No te concedo nada, Emil. El muerto al hoyo, el vivo al bollo. Y no te pongas tan melodramático. Dudo mucho que estuvieras tan enamorado de una chica que acababa de llegar a la aldea un par de días antes. Estabas pensando con el pene, querido
Se levantó, y comenzó a andar hacia el baño. Se sentía sucia tras su conversación con Aaron, y quizás el agua borrara el amargo sabor que se había asentado en su boca
Hablando con un fantasma Murmuró, con una sonrisa irónica en su cara A quién quiera que se lo cuente...
Dejo un poco de espacio por si Emil quiere responder, pero Xerine no ha terminado de hablar (aunque si el fantasma se va supongo que tendré que dejarlo en plan monólogo)
Vale... es que no pensaba que fueras a salir de la habitación... xD quietor!!! es de noche ya... eh?
-Cuéntaselo a quién quieras... cuéntales que sigo a tu lado, que no te abandonaré como cualquier humano normal. ¿Amor? No... ¿Sexo? No, aunque no te negaré que hubiera disfrutado mucho contigo. Pero ahora no tengo cuerpo, y sigo aquí. ¿A que eso no podría hacerlo Aaron?
Émil hablaba con un tono algo sarcástico.
¿Contárselo? ¿Eso te gustaría, verdad?
Xerine rió de forma sarcástica, mientras se metía en la bañera y comenzaba a echarse algo de agua para limpiarse la piel
¿Sabes, Emil? Es extraño como puedo estar charlando aquí contigo sin más. De hecho, no lo comprendo. A estas alturas debería estar chillando y ocultándome bajo las sábanas. Pero aquí estoy, bromeando con un tipo al que maté como si fuéramos conocidos de toda la vida
Se deslizó en la bañera, dejando que el agua subiera hasta sus pechos, y cerrando los ojos de nuevo. Estaba templada, pero no le importaba. Le gustaba el agua templada
Tengo otra teoría al respecto Siguió, de nuevo sin esperar respuesta. De alguna manera, la reconfortaba saber que alguien, fuera un enemigo que había vuelto de entre los muertos o una lesión cerebral producida durante alguno de los combates del día anterior, la estaba escuchando Creo que si aún no me he vuelto loca es porque sé que estás muerto. Te estoy contando cosas que nadie debería saber, y no entiendo por qué. Puede que porque si me las guardo exploto. O puede que te considere inofensivo. Quizás por esa razón no me preocupa que puedas leer mis pensamientos, a diferencia de con Seline. ¿Sabes quién es Seline, no? Habiendo servido a Galael, supongo que estarás al tanto
Comenzó a enjabonarse, sin prestar demasiada atención al proceso
O puede que ya me haya acostumbrado a todo esto. A todos estos cuentos sobrenaturales, ya me entiendes. Antes de subir a la Dama no podía imaginar que todas estas fantasías fueran reales... Y ahora las considero parte de la rutina. Puede que ya esté loca. Puede que una vez cruzas la línea sea imposible regresar. Puede
Suspiró
Vete. Necesito desconectar
Acto seguido, sin esperar respuesta, sumergió su cabeza bajo el agua
No quería molestar. Ese momento no era suyo, no le pertenecía. Nahia y Faliar eran los protagonistas, ella no pintaba nada en esa casa. Y menos teniendo las intenciones que tenía para con Faliar. No. Estaba muy claro. Faliar y Nahia buscaban algo para recordar a Penélope, no era un buen momento para hacer patente que Faliar tenía un nuevo ser con el que pasar sus días, y no era la madre de Nahia.
Así pues, cuando la niña pidió que se dividieran, Cath aprovechó para salir de la casa, disimuladamente, dejando sólos a padre e hija. Ella también tenía alguien a quien recordar en su viaje, no iba a dejar todos sus recuerdos en la isla. Era tiempo de pasar la página, un nuevo capítulo se abría ante la chica, pero no era el caso de olvidar el pasado. Sus momentos con el padre fueron... mágicos. No, no podría olvidarlo. Y quería llevarse algo suyo para recordarlo.
El diario fue su primer pensamiento, se lo pediría a Faliar más tarde, pero quería ir hasta la catedral a ver si encontraba algo más.
Fue hasta la iglesia de nuevo con paso lento. Repasaba por su mente qué es lo que le gustaría encontrar, qué es lo que sería perfecto llevarse para poder recordar con ilusión a Scott. No lo sabía aún, y no lo sabría hasta que no llegara a la iglesia. Esperaba que el destino le deparara alguna sorpresa agradable.
