y realizo unos ejercicios de rutina, sobre todo de estiramiento. Siempre mantengo en la cabeza el experimento, pensando en aquellos componentes descubiertos. Estos pensamientos me animan y de repente no puedo esperar a estar en el laboratorio, así que me pongo mis ropas adecuadas y parto hacia allí, tomare el desayuno mientras trabajo.