Partida Rol por web

La sala principal del hotel es muy amplia. Frente a la entrada principal hay una gran escalera de mármol cubierta por una alfombra roja que conduce a la primera planta. Hay varios sillones que parecen bien cómodos y alguna mesas bajas. A la izquierda de la escalera un piano de cola y a la derecha un pequeño estrado.

En la pared derecha hay tres puertas, y entre las dos primeras un pequeño bar con una selección de vinos de la bodega Zúñiga.

En la pared izquierda hay también tres puertas y un mostrador con revistas de moda y diseño tanto nacionales como españolas y diarios de Mendoza, Buenos Aires y Santiago de Chile.

Junto a cada lado de la escalera hay dos pasillos estrechos bastante disimulados por el mobiliario.

El techo es alto, siete u ocho metros.

Por encima de las puertas del lado izquierdo hay una gran pintura de un paisaje andino, que desentona bastante con el resto del ambiente. Del lado derecho un vitral cubre la pared desde unos metros sobre las puertas hasta el techo, resulta difícil descifrar qué quiso representar el artista que lo diseñó, quizá sea arte abstracto

Al entrar ven que el equipaje de todos estaba mezclado y apilado en el centro el salón. Junto a la pila de maletas estaba aguardando un mozo, detrás de ustedes había quedado el ama de llaves que les abrió la puerta y parado sobre el tercer escalón de la gran escalera. Una vez que los vio a todos reunidos comenzó a hablar con un marcado acento inglés.

—Sean bienvenidos a la finca Zúñiga. Lamento informaros que por un descuido del personal de la compañía de transporte no hemos podido identificar a quién corresponde la mayoría de las maletas.

»Señora Figueroa, Señor Peñareal, sus cuartos ya están listos. Al resto por favor les pido que le indiquen al mozo cuáles son sus maletas y él se ocupará de llevarlas a sus respectivas habitaciones. También pueden servirse una bebida en la barra— concluyó señalando hacia la derecha de ustedes.

- Es un lugar muy elegante. - comentó Nicolás cuando entraron a la finca Zúñiga. Durante varios minutos estuvo observando los alrededores y los detalles del lugar, como la alfombra roja o el piano de cola. Ciertamente ostentoso, pero indudablemente elegante. El hombre parecía satisfecho hasta que escuchó al mayordomo hablar de cómo el equipaje de los viajeros se había mezclado durante el transporte. - Diantres... - murmuró.

Nicolás fue el primero en dar un paso al frente con rapidez y acercarse al montón de maletas para señalar aquellas que identificaba como su equipaje para indicarle al mozo que las llevara a su cuarto.

- Ha sido un placer compartir el viaje con ustedes, - dijo Nicolás una vez hubo seleccionado sus maletas y vio que el mozo las apartaba. - y espero que nos veamos de nuevo. Por ahora, me retiro a descansar a mi habitación. - se despidió por el momento.

A diferencia de aquel otro hombre, el Doctor Vino Won aceptó directamente la invitación a beber algo en la barra, por lo que aquel hombre horondo como el solo, movió su barriga a un lado y a otro similar a como se movería un pingüino hasta dejarse caer encima de la barra.

-Una copita de vino de la legión en donde estamos si podlía sel. -Comentó sacándose las manos del rostro para señalar al suelo y hacer un círculo con el dedo- Lo más celcano a aquí, pol favol. -Volvió a decir recuperando sus achinados ojos.

Respecto a sus maletas, si después de la copa aún no eran las únicas, ya las señalaría después.

Todo en aquello que posara sus ojos le gustaba, esa casa, esos cuadros, aquella butaca, el piano... Erna exquisitos increíblemente hermosos y caros sonriente atendio al mayordomo e indico su par de maletas, de entre la multitud para que el mozo las recogiera.

-Procura no perderlas. -Comento jocoso, aun cuando su maletín aun continuaba con él. -Antes de conocer las habitaciones me gustaría saludar a los Zuñiga, mostrar mi respectos por la familia. ¿Donde esta Clara? Desearía verla, si no es molestia.-Su acutivadora sonrisa estaba marcando sus mejillas pobladas.

