Me levantan los gritos de la gente. Camino en el pueblo y veo con horror mas gente muerta y lo peor cruelmente torturada. ¿En que clase de pesadilla me encuentro? De repente escucho algo de sepultura. Sí, estoy de acuerdo. ¿Quien me ayuda? Estas personas merecen al menos el respeto de sus cuerpos.
- Yo lo ayudo, Don Diego -contesta Pedro, que andaba por ahí. No tengo las fuerzas que tenía antes, pero no podemos dejar los cuerpos pudriéndose en la calle. Llevemoslos al señor Toñin que les dará una respetuosa sepultura.
El tiempo pasaba y todo estaba tan confuso como al principio, no estaban solucionando nada, pero era normal, apenas tenían indicios claros de algo y la gran mayoría en la que el mismo se contaba eran pueblerinos que tenían suerte de tener un trabajo.
-Como bien a dicho el señor.-Señalo con la mano abierta y de gesto suave a Nikolai Vasiliev. -No creo que quieran hacer una carnicería en si, mas bien terminar esto por cuenta y riesgo sin tener en cuenta la opinion del resto.-Miro a su alrededor.
-Aunque creo que aun no tenemos ningún tipo de opinión. Por desgracia.-Apuro su copa se limpio la boca con la manga y resoplo amargamente. Si la vida era dura, esa semana seria lo mas cercano al infierno.
Perdon la tardanza he estado out
Pocas veces habían visto al General levantándose tan pronto, pero es que aquella noche casi no había podido conciliar el sueño. Sus nietos estaban fuera del pueblo, este sitiado y una guerra entre bandos ocultos se había iniciado entre los vecinos.
Tras asearse agarro su espada, que había dejado al lado de la cama por seguridad, y salio de su casa dispuesto a hacer una pequeña guardia por los alrededores. Lo primero era comprobar que todo estaba en orden en su hogar.
Finalmente se encamino hacia el pueblo, esperando malas noticias. No podía ser de otra forma. Allí no tardo en enterarse de que la noche se había llevado a tres vecinos mas. Dos de ellos tenían marcas que sugería que bando era el culpable de aquella muerte, el último parecía haber sido sentenciado de manera distinta. Alguien estaba ejerciendo la justicia de su mano. O quizás un grupo.
El caos ya reinaba San Palmaquino, no habría forma de restituir el orden. Al menos Antonio no confiaba en ello hasta que no acabaran los asesinatos y... quien sabe cuando sería eso. Hoy se exigiría una nueva cabeza ¿podrá el pueblo tener buen criterio? ¿se tuvo ayer?. El General aun no tenía pruebas contra nadie, cualquiera podía ser culpable, cualquiera podía ser inocente. Al menos los niños están a salvo de este infierno...
Se mantuvo en un silencio extraño a su persona. Ayudó a cargar los cuerpos para que se les diera sepultura y se rezara por sus almas. Al menos todos tendrían esa concesión.
Gonzalo se dirigió a abrir la taberna cuando se percató de que la Rubita del puesto de la plaza picaba pidiendo agua. Justo cuando se acercaba abrir su negoció vió como el joven pirata se escaqueaba de la taberna, pues él se había llevado la llave consigo, no eran momentos muy seguros en el pueblo.
Ahora mismo Isabelita- le dije cuando me acerqué a ella. Mira entra siéntate y bebe lo que quieras, le dije acercándole una jarra con agua fresca.
Se dispuso a su rutina de abrir puertas y ventanas. En el río había descansado y tranquilizádose después de ver los cádaveres. Seguía preguntándose quién podía estar detrás de todo eso. Ese día decidió sentarse en el banco que había frente a la taberna, oteándo y pensando en el ir y venir del pueblo.
No pudo frenar el recuerdo de el hermano Leovigildo, que le había apuntado como el asesino, como él había hecho con Leovigildo, quién había resultado condenado.
Pensó en Martín Alfonso de Córdoba, y en los otros hombres armados que había en el pueblo, debido a su relación presente o pretérita con algún cuerpo armado. Y no pudo evitar pensar ¿Si ellos que están armados y conocen el arte de la defensa, no nos protegen, quién lo hará? O, ¿de quién tienen que defendernos? Tal vez... ¿de ellos mismos?... Dejó que sus pensamientos se dispersasen mientras el sol matutino le calentaba la cara y sus nervios estaban de punta.
