Por los ventanales de la Torre comenzó a filtrarse la luz del sol, nada habitual de ver en las Tierras Sombrías.
Todos estaban exhaustos pero la batalla había terminado, Morgaron había sido derrotado para siempre. ¿Para siempre? ¿Pensarían los antiguos elegidos esto mismo y finalmente el regresó? En todo caso, no era momento ahora para pensar en esos asuntos.
Ela puso su mano sobre el hombro de Gys, como indicándole que todo había acabado. El era el único de los cuatro elegidos que había sobrevivido a la cruenta batalla y sentía como una gran responsabilidad caía sobre sus hombros, se preguntaba si podría haber hecho algo más.
Palandras, agotado por el combate, se colocó delante del cadáver de Cassandra y lo observó en silencio, sin decir ni una palabra.
La mirada de Rendam se había quedado fija hacia el lugar donde Maxra y Talashia habían fallecido. "Les he fallado" era lo que no paraba de repetir en su mente "Ellas deberían seguir aquí y yo no". Pia intentó animarle, pero sus palabras caían en saco roto, así que se limitó a disfrutar del silencio, del comienzo de una nueva era, del triunfo del Bien.
Braka y Raenhmi se mantenían alejados del resto, como habían hecho gran parte de aquella aventura, mirándose el uno al otro, con respeto, triunfantes por aquella victoria, la victoria definitiva.
Rufus, el entrañable y charlatán pato, se había quedado sin ganas de hablar. Se acurrucó allá donde Pispas había caído y se mantuvo en silencio. Habían ganado, si, pero era una victoria triste.
Afuera, el ejercito de el Rey Cail, aunque considerablemente diezmado, había logrado acabar con los No Muertos. Y los pocos que quedaban comenzaron a desintegrarse tras la muerte de Morgaron.
Fladnag, su versión joven, apareció ante los supervivientes. Estaba herido pero sobreviviría. Había logrado acabar con la maldita hechicera, Varania, para regocijo de Braka, que le dio un apretón de manos, reconociéndole como a un igual. Algo difícil de ver de un orco a un humano.
Tras ver las múltiples bajas, aunque ya os lo imaginabais, descubristeis el cadáver de Miranda. Parece que la Mano Negra había sido descubierta por el enemigo y no pudo prestaros su ayuda. Había tenido un triste final, como tantos otros, pero todo había acabado ya...
Ahora era el momento de comenzar de nuevo, de trabajar duro por reconstruir Umbría. El Bien había triunfado, aunque a un alto precio.
Aún quedaba mucho por hacer...
Rufus se convirtió en un Pato Errante. Aprendió mucho con Pispastorin a su lado y por supuesto, no dejaba de contar la historia de El Último del Clan Ilquar por todas las tabernas que pasaba a cambio de unas cervezas. Se convirtió en uno de los que vivieron la lucha del Bien contra el Mal y había sobrevivido, aunque poco había podido hacer en el combate. Igualmente, endulzaba la historia cada día más, y tras varios meses, la historia llego a todos los rincones de Umbría, la cual sería pasada de padres a hijos, nuevamente.
Rendam, el Caballero Protector, terminó la lucha destrozado. No herido, sino completamente destrozado por la pérdida de Talashia y de Maxra. Igualmente, fue recibido en la Corte del Rey Cail con Honores. Fue ascendido y se le entregó la Distinción del Honor de Umbría. A los pocos meses, dejó su puesto y se convirtió en uno de los guerreros más temidos de toda Umbría. No había podido salvar a la hija del Rey, y ahora, vagaba por el mundo salvando y ayudando a los necesitados. Había dejado de ser Rendam desde ese día, ahora lo conocían como El Guerrero de la Noche. Cuentan las malas lenguas, que él y una mujer de piel oscura se enamoraron y tuvieron dos niñas: Talashia y Maxra les pusieron como nombre.
Con la ayuda de Fladnag, Braka logró descubrir el poder del colgante de Varania y liberar así a su clan. Estaban todos, no faltaba ni uno solo. El orco lo había logrado, había salvado a los suyos, por lo que volvió a las Tierras Heladas, recuperó su antigua vida y no quiso saber nada mas ni de reyes, ni de batallas que no tuviesen que ver directamente con el y sus hermanos.
Raenhmi siempre era bienvenida entre los de su clan, todos decían que tenía una relación extraña con su líder. Se dice que un día un orco bravucón se atrevió a criticar a la elfa y Braka le propinó una paliza tremenda.
La señorita Pia Lanis desapareció una vez terminada la batalla. Se llevó consigo la Daga que había portado Morgaron con la cual quiso matar a Gys, el Último de los Elegidos. Recorrió un largo camino para poder destruirla, y cuando lo hubo logrado, por fin descanso... durante un par de semanas. Después, volvió a las andadas formando una banda de ladrones que recorre toda la Creación cometiendo fechorías. De vez en cuando se la puede ver en las Tierras Sombrías, y la gente supone que estará rindiendo honores a los caídos en la batalla. La muchacha se convertiría en leyenda cuando, después de varios años, consiguiera dar con el paradero del mayor diamante de toda Umbría... pero eso... eso es otra historia.
