Lo que había detrás de aquella empalizada era algo que ya se podían haber imaginado al haber visto todo aquello.
Esa improvisada muralla escondía una pequeña aldea con casas hechas con la madera y la paja que la selva les había proporcionado.
También tenían una pequeña huerta y un pozo de donde extraían la comida y el agua que necesitaban para sobrevivir.
De pronto los dos perros de André salieron a darle la bienvenida y empezaron a aullar de alegría mientras se tiraban encima de él y lo lamían contentos por verle.
Aquello solo sirvió para llamar la atención de las personas que vivían en aquella isla. Un hombre sin camiseta, vestido con un taparrabos y con la piel sumamente bronceada por pasar excesivo tiempo bajo el sol llegó ante André seguido de cinco hombres más. Todos iban armados con lanzas idénticas a las que habían visto clavadas en el cuerpo de los pasajeros.
Direcciones posibles:
a) Nadar al mar y volver por donde ha venido.
Danos una razón para no matarte ahora mismo como hicimos con el resto. Aquel tipo le parecía extrañamente familiar a Andre. Jurarías que lo habías visto el día del accidente.
André salio del agua empapado, jadeando, pero vivo. Volvía a ser André, lo que quería decir que seguía buscando a sus amigos. A sus perros. La humanidad se podía ir a tomar por culo. Sus perros. Si localizaba a sus perros todo iría bien. Había escuchado ladridos de ese lado del muro. De eso estaba seguro. Y cuando consiguió ponerse en pie, pudo ver el poblado. Aquello que la empalizada protegía y separaba del resto de la isla.
- ¡Altair! ¡Atila!
Su grito fue respondido. Aquella vez no se lo había imaginado. De entre las cabañas, salieron dos rayos peludos, aullando de pura alegría. Sus perros. Sus amigos. Se derrumbó de nuevo sobre sus rodillas, y sus perros le echaron al suelo de puro entusiasmo. Le lamían y daba topetazos con la cabeza, buscando mimos. Le olisqueaban curioso, le lamían las heridas de las manos y volvían a lamerle el rostro. Y André reía. Aquello era lo que llevaba esperando ya casi una semana. ¿En realidad, cuanto tiempo había pasado?
Pero pronto tuvo que reaccionar. Venía gente. Y venían armados. Y sus intenciones no parecían amistosas. El que llevaba la voz cantante, dejó muy claro que su presencia allí no era tolerada. Y el caso es que juraría haberle visto. Se aclaró la voz antes de hablar. Aun estaba medio afónico.
- Soy André -dijo alzando las manos-. Yo solo buscaba a mis amigos. Ellos -indicó con un gesto a sus perros. Con un gesto y una voz de mando, les indicó que debían quedarse quietos, callados y alerta, a su costado-. Son Altair y Atila. Si mi presencia aquí no es tolerada, me iré por donde he venido, ¿si? Con ellos, ¿si?
Aquellos tipos habían matado a la pareja de negros. Y a una mujer. Una atractiva. Pensó que era un desperdicio.
- Si me dejan quedarme -añadió-, puedo ofrecer mis servicios. Soy biólogo. Etólogo. Manejo bien a los animales. Tengo granjas, los crío. No soy veterinario, pero entiendo un poco.
Entonces recordó la pistola. Se alegró de haber cambiado el maletín por la mochila. El maletín lo hubiera perdido durante su psicosis. Pero seguro que estaba mojada y no dispararía, pero siempre podía intentar tirarse un farol si la situación se volvía desesperada.
El hombre de piel tostada miró a los perros y comprendió que aquel hombre tenía razón. Después hizo un gesto con la mano a sus compañeros y estos le registraron para quitarle absolutamente todas sus posesiones.
Al acercarse a él, pusieron cara de desagrado, pero no dijeron nada.
¿Quieres quedarte aquí? Preguntó el hombre al recién llegado. Sé que viniste con más gente, os vi. Pero no hay escapatoria en esta isla, jamás ha venido ningún barco, ni tampoco ningún avión ha pasado nunca. El último que vimos fue el vuestro.
Quedarte aquí es la mejor opción, pero tendrás que demostrarnos que eres digno de confianza y que no pretendes hacernos ningún daño. Confirmó el hombre. Además, tendrás que dejarnos claro que eres útil para nuestra sociedad y demostrarnos las capacidades de las que alardeas.
- Si me aceptáis, si, prefiero quedarme aquí. Sufro hambre y sed desde que... llegué a esta maldita isla, ¿sabes?
André no se resistió a que se llevasen sus cosas y facilitó la mochila.
- En la mochila llevo un arma que encontré entre las maletas. Esta mojada y no servirá de mucho hasta dentro de un rato, ¿si? Y un Whisky muy caro y muy bueno. Media botella al menos. Lo que no os sirva de nada, me gustaría recuperarlo.
Miró a aquel muchacho moreno y trató de hacer memoria. Saber si había llegado a hablar con el o no.
- Puedo hacer cosas, no me asusta trabajar. No habéis hecho daño a mis perros. Me daba miedo que alguien pensaba que es buena idea ellos para comer, ¿si? Porque en esta isla no hay animales. Raro. Muy raro. Solo moscas. Pero se trabajar en una granja. Puedo trabajar por comida. Y hacer más cosas.
Dio una orden a sus perros para que ladrasen al cielo, sentados sobre sus cuartos traseros. Después les ordenó que parasen y se tumbasen en el suelo. Los animales estaban encantados de obedecer. Se arrodilló junto a ellos y les acarició los lomos, levantando ese maravilloso olor almizclado de sus cerosas pelambreras.
