Balakia tenía el cuerpo tan entumecido por la noche helada en la muralla que Scott la había tenido que ayudar a levantarse cuando se propusieron bajar de allí, la evocadora caminaba de forma torpe así que se había visto obligada a detenerse un momento para sacudir las piernas y frotarse los brazos tratando de reactivar la circulación y así recuperar la sensibilidad, mal que bien lo consiguió ya que pudo bajar las escaleras ella solita aunque no es que se sintiera precisamente como una rosa, no tenía muy buena cara.
No obstante, tras las palabras del general (esta vez imitó al resto en la cuadratura, qué remedio) se alejó un poco de la formación y se quedó mirando cómo el sol despuntaba por el horizonte del vasto desierto. Aquella luz brillante que se intensificaba poco a poco e iba apartando a su paso la oscuridad al tiempo que transmitía calidez.
Su cara mostraba una expresión a medio camino entre pensativa y nostálgica, ciertamente era como para sentirse afortunada en poder contarlo tras la inquietante noche.
Al percibir que Adirael se acercaba suspiró y miró un instante al cielo, sonriendo de medio lado finalmente.
"... Gracias".
Balakia estaba parada en una pose que denotaba bastante alivio, nada de hombros rígidos ni brazos cruzados si no que mantenía el peso del cuerpo sobre una pierna y una mano apoyada en la cadera, o en la empuñadura de la espada mejor dicho. El otro brazo simplemente colgaba paralelo al cuerpo pero se giró con el desenfado de siempre hacia el psíquico.
—Y yo me pido pegarte el cañonazo—añadió levantando ambas cejas con picardía, de pronto estornudo y sacudió la cabeza— ...y una manta polar para la próxima guardia a la intemperie—suspiró—Dios...
La base entera era un caos de movimiento de vehículos y de no ser porque estaban cerca era difícil escucharse. Cuando Scott llegó a recogerles de nuevo como quien viene en el coupé de turno, miró hacia arriba y afiló la sonrisa.
—Claro, Ingeniero Estrella—dijo guiñando un ojo—siempre y cuando no te hayas quedado sin café.
Y se dispuso a subir.