Partida Rol por web

El contraataque de Indikos con su espada es brutal, acabando con su oponente. Ese arma debe tener algo especial. Kynortas hace lo mismo, terminando con la vida del bárbaro. Sin embargo el que está frente a Sinódaso aún sostiene su hacha y vuelve a intentar golpear al centauro. Los vaivenes del barco parece que también le perjudican a él.

A vuestro alrededor los marineros no parecen ser capaces de defenderse, y aunque hay algunas bajas, los seis bárbaros que aún quedan en pie les están masacrando. Con las caras manchadas de sangre están degollando a los jóvenes marineros como si de cebada se tratase.

Sin esos marineros vamos a naufragar eternamente en el mar, sé que nos acabamos de conocer pero, parece que al centauro lo conoces de hace tiempo Kynortas, ¿qué te parece si tu le echas un cable a tu compatriota mientras yo intento mandar a la laguna estigia a otro de estos bárbaros incivilizados?

Tras decir esto, Indikos echa un vistazo a uno de los bárbaros que parece estar a punto de segar la vida de un indefenso marinero que prácticamente se cubre la cara con las manos, fija el objetivo, coge su otra jabalina y cuando lo tiene a tiro, la arroja con todas sus fuerzas contra el bárbaro

¡Aaaaaagh!, grita Sinódaso con rabia atacando de nuevo al bárbaro, aún en su estado de mareo. ¡No necesito que ese estúpido me ayude contra una alimañana como ésta!

Lamentablemente, el centauro no estaba del todo en lo cierto.

Kynortas responde con un gruñido a Indikos. El chico, aunque muy entusiasta, empezaba a caerle bien: tenía agallas.

De un salto, Kynortas arremete contra el bárbaro que está apaleando al centauro, impulsando su lanza desde abajo, directa al cuello de su rival.

- ¿Qué pasa, Sinódaso? ¿Te has enamorado de éste y no eres capaz de hacerle daño? - se mofa el hoplita, soltando seguidamente una escandalosa carcajada.

El bárbaro al que Indikos lanza su segunda y última jabalina se vuelve hacia él y le asesta un golpe con su gran espada, golpeándole en su escudo y sin hacerle ni un rasguño.

Al ver que su compañero cae al suelo tras ser ensartado por la lanza de Kynortas, otros dos bárbaros, heridos ya por los marineros, se vuelven hacia el hoplita y el centauro. Sinódaso no está de suerte hoy, y su nuevo contrincante le hiere en una pata.

El golpe en el escudo había sido contundente, el cuerpo de Indikos tembló levemente, pero el escudo aguantó sin problemas.

Mi turno... murmuró Indikos con una sonrisa maligna en el rostro

Golpeó con su espada de forma lateral y hacia arriba, apuntando directamente al cuello del bárbaro

Kynortas saca su lanza del cuello de su rival justo a tiempo para girarse y bloquear con su escudo el golpe del nuevo enemigo. Con gran velocidad, aparta el arma de su rival de un escudazo para seguidamente clavarle la lanza en el costado mientras lanza un rugido emocionado.

El hoplita se sentía ahora más vivo que durante toda la travesía, pues era aquí, en el fragor de la batalla, dónde Kynortas se sentía vivo de verdad.

El combate termina con algunas bajas. Gracias a vuestra intervención el trirreme puede continuar hasta Creta, donde finaliza vuestro viaje. Hay herido y muertos a vuestro alrededor, pero los tres estáis enteros y habéis luchado bien.

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Una vez aniquilado al último de sus oponentes, Indikos echó un vistazo a su alrededor, los bárbaros yacían muertos junto a algunos marineros, sus compañeros improvidados de armas parecían enteros, Kynortas sacaba la lanza que estaba incrustrada en el cráneo del último bárbaro que había despachado, mientras Sinódaso limpiaba la sangre aún fresca que empapaba su daga, tendrían que echar una mano a los marineros debido a las bajas, pero, parecía que el viaje podía continuar.

Por fin... -pensó en voz alta ignorando el escozor de su pequeña herida- Por fin llegaremos a Creta y conquistaré la gloria.

Ya parecía divisarse a lo lejos la costa de la escarpada isla

Kynortas, ya despachados los enemigos, se estira y relaja los hombros. Había sido un encuentro interesante, pero esos debiluchos no les habían servido ni para calentar. Bueno, casi a todos.

- Un poco más y no llegas a tierra firme, Sinódaso - se jacta el hoplita mientras se apoya en su lanza -. Aún estás a tiempo de volver a Zetos. Nadie te lo echaría en cara.

Sinódaso baja la lanza y guarda la daga, haciendo caso omiso al pavoneamiento de Kynortas. Desde luego, no está siendo el día del centauro. No puede evitar, sin embargo, vomitar por la borda antes de reponerse, lanzando una mirada de ni una palabra de esto a su rival.

Gracias al Gran Padre que por fin se ve tierra firme en el horizonte...