Partida Rol por web

Cassandra agonizaba en el suelo.

El bien y el mal... tan solo están separados por una estrecha línea... Hemos estado tanto tiempo luchando de un lado u otro... ¿Y si simplemente se tratase de un enfado entre dos hermanos? ¿Y sino fuésemos mas que simples peones en medio de una estúpida riña?

Está claro que nunca lo sabré...

Con sus últimas fuerzas, lanzó su espada a los pies de Ela, a modo de regalo de despedida.

Y Cassandra Evert cerró sus ojos para siempre.

Nada pude hacer por Cassandra ya que mis compañeros lograron acabar con ella con dos golpes certeros. Con su último aliento susurra unas palabras de las que no termino de comprender el significado y con lánguidas fuerzas lanza a mis pies, su espada, esa que sesgó la vida de Talashia y que me cede a modo de regalo. Recojo la espada del suelo y me acerco hasta el lugar en el que yace Cassandra inerte. Le aparto el pelo que le cubre la cara y le beso la mejilla -Gracias compañera, más que una compañera has sido una hermana para mí. Siempre te llevaré en mi corazón, pues gracias a tus consejos he logrado llegar hasta aquí. Espero haberte hecho sentir orgullosa.

Me levanto del suelo entre triste y furiosa por todo lo que había pasado en estos ochos días. Hemos perdido compañeros por el camino y sus muertes no debían ser en vano. Había llegado el momento de acabar con el Mal Supremo de una vez por todas. Tenía en mi mente atacar a Mano Larga y que ese ser despreciable se reuniese con su compañeros en el infierno pero Raenhmi se bastó sola para llevarlo a cabo.

Entonces ya sólo nos quedaba Morgaron, todos sus secuaces habían muerto y tenía que estar bastante debilitado, este era nuestro momento. Sin ningún tipo de distracción todos podríamos lanzarnos a luchar contra él, esperaba que fuese a tiempo de evitar que sesgara más vidas -¡Intentad no usar magia contra él, sabemos que eso le revitaliza! -grité, sobre todo para que Raenhmi y Braka lo tuviesen presente, ya que habían sido los últimos en llegar.

Tenso mi arco y le lanzo una flecha certera...

Asentí complacido al comprobar que de nuevo un enemigo volvía a caer ante mi acero. Uno menos... ahora a por mano larga y después a intentar ayudar a los elegidos en su propósito. 

Pero durante mi combate con la momia Morgarion había acabado con la gnoma y casi había acabado con Talashia. Por fortuna esta se salvó... o se hubiera salvado de no haber caído ante la traición de Cassandra, que parece haberse dejado arrastrar hacia la oscuridad, acusándome de cosas que no son ciertas. -Yo apreciaba mucho a tu hermano Cassandra, era la persona en la que más creía dentro de la Orden y puedo asegurarte que acabar con él no fue algo que disfrutara. Pero si te diré algo: aquel demonio ya no era tu hermano. Estaba completamente corrompido y Pispas es testigo de que aún así intenté razonar con él. Pero si a mi me pasara algo preferiría que cualquiera de mis camaradas tuviera la bondad de acabar conmigo. Prefiero morir antes que servir al Mal Supremo.

Pero antes de que pudiera replicarme fue atacada sin dilación, cayendo ante nosotros. -No se si somos peones, elegidos o paladines de la Orden. Sólo se que unos pocos nos estamos enfrentando a muchos por un mundo mejor, un mundo en el que todo el mundo pueda vivir en paz y armonía. 

Aún afectado por la muerte de otra camarada negué con la cabeza, intentando despejarme. -Ahora es tu turno de perecer. -dije en voz alta antes de lanzarme contra Morgarion con la lanza por delante, intentando ensartarlo con todas mis fuerzas.

Braka sonrió de forma ladina al ver caer el cuerpo de la mujer humana en el filo de su lanza. Entonces sintió el fulgor del amuleto. ¿Es posible? Sí, tiene que serlo, ella los aniquiló...Robó sus almas, y al parecer las encerró aquí...Sin duda aún hay esperanza. -¡Hermanos, ancestros, atended mi llamada! ¡Os haré regresar a mi lado, lo sé, pero antes necesito vuestra ayuda! ¡Acabemos con el artífice de nuestra caída! -y apretando fuerte el colgante con la zurda se abalanzó hacia el enemigo con toda su furia y su justa sed de venganza.

