Partida Rol por web

El grupo de marines salió de la cantina con destino hacia el muelle cuatro, tal y como había ordenado el comandante Rand hacia el muelle cuatro. No fueron los únicos en salir de allí, pues el Sargento Astroph notificó a varios camaradas más, entre ellos el cabo Titán. En total un grupo de una quincena de hombres y mujeres de la Gloriosa marchaban juntos a un mismo lugar. Cada vez que se cruzaban con algún compañero se dirigían tensos saludos. Era posible que no todos volvieran a verse.

—¡Wof wof!

Una vez en el exterior, lo primero que se escucharon fueron unos ladridos que llamaron la atención de todos, en especial la de Tunad. Pugpo corría hacia él a toda velocidad obligando a varios de los marines a apartarse para que el octoperro no se lo llevara por delante. Algunos lo miraban divertido y otros con desagrado. No era habitual que los marines tuvieran mascotas y mucho menos que estas gozaran de la libertad que tenía el animal. Ni tampoco era normal que se tratase de un animal tan exótico. Pero el sargento y su compañero eran un equipo, y aunque fuera de forma extraoficial Pugpo era como un marine más.

Cuando el octoperro llegó hasta su amo, lo saludó dando brincos y carreras alrededor de él.

Cuando llegaron al muelle, vieron a varios de sus compañeros cargando el buque que estaba atracado en él. Inspeccionando las labores de carga se encontraban el propio comandante Rand, el comodoro Beheit, la capitana Marconi y el teniente Aspros. También había un grupo de marines ya esperando, al que los recién llegados no tardaron en unirse. Marlene reconoció a Evangeline entre ellos. Mientras aguardaban órdenes, Xen giró un momento la cabeza y vio cómo otro grupo de marines también se iba aproximando, en total serían unas cincuenta personas.

Con la llegada del último grupo de marines, el sargento Astroph lehizo una señal al comodoro Beheit desde el inicio del muelle y se marchó. Entonces éste dio un paso al frente y se dirigió a la torpa.

—¡En formación!—ordenó.

Por supuesto, Xen se puso firme a la primera, con una perfección absoluta.

La cosa parecía seria, joder que si lo parecía. No solo estaban delante suya alguno de los marines con más rango de todo Befehlgard, el propio comandante, sino que para reclutar al propio Dan y más de 50 soldados, además de a ellos, por supuesto, la cosa se iba a poner bastante seria.

Y encima la sensación de peligro no le abandonaba

¿donde estas, gato? Xen había perdido por un momento de vista a Cat D. Astroph, un error que no se podía perdonar. Si le disparaba desde lejos quizás pudiera aguantar un balazo... sí. Si consigo escuchar el click del  rifle que probablemente lleve ese gato escondido, puedo pasar rápidamente a posición de aire y evitar que la bala me impacte, pudiendo lanzarle mi lanza aprovechando el impulso de la esqui... espera ¿y si ya se lo veía venir y lleva una coraza?. No joder, tengo que mantenerme con la lanza. Quizás si paso a la posición del rayo aprovechando el impulso pueda evitar que me dispare primero, a no ser que el ya se lo prevea y tenga una pistola recargada para asegurar un disparo rápido cuando me acerque. MALDITA SEAS, ASTROPH. Venga, aún tienes tiempo, Xen, quizás si uso a Marlene como escudo... (Mira, Xen piensa demasiado y yo no estoy aquí para escribir todo el día. Bebed mucha agua y pelead por vuestros derechos civiles, mejores cosas no voy a escribir)

Llegando al muelle, Tunad estaba bastante tenso aún, no paraba de sentir la presencia de un gato cerca y eso le perturbaba bastante, hasta que ese adorable trocito de mar que suelta babitas llegó, ahí todo cambió, Tunad no pudo resistir agarrar a Pugpo cuando correteaba alrededor suya y darle un achuchón, luego escuchó al cómodo, dejo a Pugpo en el suelo y se puso firme, saludando a su superior, Pugpo le imitó con un tentáculo, pero con su sonrisa perruna y babeante.

¿Donde nos dirigimos mi señor? Preguntó mientras seguía en formación

¿Formación? Pero si nos acabamos de conocer, no nos ha dado tiempo a ensayar...

Las dudas de Savant se disiparon cuando Wen se puso más tieso que un adolescente en su primera cita. 

¡Esa formación! - pensó Savant imitando al cabo Wen añadiendo un choque de talones al tomar la postura. 

