Partida Rol por web

Spencer parecía saber lo que hacía. Y ya que estaba tan acostumbrado a meterse en problemas, siempre podía echarle la culpa a él. Parecía ser lo suyo, ya que era tan valiente y temerario.

- Me gustaría decir que nos vamos... - contesta a sus dos amigos, sin perder de vista esa puerta - pero me muero por entrar...

Se oyen unos pasos tras los chicos y un carraspeo advierte que alguien trata de llamarles la atención. La profesora Fiore está de pie tras ellos con una sonrisa bastante malévola y que no deja lugar a dudas de lo que les va a pasar por tratar de entrar en el despacho de un profesor sin estar él dentro.

-Venía a informaros que el profesor no iba a poder venir y como solo el quiere daros la clase, ésta se suspendía... pero veo que me he encontrado una cosa interesante.

Hace un gesto con la mano indicando que quiere a todo el mundo en su asiento.

-Creo que voy a tener que usar técnicas de castigo bastante duras... sacad un trozo de pergamino - con un gesto hace parecer plumas en las mesas de los alumnos - y con esa pluma escribiréis "No meteré las narices en sitios donde no me llaman". No os preocupéis por la tinta... la pluma es mágica.

-Chicos... no sé si de-deberíais...-comienza a advertir Scarlet a Spencer y Madelain. Es cierto que ella más de una vez ha infringido ligeramente las normas, pero no hasta el punto de meterse en el despacho de un profesor... Menos aún de ese profesor. 

Entonces, la temible profesora Fiore aparece en la sala, haciendo que Scarlet se sobresalte y se gire a ella con la cara tan blanca como la cera. En cuanto lo ordena, va a su asiento con la cabeza gacha, para sentarse en éste y tomar la pluma que aparece en su superficie. 

Comienza a escribir cuando nota un pinchazo en la mano, pero lo ignora. Conforme sigue escribiendo, comienza a arderle cada vez más, como si una daga estuviese paseándose por su piel. Extrañada, se levanta la manga de la túnica para observar, horrorizada, como tiene escrito con su propia sangre y letra: "No meteré las narices en sitios donde no me llaman".

El hufflepuff se sorprende cuando él tambien resulta castigado, cuando simplemente estaba guardando sus cosas sentado como un buen chico.- ¿Pero que he..... - Cortó la frase a mitad, pues sabía como terminaba esto, con un castigo adicional cuando ni siquiera se había merecido el primero.

Sacó un trozo de pergamino que acababa de guardar en su mochila, cogió la pluma con desgana y comenzó a escribir. En realidad daba igual, pues la endiablada pluma cumplia su misión sin importar como la cogieras, en pocos minutos ya tenía tatuada en su mano las palabras "No meteré las narices en sitios donde no me llaman"

Si los demás no se hubieran apresurado tanto en coger las plumas, habría abierto la boca. Pero ya se estaban escarificando ellos solos, justo las personas a las que les había dicho que se mantuvieran al margen, de modo que el poderío de la autoridad de la maestra quedaba confirmado sin posibilidad de rebeldía. Fiore era una profesora cruel e injusta. Por un momento sujeto la varita dentro de la manga... siempre podría arreglarse todo con un Obliviate.

Desgraciadamente estaban ocurriendo demasiadas cosas raras en poco tiempo, así que agaché la cabeza y cogí una de las plumas, escribiendo en el papel la frase informal dictada por la profesora.

Las dos primeras letras rasgaron la piel, siguiendo el mismo tatuaje que otras frases parecidas habían marcado a lo largo de los años, casi todas habían empezado con un no. La piel de la palma, tierna por el castigo al que mas de una vez me había enfretado, se abre con facilidad bañando de sangre el pergamino a medida que mi puño recorre la página. Lo único que no había querido era involucrar a otros, desgraciadamente la vida es injusta. Mordiéndome los labios, trato de escribir tan rápido como puedo, era la mejor forma que la práctica me había enseñado. Dolor agudo e intenso, y suero de mulap caliente para bañar la mano después. 

Me cago en... Miro a Henri, pero creo que ambos pensamos lo mismo. Cualquier cosa que dijéramos sería improductiva. Todo era culpa del subnormal ese. No entiendo ni cómo conseguía tener amigos. No hacía más que hacerse el listo y el interesante y acababa siempre fastidiando a todo el mundo, y misteriosamente a mí siempre el primero.

Cojo la pluma con fuerza y aprieto con ella sobre el papel para comenzar a escribir.

