Partida Rol por web

Los colegas de su hermano estaban saliendo por patas y solo Jorge se había quedado a luchar. Joder, Jorge, vete ya, pensó El Toro. Esquivo sin problemas los primeros golpes y luego simplemente fue dejando que su hermano se fuera cansando mientras trataba de acertarle con la barra. Por un rato, ambos hermanos bailaron en el vertedero. 

El Toro fue moviéndose cada vez más despacio, esquivando en el último momento cada ataque. Cuando vio una oportunidad, actuó deprisa y de forma fulgurante, arrebatándole la barra de las manos a Jorge y arrojándola contra un montón de chatarra, donde se quedó clavada como una jabalina. 

—No sé quién es Teresa, amigo —dijo El Toro—. Pero creo que ya es hora de que se vaya con sus compañeros. 

Jorge ya estaba cansado, desarmado y solo. Con un poco de suerte, ya se habría dado cuenta de que no podía hacer nada. 

—Váyase —añadió, mientras se cruzaba de brazos y adoptaba una pose más relajada—. Ya veo que no es un Malamadre. Les he dado una paliza a esos huevones. Vuelva a su casa y cuide a su Teresita. El Toro protegerá el barrio por ustedes.

No descartaba que Jorge intentara darle una patada en los huevos o algo; era bastante marrullero. Pero igual había suerte y decidía marcharse.

La culpa y el miedo habían hecho estragos en DJ. Aquella situación había escalado demasiado de prisa, dejándole sola, en el suelo y a merced de los hermanos. El Toro había huido presa del pánico y le tocaba a ella recibir el castigo dirigido hacia él. ¡BAM! Una patada en la boca del estómago que le dejó sin aire. Sus contraataques habían sido torpes y predecibles ¿Qué habría pensado el viejo lobo si le viera? Podía preguntárselo, lo tenía delante. DJ dirigió una última mirada hacia el mutante antes de ¡BAM! recibir un patadón en la barbilla. El sistema de seguridad se activó al detectar una fisura en el casco y éste se desmaterializó dejando tras de sí el rostro inconsciente de la muchacha. Un hilo de sangre caía de su nariz.

De no haber sido por las palabras de su hermano, Chuck seguramente habría pasado su garganta por la hoja de su machete. ¡BAM! Se limitó a dar un último puntapié en el hombro de la tecnomaga antes de proceder a arrastrarla entre los restos de las chabolas derruidas.

A partir de ahí el día sólo podía mejorar.

El Toro era un luchador experimentado y veterano. Era superfuerte y practicamente invulnerable. Eso le hacía confiarse demasiado a veces.

No vio venir la patada contra su entrepierna. Y fue sorprendentemente dolorosa.

La máscara. No conocía su origen pero sabía que estaba viva de alguna manera incomprensible. Le otorgaba su inigualable vigor y se alimentaba de sus recuerdos. Últimamente, había empezado a manifestar un poder cada vez mas difícil de controlar. Héctor no estaba seguro de si en el fondo su ira no sería la responsable de todo aquello.

En realidad, la máscara era un ser de la guerra. Medraba en la destrucción y la matanza, en el dolor, en el miedo y la furia que ella misma provocaba. La sed de venganza de los dos hermanos enfrentados, la desesperación y los engaños habían sido como un jugoso banquete enloquecedor que había hecho hervir y medrar su poder hasta simplemente desbordarse de su portador.

Jorge soltó un grito parejo al de su hermano: había sido como patear una pared de ladrillos pero sintió una llamarada de fuerza correrle por la pierna y extenderse por todo su cuerpo. La mancha de sangre de su frente desapareció como absorbida por su máscara de luchador que pareció cobrar vida. Sus brazos, sus hombros y su pecho se hincharon violentamente.

Jorge soltó un bramido atronador como si fuera un tiranosaurio cabreado.

Los dos enmascarados se miraron de hito en hito durante un tenso instante. 

Jorge reaccionó primero. De un puñetazo mandó a El Toro volando a veinte metros de distancia contra una pila de residuos que le cayó encima. Luego, se miró las manos horrorizado y salió corriendo alejándose de allí. 

* * *

No lejos de allí, en el campamento de los Malamadre, Robert pasaba revista a su banda con mirada crítica: había ojos morados, miembros rotos y dentaduras destrozadas. Les habían jodido bien.

¿Sería una jugarreta de una banda rival? Ellos tenían a Big Bad Wolf, no era imposible que los Batos Locos o los Tres Puntos tuvieran sus propios mutantes pero todo resultaba muy extraño. 

Esperaba obtener respuestas de su prisionera. 

-Has que se despierte, carnal. 

Bigby echó un cubo de agua sucia sobre la cara amoratada de DJ.

El Toro se quedó un buen rato tirado en el suelo, metido entre basura y chatarra. Tratando de asimilar lo que acababa de suceder. Dándole vueltas una y otra vez al asunto. ¿Jorge le había lanzado volando por los aires? ¿Cómo era posible? En un momento tenía toda la situación bajo control y en el siguiente... ¿qué es lo que había sucedido? ¿Su máscara también era mágica? ¿O se había transferido parte de su poder de una a otra?

Salió de entre los escombros un buen rato después (no sabría decir cuánto). Se quitó la máscara y volvió a ser Héctor de nuevo. —Joder, Jorge —farfulló, aún conmocionado por lo que acababa de pasar— ... ¿qué es lo que he hecho?

Con la máscara aún puesta se dio cuenta de que esto ya no era un juego. No lo había sido nunca, quizás. Tener la máscara le había convertido en un tipo invulnerable, capaz de hacer cualquier cosa pero, ¿esto era lo que quería? ¿Ir partiendo piernas y brazos? ¿Convirtiendo a otras personas en monstruos?

Miró la máscara en sus manos. Sintió el impulso de tirarla o mejor aún, de abrir un agujero en el suelo y dejarla escondida debajo de montones de basura.

Permaneció con la mirada fija en la máscara. 

Tratando de decidir.

...

Al fin, se la volvió a meter en el bolsillo.