Partida Rol por web

Despiertas a un mundo de oscuridad y dolor. Las heridas recibidas en la emboscada han sido atentidas al nivel mínimo para evitar que mueras con sutura gruesa y tibante y las heridas menores no han recibido ninguna atención. Cuando tratas de mover la cabeza notas fuertes punzadas de dolor en la base del cuello y todo lo que alcanzas a ver es que estas encadenado en el interior de algun pozo. Lejos, muy lejos como burlandose de ti, brilla una fria luz del sol. 

El diametro del pozo deben ser unos siete metros y tu te encuentras encadenado con poderosos grilletes de hierro contra la pared de este. Con los brazos encadenados por encima de la cabeza solo puedes mantenerte sentado contra la pared sin apenas movimiento. El suelo es de fria piedra y el ambiente humedo y frio. A la escasa luz no distingues ninguna puerta ni ventanuco.

¿Quizás te han dejado ahí para morir?

Pasas varios días de cautiverio marcados solo por tu silencio y el paso del sol y la luna en el ciculo de cielo que logras atisbar. Ccuando la sed te hace enloquecer sorbes la humedad de la pared para mantenerte con vida. Tras despertarte dolorido de una de las duermevelas en las que te sumes periodicamente encuentras una escudilla con alguna clase de pitanza. Moviendote con dificultad a causa del entumecimiento y los barrotes la devoras.

No sabes cuantos días han pasado cuando tras caer dormido despiertas con una figura ante ti observandote. Podría ser un hombre o una mujer enfundado en una larga túnica de color negro que arrastra hasta el suelo. Sus manos cubiertas con guantes también negros y portando una de esas extrañas mascaras

Despierta Fulgens Meteora filius Garus resuena una voz que no logras identificar tras la máscara Tus acciones han de ser recogidas en el Gran Libro, tus errores pesados en la balanza y tu alma juzgada. Confiesa tus culpas, limpia tu alma de todo secreto y auxilia a purgar la Orden del mal que encarnas. Quizás así logres equilibrar la balanza de la justicia. ¡Habla! te increpa con tono amenazante.

-Aquí me tienes por mi buena voluntad y condición, de nada debo excusarme pues creo haber obrado siempre con decencia, por y para el bien de la Orden de Hermes. Dime de que me acusas y si fuera culpable yo mismo gustoso asumiré mi pena, pero al menos concédeme agua y comida, ante Dios juro que si eres tú mismo quien me libera de mis ataduras no emprenderé nada contra ti. Veto a Dios que si yo mismo me libro, no serán buenas palabras las que te dedique.¿Mi hermano Ignius también fue juzgado por vosotros?-el Flambeau no se mostraba desafiante, quería saber si esta secta tenía algo que ver con su hermano perdido. De ser así otro gallo cantaría, pues su mente ya estaba urdiendo como escapar de tan peligrosa situación.

Silencio criminal. Ningun derecho tienes a preguntar solo a arrepentirte y realizar la penitencia. La figura vuelve a fundirse en la oscuridad mientras los ojos de Fulgens se cierran. Las últimas y omniosas palabras que oye son Que los hierros candentes y el tormento dobleguen tu alma hasta que confieses tu culpa y tu inquinidad contra la Orden.

Lo que sigue es demasiado horrible para esta crónica. Recuerdas figuras enmascaradas, el siseo del metal contra la carne y el tormento que parece ser eterno. No sabes cuando empieza ni cuando acaba, sufriendo una y otra vez en una pesadilla de dolor.

Recuperas la conciencia de nuevo encadenado a la pared y con el cielo estrellado brillando en el óculo.

El Flambeau gritó con rabia a medida que los hierros lamían su piel, pero el hijo del fuego estaba acostumbrado a tratar con dicho arte, su voluntad y su lealtad a la Orden eran por el momento mayores que el dolor sufrido. Debía ganar tiempo, debía superar dicha ordalía para una vez solo cerrar sus heridas y liberarse de sus grilletes, cuando sus captores volvieran estaría preparado, pero mientras tanto debía resistir la tortura.

