Abraham no sabía qué decir a la pregunta de la señora. Realmente, ¿había algún lugar discreto en aquel castillo? Él no podía asegurarlo de ninguna manera.
- Lo que vos dispongáis, mi señora, estará bien. - dijo humildemente - Solo recordaros que Gonzalo, el ballestero, deseaba hablar con nos a la mayor brevedad...
Realmente Abraham sospechaba que el maloliente tirador debía haber hecho alguna averiguación importante. Empero, si los nobles señores deseaban atender primero a Jacob, él no se opondría.
Jacob asiente y carraspea. Os habla muy bajo, mirando constantemente por el rabillo del ojo la puerta del comedor, como ya había hecho durante el comentario anterioir.
-Cierto es que cualquiera de nuestras estancias podría estar vigilada. Conozco el sitio oportuno, seguidme.
Tras decir esto, cambia el tono de voz y habla bastante alto.
-Oh, por supuesto doña Argia, hay uno de los torreones desde los cuales se ve perfectamente toda Cova dos Mouros, permitidme acompañaros. Si gustan, pueden acompañarnos caballeros.
Gonzalo de Villalba, que pareció despertar de su mudez, intervino, dando por entendido que había pillado el engaño que se proponía el judío.
-Con mucho gu-gusto, la vi-vista de una ciudad amurallada si-siempre me ha gustado. De-detrás vuestra.
Todos seguís al judío, sin vacile y sin pausa, dejando atrás la llamada que el otro Gonzalo os había hecho a través de un sirviente. Mientras subís por la escalera de caracol que da al torreón habláis de cosas informales, y el judío sigue con su tapadera. El eco es notable y desde luego una conversación privada no podría tener lugar en ellas, se escucharía tanto en el piso de arriba como en el de abajo.
Luego de subir unos cuantos escalones, dais a la parte superior de uno de los torreones, desde donde se puede ver, como prometió Jacob, absolutamente toda Cova dos Mouros, la vista, sin duda, impresiona. Al ser de noche, se observan luces por todos lados.
Una vez se cerciona de que estáis solos, habla rápido, pero vocalizando:
-Mis señores, debo darles las gracias por su llegada y acogida. Me temo que esta misma noche será la última que pase aquí, mañana me marcho. Temo por mi vida, ya que me acusan veladamente de haber matado al señor. El hombre estaba muy enfermo, y nada podía hacerse más que aliviarle dolores. Le di varias infusiones con distintos elementos relajantes, nada más, lo juro por Adonai. Fue una muerte natural.
Por otro lado, aquí pasan cosas raras, cosas que no quiero ni mentar ni investigar, pero harían bien en irse también buena gente. Me da especialmente mala espina don Sebastián. Creo que hay todo un juego de poder en este sitio ahora mismo y no todo lo que aquí se hace es bajo el visto bueno del señor*.
Solo quería avisaros y tansmitiros la escasa información que tengo.
Motivo: Abraham
Tirada: 1d100
Dificultad: 17-
Resultado: 26 (Fracaso) [26]
Motivo: Argia
Tirada: 1d100
Dificultad: 15-
Resultado: 35 (Fracaso) [35]
Motivo: Gonzalo
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 18 (Exito) [18]
Motivo: Lope
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 99 (Fracaso) [99]
* Cuando dice señor aquí, se refiere a Dios, quise aclararlo narrando que se presignaba, pero claro eso es un gesto cristiano, y no conozco lo suficiente la cultura judía como para saber si tienen algún gesto similar xD.
Pues ya tenéis un momento de tranquilidad con el grupo, si bien Gonzalo de Bullenos se os ha escapado en esta ocasión.
Gonzalo, que había estado muy atento y preocupado durante la charla de Jacob, interrumpió el silencio que dejó señalando hacia la calle delante del castillo.
-¿N-no es ese Go-go-Gonzalo el pu-puerco?
Efectivamente, miráis hacia donde os señala, y veis que Gonzalo va por la calle, a paso lento. También os fijáis que poco delante del mismo, va Don Sebastián, claramente, camino de la Iglesia. Observáis como el párroco entra en el edificio y tras unos momentos, hace lo mismo Gonzalo, no sin antes cercionarse de que nadie lo sigue, ni está vigilando su entrada. Claro que no cuenta con que desde un torreón, alguien se ha percatado.
PNJtizado
Entras con toda la precaución tras Don Sebastián, el párroco. De hecho, antes de entrar miras con cierto disimulo para ver si hay alguien en la calle, por evitar miradas curiosas. Nadie, está desierta, ves luces en los interiores de las casas y algún brasero o antorcha que ha quedado en la calle, pero nada más. Pasados unos segundos prudenciales, abres la puerta con cuidado y consigues no hacer nada de ruido.
Allí está don Sebastián, dirigiéndose hacia el altar. Se queda mirando la estatua del cristo unos instantes y se acerca a ella, se queda justo delante y estira sus manos hacia las del Cristo. Mientras, tu te vas acercando prudencialmente, para tener buena vista de todo lo que va pasando. Tan centrado estás en descubrir el pastel que hay allí, que te olvidas de tu famoso olor corporal. El está tras el altar, tu al lado de los bancos de la primera fila, en uno de los laterales.
