¡¡¡NO TE LO PERMITIRÉ!!!
La voz varonil sorprendió a Brasas en mitad de la espesura. La prohibición era pronunciada lejos, más allá de unos arbustos. Brasas apuró el paso para investigar. Se había desorientado un poco y temía no encontrar la casa del árbol, y cuando llegó a los matorrales siguió sin tener vista de las dos cabañas arborícolas. Lo que sí había era dos elfos. Uno era Ledizia. El otro... era una cara nueva, que Brasas no conocía.
Las cosas han cambiado...
¡¡¡NO!!! No para mí. No para nadie.
Es una cuestión de hacer las cosas bien o hacerlas mal... No, quizás no. No lo sé. Te tengo en gran estima, pensé que no reaccionarías así.
Solo habrá un punto de vista cuando tu cuerpo se tueste al crepitar del fuego... ¿Has oído eso?-el elfo se gira en dirección a Brasas, pero parece que los matorrales le ocultan bastante bien.
¿Oír el qué? Mira, no serás capaz de meterme el miedo en el cuerpo. Yo sé lo que es eso. Viví asustada varias semanas durante mi cautiverio, pero me prometí que nunca más me amedrentaría.
Cuando empiece el dolor, recordarás los tiempos del miedo con añoranza.
Brasas estaba sorprendido consigo mismo, no había dejado de estar en un lugar interesante para acceder a otro. Aquella conversación no parecía tener mucho sentido para el mediano, pero quizá, si continuaba escondido en la espesura fuera suficiente como para saber de qué iba todo aquello.
Por si acaso, el mágico decidió desenfundar su varita, por si acaso se viera en la obligación de usarla.
Es... es posible que los añore. Los tiempos del miedo no fueron tan malos. La felicidad pasa al lado de uno, rozándolo sin llegar a tocar, mientras que las desgracias en este mundo son algo con lo que hay que aprender a convivir.
No tengo tiempo para esto. Para esta basura. Tú no vas a hacerlo porque yo no te lo permito. Ese es el fin de la discusión.
¿En calidad de qué no me lo permites? ¿En calidad de líder? Este atajo de lobos se separa. Ya no hay manada. ¿En calidad de un varón dando órdenes a una fémina? Dime, Valth, ¿soy tu hija? ¿Soy tu hermana? ¿Qué soy para ti que te haga creer que mandas en mí? ¿Tu prisionera?
El elfo estalla de ira y agarra a Ledizia retorciéndole el brazo y empujándola hasta acorralarla contra la corteza del tronco de un viejo abeto.
Yo...-tras su agresividad inicial, Valth suelta a Ledizia-Deja de ponerme a prueba. Es culpa tuya que me haya puesto así.
Creo que deberías irte-la elfa se agarra el brazo que le acaban de retorcer como si eso fuese suficiente para contener el dolor.
Me voy... Pero si en diez minutos veo que no apareces en la cabaña del árbol, significará que nos has traicionado y tendré que salir a cazarte.
Ledizia queda sola en el claro cuando el elfo se va. Ahora que no puede verla, se permite ser débil: se deja caer sobre sus rodillas en el manto del bosque. Sin soltar su brazo, la doncella empieza a llorar en silencio.
¡Mierda Ledizia! ¡Qué narices ha pasado! ¡Por los pelos de un mediano! ¿Ese elfo ha tratado de atacarte o algo? Puedo protegerte de él. No he entendido nada, pero he podido escuchar y verlo todo. ¿Qué pasa con él? ¿Quién narices es?
El mediano parecía muy afectado por la escena, sin duda estaba muy preocupada por el estado de su compañera, no quería que le pasara nada malo. Entonces el mediano le tendió una mano, y aunque no le podría ayudar a levantarla, pues era demasiado pequeño para el tamaño de la elfa, quizá le sirviese, al menos, de apoyo.
¡Brasas!
La cara de Ledizia titubea entre la vergüenza de haber sido escuchada y la alegría de volver a ver al mediano.
Se llama Valthonis, forma parte de nuestro grupo. Pero eso no importa ahora. En esta última hora hubo novedades... Buenas noticias. Alguien envió un conjuro de recado a uno de los enanos con toda la información.
