Partida Rol por web

Con la bandera de Atenas llegaba a puerto un barco mercante. En la proa la capa roja de un hoplita ondeaba al viento. Al atracar, el guerrero pertrechado con el escudo y la coraza distintivos de la ciudad bajó solo por la escala, totalmente pertrechado para la guerra (daga al cinto, lanza en mano y otra empaquetada a la espalda). Portaba en su cabeza un casco dorado con forma de búho que resplandecía desde lejos. No era joven, tenía brazos como columnas y parecía un guerrero curtido por la batalla y el sol de los viajes.

Caminaba tranquilo y cabizbajo, como concentrado en un discurso interior. No parecía importarle nada del bullicio que se cocinaba a su alrededor. Buscó un lugar tranquilo, posó su espalda a la pared al tiempo que sacaba unas provisiones de la bolsa y se dispuso a descansar mientras, ahora sí, observaba con detenimiento toda la algarabía del puerto. 

A lomos de su yegua apareció una jóven muchacha llamada Teseida.

-¡Al fin llegué a mi destino! 

Teseida baja de su yegua y luce unos movimientos muy naturales, finos y sensuales. Poseía una cabellera morena rizada, una mirada penetrante y agresiva. Por esos ojos sin duda era una mujer con carácter y con grandes convicciones. Tenía armadura y brazaletes de cuero, no muy pesados que le permitía moverse con agilidad. Llevaba un cinturón también de cuero en el que llevaba colgado lo que parecía ser una daga y detrás, en la espalda, tenía una lanza y un arco largo.

-Vengaré a mi pueblo y les demostraré a esos Hoplitas de qué material estoy hecha. No dudaré en aniquilar a quién se me ponga en mi camino.

Teseida tenía mucho genio y se encontraba dolida por su pasado, aunque también era honrada y tenía un buen corazón más allá de esa mirada agresiva que le acompañaba. Le costaba mucho abrirse a las personas, especialmente si no eran de su propio pueblo. Tenía esa personalidad testaruda que quizás, quién sabe, le podría llevar a la victoria o quizás... esa testarudez le hiciera morir en el intento de vencer al minotauro.

Los tres centauros, entre los que se encuentran Nedras y Sinódaso, conversan animadamente. Indikos y Kynortas están junto a ellos, pero muestran algo más de indiferencia hacia el encuentro de los centauros.

Ameleón, Hilda y Teseida permanecen en solitario, cada uno a lo suyo. Hilda se acerca al puesto de un vendedor y compra algo.

Deseo se mantiene en su aura misteriosa, rodeada de sus tres protectores, sirvientes o controladores.

Indikos estaba profundamente impresionado: el gran puerto, tanta gente de tantos lugares diferentes, le llamaba la atención el exótico grupo de la lejana Asia casi tanto como los centauros. Nunca había visto a gentes ni criaturas tan exóticas en toda su vida, de repente se sintió algo amedrentado, como un pueblerino que apenas había salido de su polis. Lo cierto es que eso era precisamente... Pero la sensación pronto se disipó, probablemente muchas de aquellas gentes se sentían igual respecto a el, al fin y al cabo provenía del extremo occidental del mundo, era como ese grupo asiático, pero en sentido contrario. Sus ropajes y simbologías iberas con influencia griega delataban que no era precisamente ateniense. La influencia de la cultura ibera en las colonias griegas de Iberia era innegable, en su vestimenta, armamento, forma de luchar, cultura...

Cuando partí de Ampurias imaginaba que vería grandes maravillas, pero en el poco tiempo que llevo en Hagia he visto dos centauros más y extrañas gentes de la lejana Asia -dijo cabeceando ligeramente hacia el grupo que escoltaba a la misteriosa mujer de cabello rojo-

Mi nombre es Indikos, provengo de Ampurias, en la lejana Iberia, he viajado con Sinódaso y Kynortas en barco durante bastante tiempo, ya que vengo de muy lejos. He tenido la oportunidad de combatir junto a ellos en alta mar. ¿Qué os parecen esas extrañas gentes? -preguntó mirando hacia el resto de los héroes allí congregados por el Rey Minos

Ameleón abandonó su posición relajada, se incorporó y adoptó de nuevo una actitud marcial. Nunca parecía bajar la guardia. Dio un paso al frente y contestó al compañero de armas. -No tengo ni idea de las razones, pero si vienen dispuestos a eliminar al Minotauro bienvenidos sean. Si te soy sincero, entrar en la guarida de esa bestia no es lo que más me apetezca en estos momentos. No obstante vengo voluntario como ofrenda de Atenas porque si no soy yo será cualquier joven inocente de mi polis como pago del tributo a Creta. Así es que cualquiera que sea capaz de vencer a esa bestia, sea de la raza que sea, puede contar con mi lanza. Me llamo Ameleón.- Al instante apoyó la lanza contra el escudo y ofreció la mano con la palma hacia arriba en señal de gratitud -Lo único mejor en combate que un hoplita bien entrenado son varios hoplitas bien coordinados.  Quizás nos hagamos falta ahí adentro.- Dijo a tiempo que hacía un guiño de complicidad al otro hoplita.

