André se giró un momento antes de entrar al avión y miró a Diana. Sonrió de nuevo.

- Agradezco que seas sincera. Tranquila. Solo espero que no necesites ese trago, ¿si? Si es demasiado, cierra los ojos y agárrate a mi camisa. Iré despacio, ¿si?

André se introdujo en el avión, seguido de Diana.

Diecisiete, se repetía a si mismo. De algún modo, había supuesto que tenía más edad. Siguió repitiéndose ese numero. Cuando se casó, se dijo, ella aún jugaba con muñecas. Cuando fundó su granja de cría de perros, igual no había tomado la primera comunión.

Diecisiete, se seguía repitiendo. Y ese numero ahogaba a la voz pervertida que resonaba en su mente escenas de depravación y violencia sexual contra la joven.

Cuidaré de ella, lo prometo, se dijo.

Bien dicho, respondió aquella otra voz. La de Alamein. La de su padre.

Miércoles, 7 de agosto del 2019.
Mañana, temperatura 27ºC
Hora Local: 13.00; 
^{_{Acordarse para las tiradas de la existencia del "token"}}

Alistair entró en el interior del avión para buscar a los padres de Diana. Desgraciadamente el panorama era tan horrible y desagradable que no fue capaz de ver nada. Había restos de cuerpos calcinados, amputados y multitud de imágenes desagradables. Entrar allí en busca de un cuerpo era algo demasiado duro a pesar de haber entrado ya.

Alistair no pudo evitar darse media vuelta antes de llegar a la fila 21, sabía que si encontraba algo allí, no iba a convencerse de si eran o no los padres de Diana, así que desgraciadamente la pobre adolescente tendría que convivir con aquella duda eternamente.

Entrar había sido un error, Diana apenas pudo contener las arcadas y tuvo que salirse en busca de aire fresco. Esperó un poco a ver si salía André aunque dudaba que hubiera visto algo.

Miércoles, 7 de agosto del 2019.
Mediodía, temperatura 28ºC
Hora Local: 14.00; 
^{_{Acordarse para las tiradas de la existencia del "token"}}

- Salgamos-musitó André. Tragaba saliva, intentando permanecer entero.

Consiguió salir afuera, llevando a la muchacha consigo, sin empujarla, pero firme. Preferiría ahorrarla aquella impresión. La carnicería. Las moscas. Él olor.

Una vez afuera concluyó que si que iba a necesitar finalmente esa botella. Miro al cielo, con desesperación. Ningún rumor, ninguna luz... ¡Nada! ¡Como cojones era posible!

Se alejó unos metros de la entrada a los restos, al lugar donde alguien había acumulado los cocos. Suficiente para dejar atrás aquella sensación de náusea.

- Diana, ven -se dio cuenta de que en su voz de había filtrado algo de autoridad, de rol de adulto, y trato de corregir, dejándose caer- Por favor.

Considero sus opciones. Ir a un grupo mayor. Buscar un lugar de acampada. Esperar él rescate. ¿Los habrían dado por muertos?

- Diana, debemos alejarnos de aquí. Pronto no será seguro. Por las enfermedades y por los carroñeros. Es mejor ir a otro lugar, a esperar que nos rescaten. Él mejor lugar sería donde tú encontraste él agua. De camino, podemos juntar a más supervivientes, ¿Si?

La miro otra vez, quitándose las gafas de sol. Hizo un esfuerzo por mirarla como una persona, como una adulta, y no como una niña.

- ¿Tu que opinas?

André la ayudó a salir, lo que la muchacha agradeció en silencio. Practicamente iba con los ojos cerrados y tapándose la nariz y la boca, respiró hondo cuando se hubieron alejado un poco. Si André había usado algún tono imperativo, Diana o no lo había acusado o no le había molestado.

Nego con la cabeza.

- Hay un par de personas por allí, un herido que no quiso moverse y una pija loca... perdón... una señora un tanto extraña que iba a su bola. Además había un tipo muy ágil, pero al subirse al barco lo perdí de vista. Estaba muy difícil y no pude llegar arriba.

- No pienso volver de momento. Con los cocos tenemos comida y bebida suficiente por el momento. Yo se dónde hay agua y qué frutos podemos comer, volveré cuando lo necesite, pero ahora la prioridad es encontrar a mis padres. - Miró de nuevo los restos del avión. Era imposible sobrevivir a eso, sus padres estaban muertos. Pero... ella había sobrevivido. De alguna manera estaba viva. No sabía cómo pero seguramente había sido despedida del avión y había caído con la suerte de no matarse. Si a ella le había pasado quizás sus padres...

No había llorado desde el accidente. La verdad es que no era llorona sino más bien lo contrario, era muy capaz de disimular sus sentimientos. Pero tras ver cómo estaba el avión y la pesadilla de su interior, la cantidad de gente muerta, el olor, la sensación de pérdida... estaba abrumada.

Contuvo una arcada, pero no pudo evitar ponerse a llorar. Llorar era bueno, era como si las lágrimas alejaran los malos espíritus que le habían asaltado por un momento. Dejó fluir las lágrimas en silencio por un rato, hasta que pasó, se sentía ahora mucho mejor y la esperanza volvía a dibujarse en su rostro.

- Voy a seguir en movimiento hasta encontrar a mis padres o a alguien que me confirme que han muerto. - Concluyó.

Señaló la ruta del sur

- Creo que si sigues recto por el sur llegarás al río, pero no estoy muy segura. No voy a volver por donde hemos entrado así que propongo ese camino. Luego si quieres seguir hasta el río te diré más o menos por dónde anda, pero yo quiero explorar terreno nuevo.

Diana le explicó su punto de vista y André asintió. Entendía lo que quería. Encontrar a su familia era prioritario. Al menos daba un objetivo. El, con sus perros había sentido lo mismo. Algunas personas le tachaban de cínico o inhumano al poner muchas veces a sus animales por encima de las personas. Lo que ocurría era que conocía bien a los animales.

Luego Diana lloró. Con eso no supo que hacer. Con torpeza se levantó del suelo. No lidiaba bien con las lagrimas. Especialmente con las lagrimas femeninas. No supo que hacer cuando Elena lloró. No supo que hacer cuando Amanda lloró. Y no había aprendido demasiado. Apoyó una mano en el hombro de Diana, con cautela. A distancia.No quería incomodarla, solo hacerla sentir que no estaba sola. Pero no dijo nada. Aquella sensación era lo peor del mundo. Le hacía sentirse inútil. Devolvió su mano al costado. Sin saber bien que hacer con ella, comenzó a sacarse un anillo de oro del dedo anular izquierdo y a devolverlo a su sitio.

Cuando todo se calmó, encontró algo que decir.

- Te acompañaré. Hasta que encuentres a tu familia, al menos. Querría buscar a mis perros, ¿si? pero se que ellos se sabrán cuidar solos. Sobre todo si están juntos. Ellos me encontrarán a mi -suspiró profundamente, se volvió a poner las gafas de sol y echó un par de cocos a su equipaje- Tu dices por donde Diana, ¿si?

Diana asintió.

- Gracias por acompañarme, no quiero estar sola. Espero que encontremos pronto a tus perros. - la chica parecía bastante aliviada.