Partida Rol por web

No se giró pero si se quedó quieta en el sitio mientras intentabas convencerla de un trato o de que al menos sacara algo más de información de aquello. Suspiró, con un hipido que lo cortó a la mitad antes de girarse y golpearte con todo el reloj de arena en la cara aprovechando el impulso de esos tristes tacones que acabaron traicionándola dando con sus huesos en el suelo. 

El dolor fue rápido y fuerte, pero se diluía lentamente en la ramificación que eran todos los nervios de tu cuerpo. El golpe había asestado en el pómulo derecho, con la suficiente fuerza como para seguramente dejarte un buen morado. 

La viste allí intentando levantarse como podía mientras maldecía en un idioma que no comprendías aunque igual se estaba cagando en toda tu estirpe y como un hombre espigado mas o menos de tu edad y no demasiado agraciado para la ciudad con un traje blanco impoluto se acercaba directo a ella.

El golpe me pilló desprevenido ofreciéndole mis disculpas. Por lo visto, la chica decidió que el tiempo de las negociaciones ya había pasado y decidió utilizar su reloj de otro modo. Mi cara lo encajó como pudo y tuve miedo de que me hubiera dejado alguna marca perenne que me recordara el fracaso en que se estaba convirtiendo aquella noche y mi vida entera.

Me llevé la mano al pómulo y sentí la oleada de dolor extendiéndose, pero seguramente no era tan grave como había pensado. Ella mientras tanto estaba allí caída, soltando por la boca cosas que yo no entendía pero que prefería ni imaginar. Desde luego la chica era toda una señorita. 

Torcí el gesto al ver a aquel tipo feo acercarse a nosotros, pero su traje me pareció tan impecablemente blanco que conseguí forzar una sonrisa y tendí la mano a la chica, para ayudarla a levantarse. Podía volver a despreciarme e irse al infierno y yo me retiraría con mi cara dolorida y mi orgullo herido. No sería una sensación nueva para mí. 

- Creo que ha bebido demasiado - expliqué al tipo del traje blanco, conforme llegaba a nuestro lado, aunque me pareció que mi voz sonaba sin demasiada convicción.
 

Nada mas mencionaste esas palabras el hombre se paró en seco, mirándote como si quisiera ver la verdad detrás de ellas. Pero le bastó, le bastó para darse la vuelta e irse mientras la chica le miraba seriamente, aun en el suelo, porque no había aceptado tu proposición. 

Habló cuando el hombre se alejó unos metros- No te creas que te debo nada- Herida en su orgullo, en lo poco que le quedaba. 

De nuevo, el siseo se escuchó en la sala y se hizo el silencio. El camarero que estaba abajo subió por las escaleras dando un aviso con cierta prisa- Hay problemas en las calles, las puertas se cerrarán en cinco minutos, los que quieran salir tendrán que hacerlo ahora, luego no abriremos hasta que no pasen los altercados.

Uno de los allí presente se rió en alto- ¿Problemas con los novatos de nuevo?- negó con la cabeza- ¿Algún chiguagua rabioso?- instó con sorna. 

El camarero le miró muy serio para acabar con una sonrisa que pondría los pelos de punta a algunos- No señor, los muertos se están levantando.- Las risas, los comentarios se apagaron por completo. 

La curiosidad es una emoción tan poderosa que leincita a uno a saber incluso cuando cualquier instinto de conservación clama prudencia. Algo así, o parecido, fue lo que sentí luchando en mi interior cuando escuché las advertencias del dueño del local. 
El tipo del traje blanco ya se había dado la vuelta, al parecer satisfecho con mi vaga explicación. Pero la chica no daba su brazo a torcer, ni siquiera aceptaba la mano que yo le tendía y me había hablado con una rabia a la que no encontraba motivo. Al fin y al cabo... me pasé la mano por la mejilla inflamada y dolorida.

- Oye, no te pongas digna, ¿quieres? Yo ya te he hecho una propuesta y creo que era bastante justa, pero tú ya me has respondido. - Me señalé la zona del golpe por última vez y volví a tenderle la mano, mirándola fijamente. - Pero además de nuestra pequeña discusión, parece que hay otros problemas ahí fuera. 