Mire atenta a lo que dijo Frank 3 dedos y asentí que tenía razón a lo que estaba diciendo... a lo de que no querían hacer una carnicería en si... pero estaba un poco con desconfianza de casi todos los ciudadanos de este pueblo... pero yo no quería que me pasara nada porque quería volver a ver mi pequeña hija... que siempre la tenía en mente.
Le miro a todos lo que estaban alrededor de el señor digo y le digo... - Alguna opinión que tengas que objetar porque no sería de ayuda... para poder salvar al pueblo, de los inquisidores o de quienes fueran los cupables de todo lo que está pasando...
Se me fue la hora de ir a trabajar pero sabía que la dueña no me diría nada... Porque estábamos todos en alerta del pueblo y estaba con todos los ciudadanos en la taberna... mientras los demás se tomaban una copa. Levante la mano para pedirle al señor tabernero una copita de vino, de todo lo que estaba ocurriendo podría permitírmelo.
ANUNCIO ESPECIAL:
Dado que he recibido varias y diversas notificaciones de ausencias por las festividades de semana santa y los miembros de la partida que asistiran a la kdd Nacional, informo que para no perjudicar la partida, suspendere la misma hasta el 8 de abril de 2013. Fecha en la cual se termina todos los eventos importantes. Es decir la partida queda suspendida por dos semanas, sin embargo los jugadores pueden postear, votar o cambiar su voto. Nadie les impide seguir roleando si lo desean.
Para las personas que me han comentado otras ausencias, lo único que les pido es que cumplan con el mínimo de posteo, voten, y hagan las acciones propias de su rol, lo cual pueden hacerlo facil si se organizan.
Reiniciamos el 8 de abril.
Sonrei a Gonzalo, era nuevo en el pueblo, regentaba la taberna recién llegado porque el anterior dueño ya no lo veía, pero se le daba bien, le agradecí la jarra y le pregunté sobre el tema central del pueblo del que no hacía más que oir voces y rumores.
No podía soportar ver más muertos, por favor que esto termine ya... desde que llegó el obispo¡¡¡ esto ha sido una enfermedad pal pueblo...
Holgazaneando en la cama, aquel amante no tardó a entregarse de nuevo a los susurros embaucadores de Morfeo, la felicidad se leía pintada en su rostro, la existencia le sonreía como el sol filtrándose en un claro de nubes de tormenta. Jack, sin querer ser demasiado consciente, vivía en el ojo del huracán.
Tras un tronador golpe de puerta, el sueño se hallaba de nuevo roto, Eleánor se personó gritando su nombre, audiblemente alterada, y antes no hubo terminado aquella frase el antiguo corsario se incorporó de la cama de un salto, para hacerle ofrenda de abrazos y dulces palabras en pos de calmarla –Tranquila bean mo chroi ¿Qué es lo que ha pasado?- Jack era Irlandés por parte de madre. -¿Es tu padre?- Obviamente que el noble les descubriera y volviera a ponerles tierra de por medio era en ese instante uno de sus peores temores, pero no era eso lo que preocupaba tanto a la joven, era algo mucho peor así que no tardó a ponerle al corriente de las novedades que perturbaban la vida tranquila de San Palmaquio.
***
Aquella noche Jack no había faltado a aquella reunión tan fatídica que celebró el pueblo, cuando se lo pidieron señaló como tantos otros al hermano Leovigildo, pues con su fanatismo había sembrado enemigos entre todos los villanos. No le tembló el pulso hacerlo, no era la primera vez que veía ahorcar a hombres, o verlos pasar por la quilla del barco, así que tenía un buen estómago para soportarlo, aunque tampoco sintió placer alguno y lejano era el tiempo en el que había empuñado una espada en vez de un bisturí.
En las horas previas a la noche no apareció por la taberna, ahogar sus penas en alcohol era lo último que le apetecía y menos reunirse con tanta gente que llevaría la culpa pintada en la cara. Ya no importaba que el demente ese le tachara de hereje por sanar con sus medios a los enfermos en vez de encomendarlos a Dios.
***
El Galeno se había mostrado huraño y poco o nada comunicador casi todo el día. Había cerrado las puertas de su negocio mostrándose indispuesto y poco participativo con cualquier quehacer de sus conciudadanos. Quizás prefería gozar de su soledad y sus ánimos ensombrecidos ante lo que les acaecía que mezclarse con los que podrían llegar a ser sus verdugos.