La Elfa Oscura recorrió el mundo entre las sombras. Habiendo recuperado el respeto de todos, y sobre todo de Braka, pasaba mucho tiempo entre los orcos de su clan. Se convirtió en una asesina experta, cosa que no le costó mucho, pero con sus viajes, aprendió a destilar sus pociones y a leer la mente y a ver el futuro. La que antes era una simple asesina, se convirtió en la Reina de un Clan de Brujos y Brujas Asesinos, que mataban por dinero sólo a quienes se lo merecían. Ella indicaba el objetivo, los demás Elfos Oscuros obedecían. Nadie se atrevía a desafiarla, por que muchos conocían su poder.
Ela paso a convertirse en una de las comandantes jefe de la Orden de la Luz. Con ella en un alto puesto, la Orden sufrió cambios, borrando esa mentalidad fanática que tenían muchos acerca de la Luz. Cierto que se seguían preparando por si el Mal Supremo regresaba pero no estaban cegados por los términos "Bien" y "Mal", sin limitarse a únicamente entrenarse y ayudando a los habitantes de Umbría en todo lo que podían y, aunque seguían siendo independientes, ayudaban al Rey Cail y los suyos si la situación lo requería.
Aunque le ofrecieron todo tipo de armas, forjadas por los mejores artesanos de toda Umbría, ella siempre las rechazaba pues afirmaba tener ya la mejor de todas. En su cinto reposaba una vieja espada, que según ella le recordaba el motivo por el cual había llegado a donde estaba, era el arma de una buena amiga...
Gys, el elegido, así lo llamaban todos, pues era el único que quedaba. Todos le consideraban un héroe y le admiraban.
"Pero si empecé esta historia a punto de ser ajusticiado. Puto destino..." pensaba, que no podía quitarse de la cabeza a los caídos. El consideraba que les había fallado, y aunque la paz había llegado a Umbría, el no la había encontrado.
El Rey Cail quería convertirlo en su mano derecha pero el lo rechazó rotundamente. Se comenta en muchas tabernas, para regocijo de los presentes, que Laraer le dijo al Rey que se fuese a un sitio muy feo. Cualquiera habría sido castigado severamente por aquello pero no el.
Actualmente se desconoce su paradero y solo se deja ver una vez al año.
Sin embargo, las leyendas cuentan que allá donde estés, si requieres ayuda, el elegido aparecerá para salvarte.
A Palandras se le ofreció un alto puesto en la Orden de la Luz, pero lo rechazó inmediatamente. Dijo que aquella vida ya no era para el. Entrenaba cada día, consumido por el odio, deseando aniquilar al Mal Supremo, y le había visto morir con sus propios ojos. El no compartía la mentalidad de la Orden de la Luz, ni siquiera con los cambios instaurados por Ela. El solo se les había unido por venganza, y aquello ya había quedado atrás.
Fue a buscar mundo y vivir un sinfin de aventuras, pues un buen combate era lo único que le hacia sentir vivo. Se cuenta que acabó formando equipo con el llamado guerrero de la noche...
Muchos años pasaron tras aquella conocida batalla que la humanidad estuvo a punto de perder. Y, desde entonces, sin falta, una vez al año, ocho héroes se reúnen en la vieja Torre, habitada por un particular mago, para rendir homenaje a los caídos.
Pero el día de hoy es diferente, no es como los demás.
Palandras entró apresurado en las estancias de la comandante jefe, que le observó extrañada. A su lado se encontraba un hombre de oscuros ropajes que no pronunciaba palabra alguna.
-Cuanto tiempo sin verte, Palandras - dijo Ela, para después dirigir su mirada al otro hombre - Y vienes con el enigmático guerrero de la noche. Hola, Rendam - el muchacho no dijo nada. Ela resopló - ¿Que os trae por aquí?
-¿Sabes lo de la carta...? - preguntó Palandras.
-Vamos para allá - sentenció la Comandante, sin mas rodeos.
Por el camino un pato con gafas de culo botella y probablemente una de las ladronas mas buscadas del reino se les unieron.
-Que reencuentro mas emotivo - intentó bromear Ela, pero su nerviosismo iba en aumento.
Delante de las puertas del salón del Rey se encontraban Braka y Raenhmi. Ni una sola palabra salió de sus labios, estaban perfectamente equipados como para ponerse a combatir en cualquier instante.
Al lado del trono se encontraba Gys, con el semblante serio. El Rey estaba tembloroso y mostró a todos una carta, una carta de la que los ocho héroes ya habían oído hablar:
La paz es efímera, mas no puede existir un mundo sin Mal, ni sin Bien. Son un equilibrio, como dos eternos amantes, no pueden sobrevivir el uno sin el otro. Hay cosas que no pueden destruirse, hay combates que duran para siempre.
Somos pues, mis queridos amigos, eternos.
-Abaliv-