- ¡Ah...! - mi exclamación baja de potencia cuando veo al resto resignados sin cara de dolor. ¿Tenía Scarlet mayor resistencia al dolor que yo? Entonces veo un chorro de sangre caer sobre mi página. No, eso al resto no le pasaba. ¿Era mi pluma la única especial? Bueno, a Spencer también le había empezado a sangrar el brazo, pero no tanto.

Mientras puedo sigo escribiendo en el folio, algo inútil ya que las letras no se veían entre la sangre.

Al escuchar el carraspeo Madelain automáticamente se dio cuenta de que estaban en problemas. Que en realidad quizás hubiesen sido peores si el carraspeo hubiera sido del Basilisco, al fin y al cabo eran sus cosas las que pretendían revisar.

Fue a sentarse y sacó el pergamino en silencio. En un primer momento pensó en discutir, en autoincriminarse, pero enseguida se dio cuenta de que no tenía sentido. Fiore disfrutaba eso, y cualquier queja hubiese sido la excusa perfecta para incrementar el castigo.

No meteré las narices en sitios donde no me llaman

Mantener los maxilares apretados era la única manera de resistir esa tortura sin gritar, y ella no quería darle el gusto a Fiore, sabía que se regocijaría en esas muestras de sufrimiento. Sin embargo no pudo contener las lágrimas que le caían y se mezclaban con la sangre, que si bien ya era bastante, solo comparable con la de Ashton, parecía aún más al mezclarse con las lágrimas.

Las ganas de entrar en el despacho del profesor se consumen cuando escucha llegar a la profesora Fiore. Su presencia era para temer, y lo demostró cuando le impuso el castigo a toda la clase. Lo entendía si se hubiera unido, pues se moría por hacerlo. Pero no para los demás.

Toma una de las plumas y empieza con el castigo. La mano comienza a arder como si tuviera una plancha a fuego vivo sobre la palma. La sangre comienza a salir profusamente. Se resiste a gritar, a quejarse, aunque quería hacerlo sin dudar.
Las lágrimas saltan de sus ojos, y esconde la cara sobre su hombro, escondiendo sus rasgos de dolor.

Supervisa que el castigo esté yendo como ella quiere y sonríe ante las heridas que son más importantes y sangran más a pesar que esos chicos no dicen ni mu. Pero le gusta ver las expresiones de su rostro al notar como la pluma rasga su piel... un gran castigo para esos momentos.

-Bien chicos, veo que sois capaces de soportar este dolor... mañana tras el Club de Duelo, quiero que vengáis a mi clase para continuar con el castigo. Espero que no penséis que escribir una simple frase una vez os exime del castigo.

Les muestra su sonrisa de malevolencia.

-Podéis marcharos ahora.

Scarlet recoge sus cosas de forma rápida en cuanto los deja marchar. Entonces cae en la cuenta de una cosa... Le dijo a Alex que se verían mañana después del Club de Duelo y... estaba castigada ahora. Si no se equivocaba, él tendría ahora Astronomía, tal vez si se daba prisa podría buscarlo y decírselo. 

Le dolía la mano horrores, veía en esta su propia caligrafía pulcra y fina tatuada con sangre. Esperaba que la marca se fuese en unos días. 

Tan pronto como recogió sus cosas, salió rápidamente del aula, conteniendo las lágrimas que había soportado durante toda la hora. Una vez en el pasillo, comenzó a sollozar mientras andaba en busca de su amigo. Tal vez lo alcanzase a tiempo si iba a la torre de Astronomía. Sin más, se dirigió a buscarlo.

Sale de la clase tambaleandose por el dolor, por la visión de tanta sangre. Se cubre la mano como puede con la túnica, que tal vez perdiera la manga con tanta mancha. Y se maldice por no haber salido antes del aula, como propusieron.

Y al día siguiente, más todavía.

Si quieren convertirnos en siervos de la rabia y el odio, saben hacerlo estupendamente...

Nada más decirnos que paremos suelto la pluma de golpe. Ya fuera por culpa del dolor o de la sangre perdida me estaba empezando a marear, y no pensaba darle el placer a la Fiore de desmayarme delante de ella. Menos aún por un castigo suyo. Y eso que yo iba con miedo a la clase del Basilisco, ahora salía con ganas de que hubiera estado él. Casi prefería estar convertido en piedra.

- Estas son las cosas por las que a veces me arrepiento de no ir a una escuela muggle. - bromeo, sin mucha gracia, pero lo mejor que podía hacer en este momento. 

El brazo me dolía a horrores, pero al menos ya parecía haber dejado de sangrar.