Partida Rol por web

La agente Kiri había etiquetado a Bool como un Omega Verde, un sujeto con un enorme potencial bruto pero con un control deficiente sobre sus capacidades que lo hacía peligroso para sí mismo y los que lo rodeaban. En casos así, A.E.G.I.S seguía una política de contención, formación, asimilación y (cuando todo lo demás fallaba) eliminación. 

Bool estaba en la segunda fase y, según Kiri, había formas peores de llegar a ella que incluían inyecciones, electrodos y reprogramación subliminal del sujeto. Por eso había mandado un coche a buscarla que le había dejado en el Barrio Antiguo de Halcyon City (una reliquia de la Yuxtaposición Temporal del 81). Allí había bajado del coche y, de repente, ya no estaba allí. 

* * *

El Sancta Sanctorum del Magus Everard olía a una mezcla de velas aromáticas e incienso. Simultáneamente, la atmósfera era fresca y ventilada, como si una corriente de aire la renovara constantemente.

Algo inusual, sin duda, en un lugar sin puertas ni ventanas.

Willow estaba sentada enfrente de un escritorio de madera con grabados que parecían cambiar cada vez que detenía la mirada sobre ellos. A su alrededor había varias vitrinas con extrañas criaturas disecadas, libros antiguos y botellas llenas de líquidos misteriosos.

El Magus Everard, Defensor Primaris de la Tierra Contra Amenazas Mágicas,  Maestre Supremo de la Ordo Magica, Líder de la Cábala Hermético-Trimegística, Maestro de las Treinta y Seis Artes Arcanas, Portador del Bastón de Ágata, etcétera, paseaba de un lado a otro hablando por el móvil con creciente irritación:

-No... Ni hablar... Mira, Ibn Al Saud, me da igual... escucha, tú eres el que tiene un problema: os envié a los mejores asesinos del mundo para ayudaros a acabar con vuestros rivales... ¡No es asunto mío!... si no sois capaces de encontrarle... ¡Pues diles que se quiten de en medio!... ¿Pactar con esos? ¿Y a mí qué me cuentas?... No, no, ni se te ocurra mencionar mi nombre... Escúchame, mago de feria, si toda esa vendetta familiar vuestra me salpica lo más mínimo vas a tener algo más que una panda de demonios asiáticos complicándote la vida... Sí, mi última palabra.

Cortó la llamada con un resoplido y algo que sonó como "Que te den".

Se acercó hasta el escritorio y se sentó frente a Willow. Era alto, joven y bien parecido aunque probablemente empleara la magia para potenciar sus encantos. Vestía de manera impecable.

-Le ruego que me disculpe, señorita Rosemberg. Mi cargo está saturado de innumerables quehaceres que ocupan mi tiempo de una manera inaceptable. Pero la vieja Europa puede esperar... ¿ha estado alguna vez en Europa, señorita Rosemberg? ¿Puedo ofrecerle un refrigerio?

Chasqueó los dedos y dos vasos aparecieron frente a ellos. Una botella de vino llenó la copa de Everard pero se detuvo frente a la de Willow: era menor.

El mago juntó las yemas de los dedos mientras sus profundos ojos estudiaban alternativamente a Willow y a un informe con el membrete de A.E.G.I.S. que había encima de su mesa.

-Es indiscutible que trae buenas recomendaciones-chasqueó la lengua-Explíqueme con sus propias palabras, señorita Rosemberg, en qué consiste exactamente su problema. Le sugiero sinceridad porque soy muy bueno calando a los mentirosos.

A pesar de que la noche ya había acabado mal, en casa le esperaba la guinda del pastel. Cuando llegó, su padre ya estaba ahí y lo único que pudo hacer no fue más que disculparse con su madre. La bronca estaba más que justificada y cuando tenían razón, ella bajaba la cabeza y asentía, sin excusas, aunque tuviera un poquitín de razón.

Era tal la situación, que mientras le reprendían a voces de fondo su padre iba murmullando que si su hija era una bruja, que si practicaba magia negra, rituales paganos, que si no sé qué... - Papá, usar camiseta con pentáculos no me convierte en bruja. - Añadió ella junto a una risa nerviosa. Estaba claro que recordaba todo y que solo era cuestión de tiempo que todo saliera a la luz en casa. Por lo menos papá se encuentra bien, se consoló a sí misma.

