Partida Rol por web

—¿"Terrícola"? —sonrió. Ja, bueno, al menos, teniendo en cuenta la pinta de y los aires de grandeza que gasta por lo menos no me ha llamado "gook", "chink", "jap" o alguna otra lindeza, pensó—. ¡Qué historia más conmovedora! ¿Qué demonios está pasando aquí? —se dirigió a todos—. ¿Cómo hemos pasado en pocas horas de tres a cinco miembros? ¿No creéis que tenemos algunas cosas que discutir primero? Esto no va por ti, Debbie Jay, pero ya tenemos suficiente con A.E.G.I.S. queriendo meternos la mano por el culo como a un Muppet como para dejar que se infiltre alguien entre nosotros —señaló con la cabeza a Bryn—. Esto tenemos que discutirlo, Willow, Héctor...

A Kenji no se le escapaba que el eslabón más débil del grupo era él. Su madre, su padre y hasta el sursum corda podían acceder a través de él a la mayoría de los entresijos del grupo, incluyendo sus bases de datos y su cuartel general. Pero quizás por eso mismo le ponía tan nervioso todo lo que estaba pasando. La chica venida del futuro y la valkiria turista eran dos nuevos factores muy difíciles de controlar y sus padres le iban a crucificar por todo aquello.

Al sentir el golpecito de Willow, y escuchar sus disculpas, Héctor negó. —Ah, bueno... no, no te preocupes, no pasa nada —dijo, aunque evitó mirarla. Porque en realidad sí pasaba y no quería que se lo leyera en los ojos. No le había gustado nada lo que le había hecho, pero era Willow. No se podía enfadar con Willow.

Cuando Kenji se cabreó con lo que estaba pasando, Héctor se quedó mirando a Brynhildur. Sí, la tía decía que se había quedado atrapada aquí, entre un montón de gente atrasada tecnológicamente, pero ella misma decía que los terrícolas eran muy hospitalarios, y Héctor no se creía que estando tan superbuena lo estuviera pasando muy mal. Además, le daba la impresión de que, con doscientos años, les debía ver como a unos bichos efímeros (*). Así que afirmó cuando Kenji dijo que lo tenían que hablar; porque nadie había dicho nada de que se fueran a unir al grupo. Ni ella ni Debbie Jay. Que por cierto, daba la impresión de no estar muy contenta de ver cómo comían. Frunció el ceño. Ah, maravilloso, ahora le da asco verme comer.

El móvil llevaba sonando un ratito y Héctor lo consultó. Al leer lo que le había puesto su hermano, palideció de forma visible. 

—Mierda —dijo, mientras se le caía la pizza al suelo—. Joder. Tengo que ir al hospital. 

─Esø estaría muy bien, gracias, Debbie. Sí, asgardiana ─contestó Bryn a su ofrecimiento de ayudarla con su esquife.

No veía el momento de volver a disponer de él. No es que tuviera que irse ya mismo, se lo estaba pasando la mar de bien en Midgard, pero la idea de no poder hacerlo le agobiaba un poco.

─Bøøl hija de Travis, a mi me suena de lø más normal. Travisdóttir es un buen apellidø, suena bien... ─dijo con una sonrisa. La hechicera humana parecía buena persona, asequible y nada arrogante. En el poco tiempo que llevaba en la Tierra ya se había encontrado con la animadversión de varias mujeres, pero esta en particular no parecía sentirse amenazada o creerse inferior y necesitar "atacarla" y llamarle cosas, como "vaca" o "puta". O quedarse con la boca abierta sin poder reaccionar. Ninguna de esas reacciones era algo bueno.

─Nø entiendø la referencia del Muppet, perø me agrada que cønsideres que pasemøs a reførzar vuestrø grupø, aunque te incomøde, hømbre de metal. Y nø es pør nada, perø llamar grupø a un tríø suena un tanto førzadø. Y tampøcø es que hubiera pedidø førmar parte de él, que sólø estaba aquí pør løs festejøs, aunque pødéis pedírmelø... ─comentó en referencia a lo que había dicho Warhead, finalizando su intervención una vez más con una sonrisa, esta, no obstante, con un ligero deje sarcástico.

- No te preocupes, tío Ken - respondió casi sin pensar pasándose la mano por la cara. Medio segundo después cayó en la cuenta de lo extraño que debía sonar aquello - Digo... Kenjiro. Para mi también esta siendo un día laaargo.

La reacción del chico era compensible. Si ella tuviese que lidiar con dos chicas venidas de más allá en el tiempo y el espacio también estaría nerviosa. Más aún cuando una de ellas estaba cañón. Y la otra venía de otro planeta.

- Hey, Bryn - el mote había calado rápido. Sobre todo por la aparente incapacidad de Debbie para pronunciar correctamente su nombre - ¿Te gusta la música terrícola? No sé si lo sabes, pero los colegas aquí presentes tienen un grupo de música. Se llaman Merge Conflict y...

