Partida Rol por web

Salís a la calle donde una ligera llovizna ha hecho acto de presencia, aparte de un par de viandantes despistados buscando un lugar del que refugiarse en la desapacible tarde que empieza a menguar, la tranquilidad es manifiesto…

El sonido de una lejana sirena y el griterío de unos niños que aparecen por una esquina corriendo es lo más destacado que se escucha…

El tiempo transcurre lento en aquel triste lugar, demasiado, ninguna llamada, ninguna señal de confirmación, casi media hora después la paciencia empieza a ser necesaria...

En un ese momento en el que las dudas empiezan y algunos parroquianos te miran mas de lo deseado, adivinas en la creciente llovizna del exterior, más por intuición que otra cosa, como dos personas salen del antro, la melena rubia de una de ella la delata seguramente como Alice, y parece discutir con el otro hombre que cruzó la puerta unos instantes antes que ella...

Nada, del coche ni de Dieter, ni rastro. Miro en todas direcciones, jadeando por los nervios, pero no alcanzo a ver más que lluvia y críos. De pronto soy consciente de un nuevo tropezón. ¡Somos unos inexpertos...!

-¡Joder...! ¡Vaya! Además... ¡seremos capullos! No nos dimos los móviles... No le veo, no le veo ahí fuera...

Cojo el móvil, ansiosa, y marco el número de Keira. Por lo menos ése lo tengo, pardilla que es una, y quizá al profesor también se le haya ocurrido llamarlas y aclarar su situación... aunque, en ese caso, ¡¿porqué no ha pedido MI móvil, joder!?

A la monada no se le ocurre otra cosa que sacar su móvil... me pregunto que sería de ella sin ese aparato. Es increíble como un utensilio puede hacerse imprescindible en tan poco tiempo. La observo con aire divertido pero ella no se da cuenta centrada en la pantallita.

-. Muy bien, monada... habla con quién quieras. Esperame aquí...- Le digo mientras me encamino, con parsimonia, en dirección al griterío de los infantes... preguntándome qué cojones hacen el la calle en vez de estar en clase.

Doblo la esquina... Echo de menos mi sombrero.

Sparks echa a andar, quien sabe a dónde, y me aparca de nuevo. Le sigo con paso firme. ¿Cree que no se puede hablar por el móvil y andar, el muy cretino...?

Dieter se mantuvo pegado al cristal desde su posición, con el café aún en la mano. Siempre leche fría, por más gélido que fuera el exterior. Pero hoy habría hecho gustoso una excepción de haber podido pensar en ello, en lugar de repetir la fórmula mecánicamente "Café con leche fría en vaso, por favor, y dos bolsitas de azúcar".

Era difícil distinguir las cosas, apenas podía estar seguro de que fuera ella, mucho menos saber su estado de ánimo. Si salía en aquel momento, a la mierda todo, y además se iba a calar. Un chiste malo que no dejaba de tener razón. No convenía salir. Esperó a ver qué sucedía allí entre ellos, inquieto, impotente, como si no fuera él quien tuviera que estar ahí. Por un momento tuvo la tentación de darle la razón a Parminder. Tal y como se desarrollaban las cosas, él allí no pintaba nada.