Partida Rol por web

Abrir lo ojos y ver el brillo tras la oscuridad plantada que duró segundos?, horas?, dekhanas? años?.......

No se podía decir a ciencia cierta, pero la hermosa Elfa de nombre Selene no podía recordar nada, no sabía cuanto tiempo habría pasado ahora desde que había sido criada en Aguasprofundas, con un padre inexistente y una madre apática y siempre ausente, recordaba una caravana itinerante y de paso, en la cual estuvo varios años; recuerda las sombrias figuras que eran sus amigos o compañeros, recuerda el episodio del alcalde de un pueblo, y su exilio de la caravana y luego...... luego que??.....

La cabeza dolía, como si una pica punzara su cerebro como lo hacen en las profundas minas Enanas, e intentar recordar hacía el dolor aún mas intenso; El sol se encontraba encima de su cabeza, la luz era amortiguada por las hojas de unos árboles frondosos en sus copas y el sonido de un riachuelo zumbaba en sus oidos.

La hermosa mujer, luego de unos segundos de reflexión decide levantarse, apoyando sus brazos en el terroso suelo, no tardaría en darse cuenta en que su cuerpo se encontraba todo magullado y sus finas ropas de seda y terciopelo se encontraban empapadas y no en muy buen estado, le dolían ambas piernas, como si un Ettin hubiera estado bailando sobre ellas, su espalda le ardía por un raspón, al igual que sus codos y rodillas; la sangre ya no brotaba, pero la carne fresca podía verse.

Y allí se encontraba Selene, impotente y herida en la orilla de un río, no recordaba nada de lo que había ocasionado tal episodio, había sido arrastrada por el río, eso era obvio, pero porqué?.

Tres figuras se encontraban cerca de ella, todas inconcientes, en un estado precario y quizá muertas (?)...

Un hombre delgado, vestido de negro y púrpura y amarillo pálido, rondaba los cincenta y su pelo era gris de la edad, sus ojos permanecían cerrados y yacía boca arriba, el pecho se movía ligeramente en una rutina característica de alguien que aún respira.
De su cintura se amarraba una soga de seda y al otro extremo de ella se encontraba amarrada otra figura, fea y espantosa, Selene podría no recordar mucho, pero sabía como lucian los Drows y este era el peor que había visto, mas negro e intimidante que los que había visto en su vida, incluso en ese estado indefenso, el miedo escalaba por su medula espinal, yacía boca abajo y no habían señales de vida en él, también estaba encadenado de pies y manos, un prisionero que quizá se hubiera ahogado; pero el hombre de cincuenta y tantos intentó ayudarlo atándole una soga a su cintura y amarrándosela a él, pero, porqué arriegar la propia vida por un prisionero?,

La última criatura no traía confort tampoco una pequeña criatura, del tamaño de un mediano pero con nariz chata y piel carrasposa y con algunas zonas de pelo negro y grueso, vestía una cota de escamas y una pequeña espada en su cintura, era un goblin.

Las fuerzas volvían poco a poco al cuerpo de Selene, con la intensidad suficiente por lo menos para ponerse en pie......

¡Por la dama de los cabellos de fuego! ¿Que, en nombre de los dioses había sucedido alli? Selene tardó unos segundos en reaccionar pero pronto se apresuró a comprobar el estado del humano de ropas oscuras. Al acercarse, comprobó que , efectivamente, lo que estaba atado a su cintura era un elfo oscuro...¡Un elfo oscuro!¡Alli! En medio de...un momento. ¿En medio de donde? ¿Donde estaba? ¿Como había llegado alli? ¿Y que hacia un goblin allá en medio?

Al menos está atado - pensó Selene. Será mejor que despierte al humano que lo custodiaba.

Arrodillándose a su lado, Selene examinó al desconocido. Susurró en su oido palabras cálidas que lo sacaran de su inconsciencia sin provocar una respuesta agresiva por su parte. Tenía aspecto de hombre de armas. 

-Levantaos, mi señor. Es hora de despertar. Escuchad mi voz...seguidla... -la voz de Selene era indescriptible, sonaba como el rocío matutino al caer de los juncos al agua de un manantial. Era una voz mágica, imposible de ignorar.