Cuando la mandaron a su cuarto, accedió encantada, posponer lo inevitable era uno de sus pasatiempos de adolescente favoritos. ¿Por qué resolver los marrones de uno en uno cuando puedes dejar que se acumulen cinco a la vez? Y para marrón el que tenía con sus amigos. Se sentó en la cama de su cuarto y miró impotente el móvil. Debería escribir a Héctor, su hermana... Pero no fue capaz de reunir el coraje suficiente para hacerlo, sentía que aquella noche se habían distanciado, y todo por su culpa. Hundió la cabeza en la almohada y entre arrepentimientos se quedó dormida...

A la mañana siguiente, recibió un mensaje. En media hora pasaban a buscarla y recurrió a la magia para prepararse en un pestañeo. En una fantástica mochila de cuero barato que había comprado en el Zara por cuarenta dólares guardó el grimorio. Se perfumó, repeinó e incluso aprovechó para pintarse los ojos. Sí, vale, no era una cita, pero debía causar una buena impresión. Azorath le advirtió cuidado, que no era alguien a quien no quería como enemigo. Pues bien, entonces haría su mejor esfuerzo para llevarse bien con él. Con un poco de suerte, aquel encuentro podría resultar hasta beneficioso para ella, ¿no? Y llena de pensamientos positivos e intentando no darle mucho bombo a la situación con sus colegas se dirigió al encuentro.

* * *

Entre las manos tenía su grimorio, lo había preparado con ilusión como quién enseña al profesor la tarea que había mandado el día anterior. Supuso que iban a hablar de sus capacidades, qué hechizos practicaba y cosas por el estilo, motivo por el cual preparó con orgullo todos los conjuros y encantamientos que había reunido en el enorme tomo que sujetaba. Mientras esperaba, se entretuvo rizando un mechón de pelo, dando golpecitos con la yema de los dedos en el grimorio y estudiando cada detalle de la habitación.

- Ah, no, no, no, está bien. - Negó con ambas manos y aceptó las disculpas quitándole importancia. - No, yo nunca... - Estiró el cuello del jersey, era evidente que estaba nerviosa. - Estoy bien, gracias. - ¡Claro que no estaba bien! Le hubiera pedido un café con leche y un cruasán (o dos, de chocolate) y se hubiera quedado tan ancha, ¡y tan ancha!, pero sería de mala educación y le odiaría y le haría la vida imposible, pero no había desayunado, qué esperaba. - Joder, Will, cálmate que solo te has saltado el puto desayuno. - Evidentemente calmarse a sí misma no ayudó en nada. Y si no estaba lo bastante nerviosa ya, un sonoro rugido de estómago la dejó en evidencia.

Aclaró la garganta e hizo como si nada hubiera pasado. - Ah, uh, yo... Eh, pues esto... - La forma en la que había resaltado lo bueno que era detectando mentiras acabó por rematarla, y ella no era buena mentirosa. Suspiró, agarró con fuerza el grimorio y decidió en ir con toda la verdad por delante. - A veces no soy capaz de controlar el poder de los hechizos que conjuro. Y no es que los conjure mal: gestos, pronunciación, el tono adecuado de voz al recitar el conjuro... Pongo especial atención a cada detalle para proyectar la energía arcana que reúno. Bueno, no siempre, casi siempre. Y el hechizo funciona, ¿sabes? solo que igual se va de madre y, uh, puedo acabar haciendo daño a alguien. - Hizo una breve pausa, torció el gesto como pensando si era buena idea comentarlo y lo soltó. - Y cuando conjuro varios hechizos seguidos una voz dentro de mí intenta darme órdenes, controlarme, ¿sabes...? - Esperó que NO lo supiera. - Normalmente la tengo bajo a control pero... Da un poco de miedo. Joder, es que noto que literalmente toma control sobre mi cuerpo, como si me perdiera...

Los ojos del Magus Everard brillaron. Literalmente. 

-Ya veo. Ha venido al lugar adecuado. Es usted un diamante en bruto pero requiere mucho entrenamiento. Su poder no es del tipo habitual: proviene del Pandemonium.

