Partida Rol por web

Curiosamente, el Wurd con el que está luchando Drassil no es malvado. Solo un guerrero defendiendo su hogar, a pesar de que ahora esté regido por un tirano. En el fondo el pequeño mediano lo sabe, y no da con todas sus fuerzas.

El arco se tensa, y el Wurd dispara una flecha. Tras su silbido, Drassil no ve por el ojo derecho. Por el ojo izquierdo ve el mástil del proyectil asomando desde el lado derecho de la cara. Muy profunda. La flecha en el cerebro bloquea sus sinapsis, y le cuesta reaccionar. La espada cae de sus dedos. El mediano, de rodillas... y luego al suelo.

Los Wurd vitorean de alegría al matar al brujo convoca martillos, pero el martillo de Moradin no desaparece. Incapaces de destruir un arma espiritual, huyen asustados. Los últimos segundos de Drassil son como los de un vegetal. Una escena que ve pero que su cerebro no está en condiciones de interpretar: Erin sacando su brazo entre los barrotes y estirándolo al máximo para intentar tocar al pequeño héroe.

¡Drassil, puedo curarte! ¡Drassil, arrástrate hacia mí! ¡Puedo curarte! ¡Aún tenemos tiempo! ¡Puedo curarte!

No. No hay tiempo. Con el cerebro dañado, el mediano ya no puede mover ni un músculo. La herida de flecha es mortal. Las luces se apagan...

Frío...

Vuelve a haber luz, pero el frío no desaparece. Drassil está en el interior de una caverna natural, sin techo, de paredes cilíndricas, con una gran chimenea central que sube hacia el cielo azul. Erin lo sujeta en brazos. Todavía no puede moverse. Detrás del elfo hay varios Wurds. Familias... Wurds con bebés Wurds en brazos... No actúan amenazadoramente, sino solo como espectadores solidarios.

La voz de Erin suena lejana...

¡Drassil! Drassil, necesito que me digas qué ha sido de mis hermanas. ¿Dónde están?

Drassil recuerda el conjuro que el párroco Vórtimer lanzó en el almacén sobre el cadáver de uno de los mineros. Magia celestial para hacer hablar a los muertos. Drassil se resiste. Dar la mala noticia es demasiado para su estómago. Su mente se resiste, y su espíritu vuelve a la oscuridad.

Vuelve a haber luz, y esta vez el frío ha desaparecido. Drassil despierta sobre un altar de piedra. La nave central tiene altos arcos ojivales, y hay grandes y luminosas vidrieras. Está en una catedral. Erin está sentado sobre los escalones que dan al púlpito.

Encontré la tumba de mis hermanas junto a la mina. Gracias por darles un entierro-dice desanimado-. Supongo que tienes muchas preguntas de qué ha pasado... curiosidad de mediano, lo llaman. Yo hablo el idioma de los Wurd, pues durante muchos años mi maestro y yo entablamos contacto con esta pequeña civilización perdida. Gracias a eso, pude sobrevivir... organizar a los Wurd y alzarlos contra su despótico sacerdote. Gracias a eso... y a la espada que me diste. Si derroté a la Gran Cabeza y a su siervo demonio fue gracias a tu ayuda. Por eso te he resucitado... por eso he recorrido tantas millas, en busca de un diamante que necesitaba para el conjuro. Habría hecho lo mismo por mi hijo... Pero no había cadáver, la Gran Cabeza lo devoró-suelta un breve sollozo al recordarlo-. Pasé por el pueblo de Holmet, para buscar a mi amada Orquídea. Ya solo era una anciana, que sus vecinos hallaron muerta en su cama. Después de tan largo cautiverio, he alcanzado la libertad a la vez que la soledad. No me queda nadie en este mundo.

Erin se pone en pie, y camina hacia el doble portalón abierto de la catedral, donde la luz del día recorta su silueta.

No me sigas. No deseo compañía. Me recluiré en las montañas, como un hermitaño... atesorando los pocos recuerdos felices que obtuve en la primera mitad de mi vida-de espaldas, en silencio, se gira una vez más antes de atravesar el dintel-. Adiós, gran héroe Drassil. Y de nuevo... gracias.

~ ≈ F I N ≈ ~