Partida Rol por web

Deseo se quedó quieta, admirada, observando la escultura que les impedía el paso a lo que a todas luces era aquel lugar donde se encontraba lo que habían venido a buscar. La sensación que la embargaba no era de temor ni de rabia, sino de sorpresa de nuevo. ¿Descansa Asterión? ¿Es que acaso ya no se encontraba en el mundo de los vivos? 

-¿Estáis viendo lo que yo...?

Por unos segundos una especie de mareo la embargó, un enfrentarse al destino y encontrarle distinto, extraño. 

Recordó todo cuanto se había preparado desde que nació para llegar hasta allí, revivió el periplo por las tierras extranjeras hasta llegar a Creta, estuvo de nuevo frente la entrada del Laberinto, luego dentro de él, luego en su subsuelo rocoso y retorcido. 

Recordó cómo sus dos compañeros, ahora ya amigos hasta el final, la habían llamado, como dudó, como hicieron de los tres una sola fuerza, ayudándose, codo con codo. Como habían vencido, juntos, al Engendro mecánico y al ejército de derros. Como casi no salían de aquella...

Se habían dejado caer en el suelo después de la batalla, desencajados y heridos. Los tres sacaron sus provisiones y agua, y las compartieron. Sin ningún titubeo. Deseo había hecho trizas algunas de las telas de camisolas y había lavado y vendado heridas, las de los tres, más o menos graves.

Y habían seguido, juntos, enteros.

Hasta esto... hasta aquí.

-No puedo creerlo...

Se adelantó, y rozó con las yemas de los dedos el mármol de la efigie de Asterión, y la leyenda a sus pies. Escrutó cada palmo de la puerta, si había algún modo de que se abriera para ellos, debían encontrarlo...

Deseo les había curado con una maestría intachable, Indikos observó a la extranjera de rasgos exóticos, aquella mujer desconocida y ciertamente bella, le había salvado la vida no una, ni dos, si no tres veces. Reflexionó por un segundo que si no la hubiesen alcanzado, si no la hubiesen convencido, él estaría muerto, y probablemente Ameleón también.

Por otro lado quizás ella también, pero lo cierto es que quien les había salvado la vida era ella. Ahora, los dioses, y los espíritus de sus antepasados, le obligaban a defenderla hasta la muerte, si ella moría, él moriría con ella. De lo contrario, su alma no encontraría descanso en el reino de Hades, y su familia sufriría la maldición de la diosa fortuna.

Pero no era momento de pensar en esto, en sus condiciones, Indikos sabía que no sobreviviría a este encuentro, así que eso era irrelevante, al menos esperaba salvarle la vida a ella una vez antes de morir.

Sin duda, es el templo de Asterión, pero, esa inscripción es confusa, parece como si el Minotauro estuviese muerto, pero eso no es posible, esos diminutos derros no habrían mantenido a raya a tantos valerosos guerreros durante tanto tiempo, en algún momento alguno les habría dado muerte como hemos hecho nosotros. Tenemos que pensar la forma de atravesar esto -Indikos observó la gigantesca estatua con mirada severa mientras hablaba-.

Ameleón caminaba  en silencio. Ahora sí estaban llegando al corazón del laberinto. Al terminar el último corredor y entrar en la espaciosa estancia el hoplita volvió a tensar los músculos. La luz del sol iluminando la sala molestaba a los ojos. Parecía que llevaban semanas allí abajo. Semanas que hubieran sido segundos si no hubiera compartido destino con los dos guerreros que le acompañaban y que se habían esforzado tanto como él en seguir viviendo. 

Había agradecido a la extranjera los cuidados que prodigó sobre sus heridas, miró al íbero con benevolencia agradeciendo el gran trabajo a los mandos del aparato mecánico, compadeció la muerte de la autónoma amazona. Su fe en la humanidad, fuera de la raza que fuera, seguía intacto y había logrado sentir que dos guerreros de ambos extremos del mundo conocido estaban allí para algo más que para morir...

