Tras desembarcar en el puerto, Paolo inspiro fuertemente, una extraña mezcla de alegría y melancolía lo embargaba. Alegría por volver a la ciudad que lo vio nacer y crecer. Melancolía a causa del viaje, y porque no, de la llegada a Venecia, pues durante el mismo algo le recordó a lo más sagrado para un transalpino, por encima de riquezas, poder y su propia vida, su mamma.
Ensimismado en sus pensamientos, no se fijo en la niña que abordo a sus compañeros de viaje. Cuando reparo en ella tuvo el impulso de apartarla de un manotazo de los extranjeros, pero decidió dejarles hacer a ellos, para analizar sus movimientos.
-Así que os gustan los cachorrillos –Asiente para sí, auto-respondiéndose –Pues tened cuidado con las migajas que les lanzáis a estos muertos de hambre, porque es posible que os veáis abundantemente abordados por las manadas de mendigos y mangantes que deambulan por el puerto sin oficio ni beneficio.
Lo comprendo Paolo. Es mi intención que se corra la voz de nuestra llegada y estos pillos pueden ser muy eficaces. Además, por experiencia, sé que podemos disponer de una valiosísima información si cuidamos los bajos fondos.
Probablemente para mañana todos los ladrones y mendigos de la ciudad sepan de nuestra llegada.
No obstante, si ves que mis métodos no son adecuados a esta región, házmelo saber por favor. Soy consciente de que tus conocimientos sobre las costumbres de la ciudad son infinitamente superiores a los míos.
Te agradezco cualquier consejo.
En el viaje en barco, que dura varios días, tienes tiempo de apreciar como es el comportamiento de tus nuevos amigos. A pesar de tener más dinero que pesan, no son nada elitistas. Más bien al contrario, resultan de un trato agradable que quienes están bajo sus órdenes agradecen. Ayleen resulta de caracter melancólico, y apenas habla con nadie, aunque cuando te diriges a ella te responde con una cálida sonrisa.
-No te equivocas, Paolo. Aquello que está muerto no puede engendrar vida, aunque hay detalles que desconoces. Yo dí a luz a Carienn cuando era mortal. La Inquisición iba tras de mi, acusándome de brujería. Yo ya conocía a mi Sire en aquel entonces, y aprovechamos el parto para fingir mi muerte. Fue en ese momento cuando fui abrazada. Carienn se crió sin conocer a su madre, pensando que yo había muerto en el parto. No fue hasta hace unos pocos años que nos volvimos a encontrar. -Ayleen mira el horizonte desde la proa del barco, las olas infinitas llenándolo todo y confundiéndose en la noche con el terciopelo negro del cielo. -A los niños de Asenoc y Carienn no los ves porque cuando tú te despiertas, ellos llevan un par de horas dormidos, y cuando tu te acuestas, ellos aún no se han despertado. Son niños normales y felices. -Al ver la expresión de tu rostro sonríe. -No, no es un milagro, ni brujería alguna. Carienn y Asenoc llevan casados ya cinco años, y no ha sido hasta hace unos pocos meses que Asenoc fue abrazado. Por su parte, Carienn no es un cainita, sino un ghoul de Asenoc, y se le otorgó ese don después de nacer su último hijo. Creo que eso aclara todas tus dudas, ¿no es así?
Asiente –Triste destino el de quien vera morir a su descendencia –dice a modo de despedida y sigue a lo suyo, controlando el trabajo nocturno de los marineros y el estado de la nave en general.
Sobre la ciudad, ¿tengo que saber algo en general de Venecia y tal para contarle a los demás o hago alguna tirada de dados o algo?
En un principio no hace falta. Conoces la ciudad ya que es tu ciudad natal, aunque no conoces su parte vampírica, ya que desde que fuiste abrazado no has vuelto a esta ciudad.
Desembarcáis y os aposentáis despedís de Ayleen y los niños, que parten en un carruaje con varios guardias y parte del equipaje fuera de la ciudad. Vosotros os desplazáis hasta una pequeña casa alquilada para la ocasión, y que os brindará mayor anonimato del que pueda prestaros una posada, por rica y lujosa que sea.