Al caer la noche ésta se presentaba fría como la muerte y la luna teñida de sangre.
Cuando el galeno fue llamado a votar, salió de las sombras con el tiempo justo de señalar con mano trémula a aquél que creyó mejor. Un rostro desconocido antes que a un vecino. El azar o la cruel mano de Dios harían el resto, y bien esperaba condenar al culpable o alguno de ellos.
Lo único que en ese momento Eléanor deseaba era no ser ella, salvo por la circunstancia de que su amado volvía a estar con la muchacha. Si no fuera por ese transcendental hecho, se cambiaría por la campesina más pobre de todo el virreinato. Lo que estaba pasando en aquel pueblo era una horrible pesadilla, y ni siquiera conseguía calmarse entre los brazos de Jack, mientras él hablaba con voz dulce. La desesperación tocó la última fibra de su ser y llegó a pensar que estaba todo perdido. No sólo estaban aquellas horribles muertes, sino que, además, tenía miedo de que todo volviera a derrumbarse a consecuencia de un infortunio, como un simple descuido. Todo se echaría a perder. Meses de lágrimas, sufrimiento y agonía volverían con ella si su padre llegara a descubrirlos.
Sin embargo, de forma egoísta, no pudo evitar pensar que el mal había ido a parar a otros. Era el resto del pueblo el que estaba sufriendo ahora y, pese a que no le agradaba en absoluto, un rayo de esperanza atravesaba su corazón ante las palabras de Jack. Lo miró, asintiendo con la cabeza, en silencio, maravillada por que estuviera tan decidido en seguir adelante. Era lo único que importaba.
Al caer la noche, Eléanor, bajo una capa con capucha, medio oculta en un rincón entre el gentío, señaló también a quien pensaba que podía ser el causante de todo aquello. Aquel hombre que vio retorcerse en plena calle, hablando en latín de forma siniestra. Sin embargo, su mente vagaba y se entretenía con otros derroteros, como si aquello no fuera con ella, o apenas le importase, aunque había estado por la tarde rezando en su pequeña capilla privada en su casa pidiendo por los muertos.
Cuando aquello terminó, ni siquiera pudo despedirse del galeno, tampoco parecía que le importara. Simplemente, bajó la vista, se dio media vuelta y salió de aquel lugar volviendo a pensar en sus particulares cosas con un aire distraído.
Sintió el horror que había cometido cuando vio la horca en mitad de la calle, al anochecer. Su aspecto macabro y la cuerda mecida por el viento, atraía su mirada como un oscuro encantamiento. Le dio un escalofrío por todo el cuerpo, y apartó la mirada, tratando de no sentirse culpable por algo que le habían pedido hacer. Tragó saliva con dificultad, temerosa por que la matanza siguiera esa noche. Fue cuando se dio cuenta de que no podía estar más tiempo paseando por las oscuras y trémulas calles para despejarse la mente y volvió al único lugar en que estaba deseando llegar. Aquel en el que se encontraba feliz, segura y protegida. Desde hacía mucho tiempo, sonreía por estar entre cuatro paredes con la persona cuyos sueños protagonizaba.
Se reunió con él, como la anterior noche. Y lo siguió allá donde fuera en aquel sueño que se había convertido en realidad. Su perspectiva de su propia existencia había cambiado. Deseaba y prefería poder estar mil años despierta con tal de vivir con Jack más allá de lo que aquel pueblo les permitía, que dormir un solo segundo y tener sueños en los que el galeno no apareciera. Dormir ya no entraba en sus planes. Lo único que quería era estar con él, pasara lo que pasara, aspirando a tener una vida tranquila donde fuera, sin el horror acechando en cada esquina, de forma peligrosa, con su sombra alargada cuya mano porta una guadaña. La Muerte se había asentado en aquel pueblo temeroso de Dios y ahora parecía que ni el Creador se preocupaba por sus súbditos.
El día nuevo se despertaba en el horizonte y la muchacha cumplió con la obligación. Se presentó en el lugar adecuado, en el momento adecuado y, sin apenas hablar ni emitir sonido alguno, suspiró profundamente, y señaló la persona que podía estar detrás de aquel terror que estaba sembrando el pánico en el pueblo.
