Señala enfurecido a Gonzalo. -Tu!!! tu ignoras la palabra del señor e intentas corromperme con la sangre del demonio, pecador! arderás en las llamas del infierno por tus actos ya que nin el señor ni yo nos apiadaremos de tu alma corrupta!
-¡Deja ya a tu señor! Tiene cosas más interesantes que hacer que escucharte - digo al monje feo, intentando no mirarlo a los ojos, ya harto de esta situación de locos.
Menudo pueblito vine a escoger para pasar la noche...
-Hermano, perdón por levantarle la voz, pero dadas las circunstancias usted es quien me parece más sospechoso de todos. Si intentara callarse la boca nos dejaría pensar a todos mejor, gracias - digo, siendo bastante cortante en mi respuesta.
Entonces, para aligerar la tensión me vuelvo hacia el tabernero y digo:
-¿Podría ser una cerveza a estas horas de la mañana? Es que no estoy para estas cosas...
Aún en la puerta la respuesta de Leovigildo le enfada más. No porque sea un cura o deje de serlo. Si no porque, como un vecino más, se estaba comportando como un inconsciente y un villano.
-Mi señor es el mismo que el tuyo- le contesto ya más serenamente, aunque aún con un deje enfadado en la voz. -Y conozco su palabra tan bien como tú. Pero eso no me da derecho, como no te lo da a ti, a ir montando espectáculos teatrales que asusten a las gentes. Y sobre todo a los pequeños que ya estarán bastante preocupados y perdidos. le suelto tajantemente, sorprendido por el comportamiento incoherente que estaba teniendo el hermano. No es que lo conociese mucho, pero a pesar de sus excentricidades siempre había sido un habitante más con el que compartir una conversación.
Justo en ese momento una joven, algo engreída, se acerca a él exigiéndole información.
Nos sitian, mi señora. Han asesinado a la pobre Agapita- me preocupo de mencionar primero a la esclava, y no al alcalde, o el obispo, para dejar clara mi postura. Al alcalde y al obispo. El ejercito español se acerca al pueblo a llevar a cabo una investigación. No tenemos claro lo que va a pasarnos.
Se da la vuelta, dándole la espalda a la plaza y vuelve tras la barra. Sintiéndose algo culpable por la contestación amarga que le da a la jóven, ella no tiene la culpa de nada.
Claro que si, amigo, pasa.- digo contestando al joven que había llegado un par de días antes al pueblo. - Vaya dos días que llevamos- digo para ser cordial y abrir una conversación Jamás había visto a nadie comportarse así digo casi más para mi que para el resto mientras le pongo una cerveza al extraño y le pongo una más a Doiran
editado para añadir
Olwyn medita lentamente lo que dice tres dedos y de paso escucha como el resto de gente del pueblo parece ponerse mas y mas nerviosa por momentos
-podrías tener razón, que no hayan herejes y los muertos hayan caido en una pelea personal. Pero eso nos deja en una situación aun peor, el obispo dejo claro que ha llamado a varios inquisidores que ya deben estar entre nosotros, y no creo que se detengan en su búsqueda de los herejes solo porque tal vez no hayan. Igual que el ejercito que nos cerca no va a levantar el sitio solo porque tal vez no hayan herejes. Si no hay herejes vamos a ser víctimas de la ira de la inquisición para nada. Mala perspectiva-
Disgustado por semejante idea se encamina a donde Santiago Alvarez baja el cuerpo de Agapita
-deje que le ayude, con mi mula llevaremos a estos tres pobres desgraciados al cementerio, espero que los soldados nos dejen entrar. ¿viene usted también?- pregunto al enterrador, aunque no debería ser necesario
Samuel tarda en reaccionar tras ver la macabra escena. Eso sí, cuando oye la posibilidad de salvar a los niños, se apresura a ayudar a buscarlos, mientras responde preguntas de los padres, que dudan en dejarlos ir.
-Creedme, si hay masones e inquisidores entre nosotros, lo mejor es alejar a los niños. Ponedlos a salvo, ellos son nuestro futuro, y lo que puede esperarles aquí es demasiado horrible.
Vuelvo después de ver la escena de los crímenes a mi puesto en la plaza y escucho la conversación de algunos de los presentes llorosa y apenada pensando - pobre Agapita, era mi vecina en el mercado, vendia un buen pescado... y era una buena mujer y muy trabajadora... es una pena que haya sido asesinada por los del clero... que son los que promueven la bondad y todo eso... los más beatos ha resultado que son los malvados... que fuerte ¡¡¡
Estaba apunto de relatarle lo acontecido al general, dejando de lado el pasado y las noticias de la madre patria, cuando uno de sus hijos aparecio corriendo, trayendo la noticia que precisamente venia a dar
- De esto es lo que queria hablarle mi general, han puesto una cuarentena en el pueblo. El soldado por lo que oi, se ofrece a sacar a los niños antes de que marquen el cierre. El ejercito vendrá para buscar un culpable de la muerte del Ovispo y el Alcalde. Han mencionado las sospechas de Masones entre nosotros.
