- ¡No hay tantos soldados cómo parece! - anuncié en voz alta a mis compañeros al escuchar cómo Tavik se lamentaba de que no podían perder más hombres - ¡Y hay que acabar con el sacerdote, Tavik! - grité al escuchar el nombre, recordando a todos lo que nos había contado el orco del bosque.
-¡Atrás todos, intentare crear una linea de grasa para que no pueda pasar el ogro!
- ¡Groland, aléjate de él! - dijo el mago, rebuscando algo entre sus ropas - ¡Se me ha ocurrido una idea!
El semielfo emitió un gritito de alegría cuando el vial impactó contra el brazo del ogro, aunque una expresión de desagrado afloró en su rostro cuando vio cómo empezaba a burbujear y emitir un olor nauseabundo.
- Chicos, ¡voy a intentar prenderle fuego! ¡Distraedle para que me dé la espalda todo el rato! - gritó el muchacho a sus compañeros, mientras agitaba en la mano un frasco de aceite con un paño de tela introducido en la boquilla.
En el barullo del combate, mientras unos y otros luchaban por sobrevivir, sólo Arue pudo percibir la mirada de Rashaniel, su cándida sonrisa y unas palabras musitadas con delicadeza para asegurarse que ella las entendía.
- Suelo mullido... salta.