Shiata cerró los ojos tratando de mantener su mente en blanco. Debía evadirse de lo terrenal para poder migrar su alma al plano Asrtral. El conjuro que trataba de realizar requería que su mente olvidara todos los nexos que le ataban al mundo material para que la proyección fuera eficaz. Por otra parte debía de ralentizar el metabolismo de su cuerpo. Sólo de esa forma obtendría ciertas garantías de que a su regreso no se hubiera empezado a corromper o a malograrse del todo.
En cierta forma la naturaleza de los antiguos similar a la reptiliana, gracias entre otras cosas a su sangre fría, favorecía aquella ralentización del organismo necesaria para el tránsito al plano estelar. No obstante, cualquier alteración de las condiciones climáticas o que rodeaban al cuerpo migrado, podían hacer que este sucumbiera a una muerte tanto física como espiritual. Esa era otra de las funciones que debían asumir los sacerdotes que realizaban los cánticos que propiciaban el viaje que Shiata iba a realizar; salvaguardar su cuerpo de todo mal que pudiera acontecerle.
Mientras Shiata trataba de mantener la concentración en la más pura de nulidad de pensamientos, los tres sacerdotes comenzaron a entonar los cánticos ceremoniales necesarios para el ritual. Se notaba que ninguno de los tres era muy ducho en aquellos quehaceres. Les costó entonar y sincronizar sus voces. No era la primera vez que participaban en un ritual similar, pero si la primera que lo hacían albergando la mayor parte de la responsabilidad que conllevaba. Tardaron unos cuantos minutos en sin acompasar sus cánticos y a punto estuvieron de romper el trance en que Shiata se había sumido.
De no ser por su templanza y su experiencia, muy posiblemente habrían dado al traste con el ritual y también muy posiblemente con las esperanzas que había depositado en su investigación. No obstante consiguió mantener la mente en blanco y no ceder ante los impulsos de su cerebro que le invitaban a abandonar su estado de semiinconsciencia.
Pronto aquellos cánticos pasaron a ser uno solo, tres voces en una única que comenzaron poco a poco a substituir la insondable nulidad que experimentaba su mente. Empezó a sentir una extraña sensación de estar levitando, de que todo a su alrededor se tornaba etéreo y atemporal. Pese a tener los ojos cerrados, notó como su visión se tornaba difusa y todo a su alrededor parecía oscurecerse. Pronto tuvo la sensación de estar mirando debajo del agua y sintió como su vista alcanzara a ver en todas las direcciones sin llegar a definir nada en ninguna de ellas. Sus oídos taponados solo atinaban a distinguir el remor de un fuerte viento. El mundo que les rodeaba pareció paralizarse y que cualquier nexo con la realidad vivida hasta el momento parecía desvanecerse.
Empezó a sentirse como encerrado en un espacio oscuro en el que le faltaba el aire, como sepultado por toneladas de infinidad inmaterial. Pronto notó que ya no sentía su cuerpo, ya no tenía ni brazos, ni pies ni cabeza y una sacudida hacia adelante pareció conducirle a un corredor circular por el que avanzaba a una velocidad irracional. Apenas podía distinguir una serie de luces intermitentes que pasaban a gran velocidad frente a su ser y sintió como si el tiempo y el espacio se entremezclaran convirtiéndose en un conjunto de ambos.
Fue entonces cuando experimentó la visión de un mundo remoto. Se trataba de un planeta muy similar al suyo. Contaba con vastas extensiones de tierra, diferenciándose distintas zonas repartidas de forma uniforme a lo largo y ancho del globo. Zonzas verdes donde imperaba una gran densidad vegetal, zonas más despobladas de llanura, terrenos montañosos cubiertos por la nieve a determinada altura, incluso zonas desérticas como en su Nabudum natal, pero el terreno predominante de aquel mundo era sin duda el sumergido por vastas extensiones de agua.
