—Entonces lo que sugieres es que la prueba pasa por hacerse un café. Y que los años también podrían ser un indicador de la potencia del microondas...
Examinó el microondas con más detalle. Comprobó con si en el teclado del microondas faltaban solo las carcasas de los botones o todo el mecanismo de resortes de debajo. En el caso de que fuera lo primero, comprobaría si los resortes podrían activarse sin necesidad de tecla, y si no fuera posible si la única tecla que tenía el aparato podía quitarse sin romperse y luego ponerse en los otros resortes sin tecla: si así fuera se podría teclear cualquier cosa utilizando la única tecla que había como una especie de comodín para ir activando las otras cifras.
Luego se acercó mucho a la puerta a ver si se veía lo que había dentro y probó, también con cuidado, si la puerta del aparato se abría directamente tirando de ella, como solía ser en algunos microondas.
Charlyn examina el teclado del microondas, la idea de presionar los botones sin tener las teclas parece posible, es cuestión de intentarlo. Trata de ver en el interior del microondas, pero no puede ver nada. Tiene la impresión de que huele a chocolate.
En la habitación aún hay algunas cosas sin examinar: el paquete de harina que esta en el mesón, también los víveres que están en uno de los armarios, que son un paquete de arroz, uno de pasta, uno de sal, uno de azúcar, y un cartón de treinta huevos.
La información fluía pero aún así era como si nos faltaran piezas para completar el puzzle — vamos a revisarlo todo. Haber si el paquete de harina contiene harina o en la letra pequeña nos dice algo más — y lo mismo con los demás paquetes que hay en el armario. La lupa permitía mirar con detenimiento todo el texto que contenía, así como cualquier otra referencia.
— Si nos han dejado más ingredientes que el vino, tendrá su razón. Hay que ver qué sentido tiene el paquete de arroz y la pasta — lo mismo con la sal y el azúcar, aunque esos sería fácil de comprobar si su contenido era verdadero o no — ¿30 huevos? Demasiados a simple vista — igual algunos fueran como los de pascua, rellenos de chocolate o con algún papelito sorpresa como los dulces chinos.
— Podría hacerse una tortilla aunque falta el aceite — los diferentes víveres combinan con muchos platos pero aún así veía que faltaban ingredientes necesarios — quizás un pastel. Huevos, harina, azúcar...
Robert mira el paquete de harina, se da cuenta que está abierto, y se ve que fue sellado de nuevo con lo que parece cera para sellar cartas.
—¡Creo que se puede teclear, y dentro parece que hay chocolate!
Ella también se puso a observar el resto de paquetes, centrándose en el de azúcar y en los huevos.
—Si amas el café, quizá nos falte algo más en el acompañamiento del desayuno.
Observó si había algo escrito en los huevos, algo en lugar de la fecha de caducidad y si pesaban como debería pesar uno real.
Charlyn no ve nada escrito en los huevos, pero al ir levantando uno por uno, nota que nueve de ellos parecen más livianos que el resto.
—¡Qué emoción!¡Aquí hay algo!
Buscó un cacharro, cualquier cosa para que el contenido, de ser líquido, no se desparramara por el banco, y se dispuso a cascar los huevos que notaba más livianos que los otros.
— Seguimos con la investigación, este paquete de harina fue abierto y cerrado con cera para sellar cartas — me dispongo a abrirlo con cuidado, si tenía un sello sería porque tendría algo interesante — antes no teníamos pistas y parece que hemos dado con todo un aluvión — esperaba que entre los hallazgos de Charlyn y los suyos fuera suficientes para tratar de resolver el enigma de aquella habitación.
— Tenemos resuelto las botellas, el café, el papelito de la botella y el cuadro. Esperemos encontrar las pistas que faltan en el resto.
Robert rompe el sello lacrado de la harina. Al abrirlo, le parece ver que la harina ha sido removida.
Al revisar el interior del paquete no tarda en dar con otro trozo de papel, en el cual hay una frase:
Para hacer una tortilla, hay que...
Charlyn empieza a abrir los huevos dentro de un bol. En el primero que abre encuentra una tecla dentro, con el número 4 y más pequeños las letras "j k l". Abre el resto de los huevos que siente livianos, en total son nueve de ellos, para finalmente tener las teclas del microondas. Cada tecla tiene un número y tres letras, excepto el 9 que solo tiene "y z".
Dio saltitos de alegría y nerviosismo y se puso a colocar las teclas en los resortes correspondientes del microondas.
—¡Lo tenemos, Robert, creo que lo tenemos! Hace falta romper los huevos para conseguir las teclas del microondas, pero cada tecla no es solo un número, también se pueden escribir letras, así que, si escribimos L-O-V-E esto se debería abrir y debería haber... ¡Chocolate dentro!
Una vez estaban las teclas puestas, encendió el microondas y con una reverencia le ofreció a su compañero que fuera él quien escribiera la palabra en el teclado.