Unos minutos pasaba la muchcacha tratando de reanimar al sujeto que quizá mas confianza le traía, a juzgar por su físico claro está.

Finalmente, Nimerov abre los ojos, sin recordar nada de lo que habia ocurrido, solo sentía como su cuerpo le dolía y como era incapaz de mover un solo músculo de su cuerpo, no sabía que le había ocurrido, pero se encontraba acostado en la orilla de un río de frías aguas, en un bosque, con una hermosísima Elfa sosteniendo su cabeza en su rezago, tratando de reanimarlo y devolverle la vida que volvía lentamente.

En su cintura sentía un apretón, como si una serpiente constrictora estuviera apretando sus caderas, al levantar ligeramente la cabeza, una soga se encontraba amarrada a ella, del otro lado, también amarrada a la cintura de una criatura oscura, un Drow, un Drow vestido de negro que se encontraba encadenado e inconsciente.
Mas allá, un Goblin vestido con cota de escamas yacía boca abajo……

Despertó al sutil cantar de los pájaros, el calor del sol batallando en el viento con el frío de la Marca, traído por las aguas del río estruendoso, una voz suave que le ablandaba el corazón y un rostro que le hizo creer por escasos e ingenuos segundos que había perecido y su alma rondaba por algún terreno divino repleto de bellas ninfas. Pero su amanecer también le trajo una ráfaga de dolor que invadía cada uno de sus músculos, una laguna oscura e impenetrable en su memoria y una sensación constrictora en la cintura que parecía que lo partiría en dos.

Niemerov comenzó a incorporarse, despidiendo gruñidos por lo bajo. Insultó al panteón entero cuando finalmente pudo sentarse, pues su espalda entumecida y húmeda por las piedras salpicadas de la orilla estaba además dura como adamantita. Finalmente, sintió los brazos alrededor suyo. ¿Quién hubiera creído que un viejo acabado y adolorido como él habría podido extraer una daga de su funda y apoyarla en el cuello de su agresor con semejante rapidez? Y sin embargo así lo hizo.

-¿Dónde está Vylna? ¿Dónde están mi mujer y mi muchacho? ¡Contesta, o por los dioses, bañaré las rocas sobre las que descanso con tu sangre!-

Tardó unos segundos en notar que su mano sostenía el aire, y que el rostro frente a él no pertenecía a una ninfa celestial, sino a una Elfa de hermosura inigualable. La sostenía de la nuca mientras su diestra aparentaba asir una empuñadura, mas aflojó su presa con la confusión transfigurando la expresión de su rostro. Oteó sus alrededores, le devolvió una mirada más seria a la muchacha, y se irguió con un esfuerzo épico. Tiritando de frío y algo húmedo al yacer tan cerca del río, comenzó a desatar la soga alrededor de su cintura; lo que no hizo fue pronunciar otra palabra. Ya no aparentaba un anciano cansado, sino más bien un hombre capaz y hasta ágil, para el ojo avizor, envejecido en apariencia quizás por los crueles azares del destino.

Como si fuera su rutina, y una vez se deshizo de su amarre, se acercó al goblin con cuidado. Comprobó diligentemente su estado, reconociendo si estaba muerto o simplemente dormido por una larga noche de ingerir brebajes con mucho alcohol y de sabor fuerte. Le echó un ojo fugaz a la Elfa, vigilante, pero luego se concentró en conseguir acero de la criatura a sus pies, o al menos una clava con la que pudiera partir un cráneo si la situación lo exigía.

El esfuerzo era mas que evidente para un hombre con sus años, sus articulaciones entumecidas por el frío y empapado hasta la coronilla con el agua de un río que los habría llevdo a rastras quien sabe cuanto tiempo, el recuerdo era nulo de cmo habían llegdo hasta allá, Niemerov solo recordaba a su familia y sus años de servicio.

Cada paso dolía, cada respiro ardía esa respiración pesada que realizaba con gran esfuerzo, las heridas abiertas eran un suplicio ante el mero contacto del aire.