¡Así que el hijo de Nedrón! ¡Cómo olvidarlo!, exclama Sinódaso ante las palabras de Magalippos. Ya veo, dijo que iba a tener un hijo, pero no le gustaba hablar mucho de sí mismo.

Sinódaso pasa un brazo sobre los hombros de Nedras y le habla de forma fuerte y desagradable. Su barba y su melena huelen a mar con un ligero tinte a vómito.

¿No creerás que vas a derrotar al minotauro con esa flauta, verdad, muchacho?, le recrimina de forma condescendiente. ¡Ay, si te viera tu padre! Era callado, pero un buen arquero.

El centauro suelta al chico y relaja un poco el tono, bajando la voz y callando unos segundos, pensativo.

Yo me retiré a la isla de Zetos tras la guerra. Vida tranquila, pocos peligros, campesinos, granjas, ya sabes. Pensé que podría ser un héroe local. No tuve en cuenta lo incordiantes que son los humanos... -dice mirando con tristeza en la dirección de Kynortas e Indikos. Este último parece no dejar de buscar nuevos amigos.

Indikos observó aproximarse a otro Hoplita, era tan grande como Kynortas, su escudo y su casco mostraban claramente su procedencia, era un hoplita ateniense. Indikos se consideraba griego, como todos en Ampurias, pero la distancia y la influencia ibera, habían hecho de los griegos que habitaban en las colonias de iberia unas gentes casi distintas de los griegos de la metrópoli, en cualquier caso un hoplita era siempre un hoplita, la infantería pesada. En Ampurias Indikos se planteó ser Hoplita, pero no era una decisión práctica, los hoplitas disponían de escudos con los que efectuar la famosa formación en falange, los escudos formaban un muro, y para ello, los hoplitas debían tener una altura similar, e Indikos no era precisamente alto, a pesar de su fuerza física, por lo que hoplita no era el mejor cuerpo militar para el. En cambio los Hipaspistas eran tropas de infantería ligera, más rápidas y con mayor libertad de movimiento, era un cuerpo perfecto para Indikos.

¡Claro! Aunque por mi armadura y armamento verás que soy hipaspista, tal vez junto con Kynortas, podríamos improvisar una formación de combate bastante interesante -contestó con aire pensativo Indikos- ciertamente la combinación podría ser interesante, dos hoplitas con escudos en paralelo avanzando y un hipaspista hostigando los flancos.

Vamos Sinódaso, comprende que no he visto a mucha gente desde que partí de Ampurias aparte de vosotros, vamos a enfrentarnos con un Minotauro, estoy seguro que toda ayuda será poca

Indikos esperaba que no se produjesen altercados internos, sospechaba que sería más fácil derrotar primero al Minotauro en grupo y después luchar entre todos por decidir quién sería el Heros, por gigantescos y fieros que pareciesen todos esos guerreros, sin duda sería más asequible vencerles a ellos que a un Minotauro en combate singular.

Aunque sería lógico que los cuatro asiáticos hablaran entre ellos en su lengua de origen, y quizá habría sido interesante escucharles, lo cierto es que, excepto la mujer que daba órdenes en griego y que parecía ser la organizadora del grupito, los demás no hablaban. Pronto estuvieron las mulas cargadas y el carruaje dispuesto para llevarles al lugar donde fueran a hospedarse. 

Pero la joven pelirroja hizo un gesto con la mano, y tras un breve intercambio de susurros con el anciano, la marcha no se produjo.

En vez de eso la joven se puso a pasear por el puerto, escuchando y mirando, seguida de cerca por el anciano. La mujer y el hombretón se quedaron a la espera, junto a la breve caravana.

Nedras escuchó atentamente a aquel centauro mayor, por señal de respeto.
Aunque se incomoda un poco cuando es agarrado por los hombros. Normalmente en su tierra se respeta la distancia de una coz para hablar, y en contadas ocasiones se dialoga con contacto físico.
Sin embargo, Sinódaso parecía haber viajado mucho y sobre todo, vivido mucho, como para respetar nimiedades locales.

Aunque sus palabras respecto a las preferencias musicales molestó un poco a Nedras.
No todas las trifulcas se arreglan con sangre. Ni el sonido del metal es el único que arenga al guerrero. Dice con completa seguridad en sí mismo. Incluso en la batalla más salvaje, hasta el guerrero más sanguinario, se alegraría por una buena melodía en sus oídos. Termina con una sonrisa.

Al hacer mención a aquellos otros dos, los observa. Escucha como aquel Indikos habla en alto sin saber a quién.
Los bípedos han llevado a cabo muchos de los grandes avances de la sociedad. Desgraciadamente Sinósidas, esa ambición muchas veces les acaba dominando. Concluye mirándolos con cierta tristeza