Pues espero en la puerta a que alguien entre o salga....cuando haya abierto la puerta la agarro para entrar yo al instante, así a penas se notara que he sostenido la puerta por un instante.
Oh, discúlpeme joven. Tengo que atender varias mesas. Dijo el posadero. Me gustaría seguir aquí de cháchara pero mucho me temo que el deber me reclama. Espero escuchar esas canciones suyas. Añadió antes de irse a servir a sus clientes.
Silwen esperaba a que alguien entrara en la posada, y espero largo rato sin que nadie se acercara con intenciones de entrar. Continuo esperando pacientemente y de pronto vio a un niño que se acercaba corriendo tras doblar la esquina. Cuándo pasó junto a ella se percató de que no era ningún niño, era un hobbit. Y era uno al que conocía. Era Tim.
Su rostro tenía dibujada la preocupación y más que correr con prisa parecía estar huyendo, a la par que con una mirada desesperada trataba de buscar algo.
Evidentemente no vio a la elfa, y pasó de largo mientras continuaba corriendo a toda velocidad.
Espera Tim, espera...entra en la posada!!!
Dijo la elfa medio susurrando al principio y medio gritando al final....pues temia de que no le oyera el pequeño hobbit.
Algo le pasaba, y que mejor que estuviese alli adentro con el resto, ademas asi ella podria entrar también.
- Ya veo… ya veo… - respondió el joven con aire ausente, sin haber oído una sola palabra de lo que había dicho el posadero.
En algún momento de la charla, su mirada se había perdido en el amigable bullicio del salón, y ahora sus ojos recorrían fascinados los rostros extraños, centrándose en los pequeños detalles que descubría aquí y allá.
Una sortija herrumbrada colgando de una cadena, una cicatriz, la sonrisa franca pero irregular de algún parroquiano…
Había cientos de historias en aquel lugar. Y todas ellas desconocidas para el taciturno aspirante a juglar. Pero debía comenzar a desentrañar aquellos misterios, si quería tener éxito en su misión. Y pronto.
Pues debía comprender a aquellas personas, si pretendía llegar hasta su líder.
- ¿Ehh?... Oh, si !!! – dijo por fin, despertando abruptamente de su repentina ensoñación – Atiende, atiende. No quiero entretenerte demasiado. Ya hablaremos más tarde.
- Solo me echaré un par de cervezas por aquí. Ha sido un día largo, y creo que pronto iré a preparar mi habitación.
Ya estoy de vuelta, aunque algo oxidado.
Tambièn estoy perdido con el tiempo, no tengo idea de la hora que es.
En cualquier caso, las acciones inmediatas de Bledwyn son echar un buen vistazo a la concurrencia, y ver si mis compañeros me han reconocido.
Tim continuó corriendo pero se giró al escuchar la voz, la perplejidad que había reflejada en su rostro por haber escuchado la voz y no ver nada se mezclaba con el miedo por algo que la elfa no llegaba a adivinar pero que si que temía imaginar.
El hobbit perdió el pie por mirar donde no debía, se trastabillo y acabó yéndose de bruces contra el suelo. Torció el gesto, escupió polvo y se colocó su sombrero, el cual en la caída se le había volado de la cabeza.
¿Me estaré volviendo loco? Dijo amargamente antes de volverse a poner en pie.
Edrran se acercó a la barra a pedir, motivo por el cual el posadero se alejó de Bledwyn para servirle. Sus compañeros le habían visto, o eso parecía, aunque también hacían como él y trataban de disimular que se conocían.
Cuándo sirvió a la mesa de Edrran regresó junto a él con una jarra de espumosa cerveza y se la colocó en la barra junto a él, y después se fue a atender otras mesas que reclamaban su presencia.
Habría unas 20 personas en la taberna, aparte de Bledwyn, los dos hobbits que bebían vino aguado y Edrran y Neram, que bebían cerveza. Todos los que allí se encontraban eran dunlendinos que habían ido a disfrutar de la cerveza de la taberna de Tom el posadero o algunos que por sus ropas parecían venir de más lejos, pero que sin duda seguían siendo dunlendinos. Hablaban en dunael, el lenguaje basto de aquellas tierras y también en lenguaje común. Reían y cantaban con estrépito.
Silwen se acercó a él mientras se levantaba...la mentaba enormemente que por su causa se habiera caido y lastimado...una vez a su lado le dijo
-No, Tim, no estás loco, soy Silwen...estoy a tu lado. Entra en esta posada, corre...el resto están dentro.
El pequeño hobbit parecía asustado y nervioso. ¿Si...Silwen? ¿eres tú de verdad? ¿Qué posada? ¡Tienes que ayudarme! Empezó a hacer gestos hacía el lugar de donde venía la voz, pero al no estar seguro de si la elfa estaba ahí miraba de un lado a otro nervioso. ¡Los otros! ¡en la puerta! ¡y, y, y soldados!
Vale te ayudaré pero corre vamos, entra ahi....