El Reino de Velvetia capitula. La Isla de Hannigan ha logrado la independencia. Se terminó la guerra. Ya no hace falta que sigamos bloqueando las rutas comerciales de hierro. Se acabó, ¿comprendes? Todo: se acabó vivir escondidos como unos bandidos, se acabó asaltar a los viajeros y se acabó el boicot. Ya no necesitas espiar el pueblo. Ha sido una misión corta, ¿verdad?
Pues la verdad que sí. Dijo el mediano sin enterarse absolutamente de nada de lo que le decían. No entendía nada de los lugares que comentaba ni de las zonas de las que hablaba. Haber estado tanto tiempo en alta mar había provocado en él un gran desconocimiento sobre la tierra que ahora mismo pisaba.
Bien, pues ahora que he cumplido mi misión y que ya no os hago falta es un buen momento para que me deis el dinero que me corresponde. ¿No te parece? Dijo ignorando un poco todo aquello de lo que le habían hablado y preocupándose única y exclusivamente por el dinero.
¿Dinero? Te estoy hablando del fin de una guerra, de miles de vidas salvad... Oh, comprendo. Es lícito que cada cual tenga sus propias prioridades-dijo con algo de lástima-. Te llevaré junto a Parceo. No sé yo si te dará mucho por un par de horas de trabajo, pero con las buenas nuevas a lo mejor le coges de buen humor. Por cierto... ¿No has vuelto muy pronto?
La elfa empezaba a sospechar que este mediano holgazán y con afinidad por las monedas no había hecho su parte del trabajo. Tal vez se tomó una siesta en las afueras del pueblo y vuelve con alguna historia falsa con la que reclamar su recompensa sin haber asumido ni un solo riesgo.
Brasas escuchaba a Ledizia sin ningún tipo de interés. Aquellas palabras sobre la guerra y la libertad parecía no importarle nada. Tan solo escuchaba en su cabeza el tintineo de las monedas que iba a recibir. De pronto volvió a conectar con la conversación cuando escuchó el nombre de "Parceo".
- Creo que no me contrataron por horas, señorita. Me contrataron por llevar a cabo una misión, debía buscar información y si ya la tengo. ¿De qué me serviría estar perdiendo el tiempo en otro lado? Lo mejor sería cobrar mi recompensa cuanto antes, ¿no crees?
Sí... eso es cierto. Sígueme.
Ledizia guía de nuevo a Brasas a la cabaña del árbol. Allí aguardan cuatro elfos, incluyendo al viejo Gadrian y a Valthonis. La tensión se palpa cuando las miradas de Valth sondean a la doncella y esta le devuelve la vista.
Oh, pequeña... Me alegra de que hayas decidido quedarte con nosotros.
Tengo más de cinco siglos, puedo tomar mis propias decisiones. Y mi decisión fue volver para que el pequeño Brasas vea a Parceo o a alguno de sus hermanos y le paguen lo que le deben. Pero sigo queriendo ir a Holmet. Creo que... No, estoy segura. Si les explicamos la situación a esa gente... Aunque no lo entiendan, les debemos pedir perdón.
Gadrian está a punto de replicarle, pero en ese momento el ruido de los arbustos en movimiento distrae todos los ojos en dirección a un nuevo visitante: otro elfo que cruza la espesura con la lengua fuera y sudoroso de tanto correr.
Arf... arf... arf... Bien... Estáis aquí. Arf. ¿Dónde os habíais metido? Volví a la mina, pero no había nadie. Y la cámara acorazada estaba abierta y vacía. Pensé que los mercenarios de Holmet os habían encontrado y se habían llevado todo el dinero.
Con nadie te refieres... ¿a nadie? ¿Ni elfo ni enano? Guícel nos dijo que se quedaba a esperarte, en el cañón. ¿No te cruzaste con él? Oghf... Esos malditos ladrones... Nos mandaron aquí como distracción, mientras ellos se iban con el botín. Después de todo lo que hemos pasado, nuestros bolsillos siguen igual de vacíos.
No hacíamos esto por el dinero, Valth. Mi buen amigo Sagaldre... Si somos los últimos que viste, no sabes las buenas nuevas: la guerra ha terminado y nosotros podemos dejar de llevar esta vida.
