Partida Rol por web

Ya estaba todo listo, o todo lo que podía estar. Teníamos un puñado de pociones y todo lo que se nos había ocurrido para combatir la mantícora. Aún quedaba un rato para la cena, aunque no mucho, así que me giré hacia mis compañeros.

- Voy a asegurarme de que nuestras monturas de ayer estarán listas para mañana temprano. - al final, entre la elfa que al final había dicho que no y la "aventurilla" del mercado, se me había ido el tiempo. Además, por otro lado, tampoco quería llegar demasiado pronto a la casa del magistrado y tener que sentarme y hablar con su familia de tonterías. Los humanos, cuánto más ricos, más llenos de conversaciones estúpidas estaban. - Nos vemos en la casa del magistrado para cenar.

Tras elegir las pociones, repartirlas entre vosotros y pagarlas, os separáis, yendo cada uno hacia una dirección. Kerri se dirige hacia la casa que os han prestado, para hacer tiempo para la cena. Rash se separa hacia el noroeste, tras preguntar a varias personas y averiguar dónde vive Fendrin. Arue que va hacia la Taberna "Las Tres Jarras", donde están vuestras monturas, le acompaña, pues va en la misma dirección, así como Brand va con ella, pues al no tener nada que hacer, decide acompañarla.

Baran miró hacia la figura extrañado, al igual que Lauriel. Ambos pasearon sus miradas de vosotros a la figura y de vuelta a vosotros, hasta que Baran dijo "¿Quién es? ¿Viene con vosotros?" 

Una dulce voz, que vosotros reconocéis, surge de la figura embozada cuando está a pocos metros...."Sí, Capitán Baran. Gracias a Freya vengo con ellos." 

El ceño de Baran se frunció más, como si la voz le resultara conocida, pero no terminara de ubicarla. Lauriel sí que dio un paso adelante..."Vaya, si es.....¿Al final tu padre tenía razón, eh?"

"Sí...soy yo." dijo la figura, quitándose la capucha y revelando el dulce y bello rostro de Ariadne. 

Un sonoro "OOOOOOOhhh...." surgió de la multitud que se comenzaba a apiñar alrededor vuestro. Apenas un par de segundos después, un grito de "¡Que alguien le avise!¡Rápido!", mientras varias comadres y señoras ancianas del lugar se abalanzaban, casi literalmente, sobre la ajada Barda para abrazarla y darle la bienvenida de nuevo al pueblo. Pronto la joven estuvo rodeada de sus conciudadanos y múltiples muestras de alegría y alborozo se dieron en muy poco tiempo. Varios gritos de "¡Viva!" y "¡Albricias!" se dieron al aire. 

El Capitán, algo confundido, os separó ligeramente hacia un lado, mientras os dirigíais hacia el templo....."nunca he sido bueno reconociendo voces...vaya..la pequeña Ariadne. Es toda una alegría...y sé de alguien que os lo va a agradecer mucho." 

No había terminado de hablar el Capitán cuando un hombre entró en tromba a la plaza, llorando, tembloroso, y abrazó con todas sus fuerzas a la chica. "¡Mi niña, mi niña! ¡Mi pequeña! ¡Gracias, gracias!" decía, una y otra vez. Las mujeres que les rodeaban no podían aguantar las lágrimas y lloraban a moco tendido, mirando con gran ternura hacia la imagen del padre abrazando a su hija perdida, y recién encontrada. 

Baran os conminó para ir hacia el templo..."Vamos....luego podréis hablar con ellos....mejor dejémosles un rato..." 

Arue llegó al mercado por la tarde, cuando varios mercaderes ya no estaban al haberse retirado por vivir más lejos, pero aún quedaban unos pocos que cerrarían un poco más tarde.

No le costó mucho adquirir lo que andaba buscando*, pues la gente en general la reconocía como uno de los integrantes de ése grupo que estaba ayudando tanto al pueblo, y la trataban con amabilidad y educación, pero la propia conducta de ella hacía que la gente tampoco se acercara tanto, pues ella misma tendía a no dejar acercarse a nadie demasiado.