El Goblin parecía estar empapado, un rápido exámen arrojaba que respiraba, al igual que el encadenado Elfo oscuro, ambos vivos, pero que habría pasado?. Seguro los cuatro andaban juntos antes de despertar, el hombre había salvado al Drow por alguna razón, pero cual?? un Drow es malo por naturaleza, era lógico que pensara en asesinarlo antes que despertara, a ambos, ninguno podría traer buenas cosas, lo único que servía era una pequeña espada que colgaba de una funda de cuero de la cintura del goblin, o piedras del tamaño suficiente para hacer gran daño en una cabeza humanoide......

No le agradaba tener que hacerlo, pero el hombre se arrodilló junto al goblin. Poco después, retrocedió con cara de asco, habiendo recibido una bocanada de aire portadora de un aliento pestilente por parte de la criatura. Torció el gesto mientras le sacaba la espada de la funda, para luego erguirse nuevamente, sin dejar de gruñir y hasta rematar la acción con una exclamación de puro dolor. Se dio cuenta de que ya le costaba respirar, por lo que al acercarse al drow tuvo que detenerse para recuperar la escasa energía que le quedaba.

-Uf, uf- Miró a la elfa de nuevo, esta vez inquisitivo. -Dame una razón para no limpiarle la garganta- Señaló al elfo tumbado en el suelo con la punta de la espada, y logró sacarle una expresión que mezclaba repugnancia y contrariedad a la muchacha. Niemerov le devolvió un gesto condescendiente de resignación. -Bah. Quizás ya esté de la mano de Kélemvor. Nos ahorraría muchos problemas, ciertamente-

Pero ni siquiera atinó a rematarlo. Anunció que aún respiraba, y se decidió por atarlo, aunque esta vez no a su cintura, sino a sí mismo. Lo suficiente como para que no pudiera cometer estupideces. Mientras hacía el mejor nudo que sus habilidades con la soga le permitían, habló sin mirar a la muchacha. -¿Me vas a decir cómo llegamos hasta aquí o simplemente nos encontraste mientras recogías bayas en el bosque?-

Selene se sorprendió cuando el humano la asió de la nuca y su mirada, antes dulce y cariñosa, se volvió fría e intensa. Al parecer el pobre hombre aún no había despertado del todo y parecía estar en medio de una ensoñación. Aún así, ni se disculpó ni le agradeció el que lo despertara y eso no le gustó a Selene. La elfa valoraba la educación y los buenos modales ante todo.

Después observó como el hombre se hacía con el arma del goblin pero aquello no la preocupó en lo más mínimo. Selene había empezado a considerar que se había equivocado despertándolo antes de atarlo y contemplaba la opción de reducirlo y enseñarle una lección. Pero no, esa vida había quedado atrás. 

Se volvió hacia el drow y contestó.

-Me temo que yo misma no tengo más información que vos. Desperté a la orilla del río, empapada y magullada y sin recordar cómo había llegado hasta aquí. Lo último que recuerdo es que viajaba hacia Argluna. ¿Es posible que viajáramos en barcaza y que naufragáramos?

-En cuanto a estas dos criaturas, no sé nada de ellas. El drow parecía vuestro prisionero, por eso os desperté.

-No, no era mi prisionero-

Algo surcó el rostro de Niemerov. Comprensión, quizás, un súbito recuerdo. Lo cierto es que miró al drow con ojos diferentes, aunque no menos confusos. Se mantuvo en silencio por segundos eternos, tratando de recordar algo más aparentemente. No dio muestras de haberlo logrado, pero quizás fuera que esconder sus pensamientos era una respuesta natural. Se irguió nuevamente, alzando la mirada hacia el cielo en busca del sol, luego acercándose dolorosamente al río para inspeccionar el horizonte. Había una extraña seguridad en sus movimientos.