El mayordomo se sorprendió de que alguien mencionara a la joven, y respondió con un simple "creo que la señorita Clara ha de estar en su habitación".

El mozo luego de recoger información sobre a quién pertenecía cada maleta y completar la información faltante por las etiquetas del tren partió escaleras arriba portando todas las maletas en una muestra increíble de habilidad.

Nicolás Rodríguez salió tras él esperando que lo guíen a su habitación.

El ama de llaves también se fue, pero por uno de los pasillos junto a la escalera, mientras que el mayordomo se apartó un poco a anotar cosas en su planilla.

El resto se quedó probando los vinos o descansando en los sillones.

Una muchacha rubia vestida de negro baja las escaleras y se dirige hacia las puertas del lado norte.

Pero a mitad de camino se detiene y da un grito estridente.

—¡Aaaah! Johny, qué hacés acá. Viniste.— Y saltó al cuello de John Doe saludándolo con un beso.

Me quedo un buen rato observando el hall de la mansión y todos sus detalles, la escalera, la decoración, las puertas.
Veo como cada uno de mis acompañantes se decide por actuar de diferentes modos.
El mozo ya ha cargado con mis maletas, y las del resto, para llevarlas a las habitaciones.
Me acerco al mueble bar para degustar uno de los vinos de los viñedos de la familia Zúñiga y veo que el doctor Won hace lo mismo.
-"Espero que no le moleste compartir un buen vino conmigo, Doctor. Creo que no empezamos con buen pie, permita que me presente, Armando Montoro"-Le digo alargando mi mano

El Doctor Vino Won se alegró de tener un compañero de copas en aquella finca, por lo que alegre invitó a Armando Montoro a acompañarle a su lado para que ambos fueran servidos alguna bebida digna de aquellos dos caballeros. Manteniendo sus ojos achinados con sus manos este le respondió.

-Eso depende. -Le dijo en tono jocoso- Si el vino es tan bueno como cleo que selá, quizás me apene un poco compaltil-lo. -Tras una leve risa, más similar a un Papa Noel de centro comercial que el de una persona normal, este quitó una mano de sus ojos achinados para estrechársela a Armando Montoro.- Vino Won, Chino. -Pese a que sus ojos ahora no eran achinados ni este tuviera ningún aspecto asiático.

En el transcurso del viaje, si bien había mostrado algo de asombro al ver las cordilleras, el hombre no había dicho ni media palabra en todo este tiempo, ni incluso reaccionado a la noticia de que el equipaje estaba mezclado. Miraba solo distraído el Hall, mirando algunos detalles de más, como la pintura que desentonaba con el lugar o hacia los pasillos a cada lado de la escalera, pero no fue por la llegada y el grito de emoción de la chica que lo saco de ese estupor. 

Movió un poco la cabeza a los lados, antes de mirar entre el montón de equipaje y diciéndole al mozo cuales eran los suyos. -Si, son esta, esta y... ¿Creo que está?...- Dijo dudoso, tomando una maleta ajena y revisando la por los lados, antes de negar y dejarla con cuidado dónde iba. -No, no lo es, solo estás que le dije.- Algo curioso del hombre era que, a pesar de hablar un inglés casi perfecto a excepción de algunos pequeños detalles, se notaba un marcado acento inglés.

Mientras el mozo se retiraba empezó a buscar algo en su abrigo antes de sacar una pequeña libreta, anotando algo en ella con su pluma antes de guardarlo, y así en un paso calmado siguió la misma dirección que el mozo que llevaba su equipaje, aún mirando a su alrededor como con curiosidad.

 Guillermo se quedó contemplando el hall unos minutos, admirando el lujo que desprendía el lugar. Sólo cuando vio que el mozo se ponía en marcha con sus maletas salió de su ensimismamiento. 

 - Espere amigo, permítame que le siga. 

 Desde luego tendría que probar el vino que se hacía allí, pero ya habría tiempo para ello; ahora necesitaba instalarse y descansar un poco del largo viaje. 

