Partida Rol por web

Kandalian (también Brinca-murallas o Mata-trolls) fue conocido entre los gnomos por haber sido el único de su raza en haber visto gemas más grandes que su cabeza y entre los humanos y elfos por haber sido probablemente el único que no perdió la fe durante el silencio de los dioses.

El gnomo (Pequeña Sombra, como le llamaba Amnyin) decidió que había salvado el mundo lo suficiente como para permitirse un descanso y retornó a los bosques que habían sido su hogar antes de la aventura. Acompañado de una elfa llamada Lurian vivió muchas aventuras, pequeñas y grandes, y a decir verdad en el futuro su valor volvería a ser necesario.

Entre los de su pueblo se habló mucho de él. Su tio Salta-trampas no dejó de contar, orgulloso, la historia del gran Kandalian, el Salta-abismos y Birla-mapas. Un medio-infernal amigo suyo también ayudó a extender su leyenda.

Fue nombrado Caballero del Gran Reino por el mismísimo Hagen en persona. Ahora mismo está de aventuras, nadie sabe muy bien dónde... de forma que se podría decir que es un caballero errante.

Sin embargo... siempre añadía Amnyin... ¡es el único caballero que monta un elefante!

Lo que Orphen había encontrado en esa torre ruinosa fue más que un escudo bonito y dinero para contratar mercenarios. Al menos eso decía quien le había conocido cuando preguntaban sobre su ausencia. El guerrero-hechicero humano siempre había tenido secretos, pero también había cambiado mucho desde que le conocieron. No sabrían decir si a mejor...

El título de Caballero del Círculo Medio y los honores de batalla rendidos por Berfôska le garantizaban tierras abundantes y un castillo. Orphen, regía en sus dominios y las tierras fueron prósperas, pero lo cierto es que nadie le vio salir nunca de su castillo. Los campesinos rumoreaban que los sirvientes del castillo no eran personas, sino sombras hechas con magia. Muchos dijeron que el propio Orphen no estaba ahí, sino que quien dirigía era su reflejo, salido de un espejo arcano.

Tal vez detrás de los cambios del joven de pelo plateado estuviera la extraña espada que siempre llevaba. Un día un drow llegó a Berfôska diciendo haber visto en la infraoscuridad una espada exactamente como aquella que llevaba el guerrero.

Tal vez hubiera sido robada, dijo el drow. Pero los que sabían de lo que hablaban estaban seguros de que si la espada estaba en la infraoscuridad, Orphen no estaría lejos de ella.

Arkaeron era, de los compañeros, el que parecía más improbable que se asentara en la vida civilizada de los caballeros de Berfôska, y sin embargo el nigromante siempre había estado lleno de sorpresas.

Con su paladín caído como eterno guardaespaldas y los dioses saben qué espíritus como espías, Arkaeron demostró saber moverse en el mundo de política e influencias de la ciudad humana. La desaparición de Bohemond de Shurlav, junto con otros tres líderes de las órdenes de caballería, traía interesantes oportunidades para quien supiera aprovecharlas. En poco tiempo, Arkaeron estaba sentado en el Consejo de Berfôska. Poco después fue nombrado Comandante de los Caballeros de la Redención, con Derek como mano derecha y cierto clérigo de Vecna como consejero.

Las afiliaciones de Arkaeron fueron siempre inciertas. Si el mago se había convertido a la fe de Vecna, permanecía en secreto, aunque eso era coherente con las enseñanzas de la deidad renombrada como Dios de los Secretos y la Matanza.

La posesión más valiosa del nigromante siempre fue un amuleto. Una cadena de plata de la que colgaba una gran gema negra, que contenía el alma de un semidios...

Tras el fin del Silencio de los Dioses, el elfo Naldar viajó hasta los bosques con Kandalian, donde vivió por un tiempo retornando a sus raices. Sin embargo, el explorador había conocido un mal mayor que los orcos y no duró mucho tiempo en los verdes parajes mientras sentía que era necesitado.

Prometiendo volver, Naldar se despidió de Kandalian y dejó a su fiel Stirk al cuidado del gnomo y su amiga Lurian. Tras eso, el elfo fue visto por última vez entrando en un portal hacia el abismo...