La cara del tal Sagaldre refleja cierta estupefacción. También la de Brasas, que se ha quedado sin recompensa.
Espero que estéis de cachondeo, señor. Brasas hacía muy poco tiempo que había tomado tierra, pero desde entonces cada vez le gustaba mucho menos las criaturas con las que se estaba encontrando allí. ¿Qué era eso de que se habían quedado sin recompensa?
Brasas se sentía extraño, como si le hubiera extirpado una parte de su cuerpo, todo lo que había hecho hasta ahora no había servido para nada. Solo había perdido el tiempo.
Aquellos elfos hablaban de cosas que no entendía, daban nombres de gente desconocida y comenzaba a ser incapaz de retener toda la información que se le estaba ofreciendo.
No entiendo nada, Ledizia, hace poco que llegué a estas tierras y no se muy bien lo que está sucediendo. Me acabo de dar cuenta de que creo que no pensáis darme ni un solo cobre y encima me encuentro con toda esta situación. ¿Qué está pasando? Contadme toda la información de la que dispongáis y todo bien clarito y explicándolo todo, tenga en cuenta que soy nuevo en estas tierras.
¿Por dónde empezar? Por un grupo de elfos en una taberna de South Port. Un humano que quiere alquilar nuestros servicios. Un trabajo tan bien pagado que no puedes rechazarlo. Unas instrucciones misteriosas que despiertan nuestra curiosidad. Teníamos que viajar hasta este bosque y encender una hoguera lejos del camino. Luego los enanos para los que trabajaríamos nos encontrarían. Los enanos eran tres hermanos: Parceo, Guicel y Berruetto.
Nos dividieron en dos grupos para poder manejarnos mejor: el grupo del bosque, que vivía en esta cabaña, y el grupo de la mina abandonada, que vivía con ellos. A mí me retuvieron en la mina y fuí su rehén. Chantajearon a los otros para que simularan ser unos asaltadores de caminos.
Durante varios meses robamos a los mercaderes que iban y venían de Holmet. Robamos para los enanos, y lograron un buen botín a nuestra costa. Todo iba bien hasta que nos topamos con la horma de nuestras botas. Cruzaron el camino un grupo de aventureros bastante numeroso. Intentamos engañarles, pero la cosa se torció. Dos de nosotros cayeron y uno desertó.
Eran demasiadas bajas, ya no había suficientes hombres para tender emboscadas con seguridad. Nuestra moral estaba muy baja. Pero los enanos cambiaron de estrategia. Liberaron a mi hija Ledizia y nos contaron el motivo por el cual habían organizado todo esto: política. Estamos en Velvetia, un reino casi por completo continental. Pero dominaba un territorio de ultramar, una isla. La isla de Hannigan. El duque de Hannigan se autoproclamó rey, y se liberó de la servidumbre con el rey de Velvetia. Estalló la guerra para evitar la independencia de la isla.
Velvetia es una gran llanura fértil, con una cadena montañosa al este. Siempre fue tierra de ganaderos. Los vélvetos no aprovechaban las riquezas de la montaña. Eso cambió hace poco más de un siglo, y un grupo de enanos y humanos se asentaron en un pueblo llamado Homlet, y empezaron a explotar el hierro. Si lográramos asustar a los comerciantes con la historia de los bandidos, el hierro para fabricar espadas y armaduras dejaría de fluír hacia la capital, y Velvetia no podría seguir armando a sus levas.
Cuando dejamos de ser un grupo de bandidos chantajeados a un grupo de libertarios que podían evitar muertes frenando el suministro de metal, la cosa cambió. Aceptamos que nos engañaran meses atrás. Nos habían traído de un país ajeno a esta guerra, pero no podían confiar en nosotros lo suficiente para compartir la naturaleza de su plan.
La historia sigue, pero tal vez tengas preguntas que hacerles sobre esta parte que te acaban de contar.
Brasas por fin había decidido escuchar a los elfos, la historia parecía algo más emocionante que lo que en principio pensó. Y mucho más cuando descubrió que toda una isla se había planteado gobernar un continente. Al final, siempre los territorios marítimos triunfaban.