Aquella visión le condujo a un remoto lugar situado al sur de un inmenso continente. A medida que parecía acercase a aquella zona de aquel planeta, observó que predominaba un terreno árido, un terreno en muchas zonas estéril, un terreno desértico como el de sus hermanos y enemigos de Nabdum. Allí una extraña civilización había alzado una enorme ciudad entrono a la costa y a poca distancia distinguió un bellísimo palacio de piedra blanca, con numerosos capiteles y una enorme cúpula central rodeado de unos impresionantes jardines, fuentes y una gran muralla.
Había alcanzado el final del túnel y una luz esplendorosa le cegó. Todo se tornó de nuevo oscuro y un extraño frío recorrió su cuerpo inmaterial. Vio por primera vez al sujeto que buscaba, se trataba de un constructo terrible de roca y fuego. Un terrible ser de enormes proporciones que imbuía temor tan solo con mirar a su vacía mirada de fuego. Un ser que podría aplastar a cualquiera con un solo golpe de su puño. Supo que aquel ser era Chcath, el de los muchos nombres, el Traidor, el Desterrado, el Viajero sdel Vacío, el Bailarín de Seyran.
Se encontraba en un lujoso salón con mármol blanco en sus paredes e incrustaciones de piedras preciosas. Dicha estacia estaba ocupada por una larga mesa de madera oscura y de confección artesanal para hasta doce comensales, que al igual del resto de mobiliario tenía incrustaciones de oro y perlas. Al fondo de la sala se encontraba en una zona elevada a la que accedía tras ascender unos peldaños hasta un trono fabricado en oro, plata y otros nobles metales y adornado con piedras preciosas, la mayor parte de ellas rubíes y esmeraldas. Detrás el trono se hallaban unas cortinas de telas preciosas hasta el techo.
Ante el trono se encontraba un ser humanoide de piel sonrosada algo bronceada y de esbelta figura. Como algunos animales de Nabudum, tenía pelo, pero sólo en cabeza y el contorno de su quijada. Se trataba de un cabello oscuro y rizado. Sus ojos eran enormes y rasgados enmarcados por carboncillo y su nariz afilada.
Vestía una especie de túnica de color blanco marfil hasta los pies, con el cuello y las mangas bordadas representando grandes granadas en filigrana dorada y plateada. En los pies portaba una babuchas puntiagudas adornadas con piedras preciosas y sobre la cabeza un turbante de fina seda blanca con brillos.
En la mesa se encontraban sentados hasta seis de aquellos seres de pieles color sonrosado con rasgos similares a los del primero de aquellos extraños alienígenas. Pieles claras, cabellos oscuros y ojos negros. Vestían al igual que el primero pero en telas más oscuras.
De alguna forma Shiata se sintió en conexión con el gólem de roca y fuego en aquel preciso instante y también notó como aquel ser, aquel constructo creado por sus ancestros, era consciente de su presencia. Como si ambas mentes se hubieran conectado en aquel momento gracias al conjuro propiciado por el ritual realizado en Nabudum a una incalculable distancia del lugar donde en ese momento se encontraba Chcath.
El viaje astral dejó a Siatha en un suave letargo, una ventaja de ser reptiliano que permitía no experimentar los achaques de los viajes astrales, sino suavemente aletargarse y dejar que el viaje fluya con naturalidad. Sin embargo al llegar al destino siempre se tarda en recuperar noción del lugar y el tiempo.
Al llegar a su destino Siatha tenía la vista emborronada, pero sus demás sentidos, especialmente el olfato y el oído estaban a completo funcionamiento. Trató de sacar su lengua viperina de forma instintiva para saborear el aire a su alrededor, pero no pudo, pues realmente no estaba allí, sino que compartía el cuerpo con el gólem.
Se sentía pesado, asfixiado por algún extraño aroma o esencia que contaminaba el aire. Algo le decía al Antiguo que se debía a aquellas criaturas del lugar que habían cargado el aire con esas esencias. Tendrían algún significado místico?