Trago saliva y tras carraspear añado.-Debemos organizar a la gente antes que el temor les haga incurrir en la desobediencia civil, no tardaran en alzarse las voces cuando comiencen a señalar los dedos inculpando al vecino. He visto muchos extranjeros, incluso yo mismo casi soy uno. Tendremos una pequeña guerra aqui, si no nos organizamos bajo un orden y creo que usted es el indicado mi general...
El general no disminuye la marcha mientras Francisco le cuenta lo que sabe. Asiente con rostro severo, trasluciendo su atención. Empieza a analizar cada detalle, cada posibilidad, cada cabo. Se cruzan cientos de pensamientos y su mente recurre con prontitud a los procedimientos que empleaba cuando estaba en activo. Piensa, y teme no errar, que esto es solo el principio.
- Masones. - resopla con indignación. - Puede que sea solo una excusa para entrar en nuestro pueblo y hacer en él lo que se les antoje. Pero sea así o no, van a venir y no pararan hasta arrasar o llevarse a lo que creen que van a encontrarse aquí. - Se encerró en el silencio, sin dar pie a seguir la conversación durante unos largos segundos. - Y dices que han muerto el obispo y el alcalde ¿no?- No parecía muy sorprendido. Quizás no se esperase que fueran esas dos figuras las primeras en caer, pero cualquiera diría que el General ya contaba con sufrir bajas. - No han hecho mas que anunciar la guerra y ya se han descabezado... - hablo casi para si - No se si el alcalde tenia algo que ver con los masones, pero ha dejado el pueblo sin orden. Como dices, hay que retomarlo. No podemos consentir que las culpas vuelen de un vecino a otro. Una acusación en una situación así puede significar una ejecución. Exigirán sangre por las victimas... -
Antonio se preguntaba si tan graves eran los pecados de los habitantes de San Palmaquio como para atraer tanta desdicha. Entonces volvió a recordar a los pequeños. Esas almas inocentes que aun podían salvarse. Al entrar en la plaza no le fue difícil identificar al soldado. Se dirigió hacia él sin miramientos.
- Soldado.- llamo su atención mientras realizaba un saludo militar. - Soy Antonio Grande, General retirado del ejercito español. Tengo entendido que va a apartar a nuestros niños de esta desafortunada situación en la que se halla nuestro pueblo. ¿Se puede saber a donde los va a llevar? - lo miró de arriba abajo, evaluándolo. - ¿Y, sin animo de ofender, qué le acredita a usted? ¿en que división sirve? - Sus palabras eran duras. No por tener nada en contra de aquel soldado, ya había adoptado su ya casi olvidada actitud de mando. Ademas, debía saber si podía confiar en él para dejarle a cargo de sus nietos.
-No estoy en contra de rezar para que el Señor se apiade de nosotros. Pero también creo que entrar en pánico no nos ayuda a nada.
Dijo como respuesta a las ideas apocalípticas de Leovigildo. Nikolai creía que si se calmaban y pensaban era como saldrían de ésta, y no enloqueciendo ni tomando una aptitud derrotista.
-Si alguien ha matado al obispo y al alcalde es nuestro deber encontrar a los culpables. Puede que el Señor nos ayude, pero nosotros también tendremos que pensar.
El ruso creía que esta era una de esas situaciones de las que no se salía solo rezando. Debían hacer algo.
Veo cómo todos hablan y no entiendo nada. Agacho la mirada y asiento lentamente.
Esto va a ser una carnicería...
Pedro se acerca al hermano Leovigildo y trata de rodearlo con el brazo.
- Hermano, no perdamos la calma, estos señores sólo quieren dilucidar que ha sucedido con el alcalde y el obispo. Yo me uniré a vuestras plegarias pero en un tono que no asuste a los pequeños.
El enorme cazador, con sus casi dos metros de altura, escucha sin decir palabra como todos parecen a punto de explotar. La religion y la politica se han unido en torno a la muerte, nada mejor para acabar con la tranquilidad de un pueblo perdido con aquel.
Solo el mas fuerte sobrevivirá; Sonrió malisiosamente mientras seguia limpiando su arma de caza.
Que enredo con tantos post tan largosssssssssss.
Nadie tiene nada claro, eso es a lo único que había llegado como conclusión final.
-Muy bien Olwyn, entonces comprendo que deseas que votemos a un culpable. Muy bien, luego no me culpes por usar tus propias palabras.-Dicho esto entro al bar a pedir un refrigerio, no tenia mucho mas que decir, al menos de momento.
Seguíamos en la plaza con todo los de poblado que estaban diciendo a donde se iban a llevar a los niños... a mí me interesaba saber a dónde se los iban a llevar ya que tenía una hija. Y no me fiaba con quienes se iban a ir y si iba estar sana y salva...mire a haber quienes podían escuchar y les dije...
-Haber por favor que alguien sabe que me diga, a donde se van a llevar a niños o al final no se los llevaran. Y que pasara con nosotros.
