Alphonse tragó saliva y durante unos momentos no hizo nada salvo mirarte detenidamente, como si quisiera memorizar tu rostro.
—Que te van a tender una trampa y tienes que caer en ella. Si sospechan que te he avisado... mi cabeza y la de Claire irán a la pica.
Aimée se quedó en silencio, devastada. Tardó un momento en poder decir algo.
-Alphonse, si fuese por mí, si pudiese salvar sus vidas de ese modo, dejaría que me hicieran lo que quisiesen. No me importaría morir si con ello garantizara que los niños fuesen libres. Pero... Alphonse, no puedes estar hablando en serio. No puedo dejar que me cojan así como así. ¡Claire y Julien seguirían siendo prisioneros! Si yo no lucho por ellos, ¿quién lo hará? ¿Tú? ¿Quién? No puedes hacerme esto...
—Entonces no dejes que te cojan —dijo Alphonse tras mirarte largamente unos momentos—. Eres una hechicera, ¿no? Muerde el cebo y escapa chasqueando los dedos. Hazles saber que sabes que te ha le jugado. Sal de la ciudad. Desaparece. Si saben que no confías en mi dejarán en paz a Claire y yo no seré de utilidad. Y cuando las cosas se calmen buscaremos la forma de sacarla de ahí.
-¿De qué se trata? -preguntó Aimée sin pensar.