Otro pequeño problema, pensé. Recordé al compañero muerto en el callejón y las llamas y los coches voladores de la calle frente al Bacanal. Miré también a las personas que hablaban comentando las noticias y bromeando sobre todo aquello. Temí que más que personas, fueran también seres de cualquier tipo los que llenaban el extraño lugar. Volví a mirar a la chica, con gesto más preocupado. Tal vez tenía razón al advertirme, estaba allí sólo con algo en mi poder que muchos ansiaban. 

Y cuando llegó la explicación final, aquella enigmática frase de que los muertos se habían levantado, la curiosidad creció y creció y una impaciencia me agitó con fuerza. El silencio que se propagó por el local no dejaba dudas de que no se trataba de ninguna broma, pero qué podía ser..? 

- ¿Has oído? - volví a centrar la atención en ella. -  Creo que ni todo tu tiempo me bastaría para imaginar qué es lo que ha querido decir con eso de que los muertos... Pero no quiero quedarme aquí encerrado mientras algo está pasando ahí fuera. Vas a ayudarme o no? Si me voy, esto también se irá. - Metí una de mis manos en el bolsillo y sacudí el estuche de las gafas del difunto señor Fletcher, y al hacerlo intenté abrir el estuche para dejar caer en el mi bolsillo su contenido, aquella extraña vaina con el símbolo grabado. Apenas habían pasado unos segundos desde el aviso, pero mi mente ya estaba lejos de aquel lugar, de los terciopelos y el humo y volaba por la ciudad, preocupada y temerosa, y se acercó a JP y sentí el susurro de su llamada y su tentación verde, pero el viento pronto la llevó lejos de allí.
 

No solo ella estaba confundida, en general la gente se quedó pensando si lo que decía el camarero era cierto o no. Algunos tenían un deje de preocupación tan grande que sus miradas se ensombrecieron, y alzándose de sus asientos, empezaron a bajar las escaleras. No se movieron demasiados, eso si era cierto. 

La muchacha te miró, pasándose la mano por el vestido- No me pienso quedar aquí tampoco.- Inquieta como un animal herido- me voy, y si tu quieres ayuda, te la consigues tu. No quiero lo tuyo, ya lo encontraré en otro lado- No estaba muy segura de sus palabras. Tal vez, te recordó a ti en mas de una ocasión con JP. Henchida de algo que se iba al poco o la nada. Se descalzó los tacones y con estos en la mano se fue hacia las escaleras. 

Tal vez, solo tenías que usar lo mismo que habías aprendido de tu "ama" con ella. Tal vez, pudieses ser tu el "amo" de la chica. O tal vez los dos acabaseis muertos en cualquier callejón. 

Por un instante me pregunté por qué yo no compartía el temor que se extendía sigiloso entre los clientes del extraño local. La impresión de que todos ellos compartían secretos que yo desconocía se difuminaba y ahora me parecían a cada momento más temerosos y poco dignos de admiración.

En cambio la chica del tiempo mostraba una testarudez sin fin, aunque sus palabras sonaron indecisas y con una arrogancia a punto de caducar. Se alisó el vestido y se quitó los zapatos con unos gestos que me parecieron llenos de esa gracia femenina que reparte su encanto entre no saber de sí misma y al tiempo saberlo demasiado bien. Me quedé observándola caminar un par de pasos, y palpando el vial en el estrecho bolsillo derecho de mis pantalones de cuero nuevo, me pasé el estuche a la mano derecha y fui tras ella.

- Si tú no quieres venir conmigo, entonces te acompañaré yo a ti. - Luego me reí, una risa forzada e incrédula. - ¿En serio? No quieres lo que yo te ofrezco, aquí mismo - le puse el estuche frente a los ojos y lo guardé en el bolsillo interior de mi chaqueta. - Pero estás dispuesta a buscarlo en otro sitio. Y harías cualquier cosa por conseguirlo, ¿verdad?