D.Sebastián se para en seco y escuchas como efectivamente, olfatea pesadamente. Se revisa los pies, y tras hacerlo...se gira, y mira en varias direcciones.
-¿Hola? ¿Hay alguien?
No te ha visto, o eso parece. Al menos de momento, pues aún no ha echado la vista en tu dirección. Se te ocurre ocultarte en el confesionario, que está a escasos dos metros de ti, pero con los nervios y las prisas tropiezas y te caes de rodillas, intentando agarrarte al un banco para remediarlo. En ese momento, el párroco mira en tu dirección, alertado. Al verte sonríe cálidamente.
-Que susto me habéis dado Gonzalo, no sabía que gustabais de rezar a estas horas, y menos sin haber cenado. No os vi en la mesa de Ouro e Castelo. ¿Puedo ayudaros en algo?
Parece que no sospecha de lo que allí esta pasando.
Motivo: Suerte (mal olor)
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 56 (Fracaso) [56]
Motivo: Descubrir D.Sebastián
Tirada: 1d100
Dificultad: 30-
Resultado: 84 (Fracaso) [84]
Motivo: Sigilo
Tirada: 1d100
Dificultad: 11-
Resultado: 94 (Fracaso) [94]
Motivo: ocultar
Tirada: 1d100
Dificultad: 15-
Resultado: 75 (Fracaso) [75]
Motivo: Empatía Sebastián
Tirada: 1d100
Dificultad: 60-
Resultado: 62 (Fracaso) [62]
He tirado por ti alguna cosilla para adelantar.
Anda que no sois buenos con los dados tanto tú como el párroco xD.
No sabes lo que me he divertido imaginándome la escena y narrándola.
Aquel maldito traspiés hizo que resonara mi caída en todo el templo y tal que así pudo el cura girarse y verme. Trastabillado y algo desprovisto, me incoporé mientras me hablaba.
Sí, padre, quizá podáis... -le dije, y me sorprendió que se acordara de mi nombre-. Hoy no he estado en la cena, pues he ido a visitar a la tejedora. Sin duda la pérdida de la suya hija ha sido terrible, sabréis a qué me refiero... -le dejé unos segundos, para que asintiera y poco más-. No era yo gran orador, asi que fui al grano. También estuve con ese hombre... Onofre... Un bárbaro, sin duda. Apenas le entendí lo que me decía, repitiendo una y otra vez. Pero... logré percibir algo entre sus tantas pocas virtudes y expresiones: una iglesia. Una catacumba. Y un hombre que encerraba niños bajo esta iglesia... -le espeté-.
Entonces levanté la ballesta, apuntándole.
No se si Dios me perdonará -miré aquel gran Cristo que había tras el altar-, pero vos habréis de confesar... ahora mismo. Abrid la compuerta que lleva a las catacumbas, o juro que os ensarto con el virote, ¡delante del Altísimo!
No sabes lo que me he divertido imaginándome la escena y narrándola.
:)
Abraham escuchó las palabras de Jacob, de las cuales él mismo pretendía advertir a los nobles señores que le acompañaban, pues las había escuchado previamente. Sin embargo, siguieron al hombre, y, que Adonai les perdonase, desoyeron la llamada de Gonzalo el ballestero. No pareciera que tal hubiese sido buena idea, pues, de algún modo, este se dirigía al mismo lugar que el párroco, del cuál, además, sospechaban, y no sólo por lo que les había dicho Jacob, sino por todo cuanto el loco Onofre les había relatado, al propio Abraham, y a él mismo, en el bosque.
El judío sintió una acuciante necesidad de acudir en pos del ballestero. Deseaba contar lo averiguado a los señores, pero no podía hacerlo delante de Jacob. Aquel sería su hermano, pero su actitud comenzaba a ser sospechosa. ¿Porqué les había llevado a ese torreón? A él mismo le había contado todo aquello, privadamente, en los salones.
- Mis señores, os lo ruego, debemos acudir en pos de Gonzalo de Bullenos a lo menos tardar. - dijo el judío, realmente apremiante, queriendo acentuar la impaciencia en sus palabras para que así quedase constancia de la importancia de darse prisa - Y vos, Jacob, hermano, id con Adonai, guardaos de todo mal, y partid temprano. Ya sabéis cómo tratan a nuestro pueblo...
Se detuvo, pues sospechaba que el tal Lope de Oñes haría algún comentario desagradable sobre los judíos. Que Adonai, bendito fuera, tuviese la bondad de hacerle rodar por las escaleras y descalabrarlo. Claro que, en ese momento, necesitaban de toda la ayuda que pudieran reunir.
Motivo: Elocuencia (suerte)
Tirada: 1d100
Dificultad: 80-
Resultado: 63 (Exito) [63]
Tiro Elocuencia declarando Suerte (gasto 1 punto) para intentar que mis palabras hacia Jacob parezcan sincera preocupación por él, a ver si así se marcha lo antes posible. Que no sé ya si nos la está intentando jugar o no, pero mejor quitárselo de encima.