Cuando sus ojos se acostumbraron a la luminosidad pudo contemplar la gran imagen del guerrero que les tapaba el paso. Se quedó mirando sus rasgos. El casco alado referenciaba a Hermes, el mensajero de los dioses y también el guía de las almas al inframundo. Sin duda estaba muy claro lo que significaba aquella figura allí.

-¿Estáis viendo lo que yo...?

Ameleón se acercó a la inscripción... Visita este templo como un amigo...visita este templo como un amigo...¿De qué le sonaba esa frase?

Sin duda, es el templo de Asterión, pero, esa inscripción es confusa, parece como si el Minotauro estuviese muerto, pero eso no es posible, esos diminutos derros no habrían mantenido a raya a tantos valerosos guerreros durante tanto tiempo, en algún momento alguno les habría dado muerte como hemos hecho nosotros. Tenemos que pensar la forma de atravesar esto

 El hoplita tampoco creía que el minotauro estuviera muerto. Ni tan siquiera pensaba que estuviera descansando, ni mucho menos que no supiera que ellos estaban allí. Un ser como él, con los sentidos agudizados de un dios habría tenido en cuenta el ruido de la colosal batalla mantenida contra los derros. Ahora tocaba averiguar la manera de atravesar la roca... de verse al fin a los ojos.

-visita este templo como un amigo...

Nada se mueve en la sala. Sólo hay quietud, calma, serenidad. Nada os ataca, nada os lanza flechas ni jabalinas, no hay máquinas escupe-fuego abrasándoos... Pero no podéis pasar, no podéis continuar, la estatua con la inscripción a sus pies os lo impide. Al mismo tiempo está claro que la inscripción es la clave para pasar.

Visita este templo como un amigo... no paraba de darle vueltas en la cabeza. Para entrar como amigo, hay que bajar las armas... Así que se acercó a la base de la espada que se clava contra el suelo he intentó moverla a pesar de lo grande que parecía...

-¿Tal vez por aquí?

-Entra como un amigo...- volvió a repetir Ameleón como aquel que recita un mantra mientras dejaba en el suelo primero su lanza, luego su espada y finalmente deshacía las ataduras de su escudo. Notó que no ocurría nada. Miró a sus compañeros con el gesto un poco consternado.

-Creo que quieren... que dejemos las armas.- Anotó mientras se sacaba la coraza y las grebas. Luego quitó su capa roja, ya muy desgastada por el fuego, y le desgarró un par de tiras para atarlas alrededor de cada una de sus nudillos -Me lo podía imaginar... Las armas no harán nada contra él.

Finalmente se sacó el Yelmo que le regalara Atenea antes de partir a Knossos, mientras le dedicaba unas palabras, y dio un paso al frente liberado de todo su arsenal.

-Estoy preparado para enfrentarme a mi destino...

-¡Las armas...! Mi guadaña-alabarda es... casi parte de mí. Yo... esto será difícil. No estoy preparada para esto...

Así era. Para la guerrera, cuya vida desde que nació había sido única y exclusivamente dedicada a este lugar y momento, enfrentarse a su destino tal como decía Ameleón era mucho peor que ir desnuda. Hubiera querido tener a su consejero a su lado, quizá él...

...no.

Era ella, Deseo, la que debía resolver la situación. Deseo de su padre, deseo de la Dama Oscura, Deseo de su Destino. Había llegado el momento, y nadie sabía cómo debía afrontarlo, el modo era el que era, y no estaba en las manos de nadie, ni consejero ni Destino cambiarlo. 

Sin armas... como un amigo.

Despacio, con reticencia, dejó su arma en la repisa de la base de la puerta, y también la daga, aunque ésta no le costó hacerlo. Tras unos segundos de meditación soltó también su cinto, donde llevaba la bolsita con el resto de hipnótico, y la dejó al lado. 

