Partida Rol por web

La tribu de Taluta había saqueado pueblos humanos desde muchas generaciones atrás. Eso, en tiempo de vida orco, bien podría abarcar los últimos ochenta años. Pero la noble tradición se vió interrumpida por culpa de la babayagá. A Taluta también le habían contado ese cuento de pequeña. La babayagá era una bruja que venía por las noches y se llevaba a los orquitos cobardes. Una fábula fantasiosa para enseñarles a las crías de la camada lo que era el valor. Pero la historia se volvió real. Una noche, sin saber el motivo, la babayagá se presentó en el campamento.

Flotaba por el aire, sin hacer ruido. Y a partir de esa noche, y de todas las noches que le siguieron, la babayagá aparecía en cada nueva zona de acampada de la temerosa tribu nómada, se cobraba la vida de un orco y se marchaba impunemente, sin que las flechas o las hachas del clan llegasen jamás a herirla.

Ya no había tiempo para saquear. Desde que amanecía hasta que se ponía el sol, los orcos caminaban para alejarse lo máximo posible y que la babayagá no les encontrase.

En un momento dado, ante la imposibilidad de librarse de la bruja, el jefe Okdru tomó una medida desesperada. Okdru dividió a la tribu. Dejó a los débiles atrás para que la babayagá se entretuviese con ellos y perdiese el rastro del resto de orcos. Taluta conocía bien a los sacrificados... Tres adultas, más las crías más pequeñas del clan:

-La anciana Matriorca era una débil orca que con el paso de los años se volvió más y más canija. Pasaba mucho tiempo con las crías, cuidándolas. Todos decían que era porque estaba muy débil para cazar o hacer la guerra, pero gracias a Matriorca, Taluta y otros jóvenes de la tribu aprendieron a hablar la lengua de los humanos.

-Yis era una semiorca albina, pequeña y delgada como toda criatura maldita con el mal de la piel blanca. Todos la miraban con recelo, pero por algún motivo que Taluta desconoce, el anterior jefe a Okdru decidió no sacrificarla cuando nació. Al convertirse en una hembra adulta, su fragilidad seguía siendo patente. Sin embargo, se convirtió en una infiltradora capaz. Yis visitaba los pueblos, recopilaba información de las defensas y volvía para informar. Los humanos no sospechaban que Yis era mitad orca, aunque con su aspecto seguro que no sabrían decir a qué raza pertenecía.

-Taluta iba a ser la tercera adulta abandonada. Era una mestiza y aún no había hecho méritos en ninguna escaramuza. Tenía poco valor. Sin embargo, su hermanastra Shasha se ofreció voluntaria para reemplazarla. Shasha era fuerte, y una orca de pura raza. Pero a Shasha le gustaba estar con la anciana Matriorca y no se lo pensó dos veces. Taluta no está muy segura de si su hermana Shasha estaba movida también por algo de amor fraternal, puesto que podría haberse intercambiado por Yis en lugar de Taluta. Pero Shasha siempre fue demasiado hosca para considerarla una hermana de verdad.

-Luego estaban las crías: Krondok, Juok, Mork, Ongkaught, Bogka, Gubi, Roak y Shubshub. Algunas eran hembras, otros machos. Algunos eran semiorcos, y otros orcos. Lo único que tenían en común es que ninguno alcanzaba los diez años de edad, y que por tanto sus piernas eran todavía demasiado cortas como para seguir el ritmo de huída que llevaba la tribu.

Días después de que el grupo de Shasha tomase otro camino, las visitas de la babayagá cesaron. Taluta escuchó a hurtadillas que las intenciones del plan de Ordru no eran las de poner a salvo a los niños, como en un primer momento dijo, sino de que la babayagá se entretuviese matándolas a ellas para poner tierra de por medio.

Quizás para salvar a su hermanastra, quizás porque vió clara la decadencia y el fin de su tribu a manos de la bruja, Taluta decidió enfrentarse a la babayagá en solitario. Para ello, robó lo mejor del botín del jefe Ordru y desertó en busca de Shasha y las demás. Quizás en su camino encontraría también una forma de dañar a la babayagá, encerrarla o matarla. Y volvería a casa como una heroína entre los suyos.

...