-Creo... Esto debe ser el Bosque Argénteo- Miró a la elfa, en busca del alguna reacción. -Recuerdo Argluna. Estuve allí, pero después... Un barco, probablemente por este mismo río- Un asomo de sonrisa hizo presencia fugaz. 
-Navegaba hacia Eternlund, por lo que este debe de ser el Rauvin-

Su momento de excitación expiró tan rápidamente como nació. Se recostó contra el grueso árbol una vez más, esperando que su "prisionero" y el goblin despertaran de una vez para aclarar las cosas, si es que sus mentes tenían mejor suerte que la suya misma. Taciturno como se encontraba, no parecía muy inclinado a romper el hielo. Descansaba sus músculos adoloridos, pero se le notaba inquieto, deseoso de marcharse de una vez.

Las sombras cubrian todo, un lejano recuerdo o un sueño?... quizá ambos.

Solitario un espadachín de la raza de los hijos de Loth, buscando en túneles mas oscuros que el abismo y mas profundos de los que cualquier enano pudiera cavar, el silencio reinaba y el aire era pesado y muy denso, con fuerte aroma de azufre, propio de actividad volcánica, todo un placer para los sentidos del Drow, pero él de alguna forma era diferente, a diferencia de los de su especie, el tenía un gusto particular pos la vida en la superficie, no sabía porqué, solo sabía que le gustaba.

Una voz quebradiza rompía el silencio -Es por aquí muchacho- era su mentor, un elfo rubio y de ojos azules, un elfo de los bosques que vió en Malviirach algo mas que un patético Drow, perdonó su vida cuando lo encontró y se lo llevó como esclavo a trabajar día y noche en las tareas matutinas del espadachín de nombre Elasias, un hombre duro y recio, que dejaba muy en claro quien era el patrón y quien el esclavo cada vez que podía, dejando marcas imborrables en el cuerpo del muchacho, pero al menos él había  perdonado su vida y nunca sintió odio por ello.

Un artefacto poderoso yacía en el interior de una profunda caverna y Elasias estaba dispuesto a reclamarlo como suyo, llevó a su esclavo para que cargara sus cosas y quizá sacar provecho de sus sentidos desarrollados para la oscuridad, parecían estar cerca cuando de repente una mancha negra apareció de repente, una sombra de la oscuridad que se movía sigilosamente, desenfundaba una espada negra y atravesaba el pecho del elfo de lado a lado, matándolo al instánte, luego la figura se dirigía al Drow, con una mano para agarrarlo.

Fue entonces que Malviirach abrió sus ojos, se encontraba empapado y amordazado en medio de un bosque, a la orilla de un río, la luz del sol atravesando las copas de los árboles quemaban la vista del Drow, pero tras unos segundos lograba adaptarse a la brillante luz, al menos para tener los ojos entrecerrados.

El cuerpo dolía como nunca y era claro que su cuerpo había soportado un gran trauma, lo reforzaba el hecho de que no recordaba nada de como habría llegado allí.

Amarrado de pies y manos, solo podía mover la cabeza, pudo ver a una hermosa Elfa de cabello rubio sentada sobre el césped, igualmente mojada y herida; unos metros mas alejado se encontraba un hombre de unos sesenta, ergido alto y agraciado, con pelo blanco como la nieve, mojado al igual que los demás y en su rostro se reflejaba dolor qeu le causaba estar de pie....

Solo fue recostarse a esperar a que despertaran los sujetos del suelo cuando inmediatamente el Drow habría los ojos, y parecía que la luz quemaba su vista, durante unos instántes intentó sin mucho éxito intentar adaptarla al sol, hasta que la mirada entrecerrada del elfo oscuro se cruzaba con la de la Elfa y el hombre.

El drow finalmente, empezó a despertar. Selene sabía como se iba a sentir. Dolorido, aterido de frío, confuso... Le daba igual. El solo hecho de ver a uno de sus primos malvados la asqueaba y despertaba en ella una repugna antigua y fría. Hasta sus mismos huesos le gritaban "mátalo" "huye". Pero la cortesana no tenía intención de huir. Las palabras de Niemerov sobre el río tenían sentido. Ella también había usado las barcazas en ocasiones y era muy probable que hubiera pasado como él había supuesto. Aquello la tranquilizó en parte.