Una vez terminó de comprar lo que quiso, escuchó con claridad algo de follón (risas, gritos de brindis...) en la Posada "La Cocatriz Borracha", y unos transeuntes le confirmaron que Groland se encontraba allí dentro contando sus andanzas con varios lugareños, brindando y riendo. También se enteró que en un rato, oficiarían una pequeña misa en despedida por la muerte de Fendrin, y enterrarían el cadáver.**
 

La última vez que Rashaniel había deambulado por aquellos puestos había sido justo antes de embarcarse en su última aventura. Esa aventura que había reunido a un padre con su difunta familia, todos asesinados por las mismas garras y colmillos. Gracias a eso, habían rescatado a la hija del herrero y tenían la oportunidad de recuperar un cofre. La curiosidad le quemaba, ¿qué escondería ahí dentro?

Mientras pensaba en aquello, el mago buscó el mayor puesto, o quizás el que vendiera pociones. O incluso alguien especializado en productos exóticos - aunque dudaba que Fairhill tuviera mucho exotismo - y apoyó su zurrón con cuidado.

- Bienhallado - dijo, con su sonrisa más amable - Estaría interesado en ofrecerle algunas cosas que seguro se venderán muy bien en las grandes ciudades...

La mayoría de puestos parecían cerrados antes de hora el día de hoy. Pero aún encontró un par de puestos abiertos.

En  uno de ellos, un hombre que ofrecía tejidos, cojines y objetos exóticos de un lejano lugar, llamado Calimsham, se acercó con una sonrisa a Rashaniel. El hombre tenía la piel cetrina, ojos marrón oscuro y una dentadura que destacaba por lo blanca que era. Sus ropajes eran sueltos y largos, de colores terrosos, una especie de túnica gruesa de una sola pieza pero con varios pliegues que pasaban por su oronda cintura y por uno de sus brazos, cayendo en una especie de pañuelo ritual. "Bienhallado, aventurero." contestó el mercader. 

Un par de ayudantes, más jóvenes y enjutos recogían despacio, pero sin pausa, el puesto de su maestro, mientras él les daba alguna pequeña indicación con una mano, sin dejar de sonreírte o mirarte a los ojos. "Oh, es possible que essté interessado en esstas frussleríass...."*

Calimsham, había leído ese nombre antes pero no conocía su ubicación, aunque por las vestiduras debía de ser un sitio cálido, quizás en un desierto. Se acercó a su puesto y empezó a colocar, uno tras otro, los paquetes y frascos que había preparado con mayor o menor acierto. 

- Me he aproximado a vuestro puesto porque creo que sólo usted podrá apreciar lo que tengo que ofrecerle. En mis últimas aventuras - el hecho de que supiera que era aventurero, ya fuera por sus ropas o por conocer sus últimos hitos le venía bien - he recopilado algunos trofeos de las bestias más peligrosas de los alrededores, y estoy seguro de que clientes con gustos más... exóticos pagarían una fortuna por ellos.

» Por un lado tenemos el peligroso y voraz Oso Búho. Con la brutalidad de un oso y el peligroso rostro de un búho, esta criatura se esconde en las sombras de los bosques y ataque con sus garras a los incautos viajeros. Observe su ojo, enorme y amarillo. Seguro que algún hechicero querría momificarlo y usarlo como amuleto para sus maldiciones. Tengo un poco de su pelo y sus plumas, ¿quizás algún sastre podría incorporarlo a una capa? Imaginad a una doncella de la nobleza, mostrando algo así en sus vestiduras. Su lengua, estoy seguro de que hay pociones para la virilidad que se servirían de algo tan robusto. Y por último, su formidable garra, ¡no me diga que no quedaría genial en una pared, junto al resto de trofeos! »

Rashaniel se echó a un lado para que pudiera apreciar el conjunto y también sacó su propia balanza, sabía lo que podía costar esas cosas aproximadamente y no quería tonterías.