XDDD

genial, sencillamente genial :D

Grandes tiradas para acabar la partida... XDDD

Morgaron se gira hacia mi mientras se transforma en un espectro y suelta su bravata sobre todo lo que me va a hacer, por fin, pienso, joder lo que ha costado que venga a por mi el muy hijo de puta.

Con un gesto rápido dejo caer la mochila y la espada mientras desenfundo una de las Dagas del Clan Ilquar.

A mi me importa una puta mierda que seas el puto Malsu, que te estés pegando con tu hermano por ver quien se folla a vuestra puta madre o si esto es una lucha entre el bien y el mal. A mi sólo me importa que exterminaste a mi Clan y sólo por eso estoy aquí, para matarte o morir. Yo soy Pispantorín, el último hijo del Clan Ilquar, y he venido a morir matando maldito hijo de la gran puta. - Grito mientras salto contra él con el escudo maldito de Adaeric por delante y atacando con una de las dos dagas del Clan Ilquar que me han acompañado siempre.

La batalla parece estar llegando a su culmen final. La muerte de Cassandra a manos de nuestros aliados, después de haber compartido con ella mucho tiempo aunque muy poca conversación, deja entrever a dónde hemos llegado. Los aliados se vuelven enemigos en función de las circunstancias... pero estoy convencida de que, en realidad, esa no era la verdadera Cassandra. Las palabras de Ela y de Palandras vienen a confirmar mis pensamientos. Una mujer buena, corrompida por el mal supremo y abocada a la lucha contras sus aliados por el amor a su hermano. Pobre gran mujer.

Su muerte, reactiva la sensación de odio que siento contra Morgarion. Él es el principal culpable de todo lo que está pasando, y la causa más importante de que algunos de mis, sino amigos aliados, yazcan ahora en el suelo muertos, sin nadie que les haya sostenido en sus últimos alientos. Hay que parar esto como sea. Mis flechas han ayudado ya a eliminar a otros enemigos, y espero que puedan participar en darle al puto malsu el final que se merece.

Cargo mi arco con una nueva flecha y apunto hacia el causante de tanto daño. Sin pensarlo mucho, la saeta vuela en su dirección, y concentro todas mis fuerzas en dirigirla hacia el blanco.

¡Maldita sea!

Exclamo justo tras la muerte de Mano Larga. Maldita sea.

Sin dudarlo me coloco tras Pispantorín en apenas un suspiro y mis estiletes bailan entre mis dedos.

Ya he elegido, bastardo.

Las sombras me rodean, peligrosas, como con miles de susurros.

Soy libre, y ni siquiera ahora vas a condenarme. ¿Acaso deseas tomarme? ¡Te desafío!

Los estiletes vuelven a mis ropas y de entre ellas una esfera apagada. Por favor, funciona.

Y estampo la esfera en la espalda del Goblin, Pispantorín.

Escogí que viviría, y vivirá. Ni todo tú cambiarás eso.

El Espectro de Morgaron traspasó a Pispastorín, y nuevamente, volvió a la posición que se encontraba antes volviéndose corporeo una vez más. Sabía que le quedaban pocas opciones contra tantos guerreros, pero el hechicero oscuro era una caja de sorpresas. Se metió la mano entre la túnica y sacó una daga oscura, de unos cuarenta centímetros de hoja, adornada con runas que sólo unos pocos podrían descifrar.

Y esperó.

El primero en atacarle fue Gys. Y el Mal Supremo ni siquiera se movió del lugar. El golpe entró al completo y fue en ese momento cuando la esfera que había lanzado Raenhmi se encendió. Pispastorín sintió el calor de la misma, y acto seguido, se apagó.

Morgaron se carcajéo.

- La esfera es un artefacto poderoso, elfa. - Le dijo. - Pero no le servirá de nada ahora. -

Pero los golpes continuaron cayendo sobre Morgaron, el cual seguía quieto en el lugar. Palandras fue el siguiente en atacar, golpeando con fuerza al enemigo que tuvo que retroceder unos pasos por el golpe. Después Pia, Ela y por último Braka. Estaban tan concentrados en golpear al enemigo, que no se dieron cuenta que Pispastorin, iba resultando herido a medida que ellos golpeaban a Morgaron.