Con un gesto, invocó una imagen translúcida sobre su escritorio, un paisaje de contornos difusos y colores distorsionados que hacían doler la cabeza.

-Algunas culturas lo identifican con el infierno pero eso es una exageración: se trata de una realidad paralela reflejo de ésta y otras realidades. Se compone de energías enloquecidas producto de las pasiones de los seres sintientes de medio universo, incluida la Humanidad. Las almas de algunas personas tienen su reflejo allí y eso les permite beneficiarse de su poder casi ilimitado aunque cada vez que lo eempleando se arriesgan a atraer la atención de sus moradores. 

Con gesto teatral depositó frente a Bool una botella de cristal azul multifacetado en cuyo interior se agitaba el demonio que Chas había querido adoptar. 

Se echó hacia atrás en su silla. 

-Dominar la magia requiere potencial, valor, dedicación, constancia, disciplina y humildad: no está al alcancede cualquiera- se llevó la mano al pecho y asintió solemnemente-Considérese afortunada de ser tutorizada por alguien de mi valía. Dígame, señorita Rosemberg, ¿cómo descubrió que tenía... poderes, por así decirlo?¿Cómo aprendió a usarlos?

No era la primera vez que oía hablar del origen de sus poderes. Azorath también había hecho un análisis similar y su posterior confirmación. Para ella era evidente que saber de donde venían sus poderes le ayudaría a comprender como controlarlos, lo que no sabía era el cómo. Estuvo apunto de preguntarle, sin embargo supo que no era el momento cuando sacó dentro de un tarro a la criaturilla que atrajo sin querer durante el incidente del monorail.

- Oh... Eso, sí... Fue un descuido por no deshacer correctamente un conjuro de contención, jeje... - Se rascó la nuca, nerviosa. Ese descuido implicaba poner en riesgo a personas inocentes. Y esa vez solo se trataba de un travieso diablillo, pero a la próxima podría atraer a cualquier tipo de alimaña demoníaca mucho más peligrosa que esta.

Siguió con la conversación confiada. ¿Por qué iba a desconfiar? ¿Por que le había traído aquí una psicópata a la que había comparado con su amigo que solo veía en ella a una metahumana a la que explotar? No, no había motivos para desconfiar. - Fue de pequeña. No tanto por realizar algún tipo de ritual o conjuro. Simplemente era capaz de controlar una energía que no comprendía. Luego, bueno, con la ayuda de un mentor también he aprendiendo a controlar mejor mis poderes y recopilar nuevos conjuros en mi grimorio. - Levantó un poquito el enorme tomo que tenía entre las manos y, como quien no quiere la cosa, siguió con la conversación. Con un poco de suerte, no preguntaría por Azorath. -...¡Pero! a mí me gustaría saber como ser capaz de controlar el poder de mis hechizos. Y esa voz, quiero saber qué coño es, o quién, y como callarla o deshacerme de ella, ¿sabes?

-Sí, claro que fue un descuido. Por desgracia, tu amigo se  llevó a un demonio ladrón de almas* a un edificio atestado de miserables. Si yo no lo hubiera detenido a tiempo podría haber muerto alguien de importancia. 

Apoyó el índice en el cuello de la botella.

-Esa "voz" es lo que se conoce como reflejo pandemoníaco. Es una conexión directa entre tú y la dimensión de la que extraes tu poder. Podría librarte de él pero entonces perderías tus poderes. Bien mirado, probablemente, tu vida también. Aunque eso solucionaría el problema de forma permanente, probaremos primero con entrenamiento. 

Alzó una ceja con interés:

-¿Un tutor? ¿Quién? Seguro que he oído hablar de él. 

- Ya, ya, ya, imagina que hubiera pillado a alguien que, no sé yo, que no tuviera alguna adicción o algún problema en su vida que le hubiera llevado a vivir en la miseria. - Exageró el tono irónico. Hubiera acabado añadiendo un gilipollas, pero seguía en la línea de intentar llevarse bien con él. No, no le gustaba que catalogara a las personas de aquella forma tan despreciable.

