Partida Rol por web

La muchacha no sabía si se trataba de una terrible pesadilla diabólica o si aquella criatura deforme era real. La primera opción se le antojó mucho más posible que la segunda. Estaba convencia que la tensión acumulada en los últimos días, el síndrome persecutorio que padecía y la sensación de estar viviendo una vida que no era la suya, comenzaban a pasar cuentas... En ese caso era del todo posible que aquella "cosa" fuera fruto de su agotado subcosnciente.

Pero no, supo que lo que tenía a escasos metros de donde hacia unos minutos dormían, era una criatura venida de algúntipo de dimensión. O eso relacionó basándose en alguna película de ciencia ficción que había visto.

Su primer acto reflejo fue desplazarse hacia una esquina y acurrucarse asustada frente aquella imagen. Pero sabía que no era la mejor opción. Observó como Alícia actuaba con seguridad e inciaba lo que parecía un ataque a aquel ente desconocido. Pero ella... que podía hacer?

Notó algo en su interior. Algo que no le era desconocido... y la última vez que tubo aquella sensación, un hombre acabó muerto a causa de su descontrolado poder.

Si eso es cierto, meteré este maletín por el culo a tu padre y lo haré explotar, cabrones de mierda! Tan sólo queríamos vivir en paz!!!!!!! En su rabia, Antonio no ve lo que intenta hacer Carla. Sólo ve el ser que tiene en frente. Y, aunque sabe perfectamente que es una locura, saca su navaja y se lanza hacia él. Morirás, primero tú, luego tu padre!!!

El ser se descuelga efectivamente como el monstruoso alumbramiento de un elefante. Sus pezuñas golpean en el suelo y desata una corona de sogas humeantes a su alrededor con el propósito de atraparlos. Un chasquido y un resoplido de gases con olor a coles pasadas inundan el estrecho local.

A su espalda, mientras se prepara para prensarle el cerebro a aquella cosa, confiándose en que lo tenga, se le antoja a Carla que el pórtico ovoide se azoga como un espejo de cuerpo entero que le mostrase un reflejo retorcido y remoto de sí misma.

Alicia ya está manipulando la llave de paso, pero aún le tomará unos segundos cumplir con lo que se ha propuesto sin correr ella mismo un grave peligro. Varios de esos apéndices corrosivos se disparan en su dirección.

Sin embargo, la cosa se promete el mayor deleite en Antonio, quien finalmente se sobrepone al pasmo con un arranque de cólera suicida.
 

Antonio ve los tentáculos dirigiéndose contra él, pero no le importa. Sólo piensa matar a ese ser, hundir su navaja en su asqueroso cuerpo y destriparlo. Ni siquiera se da cuenta que la mayoría de los tentáculos se dirigen contra él.

Una sonrisa se dibuja en su rostro cuando su primer ataque hace un tajo limpio en el ser.

Una oleada de calor se avalanzó desde algún punto de su interor hacia su mente. Notaba que algo crecía en lo profundo de su subconsciente y engrandecía a cada décima de segundo, alimentándose de un poder que ella creía incontrolable. Por unos segundos creyó que perdería el conocimiento, que se dejaría llevar por el poder, que sucumbiría a tal demostración de fuerza mental... pero se convenció en aferrarse al mundo real e intentar controlar aquella "bestia interna" y domarla.

Su objetivo era la criatura deforme que tenian delante, y mientras escuchaba como Antonio comenzaba a gritar y a lanzarse como un loco hacia aquella cosa, se concentró el utilizar "aquello" por la que la perseguían en algo para su supervivencia. Pero como conseguir un ataque?

La respuesta le vino de la propio objetivo. Aquel ente, desenrollló unos extraños y asquerosos tentáculos con clara intención de dañar a los miembros del trio. Aquella acción, y como un acto innato en Carla, fue la chispa que provocó una primera oleada de explosión mental hacia la criatura.

La criatura se retorció por algún daño desconocido. Carla creyó que su ataque había resultado exitoso, pero el estado de concentración al que había estado expuesta le provocó no ser consciente totalmente de la respuesta de la criatura. Aquellos tentáculos que se dirigían hacia ella eran peligrosos y fue todo lo rápida que quiso para esquivarlos...

Era culpa mía por compadecerme de gente que era obviamente peligrosa. Es decir, ni siquiera les conocía y ahí estaba, con alguien a punto de freírme el cerebro, un tipo que cargaba con una miserable navaja contra una mutación inestable o vete a saber qué era y un bicho obviamente peligroso. No estaba hecha par esto, no era una superheroína y lo del helicóptero ya había sido más ejercicio del que me tocaba hacer en toda mi vida.

- Os odio a todos, sólo quería una vida normal. - Pero aún mientras decía esto estaba trasteando con el cable, porque dudaba mucho que fuera a poder salir de allí si no nos cargabamos a aquel aborto. Joder, odiaba mi vida, había miles de cosas que podría hacer, como, no sé, dedicarme a inventar nuevos medicamentos. O desarrollo aeronautico. Pero no, mis padres me habían condenado a esto. Analicé la situación, debía haber un modo de salir de esta...

El alarido del monstruo delata su fondo antropológico: por más que esté fosilizado, este viajero de dimensiones alienígenas, posee un cerebro.

La tenaza psiónica que ejerce Carla se lo chafa y lo estampa contra las paredes de su cráneo. Con la implacabilidad de una reacción primitiva, tres apéndices se precipitan sobre ella, la apresan  por ambas muñecas y un tobillo, la alzan en volandas de su rincón y la sacuden como un fardo contra la pared y el techo.

El foco de su poder se desvía unos instantes, antes de que el dolor lo mitigue, y Alicia siente una punzada desagradable en la sien derecha, como si un punto ahí de su cerebro se hubiese convertido en una bolita de papel de aluminio y acto seguido unos dedos invisibles la pellizcaran. A pesar de ello, sacude la cabeza para despejarse y se las promete felices cuando, tal como había planeado, tras evitar dos lianas ácidas, la tubería de agua revienta sobre la cabeza de la criatura, y ahora está tironeando de un cable fijado a la pared para enterrar en el charco que se está formando a sus pies una caja eléctrica.

Los pies de Antonio ya chapotean en el agua, y el caño también le alcanza a él cuando termina de esquivar una mano de tentáculos y se ha acercado lo suficiente como para apuñalar el abdomen abortagado de la cosa.  Un caudal lento y pestilente se desliza por su antebrazo y le  gotea desde el codo. 

Sin embargo, ahora es un blanco fácil para las mandíbulas verticales del monstruo. Adelantando el busto, atrapa su brazo izquierdo hasta el hombro y tironea como un tiburón del cebo, mientras la sangre restalla en todas direcciones.