En aquel momento se fijó que se encontraba un buen nutrido grupo de personas y varios oficiales como el propio comandante o su recién adquirido amigo el cuatro-cabo.

Si nos destinan a todos juntos es que seguro que es algo chungo e importante. Por favor que sea algo chungo e importante, por favor que sea algo chungo e importante... - pensó Savant mientras cruzaba los dedos de los pies. 

Poco después de las palabras del sargento Astroph, que por algún motivo parece poner nerviosos a algunos de los presentes, Marlene se levanta y se dirige hacia el muelle, tal y como les han indicado. La escenita de la cantina le ha quitado el apetito que tiene, que no suele ser mucho para empezar.

La verdad es que, aunque no tenga ningún problema en especial con el cartógrafo de la fortaleza, entiende por qué no es propenso precisamente a hacer amigos. Es estirado, distante y absorto en sus labores, que por lo general no tienen mucho sentido ni revisten un interés pragmático e inmediaro para nadie más que para él mismo. Y bueno, es un félido. Los felinos tienen de natural una cara que hace que los demás piensen que están por debajo de ellos.

Por supuesto, la Cabo es cosciente de que la mayoría de cosas que acaba de listar mentalmente se dicen de ella misma, y en mayor grado de su abuela. Aún así, al menos sus... inclinaciones, si que tienen una aplicación directa, práctica y que se ve a simple vista. Y se siente a simple vista, también.

Algunos de entre los demás van retrasándose. El Sargento Tunad se para a reccoger a su chucho-pulpo. ¿Chulpo? ¿Pulcho? ¿Perpo?. Bueno, lo que sea. Al principio lo pareció inaudito que se permitiese tenerlo en la base, pero después de haber visto un par de veces como el bicho le servía al píscido sus proyectiles uno detrás de otro como una máquina bien engrasada, ha aceptado que claramente, los dos son un equipo y el...chucho, dejémoslo así, tiene un lugar y una labor en el escuadrón. Sólo espera que no sea demasiado cerca de ella, si puede ser.

Poco a poco, van llegando. No son los únicos. Marlene ve que hay varias personas más en la formación. La mayoría marines o cabos como ella. Distingue a Evangeline, su antigua compañera, y levanta una mano para saludarla. La mujer de pelo verde sonríe y mueve la cabeza, con el mismo gesto que hace justo antes de encañonar a alguien para lanzar uno de sus disparos a larga distancia, llamando su atención hacia el espacio justo delante de ellos. El mismo Comandante de la base ha venido. Ahora sí que no cabe duda de que esto va a ser un pitote de los gordos.

La joven se cuadra en una postura perfecta, espalda recta como la hoja de su arma, sobre cuya funda posa la mano izquierda, siguiendo la línea del brazo que cae rígido junto al cuerpo. Escucha la pregunta de Tunad y afina las orejas. A ella le gustaría saber exactamente lo mismo, aunque supone que no tardarán en decírselo.

Después de que todos los marines se hubieran formado, el comandante Rand avanzó para dirigirse a ellos. Durante unos segundos inspeccionó a los hombres y mujeres con las manos a la espalda hasta que finalmente se dirigió a ellos.

—¿Alguno de vosotros no ha oído hablar del reino de Nibana?—preguntó.

Doomfist no esperaba que nadie respondiera, pues continuó hablando.

—Tal vez los recién llegados no lo sepan, pero seguro que cualquiera que lleve aquí al menos un año, ha escuchado su historia. Su caída. El reino de Nibana era el más prospero de todo el archipiélago de Plundertörung. El único lugar en el que había orden y en el que nunca éramos necesarios. Es más, eran nuestro único apoyo. Pero todo eso se fue al garete.

El hombre hizo una pausa antes de seguir.

—Un elixir demoníaco llegó a las manos del rey Hoherstein y éste con buen juicio, decidió entregárselo a su mejor caballero. Sir Igul Gras. Nadie se podía imaginar que se trataba del zombielixir, y que el valeroso Sir Igul, no sería capaz de controlar su poder. Sólo hizo falta un día para destruir el reino. Esto nos da una valiosa enseñanza. Nunca podemos bajar la guardia, porque sólo una acción puede destruirlo todo—el comandante se miró su brazo mecánico—. Pero no es la única. Todo lo que se destruye puede ser reconstruido. No será igual, no será el mismo, pero eso nos brinda la oportunidad de que sea mejor. Es por eso que desde el mismo día que se perdió el reino de Nibana, ha estado entre mis planes retomarlo. Y ahora ha llegado, la hora.