Suspiró otra vez. Vale, igual el tema de la ética no lo llevaba bien, pero si se había ganado tantos títulos por algo sería, o al menos con eso se convenció. De todas formas tampoco tenía alternativa, debía un favor y esta era la forma de devolverlo. Y, quién sabe, quizá hasta el entrenamiento le serviría para controlar mejor sus poderes y contener a la otra Bool. - Y... ¿En qué consiste ese entrenamiento?

- Azorath, creo que ya os conocéis. Él es mi mentor. - Respondió honestamente, andarse con rodeos no la llevaría a ningún lado y, de todas formas, ¿por qué tendría que ocultarlo? Fuera cual fuera la relación que hubiera entre ellos a ella no debería afectarle, ¿no?

-¿Azorath?¿El Viejo Búho?

Everard disimuló una risita con el dorso de la mano. 

-Eso explica muchas cosas... y dígame, señorita Rosemberg, ¿qué habría hecho su tutor si sus dones se hubieran desbocado? Conozco bien a Azorath: no dejaría algo tan importante al azar.

Asintió. Osea, ¿sí, no? No sabía que Azorath también tenía títulos. Joder, al final la única tonta sin títulos era ella. Bool, la que no tiene el chichi para farolillos. Ese sí que era un buen título.

Le hubiera gustado soltar un par de cosas cuando sonrió, pero no estaba en twitter donde podía despotricar todo lo que quisiera en tan solo doscientos ochenta caracteres, ¡aquí podía despotricar sin límites!

- La respiración. Solo soy capaz de manipular correctamente la energía que reúno con la respiración. Si Azorath tuviera que frenarme haría algo para interrumpir o entorpecer mi respiración. Un golpe en el estómago, un conjuro para cambiar la composición del aire, un veneno... Algún truco tendrá.

* * *

Durante los días venideros su entrenamiento consistió en leer tomos del grueso de un puño, practicar conjuros y rituales que la llevaban al límite e incluso charlar con su reflejo pandemoníaco, al que ella llamaba cariñosamente la otra Bool, a pesar de que sus intenciones fueran arrancar su alma de su cuerpo para apropiarse del mismo. Y todo ello en un espacio donde el tiempo parecía no transcurrir, lo que para ella fueron semanas, para el resto de mortales fue... ¡nada! Lo cual le recordaba a cierta serie de animación japonesa, solo que sin tíos cachas.

Lo peor de todo el entrenamiento no fue el estar constantemente a prueba y bajo la supervisión de Everard, ¡lo peor de todo fue que no tenía cobertura! Que sí, que el tiempo no transcurría, pero la sensación de estar perdiéndose las últimas tendencias (aunque no las hubiera) en las redes sociales podía con ella.

Y cuando finalmente se vio preparada, llegó el examen final para poner a prueba todo lo que había aprendido.

* * *

Su misión era robar un collar. Pero no el collar que lleva una anciana por la calle y le robas de un tirón cual bolso, sino el collar que se encontraba en las ruinas de no sé dónde y estaba resguardado por una especie de cobras humanoides que daban muy mal rollo. Y además iba acompañada por nadie.

La primera parte, que era infiltrarse sin ser detectada fue un éxito. Con un conjuro de reflexión fue capaz de ocultar su figura reflejando la luz y crear una especie de manto térmico que también la ocultaba frente a los termoreceptores de esos bichos. Con eso conseguido, encontrar el collar fue un camino de rosas. Salvo cuando lo cogió del altar donde se encontraba y todas las puertas se cerraron tras de ella con un sonoro temblor.

Se quedó atrapada y ahí ya no tuvo más remedio que revelar su presencia y abrir las puertas con unas llaves también conocidas como EXPLOSIONES. Si alguien no sabía donde se encontraba la ladrona tan solo tenía que seguir los BOOOOM y PAAAAM que retumbaban por todo el templo. A la mierda el sigilo, tenía que salir de ahí cagando leches y por los pelos lo logró. Incluso unos simpáticos hombres cobra la despedían sacudiendo el puño en alto, supuso que ese gesto significaba lo mismo que en su idioma: QUE TE DEN, al fin y al cabo no solo les había robado, también había destruido medio templo...

Durante la huida, atravesó sin querer unas llamas que no quemaban, y no fue hasta pasadas unas horas que se dio cuenta de que ahora sabía algo más.