El hombre parece dudar un instante, y luego os permite el acceso, cerrando la puerta tras vosotros. La habitación no es demasiado lujosa, poco más que un camastro y una mesa con una silla donde tiene un montón de papeles manuscritos.

-Creo que se a que asesinato se refiere... el del almacén de los Mouzakios. Esa noche estaba paseando cuando oí el grito. Vi a una figura encapuchada salir por la ventana del almacén y alejarse saltando de tejado en tejado. Yo me asomé a la ventana y entré por ella para ayudar al hombre que estaba en el suelo, pero cuando llegué me quedé horrorizado... El hombre era un ser de la noche. No supe que hacer, me quedé allí de pie sin saber si matarlo o tratar de socorrerlo... Pero tampoco pude hacer nada. Dejó de moverse casi al instante y luego me acerqué.

Rodrigo os mira, como esperando que le digáis que está loco o que desvaría. Pero antes de que podáis alegar nada, abre un cajón y os muestra una pequeña cajita de madera.

-Sabía que nadie me creería, por eso me guardé esto. -Al abrir la caja podéis ver los dos dedos que le faltaban a Roland de la mano- y esto otro. -De debajo del colchón saca un elaborado cinto con una hermosa daga de hoja curva. Al verla de cerca reconocéis que se trata de una daga ritual setita.

Abro los ojos ante el hallazgo, aquello nos exculpaba por suerte. El asesino había sido alguien de un clan distinto al de mi esposo o al de Paolo. ¿Accederá este hombre a hablar frente al príncipe a cambio de dinero? Las cosas se están poniendo muy tensas en las calles...

-¿Podría contarle su historia a alguien que también andaba tras ese ser de la noche?- hablo con voz conciliadora. -Y mostrarle los objetos que porta, así como dar una descripción tan amplia como le sea posible de lo acontecido y el encapuchado.

No tengo nada que añadir a las palabras de mi esposa. Espero que el testimonio de este hombre sea suficiente para probar nuestra inocencia pues, aun teniendo estos objetos, temo que la ofuscacion del asesino lo mantenga en la sombras.

-Por supuesto. -A Rodrigo se le ponen los ojos como platos y una sonrisa de oreja a oreja al comprobar que alguien cree al fin sus alocadas conspiraciones sobre seres de la noche- ¿Y ante quién queréis que exponga lo acontecido? ¿Tal vez ante el Arzobispo de Venecia? ¿Al mismísimo Dux? ¿Algún alto Inquisidor, tal vez? -Y de repente una fugaz idea pasa por vuestras mentes... Puede que llevar a un cazador de vampiros al palacio del Príncipe no sea una buena idea... Y tal vez intentar organizar una reunión de noche le haga sospechar y sea peor... ¿Será posible que este hombre hable con el Príncipe de día? Ciertamente es un dilema.

-Expondréis ante un alto cargo de la ciudad que se ocupará, yo misma os conduciré hasta él mañana por la mañana- debíamos hablar con el príncipe y que prestara a uno de sus ghouls de confianza para hacer el paripé, con eso valdría o debería valer. Pero si nos marchamos ahora... ¿quién asegura su supervivencia hasta mañana? ¿o que le roben los objetos que tiene si alguien nos venía siguiendo a nosotros? 

Miro a mi esposo, sin saber bien qué camino tomar aquí.

Ciertamente no parecía buena idea que Rodrigo conociese a un Señor de los Vampiros. No merecía la pena correr el riesgo cuando un Ghoul de confianza podía verificar su historia. Respecto a si finalmente creería o no en seres de la noche, era irrelevante para nosotros.

Tras contar su historia su vida carecería de valor y podríamos hacerlo desaparecer sin más.

Lo importante, sin lugar a dudas, era preservar su seguridad hasta que contara su historia.

Paolo debería avisar al responsable adecuado mientras nosotros hacemos compañía a Rodrigo, con tu permiso, por supuesto. Creemos que, sea quien sea el que realizo el asesinato, podría saber de tu existencia y podría intentar algo contra ti ahora que te hemos localizado.

Respecto a las criaturas de la noche, bueno, yo soy bastante escéptico con esas cosas. Dios no permitiría la existencia de algo así. Pero tampoco soy nadie para dudar de tu palabra, pues eres un hombre de bien.

De momento iremos paso a paso. En primer lugar, garantizar tu seguridad hasta que puedas contar a la autoridad competente lo que viste.

En estas os encontráis cuando os sobresalta un fuerte ruido en una habitación cercana. Os asomáis con precaución a la puerta y veis como de una habitación cercana sale una figura que reconocéis corriendo. Se trata de Aimery de Versey, un ventrue al que casi siempre habéis visto acompañar a Lanzo como persona de confianza. Tras él cimitarra en mano, una figura encapuchada le persigue. Desde donde os encontráis podéis ver un poco de la habitación de la que han salido, completamente destrozada, como si ya hubieran estado peleando en ella.

-Eso no es casualidad... Hay que ir tras ellos... Yo puedo esperar con Rodrigo, esposo mío, estaremos bien- le susurro, claramente alarmada por la situación. ¿Nos habían estado escuchando o es que alguien custodiaba ya al humano? 

Me resulta sospechosa la presencia del Ventrue y, pese a que un asesino encapuchado tampoco es de confianza, no me arriesgaría a emitir un juicio sobre cuál de ellos apoya nuestra causa.

Mi esposa tiene razón, le hago un gesto de asentimiento con la cabeza y salgo corriendo detrás de ellos, voy haciendo acopio de mi fuerza de voluntad para tratar de detenerlos en el momento y del modo adecuado.