El pueblo se ponía cada vez peor, la gente gritando e intentando llevarse a los niños, ahora me alegro de no tener descendencia.
Disculparme o sacros señores, que por mi edad he estado encerrado en mi cabaña, y al parecer he despertado y todo es un caos, perdonar mi demora, espero se útil para todos sus menesteres... Dice el anciano de largas barbas. Espero que podamos encontrar entre todos los insolentes que osan en venir a quitarles paz
A Eléanor no se le escapó el desdén en las palabras del tabernero. Y lo entendía. Mientras que ella siempre había tenido todo lo que había deseado y nunca se había tenido que preocupar por la más mínima rebanada de pan o por un poco de especias para adobar la comida, él, junto a muchos otros de aquel pueblo, no había tenido tanta suerte. Porque era precisamente eso: suerte la que guiaba las vidas de todos los que vivían allí. Y, mientras que a ella le volvía a sonreír trayéndole a su amado a su lado, otros dejaban a sus hijos en manos de un completo desconocido.
Evitó por encima de todo ir a ver los cuerpos de aquellas pobres almas desdichadas. Quiso ahorrarse el mal trago, pero, por encima de todo, lo que quería era ir a avisar a Jack. Debía de llegar a sus oídos la noticia y salir cuanto antes de su hogar para decidir juntos qué hacer a continuación.
Pensando, mientras caminaba en un intento de ir rápido, se decía que era el momento de huir juntos y de no volver la vista atrás. En ese pueblo no había más que miseria y muerte. No debían de quedarse allí. No les traería más que problemas. Sin embargo, la idea se le volatilizó de su mente en cuanto escuchó a los vecinos decir que el pueblo estaba cerrado, que sus accesos habían sido cortados. Como dijo un militar, el pueblo estaba sitiado.
Tragó saliva con dificultad y notó la soga al cuello. Quería irse de allí sin perder ni un segundo más. Pero, después de recibir esa nefasta noticia, no tenía sentido correr. Daba igual. No podían salir. Estaban atrapados en el pueblo a la espera de... ¿qué?
Suspiró, deprimida, pensando ya que la suerte empezaba a torcerse y que comenzaba a desaparecer. Siguió caminando hasta llegar a casa de su doctor, y abrió la puerta, impaciente, sin esperar siquiera el permiso para poder entrar.
-¡Jack!- gritó, en mitad de aquella oscuridad-. ¡Jack, ha ocurrido algo!- dijo, nerviosa.
Las indagaciones del General quedaron en saco roto. El soldado no daba abasto entre recoger niños e intentar escuchar a la gente que, como él, hacia preguntas acerca de como estarían los niños, a donde los llevarían, cuanto duraría todo esto... Ni siquiera conseguía entender nada, era un tumulto caótico y era normal.
Antonio se giro a tiempo para ver a su hijo, la mujer de este y su hija conduciendo a todos sus nietos hacia el único carro que abandonaría el pueblo. Se acerco velozmente, con gesto severo.
- ¿Que hacéis? No sabemos quien es ni que hará con los niños. No sabemos si es de fiar.
- Lo siento padre. - le respondió Pedro, sin dejar de acercar a los niños a su salvación.
- Sacalos de aquí, nosotros los protegeremos. No se atreverán a juzgar a niños.
- No padre. Los vamos a mandar fuera. Juan los cuidara, se ha quedado fuera del pueblo. Había ido a tratar varios asuntos con los pueblos vecinos y se enterara de lo ocurrido. Estará esperando cualquier noticia, sabrá lo de los niños.
- Porque no me dijiste eso desde el principio. - Le reprocho. Si el marido de su hija estaba a salvo podía confiar en que cuidaría de todos sus nietos. O mas le valía, Antonio no cesaría en castigar cualquier ataque contra uno de sus pequeños.
El General dio por finalizada la discusión y se despidió efusivamente de cada uno de los niños sin guardarse para si ni una palabra de cariño, animo y consuelo. Era realista, podía ser la última vez que los viera.
Las lagrimas relucían en sus ojos cuando la carreta partió.
(Mierda!! que estaba escribiendo cuando posteaste!! XDD)
Bueno caballeros, señoras, señoritas. Dice haciendo una venia. Me voy, prometo cuidar de ellos, y hare llegar sus cartas, es hora, no quiero meterme en problemas.
Y tras decir eso, entre lagrimas, gritos y desmanes la carreta se aleja.
Y siendo ya tarde y viendo a los niños desapaecer entre las montañas, todos ustedes sumaron sus votos y establecieron que el hermano Leovigildo moriría en este momento
La soga esta lista, y todos observan, aunque esta vez no saben si realmente ese hombre es masón o inquisidor, o simplemente un loco de aquellos que fallecieron y que dieron algún sentido a lo poco que vivieron.
El atardecer esta ahí, y la noche caera, y siempre existe el miedo de ser el próximo en el camino de la maldad.
Hermano Leovigildo puedes decir una últimas palabras si quieres.