Leonid----Adversario
Avhin---- Aliada
Daeron^I----Mundo
Piotr no podía evitar que su cabeza tratara de rodar sobre el cuello por el sueño. Se acurrucó en el asiento de copiloto de la ambulancia y trato de dejar pasar de largo la mirada divertida de Antón, su compañero. Este acarició brevemente toda su papada cubierta por barba cana y apestosa de tres días, cambió de comisura el cigarro apagado que se entretenía en mordisquear, y ladró una risa.
-¡Ja, Piotr! Pronto empiezas, y sólo estamos a martes. ¿Cuántas noches más te has cogido?
- Siete más, Antón, siete más…-contestó en un murmullo que quería resultar seco pero que no pasó de simplemente enfurruñado. Pero de todos modos fue suficiente: Antón soltó otra de sus desagradables risillas y removió su gordo culo de cincuentón amargado y sádico. La única alegría era saber que el muy cabrón descansaría dos días, y luego tendría otros dos de turno de mañana, por lo que desaparecería con su peste a tabaco durante cuatro noches. Cuatro gloriosas noches.
Pero ésta noche tendría que pasar primero: otras siete horas de frío helado y vaho, chasquidos de estática en la radio y la charla grosera de Antón…
Bueno, pues Escena presentada. Todos los jugadores pueden crear personajes y sucesos para rolear y dar ambiente a la Escena libremente, hasta que el Adversario presente su Conflicto. ¡Hasta ahora!
La radio emitió un chasquido, pero Piotr lo interpretó como un bache en la carretera por la que circulaban, Antón tenía la particularidad de pisar todos agujero y saliente que le cruzase por delante.
- Buff... espero que esta noche veamos algo de acción - comentó al rato su compañero. La radio de emergencias murmuró algo y Antón subió el volumen. - Ja, antes lo digo, antes pasa...
"... cerca del parque, un accidente de coche... fssshhggg... " por alguna razón esto no se escuchó bien "... mujer herida..."
- Hum... eso está aquí al lado... ¿Vamos o prefieres seguir durmiendo?
Piotr miró brevemente al techo de la cabina, expresando teatralmente su hartazgo, y Antón mordisqueó con satisfacción su puro antes de apretar el acelerador y poner la sirena en marcha. Mientras cruzaban raudos Keremovo, rumbo al parque, comenzaron a atravesar las barriadas viejas: ninguna luz escapaba de los portales o las ventanas, pues hacía mucho tiempo que aquellos edificios no albergaban vida alguna en su interior. El ayuntamiento se esforzaba en mantener el tendido el eléctrico y la iluminación de la zona, pero era necesario que alguien diera el aviso de avería, por lo que era no extraño ver alguna calle completamente a oscuras, fantasmagóricamente silenciosa.
- Allá vamos, Piotr, mi pequeño Milú.
Piotr sonrió mientras contemplaba el exterior de la ambulancia. Llevaban meses haciendo la misma broma, adjudicarle al otro el papel del secundario cómico o petimetre de personajes famosos, y ya costaba encontrar más ejemplos tras haberle dedicado decenas de horas. Aunque no por ello dejaba de ser divertido.
- Adelante, mi minúsculo y dentudo Chop.
Antón dejó de mirar un segundo la carretera para conceder con un gesto la victoria y, súbitamente, dio un frenazo.
- Mierda, mira eso.
Los faros de la ambulancia inmóvil acariciaban el asfalto en un tramo particularmente oscuro. La iluminación arrancaba sombras alargadas a los obstáculos dispuestos por el camino: dos contenedores de basura con ruedas creaban un embuda que conducía a un par de hileras de neumáticos.
- Eh, tío, sal y aparta esa mierda-, gruñó Antón.
- No sabes de lo que hablas, no pienso salir ahí. ¿Quién lo habrá puesto?
- Yo qué sé; habrán sido algunos críos. Venga, sal, que yo estoy al volante.
Piotr lo miró con rabia.
- Vamos, querido Watson: nuestra dama del parque espera su carroza.
El copiloto miró a través del cristal con aprensión, tomó una enorme linterna y abrió la puerta.
¡Venga, Leonid, my particular Adversario, que te lo he puesto a huevo!
Si solo puedo desencadenar un conflicto por escena (es algo que no tengo claro), prefiero desencadenarlo cerca del cuerpo de la mujer herida. Darle un poco de urgencia y tensión descontrolada a la cosa... >:)
Con el corazón latiendo desbocado en su pecho, Piotr abrió camino en la calle a oscuras, volviéndose constantemente para poder ver si alguien se acercaba: de todos modos no hubiera valido de nada, pues los faros de la ambulancia y su sirena lo habían dejado ciego y ensordecido. Así, fue todo un alivio cuando pudo volver a derrengarse en el asiento del copiloto, sintiendo el sudor helado del miedo secaándose bajo el uniforme.