La esfera de la Elfa hizo que el primer ataque de Gys no le hiciera daño, pero los siguientes, iban entrando uno a uno ante los ojos ciegos de ira de los aventureros.

Pispastorin soltó la daga en el suelo, y cayó redondo, perdiendo todo el brillo que tenía en los ojos.

- Ya sólo queda un Elegido, ¿no es así, Maese Gys? - Dijo sonriente. - Creo que es hora de que acabe con todo esto... por que, bueno, no sé si os han comentado o si lo habréis averiguado, por que es una parte de la profecía que no se cuenta abiertamente. - Continuó. - Pero si el último de los elegidos muere por mi mano, se acabó el juego. Así que, querido Gys, esto es a suerte y verdad. ¿Qué se siente, queridos míos, el haber matado a uno de los Elegidos?  -

Morgaron sacó su daga oscura y se lanzó sobre Gys.

Estaba todo en ese ataque.

Si Gys no podía esquivar, todo se quedaba aquí, todo acababa, y el Mal Supremo habría vencido.

- Ahora probarás la Hoja del Mal. - Bramó mientras se lanzaba al ataque.

El Mal Supremo no era tan bueno con las armas como con la magia, pero se había quedado sin Maná tras su último y fatal ataque.

Bufé un gruñido al escuchar las palabras de aquel bastardo. Al parecer nuestros ataques habían terminado con nuestro camarada verdoso, el cual había muerto por nuestra ira. Lo siento Pispas, yo llevaré a cabo tu venganza camarada. 

Pero lo que terminó de frustrarme fue escuchar que si se cargaba aquello habría terminado. No estaba cerca de él, no podía parar aquel ataque así que confié en su habilidad luchando para ello mientras me lanzaba sobre él para asestarle un lanzazo. Pero la sangre que bañaba mis manos hizo que mi ataque resultara fatal pues la lanza resbaló de mis manos, cayendo al suelo. -¡Maldita sea! ¡ATACAD!

El golpe entro limpio, pero me sorprendió que no intentase esquivarlo, se quedo quieto esperándolo ¿Sería que finalmente había abrazado su destino? Lamentablemente no podía estar más equivocado como comprobé segundos más tarde...

Nuestros ataques habían tenido éxito, pero acertaron en la persona equivocada. Pispas, el pequeño piel verde sufrió todos los ataques en su cuerpo, sin que ninguno de nosotros fuese consciente de eso. Las palabras de Morgaron me encendieron aún más, si eso era posible.

- Entonces estas acabado, desde que mi padre me vendió con ocho años a una compañía de mercenarios, he estado entrenándome en cuerpo y alma en el manejo del acero. Tal vez, no sea rival para ti en el dominio de la magia, pero ni siendo el mejor de tus días y el peor de los mios podrás llegar a rozarme y menos con esa arma. Estas muerto, Morgaron y lo peor es que aún no te has dado cuenta de eso – respondo esperando su ataque.

Veo la daga oscura, intuyo su movimiento y su trayectoria, un ataque frontal fruto del orgullo y exceso de confianza a partes iguales. La Daiklave se interpone con facilidad, el ruido del metal golpeando contra el metal resuena en la habitación.

– Sigue soñando, Morgaron – Mis manos se mueven llevando consigo la muerte en forma de hoja de Daiklave, que brilla con todo el poder de mi aspecto de elegido – Te equivocas, tu eres el que va a sentir el frío abrazo de la muerte – respondo atravesandole hasta la empuñadura. La vida se escapa de su cuerpo lentamente, abre la boca intentando coger aire y por fin, veo en sus ojos el miedo, miedo a la muerte, miedo a no conseguir lo que deseaba.

Extraigo el arma de su cuerpo, y se mueve hacia delante unos pasos, levanta su cabeza, la daga cae al suelo mientras extiende sus manos buscando mi cuerpo y tal vez, pidiendo piedad. Ya es demasiado tarde para esa petición – murmuro descargando un segundo golpe directo a su cuello. El acero atraviesa con facilidad la carne y hueso del mal supremo, su cabeza decapitada golpea el suelo, mientras el resto de su cuerpo cae pesadamente sin ningún tipo de oposición. Clavo mi arma en el suelo y me quedo en pie, sujetándome a ella, recuperando el aliento, temblando ligeramente.
 

Por fin, todo ha acabado...