Usare la palabra y, si no funciona, sentirán mi fuego.

Usando mi poder de Dominación les grito a ambos una orden con la esperanza que mi voluntad sea más fuerte que la suya.

¡Deteneos!

Puesto que no se detienen y al menos a uno de ellos lo conocemos y lo podemos buscar mas tarde... mi objetivo principal ahora es evitar el asesinato y conocer la identidad del asesino.

Inmediatamente despues de gritar, y viendo que no se detienen, antes incluso de salgamos de la posada, en la zona menos concurrida que vea, utilizo mi poder de "El encanto de las llamas" para crear fuego sobre el asesino.

Con el nivel que tengo sobre esa disciplina, puedo crear fuegos de gran tamaño en cualquier localizacion dentro de mi alcance de vision. No pretendo tostar al asesino por completo pero si detenerlo.

Quiero crear fuego del tamaño de una hoguera sobre sus piernas. Desconozco si invocar ese poder me delata ante el publico como el creador del fuego. Si es asi, despues debere usar Dominacion para hacer que olviden lo que han visto.

Una vez fuera de la posada, Asenoc aprovecha un callejón solitario y a oscuras para invocar a las llamas, que atacan las piernas del asesino, que sin dudar ni un momento salta a uno de los canales cercanos para apagar el fuego, permitiendo la huida de Aimery.

El asesino asoma la cabeza del agua clavando una mirada furiosa sobre Asenoc, como si en todo momento hubiera sido consciente de su presencia.

-¡¡¡Insensato!!! ¡No sabéis lo que acabáis de hacer!

El hombre se acerca nadando hasta un embarcadero cercano donde sale del agua. El turbante que tapaba su rostro se ha caído debido al baño en el canal, dejando ver un rostro de rasgos árabes y de tez negra como el carbón. En su rostro se dibuja la ira, aunque su posición no es amenazante, parece más bien la de un cazador irritado que acaba de perder su presa por culpa de otro cazador. Se sacude como puede las ropas y las enjuga un poco para no chorrear, liándose acto seguido el turbante como puede alrededor de la cabeza. Y luego se encara a Asenoc en tono irritado.

-Ese hombre al que habéis ayudado a escapar no es quien dice ser. Es un infiltrado del Clan Setita en el Clan Ventrue, al igual que lo era Roland. El propósito de las dos hienas es envenenar los oídos del antiguo Ventrue, cosa que al parecen han conseguido con creces, para manejar los designios de una Cruzada que sólo traerá destrucción y muerte.

Me acerco a Ziyad con total tranquilidad.

No obstante, era una figura pública a la que no deberíamos tener problemas en encontrar si vuelve a asomar la cabeza, mientras que tú, un encapuchado con aspecto de asesino, no te hubiésemos visto nunca más si tienes éxito asesinando a este hombre.

Dado que, sabiendo que nosotros hemos sido forzados a demostrar nuestra inocencia e involucrados en todo este asunto, es culpa tuya no haber hablado con nosotros para resolver esto juntos.

¿O acaso pensabas que estaríamos sentados esperando a que todo se solucionase? Eso suponiendo, obviamente, que confíe en tus palabras, cosa que aún está por ver.

Deduzco que sabes muchas cosas que no estaría mal que compartieses con nosotros…

-Supongo que la situación es reciproca -Ziyad lanza una mirada irónica-. Es probable que esa rata no vuelva a aparecer por Venecia, ni que se acerque al Clan Ventrue ahora que se sabe desenmascarado. En cualquier caso, mis órdenes son que desaparezca, y no tardaré mucho en volver a dar con él. Aparte de eso... -Ziyad parece reflexionar- No fui yo quien os involucró en la muerte de Roland, la muchacha a la que le entregué las flores tenía otras órdenes, y no entiendo porqué acabaron esas flores en vuestras manos. Mi intención era que se las entregara a Aimery y así matar dos pájaros de un tiro... No se quién, pero sospecho que alguien tuvo algo que ver en este extraño cambio de dirección.

En cualquier caso... -Ziyad hace un gesto como si nada de esto tuviera importancia- Con lo que sabéis y la prueba de la daga setita que posee Rodrigo, quedaréis exculpados. Os sugiero que no comentéis a nadie de esta conversación, o podrían interpretar que somos aliados y volveríais a estar en el punto de mira. Ahora si me disculpáis, debo marchar. Hay una rata que se me escapa. Y por cierto, os recomiendo que os alejéis de Rodrigo, es mucho más peligroso de lo que acertáis a imaginar... Y diciendo esto, hace una profunda y teatral reverencia y desaparece en la nada de tal modo que hasta llegas a dudar que el misterioso Ziyad haya existido realmente, o todo haya sido una extraña alucinación.

Vuelvo a la habitación con mi esposa. Recupero las pruebas que nos exculparan y utilizo mi poder de Dominación para que Rodrigo olvide habernos conocido.
Le doy la mano a mi esposa y tiro de ella suavemente para salir de allí.

Una vez en un lugar seguro, le cuento todo lo ocurrido.

A parecer, con esto estamos exculpados, pero seguimos teniendo que desviar la cruzada lejos de Constantinopla.

Me dejo llevar por mi esposo y asiento a sus palabras. Me abrazo a él para tenerlo cerca, no me gustaba el rumbo que estaban tomando los acontecimientos.

-Al menos ya no tenemos esa losa sobre nuestras cabezas... Debemos seguir con el plan original para desviar la cruzada y fortalecer a aquellos que comparten nuestra opinión.