- Y aquí tenemos a la Mantícora. Su propio nombre infunde terror en los corazones de los guerreros más bravos. Un cuerpo de un enorme felino rematado en una cola con púas, dos alas coriáceas que le permiten volar, y todo acompañado de un rostro vagamente humano que nos recuerda la bestia que todos albergamos en nuestro interior. Fijaos en el tamaño de esta púa y este gigantesco colmillo, ¿qué arquero no estaría interesado en preparar sus proyectiles con algo así?, ¿y esta garra? Más que para decorar, quizás algún peligroso asesino querría prepararse un guantelete con ella para atacar desde las sombras. Este ojo, a medio camino entre la humanidad y la perdición, bien valdría para pociones, ¿y su lengua? ¡Me he comido cosas peores en el camino! Seguro que hay nobles de gustos refinados cansados de alimentarse siempre de lo mismo. 

El hombre entrecerró los ojos al escucharte hablar, aunque no perdió la sonrisa en ningún momento. Siguió asintiendo y mostrándose interesado en lo que le decías, realizando alguna pregunta suelta aquí o allí. 

Al terminar la exposición, el hombre sonrió y asintió un par de veces...."Sssiñor.....si oss lo perrmitiera...me quitarriaisss mi puesssto de triabajo....tenéis madera para essto." 

Meditó durante unos momentos, repasando con la mirada lo expuesto, tocando con la punta de los dedos los botes y haciendo unos rápidos cálculos mentales. "Ess cierto que la mayoría de las cosssas las podría vender a buenoss precioss, pero debéiss tener en cuenta que el trato recibido por essstas "muestrass" no es el mejor....algunas están a punto de corromperssse o presssentan defectosss, por no contar con el tiempo que tardaré en llevarlo hasssta donde puedan ssser tratadas o vendidass como toca, tiempo en el cual pueden essstropearse del todo. Y quien corre todo el riesssgo, soy yo, siñor." 

Siguió sopesando con la mirada, hasta que se giró y te dijo "Os ofrezco 750 Dragonesss de Oro por el lote completo, creo que es una suma jussta....¿aceptáisss?" 

Para el joven mago era una cantidad más que suficiente, considerando que podría no haber obtenido aquellos ingredientes y que todo aquel importe era adicional a sus bienes compartidos. Estuvo tentado de ser avaricioso, y los dioses sabían que si hubiera querido, habría presionado un poco para obtener al menos una cantidad redonda, como 800 o 900 dragones. Pero no necesitaba tanto, al menos, de momento. Además, si conseguían cosas de valor del famoso cofre de la cueva de la mantícora...

- Creo que tenemos un trato - dijo, estrechando la mano del vendedor - ¿Tendríais gemas para sustituir a los dragones? No creo que sea muy cómodo trepar por colinas y atravesar pantanos con tantas monedas encima.

Habiendo rellenado mi carcaj me sentía mucho mejor. Ir desarmada o sin armadura me hacía sentir desnuda e incompleta, y siendo mi arco mi mejor compañero no podía ir sin flechas. 

A pesar de la admiración que veía en algunos rostros y palabras, lo cierto era que la gente seguía manteniendo sus distancias. No sabía si era mi cara de malas pulgas o mi piel oscura (probablmente ambas), pero mucho mejor. Comprar así era mucho más eficiente, rápido y agradable que teniendo que hablar con desconocidos con los que no quería cruzar palabra.

Escuché sobre el funeral de Fendrin, pero poco me importó. No me gustaban los funerales. O tal vez, mejor dicho, no me importaban. Nunca había ido a uno (ni tampoco me habían dejado) y no entendía demasiado bien de qué servía reunirse para decir algo sobre un muerto mientras lo metes bajo tierra, o lo quemas en una pira. Ni siquiera habá asistido al funeral de mi madre, pero aquella ocasión era distinta. Aparté de mi mente los recuerdos en cuanto empezaron a aparecer y me encaminé a casa de nuevo. Podría descansar un rato más, masajear los músculos doloridos para evitar dolores extra mañana.

