Partida Rol por web

La jovencita se mostró de acuerdo con Akari, y además, se notaba que estaba deseando regresar.

- Sí, tendría que volver cuanto antes -dijo-. Mi padre está sólo y prefiero estar en casa para cuidarle. Pero me alegro de haberos conocido y espero que vosotros también estéis a salvo.

Se levantó e hizo una pequeña reverencia. El perrito se apresuró a seguirla cuando se dirigió al bosque, despidiéndose de Juzoh y Akari.

El rato de descanso no había sido demasiado largo, pero había bastado para recobrar el aliento y las fuerzas en las piernas. Ahora debían reunir fuerzas para el último trecho. Su objetivo no estaba lejos.

Con la marcha de la muchacha, Juzoh se relajó tras recoger todo, tumbándose apoyado en un árbol ennegrecido por el fuego. El tronco sujetaba a duras penas el peso del corpachón del gigante, que gimió bajo su peso. Mirando al cielo color carmesí, Juzoh observó las nubes desplazándose con lentitud y suspiró.

- Ha sido un largo viaje, hermana... maldita sea, pensé que nunca saldría del Templo - dijo, cogiendo una pajita del suelo y sujetándola con los dientes - No sé cómo se acostumbra la gente a hacer este tipo de cosas cada día de su vida.

-Es porque a ti te gusta estar todo el día haciendo el vago bajo un árbol o comienzo en el puesto de ramen.

Cruza las piernas y deja el bastón al alcance... están cada vez más cerca y no deberían relajarse mucho... a pesar de estar cansados. Si es verdad lo que ha dicho la chica... dentro de nada podrán salvar a Hikari y a la chica del pueblo incendiado... y a muchas otras personas que hayan pasado por lo mismo.

-No crees que deberíamos ponernos en marcha? Aquí no estamos seguros... no podemos descansar...

El rostro del gigantón se contrajo en una extraña expresión cuando su hermanita le respondió, indicándole que estaba ligeramente ofendido. No es que Juzoh fuera un vago, es que simplemente se tomaba las cosas con mucha calma.

- Jo, Akari... si acabamos de sentarnos... ¿no podemos esperar un poco más? Estoy cansado del viaje... y prefiero que estemos descansados para lo que pudiera surgir... ¿vale? - era más una súplica que una petición, pero ambos sabían que la última palabra la tenía la sacerdotisa.

Mira a su hermano con el ceño fruncido y una ceja alzada. Pero tiene razón... están cansados... pero no pueden dormir los dos así que mejor que duerma él que sino se pondrá muy pesadito si no descansa lo suficiente.

-Bueno... un rato... 

Desea no llegar demasiado tarde y que no puedan salvar a su hermana.

Juzoh no tardó en roncar alegremente tirado sobre la hierba. El día seguía avanzando y el sol subía. Akari pensó que, si tenían suerte, pronto podrían volver a casa y el peligro para Hikari, y para mucha más gente, habría pasado. Su padre estaría orgulloso de ellos...

Un papelito se deslizó de su bolsillo y creció hasta casi alcanzar el tamaño de una persona. Era como los shikigamis que habían encontrado en Kyoto, pero este era dócil y amigable. Akari lo llamaba Hagure, y seguramente se aburría pues la sacerdotisa no le había hecho caso en todo el viaje.

Extendió sus brazos de papel y bailó de un lado a otro para atraer la atención de la jovencita, sin emitir ningún sonido.

Ríe cuando Hagure se pone a bailar frente a ella. La verdad es que lo ha tenido un poco abandonado, pero con los monstruos de fuego y esas cosas, ha sido lo mejor ya que podrían haberlo quemado al ser de papel.

-¿Estás abuerrido, Hagure?

Hagure continuó moviéndose a un lado y a otro. Se aproximó a Juzoh, que dormía a pierna suelta. Le encantaba chinchar al hermanastro de Akari, ya que era tan fino y liviano que el grandullón nunca conseguía atraparlo. Quizá le haría cosquillas en la planta del pie descalzo para fastidiarle la siesta.

Aunque Juzoh tenía sueño pesado, pronto empezó a mover el enorme pie de forma intermitente, mientras las caricias de Hagure en la planta le provocaban cosquillas. Su ceño empezó a fruncirse levemente, mientras una leve sonrisa asomaba en su rostro. Fuera lo que fuese que estuviera soñando, se transformaba bajo el influjo externo del pequeño espíritu, hasta que finalmente rompió en carcajadas mientras se retorcía por el suelo como un cerdo.

- ¡Ja, ja, ja! - reía y reía, moviéndose escandalosamente y sin control, mientras levantaba una nube de polvo - ¡Maldita sea, para!

Tras algunos segundos, se sentó y se secó una lagrimita mientras miraba alrededor con rostro cansado.