Silwen no tuvo más remedio que ayudar a Tim y empujarlo suavemente hacia la entrada de la posada, mientras estraba con él.
El hobbit se resistió al empujón de la elfa y no quería ir hacía la posada. ¡No! ¡A la posada no! ¡Hay que ir a la puerta de la entrada! Hacía gestos con la mano en la dirección en que había venido. ¡E-Estan los demás! ¡Les atacan!
Como??!!!
No puede ser...pues avisa a Bledwyn y los otros que están dentro de la pasada e iremos rápido a la puerta de entrada!!
Silwen intentó reprimir un poco el tono de su voz, pero la situación no pintaba nada bien.
Hubo unos segundos de confusión, Tim primero miró al lugar de donde venía la voz, sin verla, no parecía comprender nada. Hacía gestos apremiantes para que la siguiera por donde había venido él. Después vaciló, dudó un instante y al entender mejor lo que Silwen le había dicho se lanzó a la carrera hacía la puerta de la posada. Abrió la puerta de golpe, con tanta fuerza que la pesada puerta de madera golpeó contra la pared y resonó con fuerza. Cuándo Silwen llegó tras él todo el mundo miraba al hobbit.
El pequeño Tim buscó con la mirada a sus amigos y cuándo los divisó comenzó a gritar exaltado. -¡Bledwyn! ¡Neram! ¡Aprisa, aprisa!- Bledwyn estaba apoyado en la barra de la taberna de la posada pero Neram, Edrran y los otros dos hobbits se encontraban en una mesa aparte, bastante alejados del bardo. -¡Tenéis que ayudarnos! ¡Edrran! ¡Nos atacan, nos atacan!- Corrió hacía ellos pero rápidamente dio la vuelta nervioso, dando saltos de impaciencia. En su rostro se reflejaban el pánico y la desesperación.
De pronto la puerta de la posada se abrió de golpe con un estruendo tal que a alguno casi se le sale el corazón del pecho. Incluso a Tom el posadero le afectó y lanzó al aire su bandeja, afortunadamente vacía. Las miradas se dirigieron de inmediato a la puerta de la posada, todos se quedaron en silencio, las conversaciones, las canciones terminaron de súbito.
En la puerta había un niño descalzo, llevaba una capa verde sobre los hombros aunque estaba muy ajada y desgastada, al igual que el resto de sus ropas. Llenas de polvo y tierra. Vestía una chaqueta marrón de botones redondos y grandes, y unos pantalones que le cubrían hasta la pantorrilla y tenía las rodillas llenas de barro. La cara también la tenía salpicada de barro, sus ojos eran marrones y buscaban con avidez algo entre la gente de la posada. Su pero era marrón y se cubría la cabeza con un pequeño sombrero gris.
Lo reconoció en cuanto su mirada se cruzó con la de él.
El pequeño Tim buscó con la mirada a sus amigos y cuándo los divisó comenzó a gritar exaltado. -¡Bledwyn! ¡Neram! ¡Aprisa, aprisa! ¡Tenéis que ayudarnos! ¡Edrran! ¡Nos atacan, nos atacan!- Corrió hacía ellos pero rápidamente dio la vuelta nervioso, dando saltos de impaciencia. En su rostro se reflejaban el pánico y la desesperación.
Silwen esperó en la puerta de la posadaa que todos salieran, y asi poder pedirle sus ropas a Bledwyn
Por un instante terrible e infinito, el corazón de Bledwyn dejó de latir. Todo su ser se paralizó por el horror y la confusión, y su única reacción fue observar con ojos embobados al recién llegado.
Durante largos momentos, solo pudo abrir y cerrar la boca con gesto estúpido, mientras su perturbada mente intentaba encontrar un sentido a la escena que se desarrollaba frente a él.
Finalmente, y sin pensárselo dos veces, el joven aspirante a cantor corrió hacia la puerta de ingreso a la posada. No dijo una sola palabra, pero mientras atravesaba con paso veloz las mesas y sillas de la habitación, su mano derecha buscó el pomo de su espada.
Aquello bien podría ser el fin de su tapadera. Y quizás también de toda la misión. No recordaba si había dicho su nombre al posadero, pero de todos modos le costaría explicar su cercanía con aquellos extranjeros.
En cualquier caso, ya habría tiempo para las explicaciones. Ahora debía defender a los suyos… tratando de no perder la vida en el intento.
Ya estoy de vuelta en casa. Puede que me tome todavía unos días retomar el ritmo normal, hasta que me ordene y todo eso. Pero no debería de tener problemas por unas semanas. Al menos hasta que lleguen los examenes.
-¡Vamos!- Dijo Edrran que también se puso en marcha.
Podéis marcaros de nuevo.
Silwen espero a que Bledwyn se acercara a la puerta y le susurro antes de que saliera.
Bledwyn.... Estoy aquí. Necesito mi ropa......
Cambiamos de escena, pasamos a En la ciudad de los Dunlendinos (C).