Esta vez fue el golem el que negó con la cabeza. Al menos lo había intentado, pero como esperaba los humanos no se doblegaban fácilmente.
—Lamento que esta sea vuestra decisión rey Ediberto—dijo Chcath—. Alejandría será recordada como una hermosa ciudad y sobre sus ruinas construiremos una nueva ciudad aún más magnífica. Vaya a rezar a su dios para que tenga piedad de usted.
El constructo unió sus brazos y en estos brillaron unas runas arcanas de color azul. Volvería al Puño de Acero para comenzar el bombardeo sobre la ciudad. No quedarían ni los cimientos.
- Puede que destruya Alejandría, pero a todo el mundo le llega su hora. – Dijo el Rey mientras Chcath le daba la espalda. – Incluso los dioses pueden ser destruidos llegado su momento y usted no es ningún dios que yo sepa.
Ediberto se dio media vuelta y dio órdenes a sus hombres para que se pusieran en marcha. Podía ser que todo intento por contrarrestar el ataque de aquella extraña flota de buques voladores fuera infructuosa, pero no era su estilo rendirse a una muerte segura y desde luego no lo haría en esa ocasión.