Los tormentos se suceden con una regularidad pasmosa, primero aparece el enmascarado con sus declaraciones de culpabilidad. Luego el hierro y la magia azotan al prisionero Fulgens pero sin lograr quebrar su espiritu. Sus captores dominan refinados metodos para tratar de extraer de Fulgens una confesión de culpabilidad aunque sea falsa. Una y otra vez la figura le grita ¡CONFIESA! ¡DELATA!

Pero el Flambeau tiene al Altisimo de su lado, o eso cree, y por el momento su alma resiste aunque su cuerpo se quiebre.

En los momentos en  los que se encontraba solo intentaba sobreponerse al dolor de las heridas para canalizar su magia a través de su maltrecho cuerpo tratando de aliviar el tormento para poder liberarse de las ataduras y tratar de escapar.

Los hechizos de Fulgens fallan terriblemente sin lograr causar ningún efecto. Y aunque el fuego del Don sigue ardiendo dentro del Flambeau es como si una pesada capa de plomo amortiguara sus palabras. Sus heridas permanecen lacerando su carne pero ni aun así el mago se deja vencer. Su cuerpo estará maltratado y su magia quebrada pero su espiritu permanece invicto.

Una y otra vez inaccesible al desanimo Fulgens trata de forzar sus grilletes y una y otra vez proclama su inocencia, se niega a dar falsa confesión o delación e insulta y desprecia a sus captores.

Intuyes que han pasado semanas ¿o quizás años? de cautiverio cuando la omniosa figura con su mascara de pajaro vuelve a personarse ante ti.

Fulgens ex Meteora, falso hijo de la casa Flambeau. Tu obstinación es señal de culpabilidad, tu silencio es evidencia de conspiración y tu impenitencia es la marca de la más grave corrupción de la Orden. Tus actos han sido pesados en la balanza de la vida: has sido esclavo de señores mundanos dentro de la Iglesia, has traido deshonra a la Orden poniendo tus Artes a su servicio y has atentado contra tus mayores al aliarte con el archiheresiarca Berengal de Barcelona. Enuncia tus supuestos crimenes como lo haría un magistrado acostumbrado a decidir sobre la vida y al muerte del populacho. Es por eso que se te condena a muerte. Prepara tu alma pues a no ucho tardar cruzará el rio de los muertos y será devorada por Ammit la roedora de huesos. Que tu muerte guarde a la Orden.

Y sin esperar replica vuelve a fundirse con la oscuridad dejandote solo en el fondo del pozo.

Te vuelves a sumir en un agitado sueño. Pero por primera vez desde que fuiste encerrado en este pozo sueñas. Ves a una doncella de gran belleza, cabellos de oro, piel blanca como el marfil y sus blancos ropajes parecen irradiar una luz tan pura como la del sol entrando por los ventanales de una catedral. Cuando despiertas te sientes en paz, si has de morir lo harás sin miedo pero una frase dicha con una voz melodiosa resuena en tus oidos Si habeis de enfrentar el último juicio ¿lo hareis como un caballero o solo como un mago? Tomad la espada Marc y demostrad vuestra fe. Cuando llegue el momento no dudeis.

Vuelves a caer en el agitado sueño que sabes producto de los hechizos con los que te mantiene cautivo y cuando despiertas por primera vez notas el aire fresco en tu rostro. Parpadeas medio cegado por la luz para encontrarte en lo que parece la desnuda cima de una montaña, dos figuras portando las extrañas mascaras de tus captores te arrastran por los codos hacia el interior de un circulo de lo que parecen varios menhires, algunos de ellos en pie, en alguna hora próxima al anochecer. Una docena de guardianes armados rodean el circulo y otra figura arrapienta está de rodillas también flanqueada por dos guardianes.

