Hacía una mañana preciosa en Brecilia.
El sol se colaba tamizado por la tupida manta de hojas que cubría tu cabeza mientras caminabas por el esponjoso suelo y los únicos sonidos que se añadían al suave susurro de tus pasos eran los de la fauna colindante. Caminabas sin prisa pero sin pausa, permitiéndote disfrutar de la belleza salvaje que te rodeaba pero sin perder el tiempo.
Un fennec salió corriendo del interior de un tronco musgoso que se cruzaba derribado en tu camino cuando brincaste sobre este para poder continuar y se perdió entre los matorrales. Hoy era tu gran día. Finalmente llevarías a cabo el rito que te convertiría en adulta de cara a tus semejantes, ¿qué vallaslin luciría en tu rostro después de aquello? sentías como si te hubieses tragado un montón de mariposas y estas estuvieran revoloteandoincesantemente en tu interior.
—¡Lynariel!—una voz te distrajod e tus pensamientos y cuando alzaste la cabeza te topaste con los luminosos ojos azules de Thalessin. El elfo te había estado aguardando a la entrada del claro por lo visto y ahora se acercaba a ti sonriente—. Al fin apareces. ¿Estás nerviosa?
Te tomó de ambas manos apretándolas en un gesto afectivo.
—No deberías, hoy nada puede salir mal, ya lo verás—te animó—. Yo me quedaré aquí fuera esperando hasta que termines, ¿vale? ¡Y esta noche podremos celebrarlo por todo lo alto!
Thane te hizo un gesto con la mano como invitándote a entrar al claro en el que deberías pararte a meditar, en busca de la llamada de los Creadores.
El cambio de escena se ha producido en un parpadeo. Antes de parpadear estabas en la Tumba de la Novia Roja con tus compañeros guardas, después estás en medio de Brecilia. Tu PJ es consciente de este cambio.
Lynariel recuerda esto: sucedió el día en que por fin iba a hacer el rito de madurez para conseguir su vallaslin. El mismo día en que su vida también se vio sacudida por la tragedia. La única diferencia es que tiene la apariencia de ahora y no la de la antaño.
Ni qué decir tiene que puedes entrar cuando quieras, interrumpir la escena, hablar con él o saltar encima del tronco más cercano y ponerte a bailar una jota aragonesa.
La áspera roca mutó. Ya no había dureza, ni síntomas de un suelo yermo y muerto. El oscuro y angustioso camino de la roca se transformó. Luz y colores danzaban con alegría, mientras el gran astro observaba desde lejos tan bello espectáculo. Verde, azul, amarillo y marrón. Todo había vuelto a la vida.
Ahora eran los árboles quienes habían tomado el control. Sus fuertes raíces se extendían por arriba y por abajo, pero sin llegar a estropear las sendas de su alrededor. Sus troncos se mostraban fuertes y vigorosos, dando la bienvenida a cualquiera que se le acercara. Las verdes hojas formaban un techo aún más natural, queriendo aparentar un túnel. A través de ellas, se filtraba la cálida luz que rociaba la tierra fértil. Todo en armonía.
Un ligero cosquilleo recorrió el cuerpo de Lynariel. Conocía aquellos parajes, aquel camino de tierra blanda, los árboles que la saludaban con sus extensiones. Reconocía aquel sonido, el sonido del bosque. Armonía que solo unos pocos se percatan de ella. El bosque, su hogar. Sabía qué era aquello que le guardaba al final de la senda.
La elfa sonreía. Aquél era su lugar. El sitio del que nunca debía haberse marchado. Sin embargo, todo le resultaba extrañamente familiar…
Sin apenas darse cuenta, la dalishana había estado avanzando por la senda. Sentía la emoción en su interior, incluso notaba un ligero temblequeo a causa de los nervios. El gran día había llegado. Mientras su mirada se posaba en cada detalle del bosque y sus piernas se movían mecánicamente, se olvidó de la cueva , de sus nuevos compañeros, de su misión. Abandonó toda preocupación y se dejó llevar por los nuevos sentimientos que florecían en su interior. ¿Acaso no los había experimentado ya?
La imagen de los dioses acudió a su mente. El Vallaslin. El gran día había llegado. Todo dalishano debía pasar el rito de madurez, una vez las divinidades acudiesen en su meditación. Demasiado tiempo había pasado, pero al fin le llegaba su turno. ¿Acaso todo lo que había vivido era un sueño y ahora despertaba en el mundo real?
No le dio importancia. El claro aguardaba.
Una voz melodiosa pronunció su nombre. Lyna percibió cómo se le erizaba el cuerpo. Sólo había una persona capaz de conseguir tal efecto. Ante ella, apareció la esbelta figura de Thalessin. ¿Cómo era posible?
- Lo sé, sé que estarás esperándome, Emma lath. Ahora y siempre.- Lynariel se vio sorprendida al pronunciar tales palabras. ¿Era real? Sus manos, su piel, su cabello, su mirada. ¿Una ilusión? Imposible. El tacto era auténtico, el bosque también. ¿Por qué vacilaba? Los delgados dedos de la dalishana acariciaron la piel de Thalessin.- El gran día ha llegado. Pronto seremos uno.
