Escucho con atención lo que el monje dice a mis compañeros, tras oír que los otros dos magistrados le habían interrogado con dureza, opto por no hacerlo y seguir en un segundo plano. Me acerco a las ruinas del templo para comprobar que el relato del monje coincide con la realidad, compruebo que los cimientos ardieron y que el templo se derribó de arriba a abajo sin que nadie hubiera derribado los pilares para que la construcción colapsase.
- Si los Iuchi son maestros de agua, se hace extraño que se tratara de uno de fuego - sin embargo, parece que el monje conoce ese tipo de magia, quizás por allí pasasen caravanas o que antaño hubiera coincidido con algún maestro - ¿A qué clan pertenecen, por antonomasia, los maestros de fuego? - hago por fijar el dato de que no llevase talismán para generar su magia - ¿Acaso necesitan los Iuchi algún tipo de talismán para invocar? - si así, fuera, en el caso de que aquel shugenja no llevase ninguno podría dar pie a pensar que no perteneciera al clan salvo porque iba en compañía de soldaos del unicornio.
- Hay que comprobar que esos cadáveres han muerto por cortes de katana o de cimitarra, Kazuo-san podrías distinguir los cortes? - era importante dilucidar si las armas coinciden o no. Ya sería muy raro e inusual que aquellas tropas no fueran comandadas por un Iuchi y que tampoco llevasen las armas propias del clan.
El hecho de que Isawa Satoru no fuera capaz a través de los Kamis de obtener una imagen de los atacantes me hace sospechar también de que igual, algún Shugenja más pasara por allí con la finalidad de obstaculizar cualquier tipo de investigación para extraer la verdad de lo ocurrido en aquella escaramuza.
- ¿Ninguna baja unicornio, Chitao? - más raro aún. Si había supervivientes que testificasen que habían sido unicornios, porqué hacer desaparecer a sus combatientes - es cuanto menos extraño su comportamiento.
¿se podría pintar una especie de "retrato" del shugenja de fuego?
Tras inspeccionar los alrededores del monasterio y el linde del bosque, deduces por las huellas y evidencias que debían ser una docena de soldados escorpión, huyendo a través del bosque.
Sus perseguidores, los Unicornio, serían unos veinte hombres, exploradores y hostigadores. La mayoría no salieron del borde del bosque, se quedaron a resguardo mientras el Shugenja destruía el templo con magia.
Isshin aguardo a un lado, en silencio, a que el Interrogatorio terminará, no estaba versado en asuntos de los Kamis, y había aprendido que en estos casos lo mejor que podía hacer, era apartarse y que manos más diestras tomarán las riendas.
Cuando el monje les hablo del ataque, su mirada se dirigió al linde del bosque, comprobaría más tarde, si era capaz, que su relato era cierto.
Al terminar el monje de relatar el ataque se dirigió hacia el linde del bosque y los alrededores. No era explorador, pero las huellas eran evidentes, nadie se había molestado en ocultar su rastro, una docena de soldados los miembros escropión, huían a través del bosque.
Sus perseguidores, una veintena, ligeros exploradores y hostigadores, se mantuvieron a distancia no salieron del bosque, a suficiente distancia para que la destrucción del templo no les alcanzara.
Al volver con sus compañeros les informo de los hechos.
-Una docena de persona huyó a través del bosque hacia el templo, no hay duda, sus perseguidores unos veinte se mantuvieron a distancia, no salieron del bosque, supongo que sabían lo que iba a pasar. -
-A mi clan pertenecen la mayor parte de Maestros de casi todos los elementos, especialmente del Fuego, Mirumoto-sama. -Contestó Satoru con sencillez. Tal vez en boca de otro esas palabras podrían haber sido arrogantes, pero el joven Isawa las pronunciaba con la sencillez de los hechos consumados. -Pero también hay célebres shugenjas de Fuego en la escuela Agasha de vuestro propio clan.
