Capítulo anterior
El clán Lávidr había llegado a la región de Setterlund, ya hacía mucho tiempo que vagaba por tierras ásperas buscando un lugar dónde asentarse y prosperar.
La fortuna quiso que llegasen a la tierra conocida como El Valle del Cuerno Roto. Allí el gobernador era un retorcido Varl llamado Jeknir, el cual afortunadamente le ofreció al clan vagabundo amplias tierras para asentarse.
La felicidad duró poco tiempo, pues la tierra prometida para Lávidr había sido al mismo tiempo cedida al clan Rotesnö. En la desesperación por obtener aquello que tanto tiempo habían añorado, una cruenta batalla enfrentó ambos clanes. La fortuna quiso que el triunfo fuese para los oponentes de Lávidr, además de cobrarse las vidas de Helka, Jounn, Sigfrid y Makkar. Quienes murieron en batalla y seguirán luchando en Valhalla.
Sintiéndose traicionados por el gobernador de esas tierras, ambos clanes decidieron parlamentar, incluso los vencedores propusieron una alianza temporal para ir en conjunto a reclamar a Jeknir.
Dos días despues, luego de haber descansado, ambos clanes llegaron a la Aldea del Cuerno Roto, enviando emisarios que reclamaron con tono de amenaza una audiencia con el señor de la aldea. Jeknir los recibió con mala gana, intentando provocarlos con burlas y amenazas. Luego de una acalorada discusión, les presentó un clan muy numeroso, Oskrig, al cual le daría dos de los tres territorios de la zona... el tercero se lo daría a Rotesnö y Lávidr podría habitar la tierra rocosa junto a las montañas. Intentando evitar aquello, los líderes de ambos clanes hicieron un pacto: lucharían solamente sus campeones en la plaza del pueblo, luego el ganador habitaría las tierras fértiles, el perdedor las colinas y formarían una alianza.
La batalla de campeones tuvo nuevamente un resultado adverso para Lávidr, y Rotesnö por segunda vez demostró su valia en el campo de batalla. Por fortuna esta vez no hubo muertos, cada uno se marchó a su territrio con la promesa de que se aliarían, y en algún momento Oskrig y Jeknir pagarían por la jugarreta que les había fraguado.
Y una noche no muy lejana de su segunda derrota en batalla como clan los Lávidr sentados alrededor de un fuego debatieron los pilares de lo que sería el futuro de todos. A pesar de lo agreste de ese frío lugar su extensión era tan grande que decidir donde situar el Gran Salón fue un tema caldeado, los Varls plantearon su punto y el resto también formando diferentes opiniones. Finalmente para tranquilidad se logró una decisión y fue asentar el Gran Salón en el centro de todo el territorio.
Pero eso sucedería más adelante, antes había que tener con que construir y aparte algo mucho más importante, para comer. Un nuevo debate surgió inmediatamente y este era para saber en que iban a hacer para poder pasar el invierno. Uno que venía más rápido de lo que todos querían. Esta discusión fue rápida, casi no hubo incluso, lo extraño es que el resto de la gente del clan no estuvo de acuerdo. Buscar recursos en vez de comida e incluso por encima de cualquier otra cosa les pareció la peor de todas las decisiones.
La moral se resintió con fuerza pero no la suficiente para quebrar a la gente, se mantuvieron firmes como clan y eso dio una ligera seguridad a los líderes. Se dividieron las tareas y cada uno salió por su lado, en solitario o bien acompañados. Tras una semana todos se reunieron otra vez pero esta vez dentro de una tienda. Era el equinoccio de Otoño y alrededor un fuego como era ya costumbre todos se reunieron para comentar que habían visto, conseguido y encontrado.
De toda esa reunión se consiguió saber que poco había en las tierras, pero de ese poco había mucho para contar y hacer. Un oso que prometía más carne si sabían donde buscar, unas cuevas donde refugiar al clan de ser necesario, la promesa de conseguir oro y para bien del clan, se pudieron lograr lazos comerciales con el clan Rotesnö y el clan de Jerknir.
Con toda esa carne del oso los ánimos mejoraron pero hasta cierto punto, la carne se acabaría y concluyeron que ir por el otro oso era prioritario, como también construir el Gran Salón lo más rápido posible y el último de los temas y quizás el más peligroso de todos. Velar por defender las tierras que tanto sufrimiento les había costado conseguir, aun cuando fueran tierras obtenidas por la derrota.