El portal está desierto en el momento de entrar pero no tardan en escucharse portazos y voces alarmadas de vecinos preguntándose entre sí qué está ocurriendo. Vislumbras a alguno asomándose hacia el hueco. Aquí no tienen ascensor.
Tira por esconderte, por favor.
Por un momento me quedo bloqueada al ver que no hay ascensor ni hueco bajo la escalera, está lleno de puertas, seguramente de contadores. Las pruebo tratando de meterme en algún sitio pero no encuentro donde así que simplemente me pego a la pared del fondo con la esperanza de que aquí no lleguen esas balas perdidas.
¡Pero que locura es esta! ¿A quién dispararían?
Veo las cabezas asomándose y temo que llamen a la policía si desconfían así que aviso:
Tengan cuidado, no se acerquen a las ventanas. La policía persigue a alguien y se oyen disparos.
Motivo: esconderse
Tirada: 1d100
Dificultad: 41-
Resultado: 70 (Fracaso)
Otra voz, masculina e imperiosa, se impone sobre la tuya, procedente del segundo o tercer piso:
-¡FUEGO, FUEGO! ¡EL EDIFICIO ESTÁ ARDIENDO! ¡VAMOS A MORIR! ¡HUYAMOS!
A lo cual sucede un escándalo de portazos, gritos, maldiciones, plegarias y pisotones. Los vecinos bajan en manada, un poco al estilo de aquella película de terror: REC.
Al escuchar los gritos de fuego me asomo inmediatamente al hueco de la escalera. Deberían verse las luces provocadas por las llamas y sobre todo el humo pero cuando entré no había nada de eso. ¿O sí?
La gente baja corriendo pero por algún extraño motivo no tengo prisa. Supongo que ver ahí mismo la puerta de la calle abierta me ayuda a mantener la tranquilidad. Pienso en la gente del edificio, ¿qué altura tiene? Quizá haya más gente en los pisos superiores. Quizá estén atrapados. Hay que avisarles.
Procuro llegar hasta el portal sin que me atropellen o dejo pasar a los vecinos para luego asomarme y llamar a través del timbre del portero automático. Empiezo a pulsar metódicamente todos los timbres.
Hay que avisar a quien quiera que pueda estar todavía ignorante.
Un tumulto de unas cincuenta personas se agolpa en el portal, mientras vas pulsando en el portero, suponiendo que el edificio tendrá tres o cuatro pisos. Resistes la embestida y, entonces, reparas en dos de estas personas, ambos varones: uno de ellos, con rasgos norteafricanos, viste con ropa demasiado holgada y estrafalaria, y se mueve como un corredor olímpico; el otro, atractivo y servicial –lleva a una anciana del brazo- intenta ocultar un elegante traje debajo de un raído albornoz.
Pero no es la guisa lo que ha reclamado tu atención, sino que
los reconoces como dos de los sujetos que examinaban contigo un libro en ese extraño sueño.
Sigue posteando, por favor, en la escena: Sueños del futuro.