Suspiró, y miró la escultura.

-Como un amigo. Aquí me tienes.

Ya veo... Puede tener sentido Ameleón, que los dioses bendigan tu ingenio con acierto...-murmuró el íbero, mientras apoyaba las jabalinas junto a las armas de sus compañeros, dejando a los pies el sencillo escudo y el peto ligero con forma de cabeza de lobo.

Observó su falcata sosteniéndola con ambas manos... Vista con tranquilidad el arma era de manufactura impresionante, el metal brillaba como si fuese un metal precioso, el filo no tenía muescas ni suciedad, parecía recién salida del herrero. La empuñadura era de hueso de cabra, blanca como el mármol, impoluta... El pomo con forma de cabeza de caballo se curvaba hacia la hoja, formando una media luna junto con la base de la empuñadura, también curvada hacia el pomo.

Indikos siempre se había preguntado de dónde había salido su falcata, se suponía que era una reliquia familiar, se lo dejó su padre diciendo que había pertenecido a su padre antes que el, y eso era algo extraño. A pesar de que Ampurias estaba en Iberia, su ciudad fue fundada por griegos que vivían en una gran isla al este de las islas de los honderos, e Indikos era, como el resto de sus vecinos, griego. Pero esa falcata era un arma usada por los guerreros de las tribus iberas, todo en ella era originario de esas extrañas tierras: el pomo, el metal, el diseño... Todo era de origen íbero sin duda, bien lo sabía Indikos que los había combatido toda su vida. Pero él heredó está falcata con apenas 12 años, entrenando con ella desde entonces... Y lo que era aún más extraño en toda esta historia: en cierta ocasión lograron capturar a varios guerreros iberos durante un feroz ataque a Ampurias por parte de una ciudad ibera cercana, uno de los prisioneros hablaba griego, con ese fuerte acento íbero, y se percató del arma de Indikos, chapurreando de forma rudimentaria le preguntó de dónde la había sacado (o ganado). No tuvo problema en responderle, al pobre infeliz iban a ejecutarlo al día siguiente, le contó la historia de la herencia familiar y el guerrero le dijo que eso era imposible: "cada falcata se forja para un único guerrero y cuando éste muere, se trunca doblando la hoja para que nadie más pueda volver a usarla y se entierra junto a él. Además, se forja a la medida del antebrazo del guerrero, por lo que no hay dos iguales y cada una es única, con un solo dueño.."

Aquello no tenía ningún sentido, Indikos midió la hoja y descubrió con una mezcla de sorpresa y miedo, que la hoja tenía la medida exacta de su antebrazo, ¿Cómo era esto posible? Y sobre todo...¿Cuál era el origen de esta espada? Eran preguntas que toda su vida había querido resolver, pensaba que quizás este viaje le aportaría alguna respuesta, y ahora, al final del viaje, fatigado y al borde de la muerte por sus heridas, solo entonces quizás, ¿Quién sabe? Puede que ese gran misterio de su vida, quedase resuelto...

Está claro que la interpretación de Ameleón es la correcta. Sin embargo, la primera parte de la inscripción no termina de agradarte: "Aquí descansa Asterión, hijo Pasífae, reina de Creta...". ¿Una feroz criatura descansando? ¿Y por qué todo esto? ¿Por qué es tan difícil llegar hasta aquí? ¿Por qué esos derros y mórlocks? Hay algo que no cuadra, algo que no cuentas las leyendas sobre este lugar, y no te da muy buena espina. Sea como sea debes deshacerte de todas tus armas para continuar y averiguarlo.

Las palabras de Ameleón tienen sentido. Despojarte de tus armas parece ser la única forma de acceder a este lugar, donde descansa la bestia. Dejas la falcataque te ha acompañado durante toda tu vida, heredada. ¿De verdad esperas encontrar respuesta sobre este arma y tu inquietante vínculo con ella en este lugar?