Al lado del Gulnara, Lizeth era apenas una miniatura escuálida y bajita que ganaba poco terreno. Sin embargo, se las apañó para llamar su atención con un suave carraspeo, adelantándose, mirando primero hacia la cama donde reposaba Marcus con una creciente tristeza en la mirada de la que se recuperó inmediatamente después. Con un gesto airado se retiró el flequillo de los ojos, balanceándose suavemente sobre las puntas de los pies antes de hablar:
—Raine Doe, Nicholas Fawley, Arthur Kane... —saludó uno a uno, acompañando las menciones con un gesto cordial de la mano, indicando quién era quién. Hubo una clara pausa en la que recorrió la sala, intentando localizar al pelirrojo sin éxito—. Os presento a la Jefa Suprema del Tribunal Wizengamont, Gulnara Vaajel. Muchos conocen su talento a la hora de aplicar las Leyes Mágicas, pero pocos son conscientes de que también es una excelente legeremante. Espero que su mano experta nos sea de ayuda en el caso.
Hechas las presentaciones, y después de que la medimaga O’Brian hiciese lo propio también, Lizeth se hizo a un lado en el reducido espacio que quedaba en la ya abarrotada habitación.
La bruja asintió con un breve saludo que dirigió a todos los presentes y gesto grave, los labios cerrados en una mueca seria. Tenía lo que se llamaba presencia, ya no solo por su notable constitución sino por la forma regia y sobria de vestir, además de la forma en que miraba a su alrededor escudriñándolos como si pudiese ver más allá de sus ojos. No parecía particularmente contenta por estar allí, pero era fácil imaginar que para nadie debía ser buen trago aquello. Después, pidió que la medimaga la pusiese al corriente sobre el delicado estado de Pawl, algo que Fionna hizo de inmediato, ayudando también a que Lizeth se pusiese al corriente.
Estando ya todos en la misma página, la mujer se remangó la túnica dejando al descubiertos unos brazos tatuados con varios símbolos rúnicos. Suspiró, resoplando y haciendo que sus fosas nasales se hinchasen ligeramente, y se echó el pelo trenzado hacia atrás.
—No suena muy prometedor —admitió, queriendo dejar las cosas claras antes de comenzar. Tenía una voz grave y portentosa, probablemente excelente para el canto y también para imponer orden en medio de una sala llena de voces impertinentes—. Necesito saber qué buscar exactamente, si es que queda algo que encontrar. Asumo que los recuerdos más recientes serán los más valiosos, pero cualquier guía puede ser útil en estos momentos.
Con un asentimiento saludé a la imponente bruja y observé cada uno de sus gestos. -Creo que lo principal sería tratar de identificar los rostros, o alguna seña particular, de los secuestradores del señor Pawl para luego reconocerlos o realizar un identikit* -miré a mis compañeros para ver si tenían alguna objeción u aporte, otra idea pasó por mi mente, carraspeé -Y me gustaría que buscara si es posible también una caja con runas de protección grabadas, de un tamaño medio o pequeño como para poder llevarla entre las manos y si la encuentra, quisiéramos saber qué hacen con ella.
La verdad es que me fascinaba el hecho de poder ver en acción a alguien con semejante fama, ojalá que el esfuerzo no resultara en vano.
*desconozco si esta terminología se utiliza también en el mundo mágico
Cuando llamaron a la puerta y vi de quién se trataba, envaré un poco más mi postura. La señora Vaajel era una señora importante, mucho, y me inspiraba respeto por su posición y por lo que se decía de su personalidad. Hice un gesto de saludo cordial y educado cuando Fawley nos presentó, sin tomarme la confianza de darle la mano a la mujer. Luego me mantuve al margen de la situación, y al ver cómo se remangaba miré aquellas runas, esperando reconocer qué era lo que significaban. No me quedé mirándolas mucho rato, sino que pronto volví a mirar a la mujer.
—O algún lugar donde haya estado recientemente —apostillé—. El nombre de una calle, o algo similar, podría sernos de mucha ayuda.
Después de eso dudé un instante, pensando si añadir el asunto de la marca de la que el auror nos había hablado. Hablar de ella a los cuatro vientos no parecía lo mejor, pero aquella era la Jefa Suprema del Tribunal Wizengamont, era de esperar que estuviera con nosotros. Y si no lo estaba, ya todo daría igual, pues sólo nos contaría una sarta de mentiras y nos las creeríamos por completo.
—Y también una marca con una serpiente lista para atacar —añadí—. Con un halo verde.
Si se trataba de dos grupos y aquellos no eran los que lo habían retenido, quizá Pawl nunca hubiera visto ese emblema antes. Pero quizá no era el primer contacto, o quienes lo tenían eran otra facción del mismo grupo. Era nuestra oportunidad de empezar a saber más.