John recibió con una amplia sonrisa a Clara cuando esta grito de sorpresa, esperaba esa reacción de su parte y la disfruto sin tapujos.

-Hola querida. ¿Sorprendida? No podía pasar mucho mas tiempo lejos, ademas creo que va siendo hora de conocer todo esto. ¿No crees? -Pregunto con una amplia sonrisa, disimulada bajo su espesa barba. Sabia que habia otros a su alrededor, tal vez mirando pero no le importaba, por debería.

Los señores Vásquez y Lockhart se marcharon por la escalera a sus habitaciones.

—Hay Johny. Tantas cosas que mostrarte. Ahora en un ratito Steven va a traernos un té. Mientras tanto podemos ir a dar una vuelta a los jardines, o podemos ir a que saludes a mamá. Creo que está en la oficina.

Una vez en la estación caminé hasta el hombre que llamaba a los que como yo, íbamos a la finca Zúñiga.
A juzgar por el grupito que se agrupó al rededor del encargado, éramos unos cuantos.
Y así, nos condujo hasta nuestro tren.

Desde luego las vistas eran impresionantes.
Nunca había tenido especial interés en viajar, pero poder ver estas maravillas me sacaba una sonrisa.
Aprovechando, le saqué un par de fotos.

Y, aún con el barullo, el viaje había se había hecho corto.
Nada más bajar del tren ya teníamos una hilera de coches esperándonos a cada uno para llevarnos, lo que quedaba de camino, hasta la finca.

Al bajar del coche quedé alucinado por la fachada de la casa; de misma manera que cuando puse un pie dentro de ella.
Tan elegante como uno se esperaría.

Después de que el mayordomono nos anunciara que había habido un pequeño problema con las paletas, ni le di mayor importancia, igual que el resto de hombres, que rápidamente cada uno se fue a hacer otras cosas.

Con las manos en los bolsillos, me acerqué a ver lo que, desde que había entrado a ese recibidor, había llamado más mi atención: la pintura.
Desde luego los paisajes de ese lugar eran algo para admirar.

El edificio era una réplica casi exacta de un castillo del sur de Francia (¿quizá lo hubieras visto?), pero esa pintura era una excentricidad de los dueños locales, cosa de nuevos ricos, típica de los americanos.

En la pared de la pintura había tres puertas, la de la derecha tenía un cartelito que indicaba "biblioteca", las otras dos estaban sin rotular.

La pintura era bonita pero ostentosa, suponía que para conjuntar con el resto de la finca.
Que me recordaba mucho a los chateaus de la zona del Mediodía francés, provocándome un poco de nostalgia y culpabilidad por no haber traido a mi tía conmigo.
Sin dudar le hubiera gustado, pero hubiera criticado duramente a los diseñadores.

Al bajar un poco la vista me di cuenta de las 3 puertas; sólo en una indicaba a qué lugares llevaban.
Curioso por descubrir que reliquias tendrían en esa casa, me dirigí a la biblioteca.

Soren Bergua había estado curioseando cerca de la pared que daba al norte, y luego entró a una puerta que tenía un cartel que indicaba "biblioteca"

Sacando una mano de sus ojos achinados para señalar, el Doctor Vino Won indicó a su compañero de copas, Armando Montoro hacia la viuda Clara Zúñiga y hacia aquel hombre de barbas que, por algún motivo, no parecía caerle demasiado en gracia al chino, y probablemente viceversa.

-¿Ese es el amante de la viuda? -Le susurró evitando por cualquier miedo decir palabras con "R"- Mi cuestión: ¿Cuánto tiempo se llevan conociendo?. Bueno, eso no es asunto mío... -Volviendo su mano a su ojo, achinándolo- ¿Otla copita?.

-"No se de que conoce al barbudo, la muchacha es Clara, la hija de Carlos. Si el tal John es el amante de la viuda no tardará en ir a verla, no cree doctor?"

Ante el ofrecimiento de otra copa de vino, la rehuso con educación y me levanto -"Muchas gracias, pero por el momento no tomaré más vino. Creo que iré a dar una vuelta por la mansión"