Parece que finalmente quien sea se ha ido. Escuchas la voz de Yen Sid llamándote.
Tsubaki giró el picaporte para abrir la puerta y entrar en el despacho de Yen Sid. Tras cerrarla tras de sí, contempló al anciano sin que ninguna emoción turbase sus impertérritas facciones.- ¿Me llamabas, maestro? - respondió, solícita, mientras entrelazaba sus dedos y los colocaba detrás de su espalda.
Yen Sid asiente.
-Acabo de recibir la visita de un antiguo alumno... un alumno muy especial. Me ha contado que algo está pasando, algo bastante grave. Un mundo llamado Vergel Radiante está siendo invadido por los sincorazón, y hay uno especialmente peligroso. Ha venido a pedirme ayuda.
- ¿Estarán ellos allí? - preguntó, refiriéndose a Rin, Kamikoro y Eri. Yen Sid era consciente de las motivaciones de la joven, y del factor principal por el que no quería producir un encuentro antes de tiempo. Si se reunían no podría marcharse, y aún le faltaba mucho por hacerse con el control del poder que aquel misterioso encapuchado le brindó en la Isla de la Calavera.- Nuestros senderos no deben unirse.- repitió, como tantas veces, dando paso a una de las características pausas que poblaban la mayor parte de sus intervenciones.- No todavía.
Dirigiendo su mirada argenta al hechicero, asintió levemente para darle a entender que estaba dispuesta a partir hacia aquel lugar. Siempre que sus condiciones fuesen seguidas a rajatabla, claro estaba.- Guíame, maestro.- otra pausa.- ¿Qué debo hacer?
-Debo confesar que no lo sé, Tsubaki. - Yen Sid niega con la cabeza. - Es posible que tus amigos se encuentren en Vergel Radiante, y es posible que no. Sólo sé que el Rey Mickey necesita ayuda... pero no voy a presionarte. Haz lo que tu corazón te dicte.
- ¿El Rey Mickey? ¿Quién es? - las facciones de la muchacha se arrugaron ligeramente a causa del desconcierto. Jamás había oído hablar de él, pero si había acudido a Yen Sid en busca de auxilio, la amenaza que se cernía sobre Vergel Radiante debía ser muy peligrosa.- Iré.