Y mi propuesta, naturalmente, es acudir en pos de Gonzalo, antes de que se lo lleven los demonios :D.
Argia escuchó con calma las palabras del hombre, dejando un poco de lado el asunto de Gonzalo, aunque realmente quizás estaban haciendo lo incorrecto...
- Como bien dice mi buen amigo Abraham id en paz... Bien es sabido que en este lugar pasan cosas muy extrañas... No podemos irnos hasta encontrar a nuestro compañero, quizás nos necesite...
Lope mira extrañado que se le tenga tanta cordialidad a un... judio. Con un gesto de despedida se dirige hacia la puerta. El tiempo apremia y mejores usos tendremos de nuestro tiempo llegando a la Iglesia para ver qué traman Gonzalo y el párroco.
Sin esperar más que un instante para ver si los demás se ponen en movimiento se dirige a las escaleras para buscar la forma más rápida de llegar a la iglesia.
Jacob asiente con cierto nerviosismo y sale rápidamente de la torre, dejándoos solos de nuevo.
-Cuidaros mucho, amigos. Gracias por vuestra preocupación. Que Adonai proteja vuestro camino en estos tiempos - dice con un tono serio.
Parece que la preocupación común del grupo coincide en que deberían acudir junto Gonzalo de Bullenos, decisión que el infanzón tocayo del ballestero comparte con un sencillo gesto de afirmación con la cabeza. Poniéndose en cabeza, y con la mano descansando en el pomo de la espada, mostrando cierta preocupación, desciende las escaleras.
Poco tardáis en bajar y poner rumbo a la iglesia. Tan pronto salís del castillo, en el que aún veis a alguna persona del servicio moviéndose de aquí para allá, os encontráis con las calles desiertas y en silencio. Solo alguna luz del interior de las casa permanece encendida.
Un aullido, intenso, vuelve a sonar en la lejanía. La noche está despejada, con un manto de estrellas abundantes y relucientes, y una luna llena que refleja tanta luz que se ve perfectamente sin necesidad de antorchas.
La iglesia se observa, a lo lejos, con la puerta entreabierta y luz saliendo de su interior.
Me falta un post de Gonzalo para poder describiros bien lo que os encontráis si decidís entrar en la iglesia, así que os narro el camino hacia ella, en el cual estáis, como veis, completamente solos, por si queréis aprovechar para comentar cosas en privado, como alguno habéis ido dejando caer en notas.
Lunes os paso a la nueva escena con lo que sea. De momento narradme todo lo que queráis hasta el momento justo en el que estéis delante de la puerta de la iglesia.
Ánimo muchachos, que estáis ya llegando a la recta final de la partida.
Dudaba Abraham de si compartir cuanto había averiguado, pues sospechaba que el tal Lope despreciaría sus palabras (y que Jacob secundara sus afirmaciones no iba a ayudar en demasía). Pero pensó que al menos doña Argia parecía tener buen corazón, y que el caballero, Gonzalo, era hombre de justicia. Así que se arriesgó.
- Mis señores. - dijo en susurros - Antes, en la tarde, fuimos Gonzalo de Bullenos y yo al bosque, y hablamos con Onofre. El hombre parecía un loco, porque solo repetía la misma frase una y otra vez. ¡Por los clavos de Cristo! Decía. - tomó aire - Pero el hombre nos hizo un dibujo en el suelo, y creo... creo que señalaba al párroco, y a iglesia. Y dibujó, torpemente, un diablo, como dando a entender que todo este asunto... ¡es cosa del Maligno!
Miró en derredor, asustado, pues mentar al demonio en aquella oscuridad despertaba todos sus temores supersticiosos. Su mano, instintivamente, fue a la reliquia que llevaba siempre junto al corazón.
- El caso es que luego el loco, Onofre, echó a correr, y Gonzalo tras él, y yo los perdí. No sé qué más habrá averiguado Gonzalo, mas sospecho que ha de ser algún oscuro asunto, pues ha venido a buscar al párroco directamente. ¡Andemos con tiento! Ya habéis oído a mi hermano Jacob. El párroco puede tener algo que ver con la muerte del señor de lugar, y, no lo quiera Adonai, con - susurró aún más bajo - el Maligno.
Aferró con fuerza su reliquia, y pronunció unas palabras en hebreo, para alejar el mal.
La noble escuchó atenta a Abraham, su rostro se mostraba calmado e impasible ante sus palabras. Incluso parecía haber comprensión en su expresión pues asentía a cuanto él decía.
- Mi buen Abraham... No podría dudar de vuestras palabras pues yo misma he visto con mis ojos los dibujos de seres extraños en las paredes de la iglesia... Y, la buena esposa del señor, decía que se trataba de cuentos o historias que han existido siempre en estas tierras... Pero... Hay algo en ese hombre, en el párroco, que tampoco me gusta... Aunque, me sucede lo mismo con la esposa del Señor de estas tierras... - Suspiró - Creo que El Maligno, como lo llamáis, se ha asentado en estas tierras y en el corazón de muchas de sus gentes...