¿Por qué creéis que los enanos decidieron cambiar de estrategia y liberar a vuestra hija? ¿qué les hizo cambiar?
¿Y por qué creéis que los humanos y enanos no habían decidido explotar el hierro de las tierras, hasta ahora?
No hay manera de saber porqué cambiaron de táctica. Pero sí te diré una cosa: nunca confíes en la palabra de un enano. No me sorprendería que fuesen espías de Hannigan.
Me gustaría creer que cambiaron por virtud y no por malicia. Retuvieron a Ledizia demasiado tiempo como para que no les contagiara algo de su bondad. Muchacha, eres el motivo de que sigamos juntos. Te has convertido en la piedra angular para nosotros. Tu buen corazón es inspirador.
Las palabras del viejo Gadrian logran ruborizar a Ledizia.
Una pequeña lección de historia. Las corrientes migratorias de los humanos llegaron a Velvetia hace unos mil quinientos años. Pueblos bárbaros que se asentaron en las orillas de los ríos, para abastecerse mejor de agua y alimentos. Cuando los diversos asentamientos se unieron para formar su propia nación, comenzaron a comerciar con los navegantes. Les era más fácil, pero también más caro, que barcos extranjeros les trajesen el mineral. Hace unos mil años, los primeros barcos vélvetos descubrieron y colonizaron la isla de Hannigan. Los enanos no llegaron a Velvetia hasta hace quinientos años, y lo hicieron en familias dispersas entre la población humana. Hace unos ciento cincuenta años, los aquitanos del norte y los vélvetos del sur entraron en guerra. Los vélvetos contaron con la ayuda de los enanos. Al terminar la guerra, el Rey tenía que recompensar a los grandes héroes de la guerra con títulos y tierras. Al mayor de los héroes enanos, Ugberd Partecaballos, le otorgó unas tierrecitas en la montaña... En mi opinión, para no tener que darle buenas tierras fértiles en algún lugar de la llanura. Los enanos y algunos humanos que pelearon a su lado, le siguieron. Es decir, fue desde hace ciento cincuenta años que Velvetia logró ser autosuficiente en materias primas. El comercio de mineral que venía por barco no podía competir, y se desvaneció hacia otros productos. Productos de lujo: telas, orfebrería...
Sagaldre, para ya con eso. Contaré mi parte en todo esto con tal de que te calles. Uhmm... Yo no estaba al principio con el resto de elfos. Un día vi en una taberna un cartel de recompensa en el que hablaban de unos cuantos bandidos en la montaña. Llegué a Holmet de noche, y uno de los guardias del pueblo me pilló desprevenido... Me capturó. Debido a los "bandidos de orejas puntiagudas", los elfos tenemos muy mala fama en Holmet. Me juzgaron y casi me queman en la hoguera. Me perdonaron a cambio de que me uniera a un grupo de mercenarios en la tarea de escoltar a los mineros hasta la mina todos los días. Pero mi libertad me duró dos horas. Esa zorra de la posadera no me quería tener allí, recelaba de los elfos y me tendió una trampa. La pillé en una de las habitaciones, junto a uno de los mercenarios dormidos. Ella le mató para inculparme. Le quité el cuchillo, pero todo resultaba demasiado incriminatorio. Cuando llegaron los otros mercenarios para socorrer los gritos de esa guarra, tuve que escapar por la ventana. Un último virote me hizo caer, inconsciente. Parceo me salvó la vida. Estaba espiando la posada y cogió mi cuerpo herido mientras los mercenarios bajaban las escaleras para rematarme. Estuve tres días en su casa de Homlet, curando mis heridas. Luego me llevó a la mina y me presentó a los demás. No me creáis desagradecidos. Sé que le debo la vida a Parceo, pero solo me salvó para luego manipularme. Como a todos.
Y mucho más cuando descubrió que toda una isla se había planteado gobernar un continente.
No. El ducado de Hannigan solo querían la independencia. Sus aspiraciones llegaban hasta el autogobierno.
¿Y qué es lo que te obligaron a hacer en aquella mina? - dijo mirando al último de los elfos en hablar. Y sobre todo tengo una gran duda. ¿Qué esperáis de mi contándome todo esto? ¿Acaso creéis que los medianos somos más fiables que los propios orgullosos enanos?