Motivo: Inteligencia + Runas
Dificultad: 6
Tirada (5 dados): 5, 9, 10, 8, 1
Éxitos: 2
No era la primera vez que Raine había visto aquellos símbolos tan peculiares, a camino entre el ideograma y el pictograma, pero sí era la primera vez que los veía tatuados sobre la piel de alguien. Era fácil confundirlos con dibujos tribales, pero no para ella y su ojo experto. Theodore había dedicado varias clases a hablarles sobre el poder, no solo de las runas nórdicas, sino también de la simbología de otras sociedades, como los ashanti de Ghana. La magia variaba enormemente de una región a otra, y mucho más cuando se trataban de saltos tan abismales como entre continentes. Ignoraba si eran meramente decorativos o si tenían alguna función más enrevesada, pero en cualquier caso hablaban enormemente de la procedencia de la mujer, de sus creencias e incluso de sus vivencias, si uno sabía dónde mirar.
Aquellos símbolos eran “runas” adinkra, procedentes del oeste de África, y cada uno tenía un mensaje de poder adherido. Pudo reconocer con facilidad la forma de aya, ya que parecía la hoja de algún árbol. Significaba resiliencia, un indivíduo que había superado numerosas dificultades a lo largo de su vida. También reconoció gye nyame, «excepto Dios», que reconocía la omnipresencia del Todopoderoso a través del conocimiento. Uno no debía tener miedo a nada excepto a Dios. Vio los dos corazones de asase ye duru, que reverenciaba el poder de la Madre Tierra, pero el que realmente llamó su atención fue epa, los dos rombos entrelazados como cadenas, también conocido como “esposas”. Era el símbolo de la esclavitud, pero también de la ley y la justicia, algo que había marcado la vida de Gulnara.
La mujer resopló sonoramente haciendo que sus fosas nasales se agrandasen, asintiendo después tanto al mago como a la bruja. Era difícil decir qué se le pasaba por la cabeza mientras escudriñaba a Marcus Pawl en el lecho, meditabunda. Parecía sopesar la situación en lo que se preparaba para actuar. Tras unos instantes repasó con la mirada a los presentes, esperando por si alguien tenía algo más que añadir, y ante la falta de respuesta extrajo su varita con gesto solemne. Casi al instante, la habitación se vio sumida en un aura omnipresente dominada por Gulnara y su imponente figura. Respiró profundamente varias veces, dejando que su pecho se alzara bajo la túnica remangada, y cuando estuvo preparada pronunció con firmeza:
—Legeremens.
Un suave resplandor emergió de su varita iluminando brevemente a Pawl, quien se removió durante un instante bajo las sábanas. La bruja cerró los ojos, concentrándose, y un silencio expectante se apoderó pronto del lugar. Aquel era un arte delicado y sumamente complicado que unía las mentes de dos personas, permitiendo al legeremante adentrarse en la memoria y los recuerdos del otro, explorarlos, atesorarlos e incluso confundirlos a placer, si contaba con la habilidad suficiente. Era una violación de la privacidad, y en aquellos momentos su último recurso para encontrar una pista que les guiara en la dirección adecuada.
Los largos segundos se transformaron en minutos, y todos pudieron contemplar como la expresión de Gulnara, todavía con los ojos cerrados, se tornaba en una mueca que cabalgaba entre la frustración y el dolor. A veces se le escapaban pequeños gruñidos acompañados por gestos repentinos que parecían ticks nerviosos, espasmos involuntarios en las manos, el cuello y el rostro. Lo que quiera que estuviese viendo o navegando, no parecía nada agradable. Y cuando la impaciencia empezaba a apoderarse de todos los presentes, la bruja levantó la varita dando un paso hacia atrás, abriendo los ojos de repente.
Durante unos instantes no dijo nada, respirando fuertemente como si le faltase el aire. Pestañeaba repetidamente, como si tratase de darle sentido a lo que se presentaba frente a ella y no a lo que había en su mente. Con calma, guardó la varita para después buscar asiento, pasándose la mano por la frente y apretando con los dedos en la sien.
—No hay mucho que ver, lo lamento. Todo lo que concierne a estos días pasados está… No está. No creo que recupere mucho a pesar de sus esfuerzos. —La mujer agachó la cabeza, sosteniéndola en su mano, la cual temblaba ligeramente. Suspiró cerrando los ojos unos segundos para tratar de ordenar todo aquello—. No he encontrado rastro de la serpiente o la caja, pero he visto un par de cosas... persistentes en sus recuerdos. Estaban como fragmentados, rotos, deshechos. Una de ellas son dos mujeres, jóvenes, ambas de cabello oscuro y media melena. Sé que a una la he visto antes pero su nombre se me escapa. La otra… La otra tenía unos ojos singulares. También había como unos ojos ambarinos, los ojos de un animal. Los tres estaban juntos en una cocina, creo, pero no sé decir dónde.
La bruja se incorporó recomponiéndose brevemente. Dejó que el aire de sus pulmones escapase a través de su nariz, y tras pestañear varias veces les dedicó una mirada singular.