El Antiguo continuó observando alrededor de sa sala centrándose en la criatura que dominaba la estancia, un ser pálido como las sierpes de las arenas, que usan sus colores para camuflarse entre las dunas. Al estar alzado sobre las demás, debía ser el que gobernaba en el lugar. Sus ropas no indicaban que fuera un sacerdote, no tenía aparentes símbolos religiosos, y eran más suntuosos de lo debido para un ser que se humilla ante la divinitud. No, este ser se congraciaba entre las pertenencias terrenales, vivía para tenerlas. El lugar donde estaban también representaba eso, comprendía ahora el Antiguo.
Siatha observó y retornó junto al gran Chcath, aun no comprendía la situación en la que se encontraba. Así que se mantuvo allí, y centró su mente en la consciencia del constructo, pues aunque no podía leer su mente, la sentía muy cerca. Fue entonces cuando trató de transferirlr cierta simpatía y empatía justo antes de comunicarse con él. Un apoyo que tal vez el golem necesitaba para afrontar aquél momento.
Nota: no te has teleportado de forma real. Sólo tu mente se ha conectado con la de Chcath, tu puedes ver s través de sus ojos y el a través de los tuyos. Por eso lo del hombro no tiene mucho sentido. Lo suyo es que le digas algo al gólem. Algún mensaje.
No puedo editar, no se porqué... Así que cámbialo igualmente. Lo de la proyección me hizo cuestionarme una cosa... solo tienes el sentido de la vista ? o también tendrías los demás sentidos? Por eso incluí el olfato.
El gólem de roca y fuego parecía sumido en un trance. Shiata se percató de que Chcath había intuido la naturaleza de las extrañas visiones de las que estaba siendo presa. Si bien Shiata podía ver a través de los ojos del constructo, éste lo hacía desde sus serpentinos ojos.
Estaban conectados mentalmente y podían leer los pensamientos más superficiales de cada uno. El Antiguo sabía como hacer para evitar que el receptáculo de la posesión lo hiciera, estaba entrenado para ello y aún así el gólem supo de inmediato que aquellas visiones no eran producto de alucinaciones o recuerdos sino parte de un conjuro.
El gólem era más inteligente de lo que podía esperar y reconoció de inmediato el lugar que sus ojos le mostraban. Las características selvas vultopianas eran conocidas por Chcath y el cielo estrellado con las tras lunas que orbitaban Nabudum, no pasaron desapercibidas para él.
Debería haberlo supuesto. Se trataba de un ser antiguo. Quizás el ser pensante más vetusto de todo el universo. Un ser con una inteligencia superdotada y con conocimientos olvidados eones atrás en su haber.
Fue entonces cuando el interlocutor del gólem habló sacando de sus pensamientos al Alta Sacerdote de Ella. Pese a su juventud en comparación con el constructo le hablaba como a un igual. Su majestuosidad era evidente y su presencia abrumadora pese a la debilidad de su cuerpo mortal.
- Me gusta lo que me planetas. - Dijo al fin el ser de piel rosada. - Me seduce la idea de conquistar todo el sur de Harvaka. Me abruma la idea de conquistar mundos. - Inspiró profundamente antes de seguir hablando. - Aceptaré tu propuesta, seré tu aliado y serviré a tus propósitos, pero mantendré mi título de Emperador y no haré nada que conlleve un sufrimiento innecesario para mí pueblo. Es lo que puedo ofrecer...
El ser de piel rosada permaneció algunos segundos en silencio mientras parecía meditar algo. Mientras tanto el gólem permaneció inmóvil frente a él, no parecía tener prisa por obtener una respuesta mientras guardaba silencio inmerso en la nueva realidad que se abría ante sus ojos.
- Me gusta lo que me planetas. - Dijo al fin el el interlocutor de Chcath en su lengua materna. - Me seduce la idea de conquistar todo el sur de Harvaka. Me abruma la idea de conquistar mundos. - Inspiró profundamente antes de seguir hablando. - Aceptaré tu propuesta, seré tu aliado y serviré a tus propósitos, pero mantendré mi título de Emperador y no haré nada que conlleve un sufrimiento innecesario para mí pueblo. Es lo que puedo ofrecer...