Todo le resultaba familiar, como si ya lo hubiese vivido. Sonrió cuando Thane le invitó a entrar. El cuerpo respondió mecánicamente, pero éste se detuvo justo antes de entrar en el claro y justo después de haber adelantado a Thane. Algo no marchaba bien. Por primera vez, la elfa dalishana fue consciente de su alrededor. Hasta el momento, su cuerpo se había movido de forma automática, incluido los sentimientos y todas las palabras que surgieron de la nada.
Acudieron los recuerdos.
Los colores, los árboles, el claro, Thalessin… Ese momento ya lo había vivido tiempo atrás. ¿Una visión del pasado, un recuerdo que se tornaba real? Se observó a si misma. No llevaba las túnicas de su clan, sino la armadura de los guardas grises. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué se repetía esa escena?
- No, no puedo hacerlo.- se giró. Una parte de ella anhelaba empezar el ritual, pero la otra se resistía a iniciarla. El corazón la advertía. Su rostro había perdido la sonrisa, pues rememoró todo lo que había sucedido después, tras la meditación. Su instinto la instaba a estar alerta.- Mírame a los ojos, Thane, y dime si eres tú de verdad, si este lugar es real, si esto es un sueño…
El desconcierto asomó a la cara de Thane y no tuvo más remedio que detenerse y volverse hacia ti.
—¿Que qué?—parpadeó—. ¿A qué viene esa pregunta tan rara? ¡Pues claro que soy yo! ¿Y cómo es eso que ahora no quieres el vallaslin?
- Yo...
Lynariel vaciló ante la reacción tan natural de Thane. Se quedó mirando al dalishano, perpleja. ¿Estaría cometiendo alguna equivocación? Su voz, su mirada, su figura… Todo era tan auténtico que hacía dudar a la dalishana sobre si aquello era una especie de sueño o no.
La elfa se tocó su hombro izquierdo, allí donde se encontraba los símbolos grabados en su piel. Se volvió a ver a si misma, equipada con el atuendo de los guardas grises. Recordó la visión.
- No he dicho que no lo quiera, simplemente no puedo. No pude hacerlo entonces y no podré ahora, aunque quisiera.- Bajó la cabeza con un suspiró, rememorando lo que sucedió.- Ellos, nuestros dioses, no me respondieron. A cambio vi oscuridad, tinieblas acechándonos y figuras sombrías.- Levantó la mirada con ademán triste, buscando los ojos de Thane.- También viví una situación en la que te perdí… por eso ahora no confío en lo que ven mis ojos...
En principio Thalessin no atinó a decir nada tras tu respuesta, tan sólo boqueó como un pez, ojiplático. Aunque poco a poco la expresión de desconcierto se fue tornando en una de desengaño... y enfado.
—¿Pero qué mosca te ha picado? ¿Estás loca?—inquirió ofendido—. ¡No me puedo creer que desprecias de esa manera a nuestros dioses! ¡Ni si quiera quieres intentar tu rito de madurez!
Se llevó la mano al cuello para agarrar algo que te resultaba muy familiar. Conocías aquel colgante; era una pequeña cabeza de halla tallada en madera que le habías regalado en su día y que desde entonces siempre había llevado puesta. En ese momento viste cómo se lo arrancaba y lo tiraba al suelo.
—¡Al abismo con todos esos desatinos! ¡Y al abismo contigo!—espetó—. ¡No quiero tener nada que ver con alguien que ningunea nuestras tradiciones y se niega lo que es! ¡Aléjate de mí!
Di media vuelta y echó a correr hacia una cueva en la otra punta del claro. Una cueva sumida en sombras que te sonaba espeluznantemente familiar.
Tu primer impulso fue seguirlo, pero al instante te diste cuenta de que tus pies no se movían del sitio. Repentinamente, el mundo pareció desgarrarse en jirones como si de una sábana, de un telón a tu alrededor se tratase. Dejando a su paso sólo oscuridad. Thane desapareció devorado por la oscuridad de la boca de la cueva.
Por algún motivo te sentiste repentinamente como caminando bajo el agua hasta el colgante que había tirado parecía aun caer a cámara lenta... y al tocar el suelo se rompió como si fuera cristal.
Toda la vida, el verdor y el brillo de Brecilia habían desaparecido en la negrura, sólo un único sonido llegó in crescendo a tu encuentro, un sonido que se coló intrusivamente rebotando por tus oidos hasta incrustársete en el mismo cerebro: La risa estridente de una voz sin cuerpo, desconocida y que poseía un espeluznante tinte de malévolo regocijo, triunfal, casi demente.
En ese momento, el amuleto llegó al suelo y se trompió como si fuera cristal en miles de pedazos, uno de los cuales salió disparado y se te clavo en la frente.
Pero no sentiste dolor, aunque tuviste la perturbadora sensación de que algo se desdibujaba en tu interior, un lugar, un día, un pasado... ¿quién era la persona con la que acababas de estar? ¿qué había acontecido aquel día? Una cara en blanco era lo único que evocaba tu mente cuando tratabas de ponerle nombre, un nombre que desconocías, un rostro sin rasgos, sin una identidad a la que aferrarse por más que te esforzaras.
Era como tratar de evocar un recuerdo que ya no estaba ahí.
Lynarier no es capaz de recordar la cara de Thalessin, ni lo que ocurrió aquel día en Brecilia. Y es perfectamente consciente de que no puede; sabe que hay algo ahí, que debería recordar algo ahí, que conoce a una persona que siente importante pero simplemente es incapaz de evocar tanto las imagenes como los acontecimientos.