-No obstante… esa pista puede ser engañosa. -Añadió, cuando las pesquisas parecieron dirigirse en esa dirección. -Cada alma es única, y su afinidad con los elementos también lo es. Es raro que un Iuchi sienta la proximidad del Fuego, pero no imposible. Aunque en efecto, me extraña que alguien tan poderoso no tenga… cierta fama.
-El Meishodo… es otra forma de magia que trajeron de tierras gaijin. -Intervino Satoru, torciendo ligeramente el gesto con recelo. A pesar de su mente curiosa, los años de estudio en Kyuuden Isawa le habían hecho desconfiar instintivamente de la magia que no emanaba del Ciclo Celestial. -El Emperador la autorizó y la declaró digna, aunque muchos en mi clan lo vemos con recelo. El Meishodo utiliza los talismanes en lugar de hablar con los kami. Es más rápida, y es la que acostumbran a usar… pero no es excluyente.
Satoru escuchó también las palabras del bushi León, y frunció el ceño de nuevo.
-Es un uso desproporcionado de poder para acabar con una docena de soldados. -Musitó, reflexionando. -Pero incluso los kami me hablaron del odio y el deseo de conquista que emanaba de ese shugenja. O tal vez... esos Soshi vieron algo que debía acallar a cualquier precio.
Igual que Isshin, Mirai guardó silencio desde la cercanía sin intervenir. Sus ojos y con ellos su mente, parecían totalmente perdidos en la carnicería que se extendía frente a ellos. No parecía estar del todo allí, como si desde el fondo de su memoria estuviesen emergiendo la clase de pensamientos que uno intenta una y otra vez ahogar en los más profundo de un lago infinito. La voz de Megumi pareció traerla ligeramente de vuelta, tratando de recomponer su postura irguiéndose. Observó a la Magistrada y cómo Isshin daba el veredicto de su investigación. Había demasiadas cosas, demasiadas pistas a medias y veredictos y cosas que la gente daba pero hecho y asumía sin siquiera cuestionar dos veces. Y por eso estaban allí, para desenrollar aquel maldito embrollo en el que ahora ellos también estaban. Sacudió la cabeza ligeramente, los dedos apretados en un puño sin siquiera darse cuenta. Para cuando Satoru terminó de hablar, lo único que Mirai pudo decir fue un quedo:
—Disculpad, necesito un momento.
No esperó a que ninguno dijese nada, dándose la vuelta para acudir en la misma dirección de la que había venido Isshin.
Perdón por la tardanza.
Mirai se aleja unos minutos. No desaparece de vuestra vista, tan sólo va hasta la linde del bosque.
Mirai se alejó hacia la linde del bosque asegurándose de que no desaparecía por completo de la vista de los demás. Tan sólo necesitaba un momento, un instante dándole la espalda a aquella masacre para recomponerse. Había visto mucho; había vivido mucho y especialmente junto a Megumi, y no entendía del todo por qué justo en aquel preciso instante los recuerdos de Hitoshi y aquel fatídico día habían decidido emerger hasta la superficie de su conciencia. Casi podía verlo, sentirlo, el peso de la katana perfectamente equilibrado en sus manos y aquel preciso instante en el que se había dado cuenta de lo que acababa de ocurrir… Y de que ya no había vuelta atrás. Quizás fuese el cansancio, los malos augurios, el andar de un lado para otro, o todo o nada de ello. El peso de lo que les habían encomendado era grande. Para eso eran un equipo, ¿no? y debían confiar los unos en los otros y apoyarse. Se pinzó el puente de la nariz con los dedos, cerrando los ojos con fuerza repitiéndose un mantra que llevaba consigo; un mantra que le había enseñado Takashi. Su gesto se quebró al recordarlo, pero no había nadie allí para verlo. Tan sólo necesitaba un momento…
Nada relevante. Quería darle una explicación a por qué está tan dispersa. Se aleja un poco, respira, y regresa (a no ser que alguno se acerque que eso ya depende de ellos).