Dios me perdone, pensó, con los ojos empañados en lágrimas, aún sin darse cuenta del todo de lo que había hecho señalando a aquel hombre.
Dorian al escuchar el discurso de Diego piensa en la razón que tiene.
-Sin duda estos hombres merecen un entierro digno. Da igual el pecado que cometiesen, ya han pagado, merecen un descanso y no pudrirse en las calles como perros. Diego cuenta con mi ayuda.
Tras esto acompaña a Diego y al mendigo para enterrar a los condenados.
Una vez terminado su trabajo y que sus servicios ya no eran requeridos en la casa del ultimo fallecido, Martín, pudo relajarse y descansar del duro y triste día que había tenido y aunque no fuera normal en el, se acercó a la taberna a echar unos tragos pues la situación lo requería. Los hechos tan terribles que estaban ocurriendo en aquel pueblecito no dejaban a ningún habitante tranquilo.
No había tenido mucha relación con los que frecuentaban la taberna e incluso había votado el día anterior por el tabernero Gonzalo y aunque no sabia por que lo hizo y no sospechaba de el, se sentia responsable por lo que podría haber supuesto su decisión.
Entro en la taberna, fue a la barra y pidió un trago, cuando Gonzalo se lo sirvió le dejo una propina para intentar reconciliarse con el.
Tomó su copa, miró a todos y brindó por la salud de todos los presentes invitando a los demas a que brindaran con el. Iba a pedir otro trago cuando propusieron enterrar a los fallecidos y como buen cristiano y buen vecino se presto voluntario para tal fin.
Tres muertos mas... esto estaba fuera de control. Al principio el cazador estaba "conforme" con la muerte del alcalde y del obispo, pues no eran si no estandartes de opresión impuesta por invasores de aquellas tierras. Pero luego la mano de la muerte empezó a tocar a todos sin distinción, aquello se habia convertido en una masacre indiscriminada.
-"Hay que organizarnos y descubrir a los culpables, propongo vigilia constante de todos los del poblado en la plaza mayor, quienes no estén serán inmediatamente sospechosos y con la mirada constante de todos pronto descubriremos quienes están detras de esto"- Dijo con su fuerte voz mientras su arma terciada en la espalda se movia "nerviosamente".
Justo tras las votaciones, se han dado cuenta que tras las votaciones hay empate. Eleanor y Alaalegre deberan sacar una carta de una baraja. La carta mayor corresponderá a quien sea asesinado.
No se sabe que vaya a ocurrir. Todos murmuran sobre el posible resultado.
Diego Gomez muerto es encontrado, las causas son extrañas, pero a pocos parece interesarles.
Nikolai esperó en silencio el sorteo de quien sería el ajusticiado. Observó la escena en la que elegían una carta con cierto interés, pues entre los empatados a votos se encontraba la persona a la que él mismo había votado. Esperaba, que si Dios no los había abandonado saliera elegido por el azar si es culpable y exonerado si era inocente.
Por desgracia, la Diosa fortuna iba a menudo por caminos diferentes al de la justicia.
La suerte no esta de lado de la mujer, saco la carta más alta y solo por su mala suerte debe morir. La horca la espera.
Eleanor si deseas puedes decir unas últimas palabras.
La muchacha tragó saliva con dificultad. Jamás se imaginó que si destino terminaría de aquella manera. Ella, que no era nadie como para que algo así le ocurriera. Miraba la boca abierta de la horca y notó cómo la llamaba de manera encantadora, como si la hechizara.
Miró a todos los presentes y decidió que era lo que debía hacer. Se lo había prometido a ella misma: cumplir con lo que debía, con su trabajo. Costase lo que costase. Se encogió de hombros, y cerró los ojos por un momento. No era justo, pero no tenía derecho a decirlo, no cuando ya habían muerto más de esa forma. Pensó por un momento que, al menos, se ahorraba morir de otra forma más atroz... si es que la había.
-Espero que tengáis mejor suerte que yo- murmuró la muchacha, con los labios secos, y la garganta como un desierto-. Si es lo que habéis decidido, así se hará- añadió, tratando de conservar algo de honor, aunque para las mujeres eso no existiera a ojos de la mayoría de los hombres, y se enfrentó a su destino, como le habían enseñado: cumpliendo con su deber, hasta la última de las consecuencias.
Ohhhh, morí U.U
XDXDXDXDXDXDX