Partida Rol por web

- Pues entonces vamos para allá. Muchísimas gracias por todo, señorita. - dice Yagi a la chica del mostrador, y sale andando rápido detrás de Eric.

- Pedazo de barco que han puesto, oye. Se ve que nuestros impuestos están bien invertidos. - piensa el anciano al ver la lancha.

Yagi se sube a la lancha sujetándose con las manos al borde para no caerse, y saluda en voz alta. - ¡Buenos días! Salgamos entonces cuanto antes. - vuelve a hablar con voz normal, esta vez al médico - Si necesita ayuda de algún tipo, dígamelo, ¿vale? Médico no soy, pero puedo traerle vendas, agua oxigenada y esas cosas, como en las películas. - termina con una sonrisa.

El médico asiente.

-Muchas gracias.

Sin más dilación, la lancha parte rumbo al monte Lámpagos, surcando las olas. Varias horas después, la mar empieza a estar revuelta y se divisa una tormenta eléctrica en el horizonte.

La lancha sigue su rumbo, implacable, empequeñecida entre las olas que crecen cada vez más y zarandeada por el viento y la lluvia y, poco a poco, un enorme pico que sale del océano queda a la vista, oscurecido y azotado por el temporal.

El piloto maneja la lancha con dificultad pero decisión, se nota que es experto. Eric se mantiene de pie, seguro, siguiendo con el cuerpo los movimientos de la embarcación de manera natural para mantener el equilibrio. Parece muy acostumbrado a ello.

Efectivamente, es una isla relativamente grande, volcánica, pero no se observan casas ni poblaciones en ella.

El viaje hasta el monte Lámpagos comienza, y aunque al principio le gusta, luego ve que esto no es lo suyo. Los vaivenes de la lancha casi lo tiran un par de veces, si no fuera porque sus manos encallecidas están agarradas con toda su fuerza a la borda de la lancha.

Su estómago tampoco está muy de acuerdo con la travesía, pero Yagi consigue calmarse lo suficiente para no vomitarle la barca al médico. De todas maneras no las tiene todas consigo, así que prefiere no abrir la boca durante el viaje nada más que lo justo. Quizá su verborrea sea la gota que colme el vaso para su malestar intestinal.

Cuando alcanzan la isla, Yagi se fija en la tormenta que se avecina, y en el hecho de que no hay casas.

- Bueno, Eric dijo que había cuevas o algo así para vivir. Pero no creo que tenga sofás, ni camas para descansar. - el anciano mira a Eric, tan decidido como parece en la lancha - Bueno, realmente no puedo reprocharle nada. Parece estar mucho más entero que yo cuando Jane enfermó...

El recuerdo de su esposa fallecida hace que aflore una sonrisa en Yagi. Después de tanto tiempo, ya no llora por su pérdida. Se alegra por el tiempo que pudieron pasar juntos.

La mente de Yagi se inunda por un momento de imágenes de su amada Jane. Momento en el cual el barco pega una violenta sacudida y él, pillado por sorpresa, no puede evitar caer por la borda.

Antes de que pueda tomar conciencia de lo que está pasando, aterriza con un golpe en el agua, fría, turbia y grisácea por la violencia de la tormenta. Las olas de más de dos metros no le dan ni un segundo de tregua antes de cubrirle la cabeza. En ese segundo solo le da tiempo a ver un destello rojo de la lancha al mar.

Y es ese momento de tranquilidad interior cuando Yagi sufre los embates de las olas que lo hacen caer de la barca. El anciano intenta mantenerse a flote, pero las olas son demasiado violentas para su escasa habilidad en el líquido elemento.

El mundo se ha vuelto líquido, frío y turbio para Yagi. Con los ojos abiertos debajo del agua, puede ver una forma redonda, grande y con destellos de color ámbar acercarse decididamente hacia él.

Rodeado por el agua, al borde de la asfixia, veo una forma que emite destellos de luz acercarse.

- ¿Ya está? ¿Éste es el fin? Un poco triste. Pero así volveré a ver a Jane... - piensa el anciano mientras intenta debatirse sin éxito contra el mar.

Yagi manotea desesperadamente hasta dar, con la vista nublada por el agua, con algo grande, blando, liso y suave. Un instante después, el ser redondeado ha pasado por debajo de él en el agua, levantándolo y sacándolo a flote. Una vez encima de la criatura, Yagi puede agarrarse fácilmente a ella y constatar que se trata de Led, la lanturn de Eric, que nada decididamente hacia la orilla, ya que la isla se encuentra lo suficientemente cerca.

Led cruza el rompeolas y se las apaña para dejar a Yagi justo en el borde donde ya no llega la espuma del mar. La estrecha playa está compuesta de arena y piedras, de un color entre pardo y grisáceo. La costa asciende en una cuesta muy empinada hasta transformarse en lo que es propiamente el enorme e imponente pico de una montaña.

En cuanto levanta la cabeza, lo primero que ve es a una mujer con el cabello muy largo y completamente blanco y ropas raídas que se acerca corriendo a la playa. En un primer vistazo, Yagui piensa que se trata de una anciana, pero enseguida comprende que en realidad debe de tener la edad de Eric, simplemente, parece envejecida prematuramente. Va seguida por un typhlosion.

Momentos después, la lancha atraca en la orilla.

Instintivamente Yagi se agarra a la forma, que lo lleva rápidamente a la orilla y resulta ser el pokémon de Eric. Después de escupir algo de agua, y tragarse otra buena cantidad, Yagi pronuncia unas palabras entre jadeos - Gracias por salvarme. - termina con un suspiro. De repente se da cuenta de una cosa, y se echa mano al cinturón en busca de la pokéball de Musa. Si está a salvo y en su sitio, Yagi se deja caer bocaarriba sobre la arena, mirando a la mujer que se acerca.

- ¿La mujer de Eric? Es muy mayor para él...¿O no? Ay, yo que sé. Lo bueno es que ya estamos aquí. - piensa el anciano mientras recupera el aliento poco a poco.

Afortunadamente, la pokéball de Musa sigue ahí, bien sujeta en su sitio.

Mientras Yagi recupera el aliento pensando sobre la mujer de Eric, esta echa a correr en su dirección, pasa junto a él como una exhalación, salpicándolo de agua del rompeolas con sus pies descalzos sin ningún miramiento y se lanza en brazos de su marido, que acaba de desembarcar en la playa junto con el médico, todo a una velocidad a todas luces imposible para alguien enfermo.

-¡Lavanda! ¡¿Qué coño crees que estás haciendo?! ¡Te dije que no te movieras, podrías ponerte peor! -protesta Eric al verla venir.

-Tonterías. No me he sentido tan sana en mi vida, no soportaba estar ahí parada ni un minuto más -contesta ella sin soltar los brazos de su cuello-. Por Arceus, vámonos de este puto peñasco. Ya.

El médico la mira flipando un poco. Tras quedarse indeciso un momento y viendo que nadie hace caso al señor Yagi, se acerca él mismo y le tiende la mano para ayudarle a levantarse.

-¿Se encuentra bien, señor?