Esos sueños estaban muy bien, pero Taluta estaba sola en la montaña, no había logrado encontrar el rastro de su hermanastra y sobretodo tenía mucho, mucho sueño. Apenas podía dormir por la noche, puesto que al acampar en solitario no tenía a nadie que vigilase por ella y la alertase de la posible llegada de la babayagá.

¡Taluta ha caído en una emboscada! Una flecha silva delante de su cara y se cruza para clavarse en la tierra. Una segunda flecha le pega en el hombro. Por la dirección del disparo, el responsable es un humano cazador que se alza en lo alto de un repecho.

Cuando trata de reaccionar a la primera flecha que cae frente a ella, ya siente como una segunda atraviesa su carne. Instintivamente lleva la mano a la empuñadura de su alfanjón, mientras busca con la mirada al autor de los disparos. Parece un humano, pero está demasiado lejos para alcanzarle.

Antes de que Taluta pueda reacionar, el cazador vuelve a disparar dos flechas. Ambas yerran en su objetivo, y Taluta se oculta tras uno de los abruptos salientes del suelo.

- ¡Eh, arquero! - Grita con su potente voz y su peculiar acento - ¡¿Por qué atacas a Taluta si no te ha hecho nada?! ¡Deja de lanzar flechas o Taluta arrancará piel de arquero y hará alfombra con ella! - aunque le cuesta expresarse, conoce algunas amenazas que en otras ocasiones han funcionado

Ya no puede ver a su agresor, pero agudiza sus oídos por si le escucha acercarse. Mientras tanto, busca una salida que le permita huir sin quedar a descubierto. O mejor aún, llegar hasta el cazador sin que se de cuenta.

Si eso fuera cierto no estarías detrás de una roca, Taluta-la voz del cazador es temblorosa, parece dudar tras la amenaza de la semiorca.

Se escucha silbar una flecha. El cazador está tanteando con una parábola, para ver si puede disparar a Taluta a ciegas. La flecha cae desviada muy a la izquierda de la posición de Taluta, pero ahora sabe que su cobijo no es seguro del todo. Tiene que moverse.

Hay tres caminos posibles...

A la izquierda hay una zona muy abrupta. No es la mejor ruta para salir huyendo, pero ofrece numerosos escondrijos. Sería posible tenderle allí una emboscada al cazador, siempre y cuando Taluta sea mejor escondiéndose que el explorador rastreando. Pero para llegar hasta allí, hay una zona sin cobertura en la que el arquero puede asaetearla varias veces.

A la derecha el terreno es llano. Puede salir corriendo a la velocidad de un hombre. Con la misma velocidad, tendría que confiar en su mayor aguante físico para prolongar la carrera hasta que el cazador se diese por vencido. También podría quitarse el peso de la armadura, eso le permitiría correr mucho más rápido. Seguro que disuade al cazador de seguir a su presa cuando vea que le puede dejar atrás con tanta facilidad.

Atrás está el camino por el que vino Taluta. También allí está el cazador, cuesta arriba. Con la armadura puesta, bien podría tardar diez o doce segundos en alcanzarle, pero sería un blanco más fácil en ese tiempo. No hay rocas a lo largo de la cuesta tras la que Taluta se pueda esconder para ir avanzando posiciones.

- ¿Qué? - frunce el ceño extrañada al escuchar que la llama por su nombre, a pesar de que es ella misma quien se lo ha dicho - ¿Cómo sabes nombre de Taluta? ¿Quién te manda para matar a Taluta, Okdru?

El rostro de Taluta comienza a adquirir un tono rojizo. Era evidente que su razomiento era una estupidez, pero para ella tenía todo el sentido del mundo. La adrenalina del momento y el nombre del antiguo jefe de su tribu le han hecho enfurecer, y le cuesta contener su rabia. Aún así, ya ha decidido qué hacer, y no parece la opción más sensata.

Apoyando el alfanjón un segundo contra la roca que le hace de cobertura, saca una poción de su mochila y la bebe de un trago tirando la redoma vacía a un lado. Acto seguido, coge de nuevo su enorme espada curva y comienza a correr por el camino en dirección al arquero, acompañando su carga con un rugido de ira. Huir no es lo suyo. Si ha de morir en aquel camino, lo hará yendo de frente a por su enemigo.

- ¡Aaaaargggggggghhhhhhhh!