Estás amordazado y con las manos atadas frente a ti cuando te arrojan frente a la otra figura en quien reconoces para tu sorpresa a Marçal de Camprodón. Parece haber sufrido un maltrato parecido al tuyo, sus ropas son harapos y está cubierto de marcas de heridas. Uno de sus ojos está cerrado cubierto de una horrible cicatriz pero el otro se fija en el tuyo cuando te obligan a arrodillarte frente a él. Aunque maniatado no está amordazado y te parece que murmura algo.

Oyes a tu espalda el sonido de una espada saliendo de su vaina y sabes que tienes poco tiempo. Tratas de aguzar el oido para oir lo que dice Marçal y oyes en un susurro Soñé con esto Fulgens. La espada dijo que vendrías ¿estás dispuesto a aceptar esa carga?

A trompicones, dolorido y torturado avanzado el orgulloso Flambeau arrastrando los pies. Los ojos le lagrimean por el tiempo pasado a oscuras, a medida que estoy se van adaptando a la luz puede bajar la mano para evitar el reflejo del astro rey para darse cuenta de que aún está cargado de cadenas. Guiado por los codos no tarda en besar el suelo en el centro del circulo de menhires, alzando el sucio y herido rostro posa al fin su mirada en el pobre goliardo, muchas más maltratado que él si cabe. Con gran dolor y esfuerzo se arrodilla colocándose a su lado en un intento de guardarle de todo mal.-No os preocupéis mi buen Marçal , no habrá carga que me detenga hasta que os saque de aquí sano y salvo. Gustoso pagaré el precio.-antes que mago era un caballero y antes que ello un hijo de Dios, sus sodales se habían revelado contra todo juicio. No le temblaría la mano en empuñar la espada en su contra, fuera cual fuera el precio a pagar. En un acto inconsciente llevó sus manos al cinto, fue entonces cuando el sonido del acero contra la vaina tras de si activó todos sus sentidos. Esperó aguardando poder reunir todas las fuerzas que le quedasen, la espada era la clave de todo, en el último momento intentaría interponer sus cadenas bajo el tajo de descabello para tratar de hacerse con ella. Fuera lo que fuera Ammit se enfrentaría a ella con un hoja en su mano, sin flaquear, sin dejar de lado a Marçal y mucho menos sin renunciar a su fe.

En el momento de llevarte las manos al cinto casi te sobresaltas. Tus manos temblorosas se cierran alrededor del pomo de una espada. El taco de este es tan frio que practicamente quema y cuando tiras de ella puedes ver una hoja brillante como el sol sobre la nieve que parece emerger de la misma piedra. Tiras de ella y la hoja sale con facilidad de la piedra e incluso un coro resuena en tus oidos mientras te incorporas.

Oyes algunos susurros y pasos cuando tus captores, sorprendidos y quien sabe si atemorizados, retroceden algunos pasos. Oyes alguna maldición y por encima de todo una dulce voz femenina que resuena en tus oidos

¡Que sientan mi ira Marc!

Y no te cabe ningua duda que esa voz incorporea que al parecer solo tu oyes procede de la espada.

La hoja en sus manos no tuvo un mal recibimiento, ni mucho menos un mal pesar, todo lo contrario la esperanza de morir empuñando el arma otorgó renovado vigor al Flambeau. En el mismo gesto de desenfundar deslizó la brillante hoja entre sus grilletes, cortando las cadenas sin oposición alguna. Con un amplio tajo a la altura del vientre puso a sus adversarios en alerta, aquel movimiento no buscaba herir a ninguno de ellos sino alejarse del buen Marçal, una vez su treta hubo resultado con éxito se interpuso entre él y sus enemigos.-La hoja me pide su justa venganza, habláis en nombre de la Orden cuando no sois más que los gusanos que la pervierten desde dentro. Aún y así os clamo lo mismo que a los enemigos de la Orden.¡RENDÍOS O MORID!-quizás en otra ocasión Fulgens Meteora les hubiera dado más tiempo para pensarselo, pero no en aquel día, no tras haberle torturado, no tras haberse cebado con un podre Mercere que ni siquiera poseía el Don.

