Daniros no contestó, hizo un leve gesto para que Galanthir guardara silencio y se apartó de las escaleras.
El muchacho que servía los desayunos en la posada y que les había atendido en un primer momento, parecía fastinado por su presencia e intentó mostrarse amable hablando con torpes palabras.
- Bien… ehhh… no se que acostumbran a pedir… pero haré lo posible por encontrarlo. Es un gran honor tenerlos aquí… me refiero a un “verdadero” honor. – concluyó luego de algunas vueltas, sin dejar en ningún momento de retorcer el faldón de su raída camisa. – No suelen venir muchos de vosotros… ni pocos… nunca…- El muchacho comenzaba a tomar conciencia de su patético intento de confraternizar, y eso solo hacía que su lengua se pusiera más rígida. - En fin… estoy a sus órdenes. – dijo finalmente, ya completamente frustrado.
El rohirrim respondió educadamente a la pregunta que Miriamele le había formulado y aprovechó para lanzar el también otra:
-No ciertamente, mi pueblo suele ser de ojos azules. Sino les molesta me gustaria saber los nombres de nuestros salvadores, aunque seria injusto decir que son los unicos que nos han ofrecido ayuda, el muchacho Bledwyn y los dos hombres a mi espalda tambien nos han tendido su mano en este momento de necesidad. Dijo refiriendose al muchacho que les había atendido en un primer momento y a dos hombres que habían visto al entrar, pero que no se habían detenido a obsevar detalladamente hasta ese momento.
Uno de ellos era un montaraz del norte, lo reconocieron rapidamente por su aspecto, en su camino desde el Bosque Verde habían tenido que tratar con alguno de ellos. Era alto, aunque no tanto como Daniros y Galanthir, medía aproximadamente un metro ochenta y cinco. Su tez estaba marcada por prolijas cicatrices debidas a las batallas y las rigurosas inclemencias del tiempo, por lo que aparentaba se un hombre de mediana edad. Su pelo largo, lacio y marrón cubría su rostro impidiendo que se vean sus rudas facciones, así como sus ojos marrones. Musculado y esbelto a la par, iba ataviado con una larga capa con capucha color verde pardoso, unos pantalones marrón oscuro y una raída camisa de manga larga.
El otro era parecido en el aspecto fisico al montaraz, quizá este parecido se debiera a ser de la misma raza, pero sus ropajes y su manera era completamente diferente, mientras el montaraz vestía harapos y parecía muy humilde, el otro vestía ropas ostentosas y parecía orgulloso. Aproximadamente eran de la misma altura, este último era moreno y tenía una corta barba del mismo color, vestia cara ropa de abrigo negra con ribetes y adornos blancos, donde pudieron reconocer el simbolo de Gondor; llevaba una carísima cota de malla con hombreras, plateada con un lobo en el pecho y una capa de piel también de lobo.
Entre ambos hombres parecía haber buena sintonía, y el montaraz le sugirió lo siguiente en aquel momento:
-Edrran, el tabernero no ha vuelto a la taberna y ya debería estar aquí, ya sabes que no me fio de él y esta tardanza no me gusta en exceso. ¿Qué te parece si salimos a echar un vistazo?
Daniros que se apartó de las escaleras para acercarse a los hombres fue el primero en tomar la palabra:
Mi nombre es Daniros Sornë.
Soy protector de la dama Linsul Bereth, y la guiaba hasta los Puertos Grises cuándo nos llegó vuestro aviso, estos que vienen con nosotros compartían nuestro camino y decidieron ayudar.
Abro mi capa, dejando que los humanos me viesen.
Mi cabello es rubio platino y mis ojos grises azulados, los rasgos finos y bellos de mi raza se estropean un poco por los ojos entornados y algo desconfiados.
Cubre mi cuerpo una armadura de acero con incrustaciones de oro, preciosa y muy bien forjada, al estilo élfico, bajo la armadura se puede apreciar una cota de malla de acero negro.
Mis ropas no son nada extrañas, camisa de color blanco y pantalones grises.
Solo una cosa llama la atención, el tabardo azul con la estrella blanca de ocho puntas bordada en el.
-Soy Galanthir, hijo de Adralhir de Doriath-
Si no era un noldor, sonaba como uno, me sentía orgulloso de mi linaje, pero al mencionar a mi padre mis ojos se ensombrecieron repentinamente.