Asentí con la cabeza, reflexionando. - Se muy bien lo que es eso. Haces lo que haga falta, aunque sabes que el ansia vuelve pronto. Por eso mi precio no es tan alto, porque te comprendo... pero necesito algo a cambio, ya te lo he dicho. Sino, me lo quedaré para mí sólo y mañana... será otro día. Al fin y al cabo, si los muertos se están levantando, quién sabe lo que puede pasar? Al menos terminaré esta noche a lo grande.
 

Oh por dios y todos los santos!- se giró para encararte- si me das eso te llevaré a la puerta del maldito local donde puedes encontrar a la puñetera tipa! Pero hoy no! ¿No has escuchado que hay problemas fuera? Yo me voy a mi casa, que es mas segura que este nido de víboras. Como entren aquí no va a salir nadie vivo!- con un golpe de efecto con la cadera bajó las escaleras a paso rápido- ¿tienes coche? Porque me vas a tener que llevar a casa...

Se giró y aguanté sus explicaciones con entereza hasta que con el garbo de sus caderas tiró escaleras abajo, y yo sonreí porque la chica era un torbellino de ímpetu y tristeza. 

No pude más que seguirla escaleras abajo - Sí, ya lo he oído - le gritaba por encima de su hombro bajando tras ella - pero no tengo muy claro qué clase de problemas son...  Otro día, entonces. - Me pareció que la gente se aceleraba por momentos y en la estrecha escalera cubrí el bolsillo que contenía la vaina con una mano protectora. Mientras la mantuviera conmigo sentía que tenía algún poder con el que negociar, aunque no supiera de qué se trataba.

Cruzamos el local hacia la puerta y pude ver al tipo que se había quedado con mi uña observándonos tras la barra. Caminé entre los tapices, los sillones y los espejos repartiendo mis miradas entre él y la chica que seguía adelante hacia la salida, y esperé hasta llegar junto a la estrecha entrada iluminada en verde para explicarme.

- ¿Coche? Me parece que no. He venido dando un paseo y no pensaba llegar tan lejos... Pero te acompaño. Si ahí fuera hay lío, ya buscaremos algo. - No era un gran plan, pero ella misma había dicho que la opción de quedarse dentro era una mala idea, y a mí empezaba a comerme la curiosidad.
 

Cuando bajaste las escaleras, no parecía haberse ido casi nadie. Todo estaba casi como lo recordabas, aunque con sutiles cambios. Imperceptibles en tu memoria, pero que sabías que habían variado. Era como un sueño sin final, infinito, en su incesante cambio. 

Se están levantando los cadáveres, y no es martes. Si me lo dices un martes, me lo puedo hasta creer, quizás un follamuertos se había demasiado demasiado y ya la teníamos liada. Pero no es Martes, joder, no lo es- Se puso los tacones antes de salir a la calle. 

Pues si no tenemos coche, igual no hay taxis...vayamos por calles no demasiado grandes, y no te acerques a nadie ¿Me has comprendido? Mi casa está un poco lejos, a una media hora andando calle arriba, cerca de la iglesia, ¿la tuya? ¿Conoces algún sitio seguro?- La mujer de la entrada se despidió con la mano de vosotros, con tus manos vacías, sin copa ya. Y la de la chica triste, sin reloj. ¿Donde lo había dejado? 

Fuera solo había silencio, oscuridad, y absoluta calma. De fondo, se escuchaba alguna sirena de policía, pero gran cosa. ¿A donde iríais?

No era martes, pero tampoco recordaba la última vez que los muertos se habían levantado. Pero muertos o vivos, la ciudad estaba tomada por seres poderosos y más o menos refinados, y todos ellos sangrientos. Un martes se terminó mi vida como siempre la había deseado, pero ya cualquier día podía ser el último.

Recordé mi dedo sin uña, descarnado, miré el vendaje negro que lo cubría y se me revolvió el estómago. La calma que me había acompañado en aquel lugar se evaporaba, igual que cambiaba el ambiente a mi alrededor, aunque la gente en general parecía dispuesta a soportar lo que llegara sin moverse del sitio.

Joder, sí. La vi calzarse los tacones mientras volvía a preguntarle en silencio su nombre. Al salir, la hermosa mujer de la entrada nos despidió y no tuve que dejar el vaso, porque en algún momento ya me había desecho de él. Me hubiera gustado terminar la copa de un largo trago pero volver a entrar no era una posibilidad. Sin embargo, la noche parecía en calma.