- Pero tengo que preguntar... ¿Porque matasteis a los chicos negros? ¿Y a la mujer blanca, junto a la valla, con saco en la cabeza? No se sus nombres. Y quiero que sepáis que hay una chica joven, junto a la valla. Allá, mas o menos -dijo, apuntando con la mano en dirección a donde calculaba haber visto a Diana la ultima vez, aunque los recuerdos eran difusos. Sabía que había estado alucinando y no estaba seguro de lo que había visto, ni cuando lo había hecho-. No la matéis por favor. También hay un medico en la isla. Alistair. Sería bueno tener un médico, ¿si?
Los compañeros de Tiago se llevaron toda la bolsa de André sin devolverle nada. Después trajeron un plato lleno de verduras de lo más jugosas y ricas y una botella muy vieja llena de agua limpia y cristalina y se la entregaron a André.
En esta isla no hay animales. Sentenció Tiago. Tan solo hay dinosaurios que han acabado con las especies autóctonas de la isla. Confirmó. ¿Viste la película del mundo perdido o de Jurassic Park? Le preguntó. Pues nosotros somos el equipo de investigación que llegó a la isla para intentar clonar a los dinosaurios. Y realmente lo conseguimos. Llegamos a clonar un par de diplodocus, de T-Rex y de Gallimimus Bullatus. El hombre miró a uno de sus compañeros que parecía algo más mayor, llevaba gafas e iba vestido con algo de ropa demasiado limpia para la que Tiago llevaba.
El problema que tuvimos es que mientras estábamos trabajando fuera, hubo un derrumbe y el laboratorio quedó bloqueado. Allí teníamos todos nuestros aparatos electrónicos que nos servían para contactar con el exterior. Desgraciadamente esta isla está en un punto muerto donde es muy complicado llegar si no tienes exactamente las coordenadas. Por eso decidimos hacer la investigación aquí. Se quedó mirando al cielo viendo como el sol empezaba a ponerse.
Así que, después de clonar a los dinosaurios, perdimos toda posibilidad de contactar con el exterior. Ahora los dinosaurios viven y habitan la isla y se han comido la mayor parte de los animales y casi toda la vegetación. Hemos tenido que crear esta aldea para poder sobrevivir, construir un pozo para poder beber y montar una huerta para poder comer.
Luego se quedó pensando en el motivo de que hubiesen asesinado a los demás miembros de la tripulación. Sencillamente se negaron a colaborar. Sentenció. Necesitamos mujeres que nos ayuden a traer nueva vida a este mundo. Llevamos años en esta isla y ya habíamos decidido entablar una vida aquí. Las mujeres a las que asesinamos les pedimos que colaborasen y lejos de tratar de ayudarnos lo que hicieron fue ponerse bruscas con nosotros y no nos quedó más remedio. Ellos no eran asesinos, solo había que verles las caras, pero sí que parecían francamente desesperados. A tu amiga no la mataremos si quiere colaborar con nosotros, pero lo que no vamos a consentir es tener que convivir con más personas que se nieguen a colaborar y que consuman los escasos productos que quedan en la isla, así que... o estás con nosotros o estás contra nosotros. ¿Entendido?
Por último contestó al tema de Alistair. Me temo que tu amigo Alistair ha muerto ahogado. Se echó a nadar al mar hace unas horas y no ha salido. Dijo mientra señalaba el islote que había a algún kilómetro de la isla. No le vimos muy cuerdo, la verdad.
A los pocos minutos, Tiago le volvió a mirar, pareces francamente agotado y creo que deberías descansar si mañana quieres ayudarnos.
La información que le dio aquel joven le llegó como un mazazo. Fue demasiado y en demasiado poco tiempo. Estaba muy cansado y eso no ayudó a asimilarlo. Se dejó llevar mientras reflexionaba internamente, seguido de sus perros, acompañando a aquel joven.
"Dinosaurios... esta gente está loca. No puede estar cuerda."
"Mataron a la pareja de negros porque se querían follar a la muchacha... tiene sentido. Se resistieron. Aun asi... que desperdicio. Y la hermana de Allison. El saco en la cabeza... ¿trató de escapar?"
"¿Pero que puedo hacer? Si intento algo me mataran, son demasiados. Por el momento tengo que cooperar. Es lo más sabio. Ver de que van realmente. Ser sumiso hasta que pueda tener una posición de poder".
- Yo seré buen trabajador. He trabajado en una granja, ¿si? Toda mi vida. Desde niño. Hablo idiomas. Y se tratar a los animales. ¿Dinosaurios? Mon dieu, estoy deseando verlos. No os juzgo. Yo veo que no habéis matado mis perros y eso me hace ver que sois buenas personas, ¿si?
No mencionó a las mujeres. Si las capturaban, su destino era ser la ramera del pueblo. Prestó toda la atención que pudo de camino a la aldea, pero estaba demasiado cansado. Aun así, no vio otras mujeres.
- Si, Alistair sufrió mucho. Tenía alucina...ciones. ¿Se dice así? Lamento su perdida. Era medico, nos podría haber ayudado mucho. El curó mis costillas, aunque aun duelen. Espero que no mucho más.
Estaba demasiado cansado.
Tanto, que ni el hambre impidió que se durmiera.
Se aproximó a aquel catre que le indicaron bajo un chamizo que más parecía un corral. Se abrazó a Altair, mientras Atila no paraba de lamer su cara. Se acurrucó en el suelo y dejó su destino en manos de un Dios de cuya existencia dudaba y de sus dos perros más queridos, que le flanqueaban por los lados y le daban calor.
De ellos jamas había dudado.