-Saludos, soy Miriamele, hija de los guardianes de Sindar Thrael y Sennar. En realidad nosotros no hemos hecho nada, simplemente acompañábamos a Linsul y a Daniros en su viaje, como él mismo os ha comentado.
Le dirigió una sonrisa al muchacho, comprendiendo ël apuro en el que sentía, de pequeña cuando sus padres le presentaban a guerreros elfos se quedaba boquiabierta.
Ya que se había apartado la capucha, decidió finalmente quitarse la capa entera, ya que a pesar de estar dentro de la taberna el bochorno se podía sentir. Se la colgó en la bolsa, con cuidado de no tirar la tela que cubría la espada para que no llamase la atención.
-Uff, que calor hace hoy - dijo sacudiéndose la larga melena rubia. - Bueno - dijo dirigiéndose de nuevo a los hombres - Espero que vuestro amigo se cure pronto. ¿Estábais con él cuando os atacaron?
Silwen se acercó a ellos con pasos delicados, sus ropajes blancos arrastraban levemenete por el suelo, con una bella caida debido a la buena manufactura elfica. Su camina le hacia parecer a simple vista omo si la bella dama estuviese levitando.
Pues mi nombre el Silwen, disculpen la intromisión pero he oido que esperan al tabernero...¿creen que puede haberle pasado algo?
El otro tipo al que se había dirigido el montaraz, que ahora se encontraba de pie junto a la mesa, contestó al montaraz justo antes de que los elfos se presentaran -Según el muchacho- dijo señalando al joven de la barra con la mirada -Suele dormir hasta tarde y es habitual que se retrase, aunque no me parece mala idea echar un vistazo a los alredeores de la posada, así podremos mitigar un poco esta tensa espera.
Acto seguido se presentó al grupo de elfos mientras esperaba la respuesta del montaraz -Soy Edrran, de Gondor, viajo hacía el sur y me he ofrecido a ayudar a los Rohirrim en su vuelta. Sólo Fhengel se encontraba allí cuando los atacaron- Su voz era grave, casi autoritaria, podría decirse que parecia acostumbrado a situaciones de aquel tipo. Era algo más bajo que los elfos pero más fuerte, sus ropas eran bastante caras y llevaba la cabeza de un lobo blanco estampada en el pecho, se trataba de un noble casi con toda probabilidad y portaba una grande y preciosa espada que parecía tener un valor material muy importante.
El rohirrim por su parte, continuó la conversación con Miriamele:
Es verdad que el dia de hoy esta haciendo mucho calor. Cuando les llego el mensaje, ¿Estaban marchando a los puertos para abadonar esta tierra? La verdad me gustaria agasarlos en mis tierras alguna vez si tengo la oportunidad porla ayuda prestada
-En realidad, nos conocimos por casualidad, y nos dirigíamos a los puertos, sí. Pero cada uno tenía unos motivos para hacerlo. Yo, por ejemplo, no iba para dejar esta tierra, sino que simplemente nunca he visto el mar, y me encantaría verlo, así que emprendí el viaje.
En medio de la conversación, las palabras del camarero sonaron apenas como un susurro temeroso. Como un niño que duda entre interrumpir o no las conversaciones de sus mayores.
- Ehh… disculpad la intromisión, Hermosa Gente… el caso es que… bueno… lo cierto es que no debéis preocuparos por mi patrón. Suele dormir hasta bien entrada la mañana, y no es raro que el mediodía lo encuentre aún en su lecho. – tras pensarlo unos momentos, finalmente agregó. – Podría ir por él, si así lo deseáis. Sería todo un riesgo, pues acostumbra despertar con un humor de perros, pero la experiencia bien valdría la pena. Nunca ha visto a ninguno de vuestro pueblo… al menos eso creo.
- Por otro lado, es verdad que no siente un gran afecto por los cabeza de paj… ehh… quiero decir… por nuestros vecinos sureños de la Marca de los Caballos. Si mi opinión sirve de algo, creo que sería mejor dejarlo dormir. – concluyó echando una mirada avergonzada a Fhengel.
No marqueis a nadie más por el momento.
Como desees joven Bledwyn....yo esperare aqui sentada pues.
Cambiar a la escena de "el asesinato".