Entro en aquel bello lugar, aún podía escuchar los ecos dormidos de los compases que horas antes había estado practicando con Nahia y Xerine. Ese lugar era mágico, tenía un encanto natural permanente, incapaz de desaparecer pese a haber caído en el desuso. Se santiguó al pasar por el altar, como había hecho cientos de veces mientras el párroco seguía vivo y penetró en la sacristía. No había visto el desorden que reinaba en ese lugar. Émil había entrado justo el día después de la muerte de Scott, y era fácil suponer, había estado buscando el dichoso diario. Y por fortuna, no lo había encontrado.
Catherine pensó que quizá pudiera encontrar algo que llevarse de ahí, algo que le recordara a scott. Encontró varios retratos de Scott, todos hechos por gente del pueblo, sin excesiva calidad. Alguno había que sobresalía por encima de la media, mostrando sus bellas facciones. Pero no es lo que quería, no le interesaba algo aparatoso que no pudiera portar, le gustaría tener algo más pequeño, algo mucho más manejable.
Siguió buscando, apartando montones y montones de libros de la mesa, y de los armarios. El lugar estaba hecho un caos, y Catherine tampoco estaba ayudando a ordenarlo. Libros de religión, diarios de la iglesia, libros de cuentas... muchos libros interesantes, pero todos inútiles para su tarea, no quería ese tipo de cosas.
Cath se sentó en el suelo, agotada, no sabía si encontraría nada que cumpliera con sus requesitos, cuando, como por arte de magia apareció.
Una carta solitaria, perdida en un estante y lacrada con la flor de Lis, sello del anillo de Scott esperaba a que alguien la abriera, a que descubrieran su interior. Escrito en ella, la frase:
Para tí, hija mía.
Era como si el destino le sonriera, como si le hubiera tendido una mano amiga. La letra era la del padre, había dejado eso para ella antes de morir. No sabía que sería. Con mucho cuidad, abrió el sobre para desvelar lo que guardaba su interior, y su corazón le dio un vuelco. No podía pensar en nada mejor que llevarse, no había reparado en ese objeto, pero cumpliría el papel perfecto que estaba pensando Catherine. Pequeño, trasportable y significativo.
La cruz que siempre llevaba al cuello el padre, cayó desde el sobre hasta las palmas de Catherine mientras la miraba casi con lágrimas en los ojos. Siempre reposaba en el cuello del padre, aportando tranquilidad a su mirada, y a su figura. Era una marca significativa de ese hombre, y ahora sería suyo. Cuando necesitara recordarle, solo tendría que agarrar la cruz, y sentir todo lo que pasó a su lado. Como la cuidó, como creció con él, como la educó... y, sobre todo, como la quiso.
Deshizo el nudo de la correa que caía desde la argolla de la cruz, y se lo colgó al cuello. Quedaba perfecto en su cuerpo, es como si hubiera sido diseñado para ella. Como si, de nuevo el destino, estuviera confabulando a su favor, permitiéndole ese lujo.
Era simplemente maravilloso.
Aunque no estéis, os pongo de destinatarios. ^^
Aaron bajó las escaleras de la posada haciendo crujir los tablones de madera con un chirrido irritante. Cuando salió a la calle, fue recibido por un aire helado que le cerró los pulmones y le obligó a abrazarse, buscando algo de calor. Maldijo en silencio no haber cogido algo de abrigo, pero tampoco tenía intención de volver a subir.
Mientras se perdía en el laberíntico entramado de calles, Aaron reflexionaba sobre su encuentro con Xerine, no había dejado de hacerlo desde que ella salió de su habitación. Temía estar obsesionándose con el tema, pero necesitaba aclararlo cuanto antes, y necesitaba que aquello saliese bien.
Doblando una esquina a la derecha, un pequeño gato callejero se fijó en él, visiblemente alterado. Con una agilidad envidiable saltó hasta un muro bajo y cual equilibrista versado en su arte corrió a refugiarse en una casa abandonada. No había ni un alma en la calle, y no era raro. ¿Qué hora podría ser? Aaron ni siquiera recordaba cuando había anochecido.
Frotándose los brazos, se encogió sobre si mismo y desandando el camino hecho, volvió a la posada esperando encontrarse su cama un poco más caliente que la calle.
Suspirando, entró sin hacer el menor ruido y volvió a subir las escaleras con pereza, haciendo crujir de nuevo los escalones. Cuando llegó hasta su habitación cerró la puerta con un sonido sordo, se desvistió, se metió en la cama y se tapó con las sábanas hasta el cuello, dispuesto a cederle el paso a un nuevo día.
