Partida Rol por web

...Tras muchas aventuras, Kurgan, Vanth y Diana de Berfôska parecen a punto de encontrar a Daern "El Matadragones", legendario líder de los Héroes Antiguos, y ganarlo para la causa sacándolo de su exilio forzoso en un semiplano oculto en el extremo del Multiverso...

La guía y experiencia de Roerkas permitió hacer la parte más peligrosa del viaje a salvo. Por numerosos planos la pista de los Héroes Antiguos fue rastreada, pero finalmente llegó el momento de que el grupo se separase para encontrar más rápido a las leyendas que podían cambiar el curso de esta particular guerra. Eran una veintena los caballeros de Berfôska inmersos en este viaje, pero algunos cayeron ante terribles criaturas que defendían los planos o ante los numerosos peligros que se interponían en el camino. Al final, los once supervivientes se separaron en grupos de tres o cuatro hombres para encontrar cada grupo a uno de los Héroes. El Mago Rojo Roerkas, mientras tanto, ocupó posiciones en algún lugar del Plano Astral; las características de su ubicación y su propio poder le permitirían traer ante sí a los compañeros una vez completado el rescate. Cuando lo necesitaran, un portal mágico se abriría ante los caballeros, para permitirles regresar a salvo.

Kurgan, Vanth y Diana de Berfôska habían estado vagando por hostiles realidades, siguiendo la pista del legendario Daern. Su viaje les había hecho pasar por Aqueronte, el campo de batalla infernal, para después moverse - a través del plano de la Sombra - hasta alcanzar una desconocida subcapa de Ysgard, el plano-hogar de los héroes muertos. De alguna forma, los tres caballeros habían acabado en un semiplano ubicado en algún lugar intermedio de esos mundos. Un semiplano oscuro, vibrante y terriblemente hostil.

Nada más entrar en esta caótica realidad, Kurgan, Vanth y Diana se encontraron en un desesperado cuerpo a cuerpo con un centenar, un millar, de humanoides criaturas reptilianas armadas con espadas curvas y protegidas por escudos redondos. La marea de enemigos parecía una estampida dirigida hacia algún otro punto, pero eso no impedía que las docenas de criaturas que se encontraban a los caballeros en su camino intentaran atravesarlos con sus cimitarras. Tras minutos, horas o quizá días de lucha, por fin parece que la oleada draconiana cede. Los últimos seres reptilianos se lanzan hacia los tres viajeros planares que, salvo por unas pocas heridas de cierta consideración, han resistido sin demasiados problemas hasta ahora.

Diana aparta cimitarras con su escudo mientras rebana cuellos escamosos con su espada larga. La sangre negra baña la armadura de la guerrera, y aunque la inferioridad numérica es aplastante, la caballero no puede evitar avanzar paso a paso entre sus enemigos, a medida que va deshaciendo las filas de la horda a espadazos.

La Caballero del Gran Reino no tiene tiempo de preguntarse por su nueva situación, y es evidente que la masa de enemigos acabará por pisotearles aunque solo sea por el cansancio, pero defender su propia vida ya es ocupación suficiente. Encontrarle una explicación a esto debería recaer en Roerkas, si es que les estaba viendo, o bien en Kurgan, algo más familiarizado que ella con los planos y los misterios arcanos.

Vanth había aprendido a estas alturas a mantener la serenidad durante el combate y a medir las fuerzas de los enemigos. La lucha podía alargarse y no era inteligente hacer esfuerzos excesivos. Los reptilianos eran numerosos, si, pero no eran una amenaza considerable, a no ser que estuvieran dispuestos a luchar durante horas o incluso días.
El bárbaro avanzó sin entrar en furia unos pocos pasos para masacrar a las cuatro criaturas dracónicas que tenia mas cerca, y una vez ya estaban en el suelo con sus cuerpos destrozados, dio otros pocos pasos para despedazar a cuatro mas.

