Wilbur se asegura de recoger y guardar su ballesta y, tras comprobar el estado del herido, examina el cadáver del lobo con detenimiento.
Supongo que ya aquí no hay nada más que hacer ¿No?
Cuando Wilbur examina el lobo, comprueba que no está muerto. Solo moribundo, perdiendo mucha sangre por las heridas que le causasteis.
No hay ningún otro herido en este combate. El lobo solo llegó a morder a Valandil, y la poción de curar heridas de Golgo le restauró el 100% de los puntos de vida.
Borateo, con la lanza larga en alto, cruzándole ante el pecho, mira con reticencia a la criatura sobrenatural que se ha formado del gas que ha escapado del lobo. Lo mira con un gesto fiero, mucho más de lo que siente en realidad, jamás había estado ante una criatura sobrenatural como esta.
Una vez desaparece tras hablarnos el pelirrojo montaraz mira a Wilbur.
- ¿Sabes qué era eso? ¿Un... demonio?
Wilbur se queda pensativo por un momento...
Motivo: Saber arcano
Tirada: 1d20
Resultado: 8(+2)=10
He tirado por saber arcano, a ver si se de que puede tratarse.
...pero por más que trata de recordar, Wilbur jamás oyó hablar de nada parecido.
- No tengo ni la más remota idea acerca de que era eso, pero desde luego que muy poderoso no parecía, si casi se ha ido llorando... eso si, no me ha gustado nada la mención esa que ha hecho sobre su amo.
Valandil inspecciona lo que queda del lobo conteniendo la respiración por si quedara algún resto de ese asqueroso gas. Seguidamente busca al halcón con la mirada y de un gesto le llama ante sí mientras comienza a susurrarle algunas palabras en druidico. El ave instantes después retoma el vuelo y se pierde en el horizonte.
Luego buscará al minero que le dio la pócima con la mirada y se acercará para agradecerle que empleara su tesoro en mi y que espero poder devolverle el favor pronto.
Pues básicamente, y sospechando que se trata del hermano-lobo de Aldira, (para lo cual estaba buscando marcas de la cadena en el cuello del animal, que sin duda se clavaría en la carne al intentar liberarse cuando el hambre le atenazara; o al jilguero que habría de guiarme hasta el can en las cercanías) le pido al halcón que vaya al los bosques y cuente lo sucedido, que no ha sido mi intención acabar con el animal y que un horrendo demonio le había poseido con sus trucos de magia diabólica obligandonos a matarlo en defensa propia. Imagino que hará falta el conjuro de hablar con los animales que por suerte tenía preparado.
Claro, que con un simple "busca a aldira" habría sido suficiente y ella se habría encargado de interrogar al animal, pero aprovechando que en breve tengo tiempo de preparar mis conjuros diarios aprovecho y lo gasto.
El lobo sigue vivo, desangrándose y decantándose entre la vida y la muerte. Detectas las marcas de cadenas en torno al cuello. El jilguero no da señales de presencia, pero la situación en la que lo encontraste concuerda con lo que se podía esperar del lobo de Aldira. Sin embargo, el extraño ser poseedor de cuerpos podría haberse hecho con toda una colección de criaturas a las que poseer, incluidos varios lobos. Hará falta que Aldira reconozca al lobo.
Prueba de Sanar cd 15 para estabilizarlo.
Valandil emite un veredicto mientras inspecciona al lobo.
Aún vive. Y alguien le espera. Le devolveré lo que el demonio le intentó robar. Su existencia en el plano material. y para sorpresa de todos coloca unos emplastos en las heridas del lobo.
Motivo: sanar
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 18(+7)=25 (Exito)
¡Guardad esos picos en la carreta! ¡Aún nos queda mucho trecho para llegar a la mina!
El minero jefe se acerca a vosotros y os mira de arriba a abajo.
Sois fuertes. Podría haberme ahorrado mi vial. Ufff... En fin, esa... "cosa". Parecía que su objetivo erais vosotros. Esta noche pediré al alcalde que no volváis a escoltar a mis chicos hasta la mina. Preferiría enfrentarme a todos los bandidos de estas montañas antes que al bicho verde que atrajisteis.
El lobo ese... no sé que le has hecho cubriéndolo de barro-dice, refiriéndose a los emplastos-, pero cuando lo lavemos dará para un buen caldo. Súbelo al carro, elfo.
No es comestible. No se hará caldo con su carne. Fijaros en esas marcas de su cuello que revelan la existencia de un collar. Este lobo tiene un dueño y creo saber quién es. Subirá al carro hasta que sus heridas se recuperen. Luego marchará hacia un destino alejado de vuestras marmitas. sentencia con frialdad el elfo.
La rudeza con la que el druida le habla molesta especialmente a Golgo. Usó su vial para salvar la vida de un elfo. Quiera Moradin que ese brebaje no sea más necesario hoy en las minas.
¿Y en ti malgasté mi herencia? Maldigo a los elfos, a todos esos orejaspicudas desde Pintzpitier a los vastos Bosques Eternos. Altivos, vagos y pedantes. No hay ninguno bueno. Solo sirve aquel que ya está muerto. Y cuanto más lejos estén, mejor para este pueblo.
Los farfullos de Golgo afectan especialmente a Sueni. Mitad humano, mitad elfo, solo puede sentir vergüenza por su herencia en un lugar como este. El padre que le abandonó, elfos bandidos, Valthonis el fugitivo asesino, Valandil el desagradecido... Nunca ha conocido a un elfo del que pueda sentirse orgulloso.
¡NOS VAMOS! ¡ESA MINA NO SE VA A EXCAVAR SOLA!
A la orden, el carro comienza a moverse. Una pequeña treta de Golgo para dar por terminada la discusión con el druida. Si quiere perder el tiempo contestándole, es tiempo en el que el carro se aleja del lobo. Y con las heridas que tiene el animal, es mejor subirlo ahora que esperar y llevarlo en colo tras el carro, lo que solo haría dar ocasión de que las heridas se abriesen.
Valandil había subido al lobo al carro encogiéndose de hombros. Comprendía al minero y comprendía todo el mal que los elfos habían hecho a esta comarca, y comprendía que viera a este lobo como un mero aderezo para la marmita, pero no era él el que se lo explicaría. No sería Valandil aquel que le forzara a cambiar de opinión sobre los elfos, ni siquiera lo deseaba. Quizás el futuro le diera la oportunidad de que cambiara de opinión sobre él aunque no era algo que le quitara el sueño.
A ojos de Valandil, Golgo no era mas que una de las múltiples criaturas que poblaban la tierra, al tiempo tan insignificante como una hormiga o tan importante como un rey. Si podría preservar su vida lo haría. Si no es porque la naturaleza así lo había querido.