Pese a que Shiata no entendía una sola palabra de lo que aquel ser estaba diciendo, al reverberar las palabras en lamente del constructo supo del significado de las mismas al instante. Al estar en comunión con la mente del gólem también lo estaba con sus pensamiento y al comprender él el idioma de aquella raza, también lo hacía Shiata. En ese momento Chcath se levantó.
- Puedes quedarte con el titulo que gustes. - Le dijo. - Los títulos no me importan. Te enviaré pronto emisarios para que te comenten las políticas generales que tendrás que seguir para que la maquinaria de mi Dominio funcione como es debido. - El gólem iba a darse media vuelta cuando recordó una cosa. - Habías dicho que podías conseguir que los nazquianos y sundalíes se unieran a mi causa. ¿Verdad? Dado que esas tierras acabaran siendo tuyas, encárgate de ello. Y me llevaré al coronel Mehzadhus Shamir, creo que tiene un futuro prometedor y quiero prepararlo para que comande parte de mis ejércitos cuando haya que luchar.
Con todo aclarado, Chcath abandonó el lugar.
Conquista... Podía ser eso lo único que tienes en mente? Estas organizando una guerra, hijo del Antiguo, una guerra con criaturas que no son nada para ti. Capturar todo lo que está a tu alcance? pero, para qué? Eres eterno y solo te obcecas en aquello que es material y perecedero. No fue para eso para lo que nuestros arrogantes padres te crearon, eres un protector, un guardián. Podría ser que sus pensamientos se cruzarían, y que el golem pudiese entender sus ideas. Hay muchos males en este universo y has decidido en ser uno más, en subyugar aquellos por debajo de ti, como una vez tu fuiste subyugado. Olvídate de eso, si quieres venganza, yo se donde podrás encontrarla. La mente de Siatha se concentró en la montaña, dándole una mayor claridad a Chcath acerca de la morfología sagrada.
Siatha observó con atención la reacción del golem, sabía que la conexión era en ambos sentidos. Era por ello que había tomado lugar cerca del gran monte sagrado, esperando que aquello trajese una reacción de Chcath, algo que también ayudase a Siatha en conocer más acerca de la montaña prohibida.
¡Un antiguo! ¡Un antiguo osaba convocarlo a él! ¡Y se atrevía darle órdenes! El golem ardió en deseos por destrozarle la cabeza, pero lamentablemente eso no iba a poder ser así. Sólo su mente había sido transportada allí.
—¿Quién te crees que eres basura reptiliana?—fue la respuesta de Chcath—¿Para qué me has convocado? Responde o será lo último que harás en tu miserable vida.
Con grandiosa paciencia, el Antiguo escuchó las palabras del Golem sin cambiar su semblante, o su calma innata. Mi nombre es Siatha, dijo obviando el insulto dirigido, soy descendiente de aquellos que te crearon hace muchas centurias, aquellos que te crearon para ser un guardián y un protector. La silueta astral de Siatha se deslizó entorno al Golem. A simple vista Chcath pudo ver que Siatha era sutilmente diferente a los demás Antiguos, pues era el primero 3 veces mudado. No te he convocado, sino que he viajado hasta ti para conocer de ti. En mi pueblo tu existencia es un misterio, pues las eras han transcurrido alterando la historia, cambiando nuestra especie y nuestro mundo. La mente de Siatha compartió la imagen del desierto donde las sierpes vivían con el golem. Desde su partida, el planeta natal de Siatha había visto el fin del mundo y el renacer de la vida, solo la solitaria montaña permanecía.