A Kurgan le habría gustado investigar las razones por las que se encontraban en combate cuerpo a cuerpo con aquellos seres reptilianos. También saber hacia donde se dirigía la horda en un principio y estudiar las extrañas condiciones de aquel plano, pero eso era algo que debía postergar para después de la lucha. El largo tiempo combatiendo con aquellas criaturas le había enseñado la mejor estrategia para enfrentarse a ellas, por lo que decidió ponerla en práctica.

El semielfo desapareció de la vista de los draconianos de repente para aparecer de nuevo a los pocos segundos golpeando brutalmente con su cadena, que chisporroteaba con energía eléctrica a su alrededor. Hasta nueve enemigos sucumbieron ante los poderosos golpes combinados con magia del Filo Del Ocaso, un espectáculo sorprendente y una muestra de las habilidades que habían adquirido los compañeros durante su estancia en los planos.

Las espadas de Vanth y Diana acaban con los enemigos cercanos, y la cadena de Kurgan despeja la amplia zona a la que da alcance. La sangre negra salpica, y los seres reptilianos mueren por docenas. El suelo comienza a no ser otra cosa que una alfombra de cuerpos manchada con el icor oscuro de las venas de los enemigos. La rápida carnicería desatada por Vanth y Kurgan crea un vacío en la cerrada masa de draconianos, al menos durante unos segundos, y ese espacio deja ver algo que quedaba oculto hasta entonces.

El suelo salpicado de cadáveres en el que se mueven los tres caballeros se queda corto al lado de lo que hay no muy lejos. El terreno forma una pequeña depresión, una especie de valle, en cuyo centro hay una montaña de muertos. En toda la extensión de ese pequeño valle el suelo está formado por la infinidad de cuerpos caídos de hombres-reptil, y los nuevos que entran en esa hondonada pisan a sus hermanos muertos. En la cima de la montaña de cadáveres hay un musculoso hombre casi desnudo que golpea a un lado y otro con una espada tan grande como él mismo. En algún tiempo pudo llevar armadura, o cualquier tipo de ropas, pero ahora no quedan más que jirones de tela y heridas sangrantes en su amplio torso.

Es hacia ahí hacia donde va la literalmente infinita horda de enemigos. En su marcha hacia el punto que parece ser el centro del semiplano, algunos draconianos se entretienen en tratar de acabar con los intrusos, aunque la mayoría golpean con cimitarras o picos de batalla sin dejar de avanzar hacia el destino que les espera en la punta de la enorme espada del héroe solitario.

Sin duda el humano es un guerrero incomparable, pero sus pies no se mueven, y cuando podría arrasar filas enteras se limita a recibir a los que llegan hasta él. Sus hombros están caídos, algunas heridas sangran y otras ya han dejado de hacerlo. Se mueve como un hombre exhausto, en el límite de sus fuerzas. Sin duda el predominio de energía positiva le ha ayudado a mantenerse en pie, y posiblemente aguantaría durante siglos más, o una eternidad, pero no parece en condiciones de emprender una ofensiva, ni de dedicar su atención a los viajeros planarios ni a cualquier otra cosa que no sean los enemigos que le asaltan.

Diana grita cuando uno de los picos clava su punta en la armadura metálica, perforándola. El hombre-dragón que la ha herido seriamente ni siquiera se entretiene en sacar el arma, sino que la suelta y continúa su carrera hacia el guerrero del centro de valle. Vanth también ha recibido algunas heridas ligeras, aunque un combatiente como él apenas las ha sentido. Kurgan repele todos los ataques, y mata a algunos de los que pasan demasiado cerca de él. En todo caso, está claro que la situación no es sostenible indefinidamente.

Daern...

¡Ese debe de ser Daern!, debemos acercarnos hasta él para sacarlo de aquí, pero no os separéis de mi, conozco la manera de alejarnos a todos de este lugar de una sola vez.

El semielfo ya había planeado una una manera de fugarse de este lugar, o al menos de apartarse de la horda de reptiles por un tiempo.