Todo el mundo esperaba una misión importante después de lo ocurrido el día anterior, pero la verdad es que la mayoría de la tropa no estaba preparada para algo así. Nibana era nada más y nada menos que un apocalipsis zombi. Había sido declarada como zona catastrófica y nadie había vuelto desde su caída. O al menos nadie había sobrevivido para contarlo.

—La situación ha cambiado—se adelantó el comodoro Beheit al ver como la moral bajaba—. Hace una semana recibimos una transmisión. Se trataba del mismísimo Sir Igul que, sorprendentemente, después de todo este tiempo había vuelto en sí. Pero eso le ha supuesto un nuevo problema, ahora el resto de los zombis lo consideran como alguien vivo poniéndolo en peligro.  aquí es donde entramos nosotros, se nos ha dado la orden de que lo rescatemos.

Hans se colocó las gafas.

—En circunstancias normales, no daríamos explicaciones a la tropa, pero es evidente que este caso no lo es. Ni el comandante Rand ni yo, estamos de acuerdo en mandaros a una zona catastrófica a salvar a una persona sin explicaros el motivo. El día que Sir Igul muera, el zombielixir volverá a aparecer en el mundo. Y lo que ocurrió en Nibana se repetirá en otro lugar. Sólo por un momento, imaginaos por un segundo que eso ocurriera en algún punto de Zen.

Un apocalipsis zombi como ese sería una catástrofe de proporciones descomunales. Podría sumir al mundo en una ola de caos y destrucción de la que quizás nunca consiguiera remontar. Como bien había dicho el comandante, sólo en un instante, todo por lo que luchaban el Imperio y la Armada, se vendría abajo.

—Por eso debemos de rescatar a Sir Igul. Su poder parece responder a algún tipo de naturaleza vírica o infecciosa. Si pudiéramos estudiarlo, también podríamos contrarrestarlo. Podríamos encontrar el remedio para que la caída del reino de Nibana no vuelva a repetirse.

Doomfist retomó la palabra.

—Sin quererlo, os habéis convertido la última línea de defensa de este mundo. Si tenéis éxito, tendremos la posibilidad de que esto no vuelva a repetirse, si fracasáis...—no terminó la frase.

Cuando volvió a hablar, empezó a levantar la voz apasionadamente.

—Es por eso os pido que vayáis hasta las ruinas de Nibana, que os abráis paso entre esa maldita horda de zombis y que traigáis a Sir Igul sano y salvo. ¡Y sé que podéis hacerlo!—el comandante se cuadró y saludó a sus hombres—. ¡POR BEFEHLGARD! ¡POR LA GLORIOSA!

La mayoría de los marines le devolvieron el apasionado saludo al comandante.

—¡POR BEFEHLGARD! ¡POR LA GLORIOSA!

Xen se quedó cayado, manteniendo la formación. Su mente había conseguido apartar los pensamientos sobre Cat tras las palabras de Doomfist.

Por un lado, sentía una extraña emoción que fluía por todo su cuerpo. Una isla llena de zombies, cientos y cientos de ellos, y algunos de los mejores soldados de Befehlgard haciéndoles frente....aquello iba a ser sin ninguna duda una batalla legendaria, una de esas donde pocas veces había participado, donde podía abandonarse a sí mismo y simplemente fluir, fluir al ritmo de su lanza, destrozando todo lo que había a su paso y teniendo la sensación de que era invencible, que nada a su alrededor importaba, salvo aquel ritmo apasionante que el tanto había ansiado en sus peores momentos. El ritmo de la guerra

No te dejes llevar, ya sabes que algo no cuadra

Lo sabía, en el fondo sabía que había algo extraño en todo aquello. No por la misión en sí, sino por la causa de esta ¿acaso de la noche a la mañana aquel tao Sir Igul había recuperado la razón? ¿O es que quizás hubiera otra razón?¿que le había ocurrido a Igul para recuperar la razón de si mismo?¿y si....?

Aquello era peligroso e importante, Savant no quedaba en sí de su emoción. 

¡POR LA GLORIOSA! - gritó Savant a todo pulmón y conteniéndose para no pegar dos disparos al aire. 

¡Una auténtica aventura! Adentrarse en un reino maldito en busca de un liche que comenzó toda aquella locura... Aunque claro hay cosas que no me cuadran ¿Ahora conseguía el susodicho controlar sus poderes? ¿Después de tantos años se adentraba la Gloriosa a aquel reino?... y "estudiar" suena a palabra perversa. Solo cabe una conclusión: tendremos que tener un ojo bien cerrado y los otros dos muy abiertos. 