***
Contra eso no hay defensa, Ledda, ni muro infranqueable al que recurrir. ¿Cómo se siente al ser amada, Xerine?
Se despertó, sobresaltada, sintiendo una agónica angustia latiendo en su pecho, como si le faltara la respiración. Tardó unos segundos en ubicarse, pero el desasosiego no desapareció. Entonces se dio cuenta de que estaba sudando
Se levantó como un resorte, y sus pasos la llevaron hasta la ventana, de forma automática, como en un sueño. Dejó que la brisa la acariciara el rostro, y apoyó los brazos en el alféizar. Pasó allí al menos cuarto de hora, sintiendo como su respiración se tranquilizaba. Luego empezó a hacer frío
Y tomó una decisión
Debían de ser las tres de la mañana cuando Xerine salió de su habitación, vestida y armada. Se deslizó por el pasillo como una sombra, hasta llegar a la puerta de una de las otras habitaciones. Allí, esperó unos segundos, como si no estuviera segura de que hacer a continuación. Pero al final frunció el ceño, y abrió el pomo
La tirada de sigilo corre por tu cuenta, en caso de que Aaron esté en la habitación, durmiendo. Si la paso, puedes narrar esto
"Una fría sensación le sacó de su ensueño. Allí, en su cuello, una daga reposaba, fría e inclemente, dispuesta a deslizarse bajo su piel para darle un último beso mortal. La mano que la sujetaba estaba envuelta en sombras, pero Aaron supo inmediatamente quién era esa figura que se situaba sobre él. Su posición era casi estimulante, pues sus piernas estaban abiertas encima suya, cada rodilla reposando a un lado de su vientre, y su cuerpo estaba inclinado sobre él. La tenue luz de la luna apenas iluminaba las facciones de Xerine, que, observándole con un gélido brillo en sus ojos, casi parecía un fantasma sacado de alguna historia de terror. En aquellos momentos no había rastro de la música: Solo quedaba otra nueva imagen, mucho más amenazante y terrorífica. La imagen de una depredadora"
Si me pilla, siempre puedes leer esto
"Se despertó sobresaltado, mirando a su alrededor. ¿Había sido una brisa, un eco lejano el que le había despertado? No. Allí, en medio de la habitación, había una figura. Cubierta por las sombras, casi parecía un demonio surgido de la más profunda negrura, o un fantasma onírico que se hubiera colado desde sus pesadillas hasta el mundo real. Pero cuando dio un paso adelante, la reconoció como lo que de verdad era: Una mujer, bella pero mortífera, con una expresión tan gélida como vacía. Xerine sujetaba una daga en cada mano, y miraba a Aaron en silencio, como esperando a que este dijera algo o se moviera. Sin embargo, no quedaba nada de la música en esa aparición: En esos instantes, lo único que veía el invocador al mirar hacia la chica que amaba era una depredadora, un ser frío capaz de arrancarle el mismo alma a pedazos si dejaba que se acercara un poco más"
Una fría sensación le sacó de su ensueño. Allí, en su cuello, una daga reposaba, fría e inclemente, dispuesta a deslizarse bajo su piel para darle un último beso mortal.
La mano que la sujetaba estaba envuelta en sombras, pero Aaron supo inmediatamente quién era esa figura que se situaba sobre él. Su posición era casi estimulante, pues sus piernas estaban abiertas encima suya, cada rodilla reposando a un lado de su vientre, y su cuerpo estaba inclinado sobre él.
La tenue luz de la luna apenas iluminaba las facciones de Xerine, que, observándole con un gélido brillo en sus ojos, casi parecía un fantasma sacado de alguna historia de terror. En aquellos momentos no había rastro de la música: Solo quedaba otra nueva imagen, mucho más amenazante y terrorífica. La imagen de una depredadora
Motivo: Sigilo Xerine
Tirada: 1d100
Resultado: 44(+200)=244
Motivo: Adv Aaron
Tirada: 1d100
Resultado: 67(-20)=47
Los labios de Xerine estaban cubiertos por la oscuridad, y apenas parecían moverse. Pero su voz restalló como un latigazo
¿Por qué?
No había confusión, ni duda en aquella voz. Tampoco había desesperación, o ironía. Su tono era tan llano y neutro como su mirada. Frío, carente de todo sentimiento. Era un autómata el que Aaron tenía encima en ese momento
Creo que podría haberme puesto a bailar flamenco en medio de la habitación, y Aaron no se habría enterado ;)
La primera reacción de Aaron fue retroceder en su cama y defenderse de la mejor forma posible, los fantasmas de la lucha contra el marques y la cicatriz de su encuentro con Émil seguían acechándole, pero cuando descubrió que era Xerine la que se erguía sobre él, se permitió relajar el gesto, aún con la daga rozando su cuello.