Por supuesto, cuando el elfo oscuro empezó a moverse todo atisbo de tranquilidad se evaporó. Selene empezó a cantar una canción élfica antigua. Muy antigua. Hablaba de la traición de los drows, de su huida a la infraoscuridad, de los siglos y los siglos de resentimiento entre ambas razas... hablaba de los truculentos crímenes que los drow habían perpetrado en sus escapadas en la superficie, siempre buscando la muerte de los suyos. De sus costumbres bárbaras y de su diosa maldita, Lolth. Era una canción que servía de advertencia a los niños  y de recuerdo a los adultos, para que nunca olvidaran.

La canción empezó como un susurro, sotto voce, para ir subiendo de tono escalonadamente a caballo de la espectacular voz de Selene, que parecía parecía vacilar en ocasiones por el frío y los estremecimientos.. Sutilmente, Selene empezó a manipular el tono para que afectara a drow y lo atrapara dentro de la melodía.

La elfa recibió un par de ojos fulminantes, pero ella ni siquiera estaba mirando al huraño recostado al pie del árbol. Aparentemente, estaba inmersa en una tarea más agradable que estar pendiente de él. Niemerov no podía relajarse, y el canturreo le irritaba, resultándole imposible estar de humor para disfrutar de una tonada por muy suave que fuera. Pero su corazón no estaba hecho de piedra hasta donde sabía, y si lo estaba se había comenzado a ablandar con los años. No había notado que el drow abría los ojos, y tampoco pudo descifrar las palabras que pronunciaba la muchacha. Sólo podía percibir la tristeza abrumante que evocaba esa voz sublime.

Comenzó viendo a los únicos dos seres que amaba. El pequeño pegaba saltos alrededor suyo y de otros hombres, ansioso por ayudar a su padre en la construcción de una empalizada. El viejo le tomó en brazos, dedicándole una fugaz sonrisa de complicidad para él, y sólo para él. El cabello del muchacho se alargó más allá de lo posible, pero ahora era la cabellera de una mujer más joven que el huraño, con una belleza simple, insuficiente quizás para los reyes y nobles acostumbrados a mujeres exóticas, pero demasiado para un soldado retirado. Ella era más de lo que merecía, y los dioses lo sabían. Las aguas se los llevaron, a ella y al pequeño.

Abrió los ojos. El dolor otra vez... ¡y el cansancio! Había dormitado por unos segundos, o quizás horas. No lo sabía. Sólo notaba el tacto de una lágrima solitaria sobre su mejilla, que secó con rapidez antes que la elfa se molestara en notarlo. A su lado se removió la tierra, y Niemerov se alzó con dificultad, apretando la mandíbula y también la empuñadura de una espada corta mientras se erguía. Ya no oía la canción flotar en el aire. Únicamente los gruñidos del elfo oscuro mientras se removía, como en un letargo plagado por la inquietud.

Laurel llamó a Manzanas y a continuación le ordenó rodear al grupo pero sin hacer nada hasta que él se lo ordenase o fuese atacado. Después, sin más, se acercó al grupo haciendo ruido al pisar las ramas y la hojarasca.

- Saludos viajeros, bienvenido al bosque argénteo. Supongo que el morador debe estar lejos, al Norte, o habría venido a recibiros, pero a falta de él, creo que me corresponde a mí daros la bienvenida. Os informo que en el bosque no está permitida ni el hacha ni el fuego, y generalmente es muy raro ver nada encadenado pues nos gusta la libertad. Si no es indiscrección ¿Puedo saber qué está sucediendo aquí? La escena cuando menos me ha resultado curiosa. Ah, mi nombre es Laurel, como el árbol.

Laurel parecía un muchacho jovencito, un adolescente barbilampiño, de pelo negro y vivaces ojos verdes. Vestía solo un pequeño pantalón corto a pesar de los rigores del clima del norte, y no llevaba ningún arma salvo lo que parecía ser una daga de sílex. A su espalda colgaba un pequeño morral. Su voz era ligeramente aguda y el tono era desenfadado y alegre, acorde con un rostro andrógino que lucía una amplia sonrisa.