- Oye, me parece que... te has dejado el reloj ahí dentro... - señalé su regazo vacío, y al interior y de nuevo a ella, hasta apartar el tema con un gesto de la mano. - Es igual... - La escuché asintiendo en silencio, aceptando sus indicaciones como si fueran una salvación ante el peligro que nos esperase. 

- Yo... - volví a señalar, esta vez calle abajo, en dirección contraria a la que ella me indicaba. - Está un poco lejos. - Me pregunté si mi habitación era un lugar seguro. Y si el Bacanal lo seguía siendo. Me vino a la cabeza el cuerpo de Toni destrozado, sin saber muy bien cómo había sucedido. de nuevo estaba frente a la ira de los seres que hacían de nosotros lo que querían, y de nuevo era incapaz de entender lo que eran capaces de hacer ni lo que veían mis ojos.

Luego recordé la puerta del local, deformada por una fuerza irresistible y cómo pensé que aquel no era un lugar seguro. Pero allí también estaba JP. Me dolió su recuerdo y la añoré, envuelta en su bruma verde de ira y resentimiento. Ella conocía a aquellos seres, incluso podría protegernos. Miré a la chica. Al menos, podría ayudarla a ella, si seguía enfadada conmigo.

- Creo que sí, se dónde podemos estar a salvo. Pero está por el otro lado, tendremos que caminar un rato. Si quieres podemos probar...  - mantuve el brazo extendido invitándola a tomar aquella dirección y acompañarme. Si no lo hacía, no tendría más remedio que acompañarla yo en dirección a su casa. No la dejaría sola, ni yo quería quedarme solo, allí fuera.
 

Dudó y mucho cuando le dijiste que habría que andar un poco y le mostraste la dirección contraria. Se quedó mirando la calle, en ese silencio incompleto y frunció la boca hasta deformarla mientras ahora, a la luz de las farolas veías lo absurdamente delicada que parecía. Lo facilmente que deberían de ser sus huesos de romper. No era como JP que estaba amartilleada, si no que esta, parecía haber sido siempre así. Débil y de piel fina. 

Vale- acabó cediendo- vamos...- Te acompañó, os esperaba una larga caminata. 

Una vez ya en camino, dirigiéndoos hacia el lado contrario del puente que estaba apenas a cinco minutos te miró recelosa- ¿A donde vamos exactamente?- Era tan parecida a ti en algunos aspectos. Antes de saberlo todo, accedía y ya si acaso luego preguntaría. 

Delicada, débil, gregaria. Era despreciable, tanto como lo era yo mismo. Y sin embargo la sensación de sutil poder que ofrecía al aceptar, incluso entre golpes, el camino que yo mismo le marcaba era tan reconfortante...
Era delicioso observarla con su ceño fruncido, dudando, aunque el tiempo apremiara. Uno podía detenerse y esperar, dejarlo todo a un lado y contemplarla, registrando cada uno de sus gestos y cada línea de su figura, cada brillo de su mirada triste. Así que la dejé decidir mientras liaba uno de mis cigarros, lo encendí y tras un par de caladas se lo ofrecí cuando ya habíamos iniciado el camino.

En aquella zona las calles eran estrechas y en general intenté enfilar el rumbo más recto posible hacia el local. - Tengo un apartamento cerca de mi curro. No es gran cosa pero allí podremos estar tranquilos hasta que nos enteremos de lo que está pasando. Si quieres descansar un rato, o comer algo... - me pregunté hasta qué punto estaría vacía la nevera. Luego pensé en JP y su habitación, y pensé que si la chica dormía un rato yo quizá podría pasarme a ver cómo estaba ella, para saber cómo había terminado todo y para saber si ella...

- Trabajo en un local, el Bacanal - le expliqué. - Igual te suena. Es un local para fiestas... parejas, chicas, chicos, y demás. De todo un poco, ya sabes. - Caminaba a su lado, casi rozándose nuestros brazos con cada paso, pero hablaba sin mirarla, atento a la calle y los sonidos de alrededor.