Debbie cerró la boca al ver a Héctor. La cara que se le había quedado tras colgar el teléfono dejó claro que algo no iba bien. No es la cara que pones cuando un grupo de terroristas planean robar un artefacto nuclear, no. La cara de que algo va realmente mal.

- ¿Qué ha pasado? - se atrevió a preguntar bajando atropelladamente del banco.

Al parecer era el día más largo en la vida del pobre chaval.

—Mi hermana. Rafaela —dijo Héctor, sin mirar a Debbie, mientras manipulaba su teléfono. Tenía que llamar a su hermano, pero se estaba aturullando, no sabía cómo hacerlo. Joder. Hacía mil años que no hacía una llamada de voz con nadie usando su teléfono. Joder, los teléfonos son para escribir mensajes, no para hablar—. Alguien ha asaltado la carnicería. Dice Jorge que está herida —añadió, y se le quebró un poco la voz. Lo cual le jodió, porque no quería ponerse a llorar delante de nadie. Así que se dio la vuelta, mientras por fin atinaba a encontrar el número de su hermano y llamaba—. Está en el hospital de Santa Ana. Me tengo que ir. Tengo que irme —repitió, mientras salía andando con el teléfono en la oreja para ver si Jorge lo cogía. Tiró en dirección a la parada de autobús pero luego se lo pensó mejor. Al metro, mejor al metro. Porque era más fácil colarse y no le quedaba ni un centavo en el bolsillo.

Escuchó desconcertada a Kenji y le jodió que Héctor asintiera a sus palabras. - Kenji, te olvidas de que Bryn ha salvado a mi padre, de no ser por ella podría haber muerto. Y ya de pasada, también me ha salvado a mí. No hace falta ser tan hostil y desconfiado con las personas que nos han ayudado. - Suspiró, casi arrepintiéndose en el mismo instante de lo que estaba por decir. - Para llevarte tan mal con tu madre estás empezando a hablar como ella... - Igual pecaba de confiada, pero desde luego que ninguna de las dos se merecía aquel trato después de poner en riesgo sus vidas para ayudarles.

Hubiera seguido con la discusión de no haber sido por Héctor. Joder, quién coño asalta una carnicería... Miró impasible como se levantaba. ¿Debería acompañarle al hospital? ¿Ofrecerle dinero para coger un taxi? ¿Preguntarle si se encontraba bien? Se hizo tantas preguntas que para cuando quiso reaccionar ya se había ido.

Con aquella situación cayó en la cuenta de que su móvil también había vibrado varias veces, lo sacó del bolsillo y no se sorprendió al ver el mensaje de su madre. - Yo también tengo que irme. - Recogió el cartón de pizza y las dos litronas a medio beber. - Mejor lo hablamos mañana, ¿vale? - Se despidió con un gesto de mano y se fue.

—Qué coño sabrás tú de mi madre —Kenji apretó los dientes y convirtió sus ojos rasgados en dos rendijas, pero logró controlarse. No pensaba caer en una provocación tan facilona. Si algo debía agradecerle a su madre era, precisamente, el poder ocultar sus emociones y sus reacciones. Bueno, al menos intentarlo. Además, Héctor necesitaba ayuda para llegar pronto al hospital.

—Héctor, colega —corrió tras él y le alcanzó mientras llegaba a la parada del bus—. Ey, párate un momento, tío. Tengo la armadura en la azotea. Te llevo. Tardaremos menos y te puedo dejar donde me digas—le puso una mano en el hombro tratando de ser lo más afectuoso posible; pero ahí también había intervenido la escuela filosófica del estoicismo nipón y Kenji notó su propio gesto como algo impostado.

[Risa malvada]

Por un momento, solo por un instante, pensó que quien le estaba parando para decirle que le acompañaba era Willow. Pero no. Era Kenji, y Héctor no supo que decir. Pero al notar la mano en su hombro, pareció despertar. En realidad, tenía razón, podía llevarle hasta el Hospital de Santa Ana más rápido que en cualquier tipo de transporte público. No es que le gustase mucho la idea de ir de paquete montado en una armadura voladora, pero si se caía, podía ponerse la máscara y sobrevivir a lo que fuera.

—Claro. Sí —dijo, mientras asentía—. Te lo agradezco, Kenji.

Mientras seguía a su amigo a la azotea, no pudo dejar de pensar que hubiera querido que fuera Willow la que estuviera allí en este momento. Aunque no pudiera llevarle a ningún sitio. Pero estaba claro que sintiera lo que sintiera por Willow, ella no le correspondía. No era más que un imbécil por pensar que una chica así podía fijarse en alguien como él. 

Y un egoísta, pensando en sus problemas cuando su hermana podía estar debatiéndose entre la vida y la muerte.

Céntrate, Héctor. Y olvídate de Willow.