Fue en ese momento en el que escuché las risas y ruidos de la posada. Estaban celbrando. Estaban divirtiéndose. Me preguntaba cuántos años hacía que yo no me divertía...

"Desde que se fue." - me contesté a mí misma.

Quise irme a casa, pero algo dentro de mi quiso ir a la posada y antes de darme cuerta tenía la mano apoyada en la puerta.

"Sólo mirar y salir..." - me prometí.

El hombre asintió un par de veces, sonriente, ante la aceptación de Rashaniel y su posterior apreciación..."No me inssulte siññor....por supuesssto que viajo con alguna que otra gema, no podría realizar misss transsaccioness si todo mi dinero fuera líquido....". Por sus palabras, parecía que le había ofendido, pero sus gestos decían otra cosa. En verdad sabía lo que estaba haciendo aquel hombre. 

El comerciante se introdujo en su puesto, ya casi cerrado, y tras un largo minuto, salió con una pequeña bolsa. 

Se la tendió a Rashaniel y él pudo comprobar que dentro había dos objetos. Un anillo, con una gema de color amarillento: 

y un collar sencillo, una cuerda de cuero negro con dos piedras talladas de forma simple, geométrica, con un engarce muy humilde: 

El engarce del anillo tenía una clara ascendencia élfica, con su suavidad y redondeces, y las tallas de los collares podrían haber sido hechas en cualquier ciudad, con toda probabilidad, humana. 

"El anillo esss un Topacio amarillo, y puede comprobar que el engarce essss de gran calidad. Los colgantess son casi meras frusslieríass...si de gemass estamos hablando, claro. Son gemass de sssangrie, apresiadas en muchos sitios. Si yo fiuera vos, tendría el anillo en buen recaudo...jejeje.." 

Tras comprobar la calidad de las gemas, Rashaniel decidió que valían el precio pactado, el anillo unos 700 dragones, por la calidad del conjunto, y los dos colgantes con los heliotropos (piedras de sangre), unos 40-50 dragones. Podría vender cada gema del colgante por separado y sacar unos 20-30 dragones por cada una. 

Realmente las compras le llevaron poco tiempo, pese a que algunos viandantes o vendedores tenían ganas, porque las tenían y se les notaba a la legua, de pararla y hablar con ella. Pero ALGO les decía que no era demasiada buena idea....y excepto dos o tres viejas comadres, a las que Arue, por mucho que lo intentó, no pudo eludir, y que le dieron la monserga con las típicas frases de "gracias hija, sois la bendición de Freya, no sabemos qué habríamos hecho sin vosotros, porque mi nieto es un calzonazos y cobardica que blablablablabla..." y un par de situaciones un poco cómicas (vistas desde fuera, claro). 

Finalmente, Arue pudo escabullirse de las ancianas perversas sin que nadie más osara pararla o intentar dialogar con ella, incluso el flechero que le había vendido un pack de flechas recién emplumadas, poco más que "gracias" dijo al vender.*

Y Arue llegó a la posada...donde las risas, las luces, el suave olor a comida (sí, comida), y en definitiva, alegría.......la llamaba. En el fondo, muy en el fondo, pero MUY en el fondo, Arue también quería algo de cariño. Poco...pero algo. 

Y entró.** 

Rashaniel observó con suma cautela - en Fairhill eran considerados héroes, pero en aquel mercado podían esconderse viajeros con oscuras intenciones - las piedras que el extranjero le ofreció y sonrió, satisfecho. El anillo sería fácil de esconder, y si llegara el momento, incluso serviría como regalo. Tenía entendido que entre los humanos estaba la costumbre de intercambiar anillos para festejar el matrimonio, ¿llegaría él a pasar por esa situación algún día?