—Ya sabes, si pulsas una vez sale el número, si pulsas dos veces seguidas se escribe la primera letra, tres veces seguidas la segunda, y así. Como se hacía con los teléfonos cuando tenían teclado. L, O, V, E... Y si no se abre solo con esa palabra, añade C-A-F-E.
A ver qué tal.
Editado: añadida la última frase.
Abro el paquete de harina que se encontraba lacrado con cera — otra pista — muestro un pequeño papel — aquí dice:
Para hacer una tortilla, hay que...
— ... hay que romper huevos — sin duda aquella pista se relacionaba con lo que estaba haciendo Charlyn. Y es que tras romper los huevos falsos aparecieron las teclas del microondas — así que las teclas se corresponden con números como aquellos móviles antiguos — aún recordaba el juego de la culebra en los primeros móviles, por lo que fue fácil imaginar el teclado alfa-numérico y sus correspondencias — L-O-V-E — era genial, ésta vez nos habíamos coordinado muy bien — y sino C-A-F-E — la chica quería que yo hiciera los honores — de acuerdo, doctora Watson, procederé a ver si hemos dado con la clave.
Hice tal cual lo comentó, tecleé y esperé a ver si obteníamos el premio. Crucé los dedos incluso.
Robert pulsa los botones 4582, y la pantallita que muestra los minutos se enciende. Al probar abrir, lo logran.
Nuevamente, como en el cuarto anterior, suena una campanilla seguida de aplausos. En el interior del microondas se encuentran con un plato mediano, con galletas, brownies, fresas en trozos, y un dip de chocolate amargo.
-¡Excelente trabajo! Se han ganado un pequeño refrigerio.- De algún lugar de la habitación suena una vez más la voz misteriosa. -En unos momentos, el montacargas se activará y podrán continuar con la siguiente prueba. Sólo pueden entrar uno a la vez, pero esta vez no tendrán que decidir por quién lo usará. Repito, sólo uno a la vez. En "A Escape to Date" no nos hacemos responsables por daños ocasionados por no seguir las instrucciones.-
Apenas termina la advertencia, el reloj de cocina empieza a sonar con una estridente campanilla, y el montacargas se activa, listo para usarse.
¡Segunda habitación completada! Pueden poner un último mensaje de despedida, y de allí les daré paso a la siguiente habitación. No tienen que decidir quien se sube y quien no, pues ambas usarán el montacargas, solo que no al mismo tiempo.
— ¡¡Lo logramos!! — la expectación era como si hubiéramos ganado el premio final. Quizás fuera la tensión acumulada o el formato del propio enigma que te hacía investigar contra-reloj y generaba todo tipo de nervios. Así que, cuando al final dábamos con la solución era como si lo ganásemos todo.
Me acerqué hasta ella para abrazarla — sí, sí, síiii. Eres una crack, Charlyn!
— Charlyn Watson, quedas bautizada desde este preciso momento — solté a modo de broma por su capacidad de detección y resolución de problemas — qué fuerte, qué bueno... han sido tus pastelillos, sí, energía extra — seguro que aquel tentempié había ayudado — y que se te da bien romper huevos. Tendré cuidado — hice amago de taparme dicha parte del cuerpo a modo de broma.
Nos quedamos a escuchar las nuevas instrucciones. El espacio carecía de puertas y todo parecía indicar que debíamos abandonar aquella sala por medio del pequeño montacargas que había en la cocina — sin duda es un ascensor low cost — poco espacio, sólo un pasajero y encima había que doblarse.
— ¿Tu bastón es de esos que se minimiza o es fijo? — pregunté interesado para ver si el formato de su apoyo no constituía un problema en aquel habitáculo — si no te lo bajo yo — hice los honores para que fuera ella la primera en subir, ayudándola a entrar en aquel pequeño espacio.
No podía dar un verdadero salto de alegría pero sí se unió de buena gana al abrazo, alegre, y luego lo terminó en un amago tímido y torpón que la delataba como tímida. Y para compensar eso de haber terminado demasiado pronto un abrazo tan bonito untó un trozo de fresa en chocolate y se lo ofreció a Robert con una sonrisa afable y un leve rubor, y luego comió ella otro trozo, y otro. Cuando Robert se tapó la entrepierna ella le siguió la broma blandiendo la muleta riendo de buena gana entre vítores.
—Eso, eso, tenga usted cuidado. Que bien sabe que si los suyos fueran como los huevos Kinder estaría perdido. Y acierta de nuevo, Sherlock. Esto se pliega.
Plegó el bastón, se lo guardó en el macuto y de paso también guardó algún brownie y galletas sobrantes y subió con agilidad al montacargas.
—Vamos a ver si este trasto es de broma y me catapulta o me deja caer al vacío o algo.
Tendió la mano a su compañero.
—Ha sido un placer conocerte, Robert.
Al bajar del montacargas, un pasillo de paredes de metal se extiende y cruza. Cada pocos pasos hay un cruce a derecha o a izquierda, hay momentos en que se escucha golpes metálicos y deslizantes. Finalmente está una puerta. Al abrir...