Cuando se encaró con los cuatro que estaban en el interior del circulo no les dio tregua ni cuartel, el primer giro de la espada amagó un tremendo puñetazo el cual hizo que su adversario se tambalease a medida que trataba de escupir varios dientes. Cubierto con el aturdido rival comenzó su macabra danza de espadas, segando al siguiente adversario a la altura de la rodilla sin que este pudiera adivinar la trayectoria de la hoja al ocultarla tras de si en un hábil volantín. Cuando la hoja alcanzó el cenit de su guardia Fulgens cerró por un instante los ojos, a esa distancia en un combate cerrado la intensidad de la luz cegó a sus rivales y en ese momento el Flambeau se arrodilló con la furia y la piedad del creyente fervoroso. El tirón de la hoja al descender el un tajo en forma de cruz degolló al primero mientra que las tripas de su compañero se desparramaban por el suelo, el grito agónico y el húmedo sonido de las vísceras contra el suelo hizo que más de uno de sus rivales se lo pensase dos veces antes de acercase a la que hasta ahora había sido su presa.

Con esta primera pausa Marc de Bonany empezó a templar su ira, respiraba pesadamente por las torturas de los días recientes, gustoso se hubiera tumbado en la hierba fresca para reposar tranquilamente junto a su compañero, sin embargo faltaba ella. Ammit la roedora de huesos. Ya tendría tiempo para descansar en el día de su funeral, por el momento se acercó al pobre Mercere para liberarle de sus ataduras manteniéndose firme dentro del circulo. Cuando más tardasen en llegar sus rivales más descansado estaría para matarlos a todos, en nombre de la espada y de la justa venganza.

¡Oh no Marc! jurarías que oyes una voz de muchacha machacandote los oídos mientras detienes tu golpe Esto no puede quedar así ¡Ahora! ¡No! ¡Puedes! ¡Parar! pronuncia en tono criticón ¡Acaba con ellos!

Mientras suenan estas palabras el brillo de la espada se intensifica así como el frio de la empuñadura que parece subirte por el brazo haciendote soltar un gruñido de dolor.

Por suerte tus enemigos resuelven tus dudas por ti. Se abalanzan contra ti tratando de vencer el miedo a ti y a tu extraña espada con la fuerza del número.

No les sirve de nada.

Años de entrenamiento y la furia de haber sido cautivo y maltratado guian los movimientos de Fulgens mientras para los golpes y ve como la brillante espada corta con facilidad a través de corazas y carne. En un momento un par de enemigos parecen a punto de superarte por un flanco cuando Marçal, armado con la espada de uno de los caidos, logra detener el golpe y acabar con uno de ellos. Aun en su estado el Boina Roja demuestra una experiencia y arrojo que no hubieses esperado nunca del goliardo gourmand

En el momento en que el último enemigo cae abatido la espada se desvanece en tu mano dejando solo un rastro como el de la niebla matutina. Te tambaleas presa de un subito agotamiento y Marçal te sostiene. Os apoderais de unas capas y un par de botas de los caidos y aun sostenido por el Boina Roja empezais a alejaros del lugar. En el momento en el que sales del ciruclo de piedras vuelves a notar el Don ardiendo dentro de ti.

El descenso a la montaña es duro debido a vuestro triste estado y para colmo no sabeis donde estais. Deambulais un par de días durmiendo al raso y masticando raices hasta que lograis llegar a un sendero y de ahí a un camino más transitado. En ese momento oyes una voz conocida, la de Alric, a vuestra espalda.

Por las pelotas de Hermes. ¿Os habeis tomado vuestro tiempo verdad? ¿Sabeis la de días que llevo perdidos aquí? Te sorprendes no solo del tono de Alric si no de su aspecto cambiado. Se ha afeitado la barba, lleva el pelo más largo y visto buenos ropajes de color negro con un blason bordado en rojo encima del corazon. Monta un lo que reconoces como un buen caballo y unos metros tras el lo que parecen ser dos servidores sostienen otros dos caballos Venga ¿o quereis esperar a tener algún encuentro poco afortunado? A los caballos y en marcha que tenemos mucho camino por delante.