¡POR LA GLORIOSA! gritó Tunad también, pero habían cosas que estaba pensando:

¿Zombies? ¿De los de las historias de terror? ¿Cómo funcionan? ¿Un mordisco y adiós? ¿Solo revive tu cadáver? Tengo muchas preguntas ahora mismo.

Cuando vio que el silencio empezó a reinar, con una cara de preocupación preguntó

Mi señor ¿Que sabemos de nuestros enemigos? 

Miró al comandante con determinación, necesitaba estar lo más preparado posible, quería limitar lo máximo posible el número de bajas de esta misión.

Algo en todo esto es... raro. La historia del Comandante cuadra. Es decir, lo que dice tiene lógica, y ciertamente cuadra. Es nuestro deber, si existe una amenaza de tal magnitud, el ir a buscarla y detenerla, pero...

¿Volver a poner el pie en una zona que la propia Gloriosa había calificado como catastrófica? Y como es que justo ahora, con tanto tiempo como el elixir había tenido y el debilitamiento que debería haber sufrido, casualmente Sir Igul recuperaba el control de sus actos? Era mucho más facible pensar que el muerto originalhubiese adquirido sapiencia, de alguna forma, para comunicarse con ellos, a que simplemente hubiese... recuperado el sentido.

Y sobre todo, si realmente esto era así... ¿por qué un escuadrón de esta base? Por qué no toda la Flota del Comandante. Demonios, ¿por qué no toda la flota del Almirantazgo?

Muchas preguntas, que porbablemente nunca tendrían respuesta. Su jefe les había explicado ya cual era su deber, y su orden era clara. Y cuando la orden y el deber son claros, solo hay una forma de responder a ellos.

¡POR BEFEHLGARD! ¡POR LA GLORIOSA!- exclamó la joven, levantando el puño, antes de ejecutar un perfecto saludo al Comandante.

—Ya daremos las explicaciones durante la travesía—le respondió el comodoro a Tunad—. Por favor, id embarcando, partiremos inmediatamente.

Mientras los marines empezaban a embarcar en el barco, una enérgica y alegre voz se escuchó por encima de ellos proveniente del navío.

—¡Pero antes falta una última explicación comodoro Beheit!

Por la borda se asomó una extraña figura. Llevaba un traje que parecía hecho de una especie de licra blanca con protecciones metálicas de color azul y un casco también metálico. La primera imagen que a uno se le venía a la cabezza era que se trataba de algún tipo de héroe de comic. ¿Qué rayos era eso?

El individuo no tardó en quitarse el casco y todos vieron al teniente Anthony Krass, el jefe de tecnología. El hombre espero a que la soldadesca al completo estuviera en la cubierta antes de realizar esa explicación.

—Os presento, ¡el protegezombis!—dijo como si se tratara de un vendedor de la teletienda—¡Ponte uno de estos y atraviesa tu apocalipsis zombi!

El comodoro carraspeó y Anthony cambió un poco su tono.

—Como ya sabéis, el virus zombie se transmite a través del contacto saliva-sangre. Así que hay que tener cuidado con los mordiscos. Lo mejor que se me ha ocurrido es este derivado del neopreno más elástico y adaptable a casi cualquier talla, debería de daros protección sin perder movilidad. El casco, los guantes y las botas harán también su parte. ¡Pero no os confiéis! ¡No es irrompible!—el teniente hizo algunos movimientos atléticos para demostrar de lo que hablaba— Todos tendréis a vuestra disposición un traje, así que tratadlo bien porque no hay más. Hay tantos como hemos podido fabricar. Uno para cada uno de vosotros. En esas cajas estarán. Y veréis que hay dos diseños, éste que llevo que es más ligero, y el pesado, con más protecciones metálicas. No hay suficientes para elegir el que queráis, así que sed generosos.

Con la explicación dada, el teniente se acercó a Tunad, Xen y Dan con cara de circunstancias.

—Me gustaria pediros perdón, aunque el traje se pueda adaptar a vuestros cuerpos, hay ciertas.... emmm... cosas que no se pueden adaptar. Lo lamento mucho.

—No eres tú quién tiene que pedir perdón teniente—dijo la capitana Marconi acercándose a ellos—. Soy yo.

—A mí me da igual—replicó Dan—. No pensaba ponerme esa cosa. Sin ofender, Techie.