Tras despedirse con un apretón de manos y una sonrisa, Rashaniel se aproximó a algunos lugareños ociosos - si tenía suerte, podía engatusar a algún guardia también - y les propuso salir hasta la entrada del pueblo para llevarse el cadáver de la Mantícora con un carro. Podían usar la carne para cocinar, y algún curtidor podría hacerse con su pelaje, pero lo que sería un verdadero atractivo para los viajeros sería la cabeza de esa bestia sobre algún portón. Él no se atrevía a disecarla, pero seguro que alguien podría encargarse.

Rashaniel se acercó a unos guardias que paseaban, vigilantes, por el mercado. Cuando les comentó su idea, le contestaron que el Capitán Baran había ordenado ya traer el cadáver del monstruo al poblado y llevarlo al carnicero, por ver si se podía aprovechar algo.

*Rash llegó sin muchos problemas a donde el carnicero, quien le comentó que parte de la carne podría aprovecharse, y que hablaría con un peletero para tratar de salvar gran parte del pelaje de la criatura. Con respecto a la cabeza, sopesó unos momentos la idea hasta decir que era probable que con algo de ayuda, pudiera salvarla....¿pero...dónde la querrían?

"¿Dónde quiere que la lleve después? y...¿quién se hará cargo de los gastos del despelleje y conservación? Hay que pagar los materiales necesarios, la mano de obra de la gente implicada...¿usted? Serían unos 30 dragones en total...si me paga, podría entregársela en 2-3 días...donde me diga, aquí en Fairhill, claro. Incluso podría ponerla en un escudo de madera para colgarla de una pared, si lo desea...sería un buen regalo o trofeo..."

Mientras tanto, un cliente que pasaba por la puerta, entró con una sonrisa traviesa en los labios, apenas unos instantes, para decir "Hey...me han dicho que hay juerga en la Cocatriz...están los aventureros, ése guerrero pelirrojo y la semi-drow, contando historias, o eso me han dicho." bajó la voz un poco para decir, con tono confidencial..."...y también está Sirya, parece que al guerrero pelirrojo le gusta la niña de Arlen, creo que le ha forzado un beso, eso cuentan....como se entere su padre...." movió la mano haciendo un gesto que podría interpretarse como "la que se lía". "También puedes ir, si quieres, al templo a despedir a Fendrin..creo que en un rato Shandrill oficiará unas palabras en su honor...se han juntado muchas mujeres allí...¡¡por eso la Cocatriz está tan llena !! Todos libres !! Jajaja..."

"¡Te espero en la Cocatriz, no tardes!", con ésto último, desapareció raudo y veloz, en dirección hacia la posada...

Al parecer, el hombre ni se había percatado del tímido Rashaniel.

El carnicero miró a Rashaniel con cara de..."No tarde en decidirse, señor...me tengo que ir..."

Rashaniel quedó pensativo ante lo que tenía que decir el peletero, y echó un rápido vistazo a lo que había sacado vendiendo las partes de las bestias derrotadas. En cierto modo, era un tesoro que le pertenecía sólo a él, así que no tendría que darles muchas explicaciones a sus compañeros sobre en qué lo gastaba. 

- Yo me encargaré de costear todo lo que conlleve poner esa cabeza en una base de madera. Lo importante es que esté en interior, y que todo el mundo, ya sea local o visitante, pueda verlo. ¿Qué mejor que la Cocatriz?  - dejó un puñado de dragones sobre la mesa y sonrió - No es necesario que me haga llamar para entregarla, sólo llévela a la taberna y que la cuelguen en un lugar bien visible. ¿De acuerdo?

Tras despedirse del hombre, Rashaniel se dirigió hacia el templo. Tiempo para historias y cervezas había mucho, pero para honrar a un hombre que había dado su vida para vengar a los suyos, no muchos. Fendrin merecía que al menos uno de los héroes que le vio morir estuviera junto a él en sus últimos momentos.

El hombre asintió, recogiendo rápidamente las monedas y apresurándose para cerrar la tienda, mientras Rashaniel se encaminaba al Templo. El viento, flojo pero constante, le acompañaba durante su camino, en el cual pudo observar que los pocos transeuntes que se veían, iban muy abrigados y caminaban rápido.