—Tengo en la punta de la lengua quién es esta persona, pero no logro ubicarla —dijo con frustración— Es… una imagen escurridiza. Pero había una sensación de familiaridad, como si se conocieran de antes. Quizás una compañera de trabajo, un familiar, un… —Entonces la bruja chascó los dedos con soltura y sus ojos se iluminaron—. Ya sé. Cómo se llama, esta jovencita que trabaja en su departamento... Salió hace poco en Corazón de Bruja… Rosier. Helga o Elana Rosier o algo así. Está prometida con uno de los muchachos de Cormark Lestrange. Esa es una de las muchachas que hay en sus recuerdos.
Tirada oculta
Motivo: Legeremancia Gulnara (Especialidad)
Dificultad: 9
Tirada (7 dados): 4, 9, 6, 6, 4, 10, 3
Dados repetidos: 1
Éxitos: 1
El porte y la impronta que emanan de la bruja Vaajel son impresionantes y la observo totalmente subyugado por su compenetración en la tarea, una que se adivina titánica por el esfuerzo que le insume. De a ratos pareciera que está luchando con quienes están en la mente de Pawl, lo cual me pone a un mismo tiempo tenso y ansioso, como si estuviera a punto de ver una película que nunca termina por empezar.
En cuanto comienza a hablar me doy cuenta de que a pesar de estar parado me estoy inclinando hacia adelante por la expectativa que me está matando, las dos chicas que menciona... eso es interesante hasta que... ¡Lo sabía! ¡Los Lestrange! La chica que menciona debe ser el enlace con ellos y con el secuestro, y con el robo.
-Hay que interrogar a Rosier -es lo pimero que logro articular mirando a mis compañeros. Le hago una cara a Doe y a Kane, luego a Lizbeth -Es la conexión con los Lestrange que les dije -enfaticé.
Una vez más (Kane había perdido la cuenta de cuántas lo había hecho) el mago golpeador se cuadró ante la presencia de Gulnara, de forma menos violenta que como lo había hecho con sus compañeros pero sí más estricta. Una vez levantado de la silla no volvió a tomar asiento, y se limitó a esperar los resultados del hechizo, completamente absorto en la cara de Vaajel. Pawl no debía haberlo pasado nada bien durante el tiempo que había desaparecido, y un ramalazo de compasión hizo que desviase los ojos hacia él, preguntándose si alguna vez sería el que fue. Y si podría acostumbrarse a la vida sin Allegra. "Cabrones", pensó de pronto, "espero que esa caja valga todo lo que os va a costar".
Arthur se apresuró a apuntar las pistas que habían podido conseguir. El nombre de Rosier, los ojos del animal... pero se detuvo entonces, mirando el reguero negro que dejó la pluma sobre el pergamino.
—Estoy de acuerdo—Respondió ante el comentario de Nicholas—. Y cuanto antes mejor. No creo que Pawl pueda aclararnos nada que no haya quedado claro ya, excepto...
"Excepto que si alguien viene a por él, será del grupo que no lo ha interrogado ya y que no conoce su estado". Pero negó con la cabeza sin añadir aquel punto, sintiéndose receloso de pronto.
—Señora Vaajel, ¿podría describirnos esos ojos "singulares"? O, tal vez... ¿mostrárnoslos?
No quité el ojo de la mujer. Asistir a una lectura de mente podía no ser gran cosa, por más que los muggles seguramente lo imaginasen como algo espectacular. Sin embargo, no estábamos ante una lectura cualquiera. Entre que era la Jefa Suprema del Tribunal Wizengamont y lo que sentí al ver aquellas runas, fue inevitable estar totalmente pendiente de ella.
Al ver que Pawl se revolvía me tensé un poco. Quizá habían instalado algún tipo de defensa en él. En este punto ya me creería cualquier cosa.
Permanecí aquellos minutos observando, aunque al final fruto de la espera acabé por mirar a mis compañeros y a Lizeth Fawley. Evité consultar la hora por simple educación, pero lo que había empezado como expectación tras varios minutos se había convertido en un poco de impaciencia.
Finalmente, cuando la bruja volvió en sí, capturó toda mi atención. Escuché su explicación, y cuando hizo esa pausa me sentí un poco decepcionada. Sin embargo, sus siguientes palabras cambiaron por completo el rumbo de mis pensamientos. Por un momento había pensado que de verdad no podría decirnos nada, que quizá Pawl sí estaba limitado de alguna forma más allá de la falta de recuerdos, y esa limitación se había extendido a legeremante. Con el hechizo Fidelius, por ejemplo.
Asentí a la aportación de Fawley, y luego miré un instante a Kane. Lo que proponía podía ser interesante. Mientras tanto, me dirigí a Lizeth Fawley, creyendo que su primo aún no le había dicho nada de lo de los Lestrange.
—Es algo que el señor Fawley descubrió recientemente —enuncié, disculpándolo por si se molestaba. Sabía que él no lo necesitaba, pero más valía que todos estuviéramos centrados ahora que empezábamos a acercarnos al meollo del asunto—. ¿Alguno de esos dos, Rosier o Cormark Lestrange, trabajan en el Ministerio?