Si he de entregar mi vida para ser consciente de tu grandeza, de la habilidad de creación innata en mi especie, moriré alegre, Cthcath, pero no sin antes decirte que los pecados de mis antepasados no tienen que ver con los que hoy sobrevivimos. Los orgullosos y ambiciosos que te crearon y trataron de controlar murieron hace eones, y de ellos no quedan ni el recuerdo. Su oscuridad y malicia ha sido purgada de mi raza, salvo por algunos que permanecen ocultos en la montaña solitaria. Queda en ti el mantener aun vivo un odio hacia otros que no te buscan daño, o vengarte de quienes realmente te causaron el daño. Siatha se centró nuevamente en la montaña que se encontraba detrás de él, la montaña bañada por las lluvias que caían en su planeta natal donde el ritual se mantenía.
El golem rió con crueldad.
—Puedes ahorrarte tu moralina víbora. Nada te librará ni a ti, ni a tu especie, del destino que forjásteis el día que me enviasteis a Seyram. Tomaré lo que me pertenece—Chcath miró a Siatha con altivez—. Y ahora responde. ¿Qué hago aquí?
Aquellos que te crearon casi destruyeron a mi especie también. Si crees que eres el único que ha sufrido ante sus manos, es que no sabes nada. Aunque sus palabras eran adoctrinadoras, no trató de amonestar al golem, por lo que le habló con calma y tranquilidad. Aunque sean mis ancestros, me avergüenzo de sus acciones, y trato de corregirlas en la manera que puedo. Ya hemos abandonado el sistema de vida que llevaban por uno humilde y de contemplación. Como he dicho, si lo que buscas es venganza, podrás destruir cuantos puedas de mi especie o de cualquier otra, pero seguirá siendo una venganza vacía pues seguirás sin haber golpeado a quien realmente te hicieron daño.
El Antiguo calmadamente juntó sus manos a su espalda, revelando su abdomen, símbolo de no agresión entre su especie al revelar su punto más blando y débil.
Yo no te he traído aquí, sino que no sabíamos de ti tras varios siglos, y hemos venido hasta ti para comprenderte mejor. Pero la conexión funciona en ambos sentidos. De nuevo la imagen de la corte se revela, demostrando que el viaje astral era predominante en Siatha hacia Chcath. Que solo había sido el beneplácito del serpentino el enseñarle al golem el lugar desde donde se comunicaban. Ahora veo que sigues lleno de resentimiento y dolor, y eso también causa lo mismo en mi, el saber que no has alcanzado el perdón y que sigues aferrándote a banalidades.
Chcath estaba empezando a perder la paciencia. ¿Qué pretendía ese antiguo? No iba a dejar su misión. No sólo por hacerle pagar a esa raza por el castigo al que le sometieron. Su tarea era mucho más grande. Él estaba dándoles a los mortales herramientas para alcanzar su potencial. Algo que muchos dioses ni siquiera habían pensado en hacer. Y por el camino exterminaría a esas serpientes.
—No voy a perder mi tiempo contigo con diatribas morales reptil. Yo no entiendo ni de odio ni de resentimiento. Si no vas a decirme qué hago aquí, tengo mundos por conquistar.
Chcath se dio la vuelta y añadió.
—Puedes avisar a los tuyos, algún día vendré a este lugar y vuestro juicio llegará.
No hay mayor juicio que el que uno tiene consigo mismo, así que espero que estés preparado para ese, Chcath. La imagen del Antiguo se comenzó a volver borrosa conforme la proyección se desvanecía. Los míos continuarán haciendo como en los últimos tiempo, venerando a los dioses, y respetando sus designios. Pues no somos nosotros quienes hacen con su mano, sino su mano la que hace con nosotros. El día que fuiste enviado fuera, fuiste salvado de la destrucción de nuestro planeta, destrucción de la que aun estamos recuperándonos. Eso fue lo que aprendimos de nuestra arrogancia, a no trastear con los poderes divinos que te crearon, y crearon otras cosas.
La imagen se volvía más y más borrosa, a pesar de Siatha tratar de mantenerse allí para dirigirse con el Golem. Sabía que no cambiaría su forma de pensar, pero siempre era necesario saber la verdad antes de actuar. Ya sabes de la realidad de la historia de los míos. Esta en tus manos el creerlo o no, si es que te hace más feliz o no cuando busques tu venganza.