Una vez acomodados, os encontráis con Anna Sgornina, que os llevará a presentar vuestros respetos al Prícipe, y a participar del concilio.
Paolo, puedes hacer lo que quieras, compartir refugio con Asenoc y Carienn si ellos no tienen inconveniente, o buscar otro. Al ser tu de Venecia, no sería raro que tuvieras una pequeña casa de pescador.
La taberna donde habéis de encontraros con Anna se encuentra en la Piazza San Marco, el centro neurálgico de la ciudad. A pesar de ser ya noche entrada, hay mucho movimiento de marineros y mercaderes, aunque esta taberna en concreto no es uno de los lugares sórdidos del puerto, y es raro ver a borrachos perdiendo el control. Paolo os hace de guía y os indica como llegar a la taberna, y una vez dentro reconocéis a Anna por la descripción que os han dado tanto Abetorius como Piero. La muchacha se levanta al veros y os saluda con dos besos a la manera italiana.
-Hola, bienvenidos. Acabo de llegar, pensaba que tardaríais un poco más. ¿Queréis sentaros? El viaje ha debido de ser agotador. -Luego al ver el ramo de flores sonríe. -Hermosas flores, ¿dónde las habéis cogido? nunca había visto flores así en Venecia, son espectaculares.
Miro con incredulidad a mi esposa.
No me puedo creer que me hayan engañado nada más llegar a Venecia.
Deberíamos informarnos del lugar de procedencia de esas flores.
Y por supuesto, esa niña no es quien aparentaba ser.
Alguien nos estaba esperando.
-¿Vosotros estáis cansados? A mí me gustaría marchar cuanto antes –Dice el veneciano, de pie junto a donde os encontréis, más pensando en pasar por casa de su mamma a echar un vistazo, que en la reunión propiamente dicha –Además las tabernas ya no me satisfacen como solían hacerlo –Añade en voz baja.
Saludo a Anna con un beso en su mano como muestra de nuestra educación de alta cuna.
Encantado de conocerte Anna. En efecto ha sido un largo viaje y nos gustaría sentarnos aunque, por el contrario, tampoco queremos perder el tiempo.
Nos gustaría que nos pusieses al día cuanto antes. Me temo que, el detalle de las flores, podría significar que nos llevan ventaja.
Por cierto, cariño, yo no como marineros. Solo mujeres hermosas.
Es que iba para Ventrue pero me cambiaron el clan.
No obstante... los gustos culinarios permanecen. Hehe.
Miro las flores y abro los ojos. Pronto se las regalo a la camarera si es necesario.
-Las flores son una diana sobre nuestra espalda, querido esposo... Flores raras que no se ven en esta ciudad y nos las entregan, deseaban que nos paseáramos con ellas para marcarnos- hago una inclinación de cabeza leve a la mujer.- Gracias por advertirnos, aunque quizás ya sea demasiado tarde.
Miro a Paolo, quien parece añorar el placer de una taberna. Algo para mí desconocido y de lo que supongo que sería el alcohol y las mujeres. Luego miro a mi esposo, que hubiera disfrutado de los mismos placeres y sin embargo los cambió por mí antes que por su condición.
-Marcharemos pronto a descansar, Paolo. El viaje ha sido largo para todos. Podéis uniros a nosotros si lo deseáis.
Mira que te estaco por la mañana para que no te pases la noche levantando faldas xD
Bueno cariño... antes las morderia en la entrepierna.
Ahora me vale con un mordisco en el cuello.
Incluso si me la traes embotellada me sirve.
Pero beber fluidos de un marinero? Que asco! Hehe.
-Vamos pues, el Príncipe Narsés se encuentra en el Concilio, aunque no participa de el mismo. Está aquí cerca, en la Basílica de San Marcos.
Anna sale de la taberna, y tal como anunciaba, tras veinte pasos contados unos guardias os permiten el acceso al Palazzo de San Marcos. Anna os guía hacia el Salón principal, donde se reune un gran número de cainitas, y el propio Narsés, que preside la estancia sentado en su trono.
[Fin de la Escena I]