Malviirach había comenzado a despertarse del extraño estupor que le rodeaba, una vez mas había revivido los tiempos en los que su mentor había cuidado de el y luego había sucedido aquel día aciago. Recobrando la perspectiva se dio cuenta claramente de que en estos momentos se encontraba amordazado y atado, y lo peor no sabia el donde. Aun menos no recordaba el como había llegado, e incluso la razón de porque su cuerpo entumecido a causa de la gran humedad que sentía, el sonido del agua cerca le dejo constancia de que tal vez era debido a eso o al menos un motivo o solución a ese problema.
Mirando a su alrededor vio a los que estaban en su misma situación o similar. Una Elfa Solar, un anciano hombre y un joven risueño que hacia un gran escándalo al acercarse. Las ataduras que sentía por su cuerpo no le permitían gran cosa y le costo un gran esfuerzo el girarse para ver la zona en la que se encontraba, bosque y las palabras del joven se lo confirmaron. De fondo oía la voz de la Elfa y noto claramente la tirazón de algún encantamiento sobre su persona, normal viniendo de una Solar y el siendo Drow. Pero a pesar de ello, le causo una pequeña molestia la desconfianza.
El Drow observo al joven risueño y moviéndose para llamar la atención sobre su persona, al menos para que le quitaran la mordaza y poder conversar.

Selene miró al recién llegado por el rabillo del ojo sin dejar de cantar. El drow parecía resistirse al efecto de su canción pero aún era pronto para saber si lo conseguiría. Tampoco es que pareciera una gran amenaza, con aquellos pantaloncitos cortos. Al menos, no tanto como un elfo oscuro.

- No me gusta fiarme de las apariencias, y por eso suelo preguntar siempre. Pero dado que parece que nadie está en disposición de responderme tendré que fiarme de mi instinto. Voy a suponer que estoy viendo una batalla, y voy a suponer que tú, elfa, eres la parte buena en este caso dado que a priori podemos suponer que ese elfo oscuro es la parte mala. Voy a suponer también que lo tienes dominado con tu canto y no puedes responderme porque necesitas tu voz para mantener la situación. Así que te diré lo que voy a hacer, voy a pedirle a unos amigos que se acerquen, amigos que vienen de los planos celestiales y que, naturalmente, no acudirían a la llamada de alguien maligno. Así podrás ver que no soy una amenaza o estoy compinchado con el drow. Estos amigos se acercarán a tu posición, para mantener dominados a los que parecen ser tus enemigos. Después de eso me acercaré al goblin, y si no está muerto, me aseguraré que no muera. Después, dado que el drow está atado y amordazado, y tendrás ayuda de mis amigos, dejarás de cantar y me explicarás qué sucede aquí. Si durante esos movimientos, realizas alguna acción ofensiva con armas o conjuros, o tratas de hechizarme con tu voz, mis amigos te atacarán. Porque ahora mismo yo soy la autoridad en este bosque, y creo que se me debe explicar qué sucede al menos. Y también porque las apariencias pueden engañar y no quiero más sangre en el bosque hasta saber qué sucede. Después de que hablemos, trataré de sanar vuestras heridas.

Y tal y como lo había expresado, Laurel convocó a un viejo amigo, un unicornio nativo de los planos del bien que se llamaba Xial y con el que había luchado juntos alguna que otra vez. El viejo corcel acudió alegre a la llamada del joven y apareció a su lado, después, juntos, caminaron hacia el goblin que yacía caído. Desde allí, Laurel llamó a Manzanas para que se les uniese. El enorme alce trotó feliz, Xial era un amigo muy querido por Manzanas por quien sentía una gran afinidad por compartir patria de nacimiento y número de patas. En aquel momento el viejo unicornio celestial, y el enorme alce celestial tan imponente como su compañero cuadrúpedo, acompañaban a lo que parecía un menudo adolescente que apenas vestía ropa alguna a pesar del frío del norte. Los tres mostraban una estampa, cuando menos, muy curiosa.

- Necesito una vez más de tus habilidades viejo amigo -dijo al corcel celestial en su idioma natal- tu presencia me protegerá del posible canto de la elfa, y necesito que me digas quienes de todos ellos son malignos.