El bárbaro pensaba acercarse de todos modos en auxilio del solitario héroe a pesar de las sugerencias tácticas del Filo del Ocaso. Vanth pudo intuir por si mismo que aquel que se encontraba en el centro del montículo de cadáveres, en apariencia condenado a una batalla infinita, era a quien habían estado buscando por una miríada de planos diferentes.

El humano condenado parecía alguien fuerte sin igual, pero el bárbaro sentía que debía sufrir dolor y cansancio infinitos, y que en este momento su poder era solo una caricatura de lo que había sido en sus buenos tiempos.

Vanth cargó en dirección al héroe destruyendo a dos criaturas dracónicas que se encontró a su paso.

¡Muerte!.

Gracias al tiempo que habían pasado combatiendo juntos, el bárbaro y el semielfo funcionaban en en la batalla como un engranaje bien engrasado, y se coordinaban para avanzar entre las filas enemigas a la perfección. Aprovechando la fisura que le había dejado Vanth entre los reptilianos, Kurgan avanzó unos metros mas para colocarse tan solo a unos pocos pies de aquel a quien habían venido a buscar.

Abatió a tres mas de aquellas criaturas con su cadena cargada de magia eléctrica, y consiguieron de esta manera que entre ellos y el héroe no se alzase ninguno de aquellos numerosos seres. En ese momento el semielfo aprovechó para dirigirse a aquel maltrecho hombre.

¡Daern!, hemos venido a buscarte y a sacarte de este lugar con ayuda de Roerkas, por favor, coge mi mano y yo te alejaré de aquí.

El poderoso guerrero duda. La marea de enemigos se cierra otra vez sobre ellos, y la feroz lucha de los cuatro guerreros ha dado poco más que un minuto de pausa, aunque es mucho más de lo que habría conseguido Daern solo.

Echa una mirada a los centenares, miles de oponentes que se acercan, entre los que se distinguen las siluetas en el aire de varios dragones. No tiene nada que perder por lo que, aunque no entienda la situación, alarga el brazo hasta tocar la mano del semielfo...

El Filo del Ocaso sonríe cuando aquel hombre le da la mano, como si significase la señal de una victoria, o de la consecución de algo tras un arduo trabajo. Los enemigos que se aproximan en el horizonte son mucho mas poderosos y numerosos de los que se han encontrado hasta el momento, y de pasar mas tiempo allí, el único que podría salir con vida de ellos es aquel al que han venido a buscar.

Kurgan se había preparado para lanzar un sortilegio de teleportación de corto alcance, quizá demasiado corto, pero puede que suficiente como para que los monstruos que hostigaban a Daern le perdieran la pista.

¡Cogeos todos de las manos!.

La orden de Kurgan fue rápida y su cumplimiento también, y al instante tras una única palabra de mando el grupo de cuatro había desaparecido para reaparecer en otro lugar.

Los cuatro se miraron un instante, tardando en acostumbrarse a esta reaparición. La marea de enemigos quedaba atrás, a una buena distancia aunque nunca podría ser demasiado larga.

Como el agua girando en un remolino, el ejército de monstruos gira y se reagrupa de nuevo hacia los intrusos. Líneas de draconianos y auténticos dragones en el cielo surgen en todas las direcciones. La capa entera gira en torno al hombre de negros cabellos - un subplano hecho a medida - y el centro del mundo, ese punto hacia el que todos los enemigos confluían, pronto se está desplazando lentamente para volver a su víctima.

El esfuerzo ha parecido en vano, pero la deseperanza solo dura un segundo. El conjuro de Kurgan ha dado el tiempo suficiente, el desequilibrio momentáneo en el plano ha dado una oportunidad a Roerkas.

Un umbral se abre ante los tres caballeros y el Héroe Antiguo.

Sin perder tiempo, todos cruzan el portal que les llevará de vuelta al hogar.