Todavía confundido por aquel repentino despertar, se frotó los ojos y se apoyó sobre los antebrazos, dejando así que el frío acero se clavara aún más en su piel. Aaron no parecía asustado o intimidado, sólo dormido.
-¿Por qué?-Repitió, y en su boca afloró una sonrisa-¿Por qué estoy haciendo todo esto, quieres decir? Ya sabes la respuesta, pero por algún motivo que no llego a entender no eres capaz de comprenderla.
Aaron tocó el filo de la daga con un dedo. No era la primera vez que la tenía en su cuello y algo le decía que no sería la última. La luz de la luna entraba tenuemente por la ventana de su habitación y eso imprimía un matiz místico a la escena, extraña ya de por si.
Esperó a que Xerine hiciera su siguiente movimiento. La chica necesitaba respuestas, y él ya había hablado bastante.
Xerine dio un empujón a Aaron para volver a tumbarle, clavando un poco más la daga en su cuello. Un hilillo de sangre comenzó a resbalar por la piel del chico. Y entonces, Aaron comprendió que Xerine no estaba de broma
¡Escucha, brujo! Murmuró, con un tono seco y sentenciador No volverás a acercarte a mí, ¿Entendido? No volverás a decirme que me amas, no volverás a proponerme vivir contigo. No volverás a hablar conmigo a menos que sea estrictamente necesario, o para guardar las formas delante del resto
Apartó la daga y se levantó de golpe, en un revoloteo de faldas y tela. Esta vez no se preocupó con ir sigilosa: Se limitó a andar hacia la puerta, como un fantasma. Antes de salir, se giró hacia Aaron de nuevo
Te daré un aviso amistoso: Si te cruzas la línea otra vez te mataré
Acto seguido se fue, sin escuchar réplica alguna, dejando a Aaron la sensación de que todo había sido un sueño. Pero... ¿Lo había sido?
A menos que Aaron haga algo para detenerla
Aaron se quedó serio. Aquella era una reacción lógica, pero Xerine parecía haber imprimido más violencia de la necesaria en la amenaza. No dudaba de sus palabras, ya la había visto matar a sangre fría, pero aquel no era sino otro penoso intento por echarle de su vida.
¿De verdad esperaba alguna respuesta a su “Por qué” o sólo quería una excusa para amenazarle? ¿Debía tomar en serio sus palabras o seguir luchado por lo que creía?
Dejó que saliese de su habitación, pero esbozó una sonrisa apenas perceptible en la oscuridad de la noche.
Xerine durmió poco esa noche. Se levantaba constantemente, sin saber muy bien donde estaba el cielo y donde la tierra. Los breves momentos de descanso se alternaban con grandes intervalos de vigilia, en las cuales no podía conectar ideas coherentes. Creyó volver a oír a Emil hablándola, pero le ignoró. Luego, no estaba segura de si había sido una broma retorcida de su cerebro o en realidad el fantasma había intentado hablar con ella. Imágenes de Aaron se confundían con el rostro de aquel extraño en el café, y a su alrededor aparecían otras caras conocidas: Guêpe, Albuin, e incluso Perkins. Faliar, Nahia, Catherine y Quint también estaban presentes en sus sueños, e incluso el propio Marqués y el capitán de la guardia
Cuando vio que el cielo comenzaba a clarear tomó una decisión. Sin preocuparse por arreglarse o disimular sus posibles ojeras, decidió coger el estuche del violín y salir de su habitación, una vez vestida. Luego se encaminó hacia la playa
Estaba amaneciendo cuando Xerine se despojó de sus prendas y se metió en el agua. Estaba fría, helada, tanto como mil cuchillos clavándose en su piel, pero ello no parecía importarle a la música. El verano estaba llegando, y la temperatura ambiental era soportable. Su cuerpo se despejó al instante, y sus músculos comenzaron a responder, enérgicos, mientras nadaba y nadaba, sin rumbo fijo. Cuando los primeros rayos de sol comenzaron a despuntar por el horizonte, salió del agua y dejó que la tenue luz acariciara su piel
Cerró los ojos, y cogió la funda del violín. Vigiló que su cuello estuviera seco, y luego lo apoyó contra este. Acto seguido comenzó a tocar, mientras el sol comenzaba a surgir por el horizonte
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