- ¿He dormido mucho, Aka-chan? - dijo con voz pastosa.

Se aguanta la risa mientras Hagure se acerca animadamente a Juzoh para gastarle una de sus bromas... y es que Hagure también se aburre bastante y chinchar a su hermano es lo que mejor se le da. Y cuando comienza a hacerle cosquillas y Juzoh se despierta, comienza a reír.

-Continua Hagure! Continua!!

Entre risas intenta contestar a su hermano.

-Unas cuantas horas.

Hagure siguió martirizando a Juzoh un rato, hasta que volvió a aburrirse y regresó junto a Akari. El sol había subido bastante, y era el momento de volver a ponerse en marcha.

Levantaron el campamento y continuaron su camino hacia el oeste. Ahora se sentían con fuerzas para enfrentarse a lo que hiciera falta para salvar a Hikari.

Se ríe con las bromas de Hagure hacia su hermano. La verdad es que el pobre ha estado encerrado en el bolsillo desde que comenzaron el viaje así que es normal que esté aburrido. Espera no encontrarse con nada raro hasta llegar a su destino, aunque si las cosas están tan mal, seguro que no tardan en cruzarse con alguien raro.

-Hagure, tienes que estar atento por si no tas algo raro, vale?

Sonríe a su amigo de papel.

Con suma lentitud, mientras terminaba de despertarse del todo, Juzoh comenzó a recoger las cosas. La manta, los utensilios que había utilizado para cocinar, e incluso echó un poco de agua sobre la hoguera antes de apagarla del todo. Aún tenía fresco el recuerdo de la villa en llamas y, aunque un fuego mal apagado no había tenido nada que ver, sí que no quería ver más incendios por lo que quedaba de viaje.

Una vez que hubo terminado de montar la mochila, cogió su porra de metal divino y continuó junto a su hermana el camino.

Akari y Juzoh volvieron a ponerse en marcha, y esta vez no se detuvieron.

Mientras caminaban, el sol discurría por el cielo. Pasó la mañana, pasó la tarde y llegó el crepúsculo una vez más. Pero habían logrado dejar Edo al este, y por fin habían llegado al lugar.

Encontraron la mansión al anochecer, casi por suerte, pero no les cupo ninguna duda de que era la que buscaban en cuanto la vieron. El sicario de la aldea había hablado de que su jefe vestía ropas occidentales... ¡y aquella mansión era de estilo europeo! ¡En mitad de Japón!

De alguna manera, supieron que debían aproximarse con cuidado. No podían evitar pensar que la fuente de todo el mal que habían experimentado en esos días estaba en aquella casa.

Había sido un día muy duro de viaje y Juzoh estaba cansado, muy cansado. Quizás por eso estaba viendo borroso y la casa que tenía ante él era tan rara. No podía ser que en lo más profundo de Japón alguien hubiera construído algo tan extraño. ¿Por qué ese tipo de ventanas y de tejados? ¿No comprendían que así el agua de lluvia no se aprovecharía? ¿Y dónde estaba el jardín y la zona para pasear y meditar? ¿Por qué las paredes eran opacas y no había puertas de papel?

Todo era demasiado extraño, y Juzoh se paró un momento para frotarse los ojos, retirándose la película de sudor que cubría su frente.

- Hermanita, ¿es esto real? ¡No puede ser!

Frunce el ceño por lo escandaloso que es por eso. A ella también le sorprende ese tipo de construcción, pero están en terreno enemigo y si llaman la atención seguro que no lo cuentan. Le pega con el puño en el brazo y se pone un dedo en los labios para pedir silencio.

-No hables alto! estamos en zona enemiga!

Justo en el momento en el que Akari pedía silencio para que nadie se enterase de que estaban allí, tanto ella como su hermano pudieron escuchar claramente unas voces masculinas que venían de su izquierda. Parecían susurrar, pero estaba claro que estaban allí.

La mansión, por otra parte, seguía en silencio. El único ruido que se escuchaba aparte de aquellas leves voces era el de la brisa y los grillos.

Le da un codazo a su hermano. Ha escuchado más susurros cerca de ellos y eso puede significar que los están emboscando y que quizá los ataquen cuando ellos le den la espalda al lugar. 

-Ahora vuelvo.

Coge a Hagure para que la ayude y se aleja para llegar por detrás a los que intentan acorralarlos.

Juzoh sabía que su enorme tamaño sería como agitar una antorcha encendida en mitad de la noche, así que se mantuvo quieto mientras veía desesperado cómo su hermanita se marchaba a explorar. Dedicó una serie mirada a Hagure mientras se iba, indicándole que corriera inmediatamente a avisarle si había algún problema.

Maldita sea... y tenía hambre.