Unos minutos más tarde llegaron al parque Sergei Prokofiev, un lugar de amplios espacios y árboles grises, pétreos y desnudos, donde les habían dado el aviso. Tuvieron que dar bocinazos para conseguir que un guarda se acercara para retirar la cadena que impedía la entrada a vehículos, e introdujeron lentamente la furgoneta.
- ¡Eh, perdona! Buscamos a una mujer herida de la que nos han dado un aviso. ¿Dónde debemos ir?
Tienes Razón, Leonid, sólo puedes desencadenar un Conflicto por Escena, así que has hecho bien en avisarme de dónde qerías empezarlo.
¿Mujer herida?- la expresión del guardia es dificil de descifrar. Parece indicar que una mujer herida no es ni de lejos lo peor que puede pasar en estas partes de la ciudad. No tengo ni idea de qué habla, camarada. Acabo de llegar de hacer la ronda y no he visto nada parecido a lo que dice. Es posible que le hayan llamado desde dentro del parque, pero aún así... en el parque de noche no hay precisamente buenos ciudadanos, no se si me entiende. Es posible que haya una mujer herida, pero si la hay, créame que quien les ha llamado no va a ser precisamente un alma caritativa.
Por su expresión parece estar diciendo la verdad. Aunque en su rostro se ve una mueca de permamente hastío y las arrugas alrededor de sus ojos indican que probablemente ha visto muchas cosas que se calla, y que una mujer herida no es precisamente de las peores, la expresión de sorpresa en sus ojos al veros a la puerta y oír lo que decís parece demasiado genuina para ser fingida, sobre todo teniendo en cuenta que no parece ser del tipo de los que fingen. Es un hombre recio, de rasgos duros y en su porte y su forma de moverse se evidencia que es el tipo de persona que dice y hace lo que quiere, o lo que cree, y al que le pique que se rasque.
Yo de usted no me metería ahí, amigo. No sería la primera vez que los yonquis piden una ambulancia con historias y luego arrasan con todo el botiquín... y con los sanitarios si se tercia. Las cosas que llevan ahí dentro son muy tentadoras, ¿sabe?. Si quiere entrar, es su culo, pero no cuenten con que vaya con ustedes. No me pagan lo bastante para esta mierda. Pero si yo fuese usted, sería listo y me olvidaría de esa mujer, si es que realmente existe. Si está aquí, dudo que nadie la eche de menos, no se si me entiende...
- Gracias por la advertencia, camarada-, contesto Piotr-, pero nosotros cobramos primas por parte de ingreso relleno, y sin paciente no hay parte. ¿Te importa abrir la cadena, que nos podamos meter?
Mientras el guarda, con un encogimiento de hombros se acercaba al candado, Piotr se volvió hacia Antón.
- Bueno, vamos a tener que apagar las luces y la sirena.
El tripudo conductor se revolvió incómodo en el asiento.
- Eso no hará que dejen de putearnos si es una encerrona.
- ¿Ideas, entonces?- replicó tajante e impaciente el copiloto.
- Mierda, yo qué sé...
- Pues vamos.
La ambulancia comenzó a circular por un camino de tierra completamente cubierto de baches y hoyos: a la luz de los faros aquéllos parecían convertirse en pequeñas balsas de agua negra y opaca, de aspecto como estirado. Los árboles grise y pelados, las farolas con las ampollas reventadas, los bancos desvencijados, las fuentes resecas, con los caminillos que había abierto el agua tiempo atras serpenteando hacia los sumideros... Todo devolvía un aspecto mísero y pálido.
Condujeron nerviosos y con la atención puesta en cada sombra engañosa que pudiera moverse, pero era difícil poder vislumbrar y diferenciar algo concreto y distinto a las sombras que ellos mismos provocaban. Al final llegaron junto a un estanque oscuro que parecía tragarse toda la luz de los alrededores y Antón se dispuso a seguirlo, siempre con él a la izquierda. Unos minutos después la encontraron: un hombre acuclillado junto a un banco se cruzó por el arco luminoso de los focos a la carrera al advertirlos. Junto a aquel banco, tendido en el suelo polvoriento, podía verse el bulto de un cuerpo.
Con los nervios crispados Piotr susurró.
- Antón, acércate todo lo que puedas-, a lo que el conductor contestó con un gruñido y los sonidos del nervioso chupeteo de su puro.
Piotr abrio la puerta y recibió la bofetada del gélido aire nocturno.
- No pierdas ojo, Antón, por tu padre-, dijo antes de cerrar la puerta. A su espalda pudo escuchar el sonido del seguro de la puerta que había conectado su compañero. Y se dió cuenta de que habría preferido mil veces el batir de las luces rojas y azules, aunque se hubieran visto desde la misma Plaza Roja: delante de él a duras penas podía entrever en la oscuridad el banco y el cuerpo.
Así pues se adelantó hasta el cuerpo en dos rápidos pasos: no parecía respirar, así que Piotr apartó el cabello para intentar sentir el pulso y el calor del cuello.