Motivo: Av. intenciones
Tirada: 1d20
Resultado: 18
Lanzo también averiguar intencioens, quiero saber si me dicen la verdad.
¿Obligarme? ¿De qué me estás hablando? Solo era una vieja mina abandonada. Allí tenían su base de operaciones. Mira, te lo contamos porque nos lo pediste, y porque tú estás tan metido en esto como todos los demás-dice, aludiendo a estas breves horas del mediano ejerciendo como espía-. Pero no te estamos reteniendo aquí ni nada. Te puedes ir por dónde has venido.
Brasas diría que el grupo está marcado por sus propias experiencias. Eso coharta mucho las opiniones que puedan dar. Por ejemplo, lo que cuenta Valthonis sobre la posadera lo explica con cierto rencor, aunque eso no significa que sea mentira. O el caso del padre de Ledizia, que habla de los enanos demasiado mal teniendo en cuenta que trabajó codo con codo con ellos durante meses. Es obvio que nunca perdonó el cautiverio al que sometieron a su hija.
Es más, todos los elfos salvo Ledizia hablan con desapego de su labor como anarquistas protectores de la paz y de su papel en esta guerra. Como si supieran que estaban haciendo algo mal, pero sacrificando su integridad para mantener las ilusiones y fantasías heróicas de Ledizia. Son paternal y fraternalmente protectores con ella y su inocencia. Ledizia ayudó a los tres hermanos enanos por convicción, pero los demás solo lo hicieron para mantenerse a su lado y cuidar de que la joven no saliese lastimada.
¿Qué yo estoy metido en todo esto? ¡Me parece que te equivocas! Yo me puedo marchar por donde he venido en cualquier momento. Solo quería saber si me necesitáis para algo o qué. Más que nada, porque si aquí ya no pinto nada y no pensáis pagarme un duro por mi trabajo realizado, será mejor que me vaya a otra parte y me busque mis propias castañas. Pero desde luego, que no me metas en marrones que son ajenos a mi. ¡Que yo acabo de llegar a este territorio!
Disculpa las palabras de Valthonis. Solo es un jovenzuelo de trescientos años, y lleva en su interior el temperamento propio de la edad. Lo que te estamos contando no es para hacerte la vida imposible. Todos tuvimos aquí a los mismos tres patrones enanos, y todos hicimos cosas ilícitas para ellos, de mayor o menor gravedad. Pero tienes derecho a conocer todo lo ocurrido.
Ante los ojos de la mayoría de jueces, mi grupo ha robado y les cortarán las manos, y a ti no te pasará nada. A ojos de un inquisidor cruel, somos espías de Hannigan, y el cargo de traición se paga con la propia vida. Da igual que participases en el embargo de armas durante varios meses o pegases el oído a una puerta unas cuantas horas. Y te aseguro que después de perder la guerra, al Rey le encantaría echarle el guante a unos idiotas como nosotros y ejecutarlos públicamente como chivos expiatorios.
Lo que quiero decir es... Eres un mediano. Sois una raza parlanchina y a veces se os va la lengua. No vayas a contar nada de este trabajo como si fuera una anécdota más, porque según qué orejas te escuchen, te puede traer muchos quebraderos de cabeza. O la horca. ¿Serás precavido, joven Brasas?
La voz del anciano suena paternalista, y habla lo suficientemente despacio como para caer dormido de aburrimiento, pero en ningún caso suena como una amenaza. Eso sí, si alguien coge a Brasas y le sonsaca la información, estos elfos estarán en graves apuros. Estarían más seguros si mataran a Brasas, pero no lo han hecho, y eso significa que son buena gente.
Brasas abrió la boca con un gran bostezo tras escuchar las palabras del anciano elfo. ¡Vaya, perdona! Uff... dice frotándose los ojos. Mi lengua está bastante suelta y me gusta hablar, que diablos, ¡soy un mediano! pero también soy más listso que muchos y sé cuando debo meter mi lengua en su sitio y cuando se puede hablar. Si ustedes han confiado en mi, yo confío en ustedes y si me piden que no desvele nada de lo que ha sido contado aquí, no lo haré.
Pero repito la misma pregunta de antes, ¿qué narices queréis de mi?